Antonio Vico fue muchas cosas en la vida. Sobre todas, Secretario de la Cofradía de Jesús. Y secretario de los alcaldes de Úbeda durante más de cuarenta años. Y de la Adoración Nocturna. Pero Antonio Vico fue también un vozarrón. Vozarrón que, de niños, hemos oído en la Plaza del Mercado recitando versos cuando, en la tarde del Viernes Santo, la Virgen de la Soledad iba camino de Santa María. Vozarrón que durante los años setenta pregonó a voz en grito la Feria de San Miguel desde los balcones del Ayuntamiento.
Por aquel entonces los pregones de feria los escribía Juan Pasquau, Cronista Oficial de la Ciudad. Pregones breves, intensos, vibrantes de lírica y nostalgias. Los lee uno y no sabe si Juan Pasquau pregona la felicidad de la Feria o convoca los recuerdos que los días de San Miguel provocan en nosotros. El caso es que escritos los pregones por el Cronista –y siendo éste demasiado tímido y careciendo de la voz requerida para los menesteres de pregonar de viva voz– su amigo del alma Antonio Vico se asomaba al balcón principal del Ayuntamiento, escoltado por los maceros con sus trajes del Reino de Castilla y, ¡ala!, allí se ponía a declamar el pregón para que resonase en todo lo ancho de la Plaza. Aquello era la tarde del 28 de septiembre, justo antes de la salida de los gigantes y cabezudos por la puerta del Palacio de las Cadenas.
Habrá quien recuerde la voz de Antonio Vico el 28 de septiembre de 1974 diciendo: “Porque la feria es un júbilo para todos. Viene a traer recuerdos felices al viejo, ilusiones nuevas a la joven que se hizo mujer en un trasnoche, al chiquillo que estrena vía en la vida. La feria es para todos: para don Pedro, para Pedro y para Periquillo.” Otros, nos lo imaginamos en la tarde jubilosa de septiembre de 1976, cuando aún nos amamantaban, haciendo retumbar su voz en las espadañas de Santa María mientras preguntaba: “¿Por qué no se resuelven en estampido y en juegos de color, como los fuegos artificiales, todas vuestras rencillas o vuestros odios que suelen empezar por poco, pero si empiezan es para no terminar?”. Y nos imaginamos también a Juan Pasquau rescondido en la Secretaría del Ayuntamiento, sonriendo –socarrón– mientras su amigo –ampuloso, vicudamente exagerado– lee, declama, grita “¡MÚSICA!” y atrona las acacias de la Plaza.
En 1979, ay, se quedó la Feria de Úbeda huérfana de pregón. La voz de Antonio Vico se quedó sin el suministro de palabras que le suministraba su amigo Juan, que había muerto unos meses antes. Hubo que esperar al 27 de septiembre de 1984 para que se volviera a pregonar la Feria de San Miguel. Lo hizo entonces Santiago Amón, en el patio del Hospital de Santiago. Luego, en 1996 y en 1997 el pregón volvería, fugazmente, al 28 de septiembre y al balcón del Ayuntamiento. En 1996 pregonó Manuela Espigares, al año siguiente Aurelio Valladares. Ya no estaban ni Juan Pasquau ni la voz de Antonio Vico.
Por aquel entonces los pregones de feria los escribía Juan Pasquau, Cronista Oficial de la Ciudad. Pregones breves, intensos, vibrantes de lírica y nostalgias. Los lee uno y no sabe si Juan Pasquau pregona la felicidad de la Feria o convoca los recuerdos que los días de San Miguel provocan en nosotros. El caso es que escritos los pregones por el Cronista –y siendo éste demasiado tímido y careciendo de la voz requerida para los menesteres de pregonar de viva voz– su amigo del alma Antonio Vico se asomaba al balcón principal del Ayuntamiento, escoltado por los maceros con sus trajes del Reino de Castilla y, ¡ala!, allí se ponía a declamar el pregón para que resonase en todo lo ancho de la Plaza. Aquello era la tarde del 28 de septiembre, justo antes de la salida de los gigantes y cabezudos por la puerta del Palacio de las Cadenas.
Habrá quien recuerde la voz de Antonio Vico el 28 de septiembre de 1974 diciendo: “Porque la feria es un júbilo para todos. Viene a traer recuerdos felices al viejo, ilusiones nuevas a la joven que se hizo mujer en un trasnoche, al chiquillo que estrena vía en la vida. La feria es para todos: para don Pedro, para Pedro y para Periquillo.” Otros, nos lo imaginamos en la tarde jubilosa de septiembre de 1976, cuando aún nos amamantaban, haciendo retumbar su voz en las espadañas de Santa María mientras preguntaba: “¿Por qué no se resuelven en estampido y en juegos de color, como los fuegos artificiales, todas vuestras rencillas o vuestros odios que suelen empezar por poco, pero si empiezan es para no terminar?”. Y nos imaginamos también a Juan Pasquau rescondido en la Secretaría del Ayuntamiento, sonriendo –socarrón– mientras su amigo –ampuloso, vicudamente exagerado– lee, declama, grita “¡MÚSICA!” y atrona las acacias de la Plaza.
En 1979, ay, se quedó la Feria de Úbeda huérfana de pregón. La voz de Antonio Vico se quedó sin el suministro de palabras que le suministraba su amigo Juan, que había muerto unos meses antes. Hubo que esperar al 27 de septiembre de 1984 para que se volviera a pregonar la Feria de San Miguel. Lo hizo entonces Santiago Amón, en el patio del Hospital de Santiago. Luego, en 1996 y en 1997 el pregón volvería, fugazmente, al 28 de septiembre y al balcón del Ayuntamiento. En 1996 pregonó Manuela Espigares, al año siguiente Aurelio Valladares. Ya no estaban ni Juan Pasquau ni la voz de Antonio Vico.
(Publicado en Diario IDEAL el 30 de septiembre de 2007)
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