miércoles, 30 de marzo de 2011

LLEGA EL AMO





No ha habido periódico que no haya enseñado esta foto. Es la foto del mes, tal vez la fotografía del año en España: Emilio Botín llega a La Moncloa para ver a Rodríguez Zapatero y a otros cuantos multimillonarios españoles, para dictar nuevas recetas contra la crisis que pasan, evidentemente, por acrecentar la penuria de la mayoría de los españoles. Una reunión de administradores de nuestras vidas y de nuestras esperanzas, cónclave de los dueños del sufrimiento de decenas de miles de familias españolas.

Botín se cala la chaqueta. Es el gesto de un hombre duro, sin entrañas, sordo a las súplicas de las familias que pierden sus casas y sus pisos, sordo a la desesperación de los pequeños y medianos empresarios que tienen que cerrar su negocio y mandar al paro a sus trabajadores. Se pone la chaqueta con determinación, con arrojo, con una energía que contrasta con el cansancio con el que cada mañana se visten muchos padres y madres de familia que sólo poseen un salario mileurista (y gracias), un triste subsidio de desempleo, un recibo de la luz o del gas o del agua que no para de crecer, el miedo a quedarse en el paro y no poder pagar las facturas, el terror de ver cómo se acumulan las facturas sobre la mesa porque ya se está en el paro... A mí estas personas de la calle me parecen moralmente mejores que Botín y que los que son como Botín, simplemente porque tienen entrañas y son capaces de emocionarse con el olor cálido de un bebé y son capaces de agradecer, pese a todo, un día luminoso de primavera, porque son capaces de entender el dolor de los demás. Pero claro, yo es que no encuentro diferencia moral entre Botín y Camps y el que le arranca a una anciana el bolso en plena calle, por ejemplo; lo único que los separa es que lo que uno comete está amparado por la ley y lo de los otros no. Botín es un delincuente (iba a escribir «un criminal») que comete delitos amparados por la ley. Al verlo llegar a La Moncloa, con ese gesto rotundo y convencido de quien sabe que la verdad y las leyes e incluso la democracia se compran a golpe de talonario, entendemos porqué lo que hace Botín no está incluido en el Código Penal: es él quien dicta la ley, él es la conciencia última de la justicia, el Pepito Grillo de los valores democráticos, él es la medida de la Constitución.

Botín es el ejemplo perfecto de esa casta de hombres que se sienten satisfechos cuando aumentan el dolor del mundo, convencidos de que hacen lo único que pueden hacer. Como si no fuera posible restaurar un ápice de compasión, como si fuera imposibles o improbables o despreciables las medidas que han mejorado la vida de los hombres en los últimos dos siglos, el acceso a la sanidad y la educación, la mejora de las condiciones de trabajo, la protección de desempleados y niños y mayores, como si lo único honesto y lo necesario históricamente fuese devolvernos a la era de la miseria y las diferencias sociales abismales, como si deseara que volvieran a llamarlo "amo" en las plazas de los pueblos mientras le suplican una limosna que deje tranquila su conciencia católica...

El suyo es un gesto así: el gesto del hombre coraza y sin corazón. He mirado mucho esta foto. Ahora sé el porqué: porque me causa el mismo espanto, el mismo terror que las de todas esas personas a las que llegado el momento no les temblará el pulso delante de las lágrimas de un niño, ni para activar el botón de una bomba ni para firmar una orden de desahucio.

sábado, 26 de marzo de 2011

¿Y LOS JÓVENES?





Los distintos regímenes políticos han ideado, a través de los tiempos, las más diversas fórmulas para adocenar y adormilar el inquieto espíritu propio de la juventud. En estos tiempos nuestros, las democracias del bienestar piensan que sus jóvenes carecen de cualquier pulsión de rebeldía, acomodados entre algodones más o menos estables o adormecidos por sustitutos de una búsqueda de la verdadera felicidad, que siempre es conflictiva. Por su parte, las tiranías árabes habían soñado con sedar el ánimo de sus jóvenes bien con las amalgamas totalitarias del Islam bien con el odio a los occidentales, a los que se culpaba de todos los males de aquellas sociedades para resaltar la bondad e inocencia de los dictadores y reyezuelos. Y sin embargo, algo comienza a romperse dentro del espíritu de la juventud postmoderna. La necesidad de no quedar desenganchados de la «resurrección» de la historia o, sencillamente, el hartazgo ante unos sistemas que obvian las verdaderas necesidades humanas para satisfacer la codicia y las ansias de las multinacionales y los grupos de presión más poderosos, han empujado a miles de jóvenes en todo el mundo árabe a unirse a través de las quebradizas redes sociales de Internet para dar a luz una plataforma difusa, pero airada y convencida de la necesidad de que algo, lo qué sea, cambie, y por ello tan poderosa que está poniendo en jaque a los dictadores, desde la costa de Marruecos hasta el Golfo Pérsico.

Ese estado de (des)ánimo, ese cansancio trastocado en rebelión constante y persistente en sus fines, comienza a no ser privativa del espacio árabe. Hace unas semanas, los jóvenes belgas tomaban las calles del país para protestar contra la división del mismo y contra una clase política que, incapaz de pensar más allá de sus propios intereses, lleva varios meses sin dotar de un gobierno al país. Y en Portugal, miles de jóvenes (secundados por parados, amas de casa o, simplemente, ciudadanos hartos) llenaron a comienzos de marzo las calles de Lisboa: protestaban contra la precariedad —«Con precariedad no hay libertad», coreaban: magnífico resumen de hacia dónde nos conducen las medidas destinadas a calmar la voracidad de los poderosos—, contra las medidas de ajuste que recaen en exclusiva, en toda Europa, sobre los parados, los trabajadores, las clases medias, las familias, los estudiantes, pero nunca ni sobre empresarios ni sobre banqueros. Convocadas las dos protestas a través de Twitter y de Facebook, los jóvenes han sabido estar a la altura de las circunstancias, poniendo voz a ese malestar íntimo, profundo, que se abate sobre las sociedades europeas y que hace tambalearse nuestros principios: la gestión de la crisis, la sistemática vulneración de derechos adquiridos a lo largo de décadas de lucha cívica, abre las puertas de un populismo de nuevo cuño del que Berlusconni o Marine Le Pen son sólo heraldos o pregoneros.

Pero... ¿y en España? ¿Acaso aquí, donde la conciencia política y cívica sigue secuestrada por los partidos, donde el sistema del bienestar ha sido más tardío y menos amplio que en la Europa del norte, acaso aquí sí han triunfado sin paliativos las medidas de adormecimiento de la juventud? Las tasas de paro juvenil de España están más cerca de las de Túnez o Egipto que de las de Alemania o Dinamarca, la precariedad laboral española o los bajos sueldos o la ausencia real de derechos de los trabajadores debiera empujarnos a alguna forma de rebelión, el nefasto sistema educativo y la falta de expectativas para los jóvenes debiera provocar en ellos un hartazgo, una rabia, alguna manifestación, y sin embargo, aquí no pasa nada, aquí sólo se protesta cuando se prohíbe el botellón. ¿Qué pasa con nuestros jóvenes? ¿Qué hemos hecho con nuestros jóvenes?

(IDEAL, 24 de marzo de 2011)

viernes, 25 de marzo de 2011

CORAZÓN HELADO





En un día como hoy, una cita de Forges vale más que mil imágenes y más que mil palabras:

Españolito que vienes al mundo te guarde Dios, las cosas de algunos jueces han de helarte el corazón.
Pues eso.

jueves, 24 de marzo de 2011

PERDÓN


De pronto se descubre el poder que un invento como un blog tiene para causar daño en las personas: tal vez sería bueno contar hasta diez antes de escribir algo. De pronto se descubre de que manera puede causar daño un anónimo que, amparado en la cobardía, mantiene la ficción de ser otro contra el que cargan algunos comentarios: la cobardía sólo genera cobardía y expande el mal: lección aprendida. De pronto me encuentro con que (aparte de borrar unos cuantos comentarios y una entrada) no sé qué hacer ni qué decir en este blog ante la lección de alguien de quien tendré que cambiar mi opinión.

He recibido este comentario:

«Hace un montón de tiempo , como consecuencia de una búsqueda de un hjo mio,no sé qué de unas fotos que queria comprobar si estaban o no en la red, me avisó de un comentario tuyo en el que relatabas un desencuentro conmigo. Para mí fué doloroso y me pareció,en su momento, hasta cobarde; pero más dolían los comentarios, mentiría si negara que los sobreentendidos, los neologismos que me dedicaron en un alarde de ingenio no me hicieron cambiar mi percepción del pueblo al que siempre me refiero como la tierra que elegí para que fuera la mia: aquí he criado a mis hijos y sería ingrato no amarla, aquí tengo mis amigos, por escasos doblemente queridos.
Yo tambien he preguntado por el autor del blog -que sigo porque me interesa, ciertamente- y tengo mis opiniones, que no escribo tras anonimos. Pero hoy quisiera preguntar por qué detrás del fantasma que de mi evocais -ya sé que es de Cernuda, soy un pedante- no hay nadie que se haya preocupado de comprobar la realidad de mi persona. Es abrumador leer opiniones que lógicamente no suscribo sobre mí, de gente con la que no me he tomado un café en mi vida.
No, jamás he escrito en tu blog , espero seguir leyendo tus opiniones como todas las otras que encuentro, desearía no tener que volver a verme caricaturizado por otros anonimos, algunos usando comentarios que delatan proximidad y que sean acogidospor tí.
Ocioso decir que no me reconozco en ese ampuloso y despreciable personaje que retratais algunos. Por lo que a tí respecta hoy he querido,dolido, contactar contigo para tomar un café y hacer lo que probablemente debiera haber hecho hace tiempo, hablar, conocernos y en su caso perdonarnos. Espero que muevas ficha y entretanto creo debieras evitar que un blog como el tuyo fuera pasto de anónimos que te insulten o lo hagan con otros.
Saludos Miguel Cidraque»
Quien es capaz de esto no puede ser cómo yo pensaba que era. Ni siquiera sé si es suficiente con, públicamente, pedirle disculpas, y me gustaría que toda esta entrada se la tomase cómo eso: como una pública disculpa, como una petición de perdón. Quisiera que ahora mismo, la tierra nos tragase a mí y a este blog. La ficha está movida, hasta donde, en un blog, puede moverse. Pero me temo que no es suficiente.

miércoles, 23 de marzo de 2011

RETRATADO





Parece de justicia, parece razonable: si no puedo pagar la hipoteca de mi piso, y me veo en la calle con mis hijos y las pocas cosas que pueda llevarme, y si el banco se queda con el piso al que él mismo le puso precio, la deuda debería estar saldada, como sucede en Estados Unidos o Alemania. Hay cierto movimiento en Cataluña en este sentido. Hoy, Esquerra Republicana de Cataluña –no son santo de mi devoción, pero si hacen algo razonable es razonable reconocérselo– ha indagado sobre este tema en el Congreso de los Diputados. Está bien que de cuando en cuando sus señorías se ocupen de lo que realmente le preocupa a la gente.

Pero el pasmo de Occidente, el líder universal de la izquierda mundial, el socialdemócrata que supera por arriba y por abajo y por la izquierda y por la derecha a Jaurés, Olof Palme, Willy Brandt y Clement Attlee, el gran e inolvidable Rodríguez Zapatero ha dicho que no, que eso pondría en peligro el sistema bancario español. O sea, que proteger los derechos de los más indefensos pone en peligro a un sistema bancario al que con nuestros impuestos le he hemos dado más de cien mil millones de euros porque se hundían, un sistema bancario que pese al lloriqueo chantajista el año pasado ganó quince mil millones de euros y que, sin embargo, no duda en poner en la puta calle a las familias desesperadas que sufren la lacra del paro o que viajan ya por el filo de la navaja de la miseria y la exclusión. Luego, como era de esperar, ha dado argumentos populistas –que si los ahorros de la gente, que si la solvencia, que si la ley, que si patatín que si patatán– y ha prometido constituir una inútil subcomisión parlamentaria que estudie el caso y que sin haber llegado a conclusiones será disuelta cuando lo sean las Cortes Generales.

Tal vez lo único bueno de esta crisis, tal vez lo único positivo del inmenso drama que están viviendo miles y miles de familias –miles y miles de hombres, de mujeres, de ancianos, de niños: que no se nos olvide que todos ellos tienen rostro, nombre, lágrimas en los ojos, nudos en las gargantas, rabia, tristeza– ha sido que ha puesto al descubierto que la palabrería de ZP, la charlatanería de vendedor de feria, en el fondo escondía un espantoso vacío de ideas. A la hora de la verdad, en esta hora de la verdad, ZP se ha puesto al lado de los poderosos, de los botines y demás escoria. Ese es el retrato que de él quedará en la historia.

lunes, 21 de marzo de 2011

EL APOCALIPSIS Y DESPUÉS





A determinados periódicos y televisiones no les han dolido prendas para titular con gruesos trazos la catástrofe de Japón: sobre fotografías nebulosas que tienen como fondo las gigantescas chimeneas de las centrales nucleares afectadas por el terremoto, la palabra «Apocalipsis» se ha repetido hasta la saciedad. ¿Es necesario exagerar lo que ya por sí solo es suficientemente grave y desbordado como para no necesitar acrecentamientos? La dimensión de la tragedia —el terremoto violentísimo, la ola gigante incontrolable, el frío, el corte de suministro eléctrico, las víctimas incontables...— realmente nos obliga a pensar en el borde del precipicio. Pero la propia sociedad japonesa, con el ejemplo de civismo y serenidad que está dando para afrontar los inmensos riesgos que se otean en su horizonte, nos enseña a pensar en medio del terror fabricado a partes iguales por la furia de la naturaleza y la estupidez del ser humano.

Y es que, en medio del remolino del miedo, paralizados incluso por la imprevisible deriva de los acontecimientos, se hace necesario reconstruir un argumento sereno que nos obligue a afrontar el cómo queremos seguir viviendo. Porque el terremoto de Japón y el desastre nuclear que lo ha seguido a lo que nos obliga es a eso: a ponernos delante del espejo de nuestras sociedades del derroche y ver cómo queremos vivir y cómo queremos que vivan —si es que queremos dejarle un planeta vivible— nuestros hijos.

La japonesa era una sociedad encantada por la tecnología, la modernidad, la eficacia, la eficiencia. Japón parecía haber demostrado que la naturaleza es domesticable, que se puede construir un mundo a nuestra imagen y semejanza. El mundo según Japón parecía un mundo capaz de controlar lo incontrolable y lo impredecible. Los dioses, el destino o simplemente la trágica realidad de lo real, nos han arrojado sin piedad, nuevamente, a nuestra condición de seres frágiles. El terremoto ha humillado nuestra soberbia: no se trata, pues, de pensar en medio del miedo a una explosión atómica sino de pensar en medio del reconocimiento de la derrota. Hay límites: los humanos tenemos límites, no podemos controlarlo y dominarlo todo, y por más que la tecnología y la ciencia han conseguido avances impensables en muchos campos, habrá siempre un margen que se escapará a nuestras seguridades y nuestras ecuaciones, un margen del que puede levantarse la polvareda, la humareda, la marea que rompa sin misericordia el débil cristal del que estamos hechos.

Pensar en la derrota significa asumir que no es asumible una energía, una tecnología, que en determinados momentos (esos en los que no valen las ingenierías ni las seguridades) puede abocar a la humanidad al horror más absoluto. Pensar así no es pensar como seres aterrorizados sino, sencillamente, como seres limitados, que es lo que realmente somos. Porque no podemos imponer condiciones a la naturaleza no podemos construir peligros que se escapen a nuestro control. Esto, claro, lleva a un escenario nuevo, que es donde seguramente no queremos entrar: renunciando a la energía nuclear, lo que tenemos que replantearnos es nuestro propio modelo de vida basado en la dilapidación de los recursos y los bienes. Las sociedades del bienestar —que se han transfigurado en sociedades del derroche— no pueden vivir sin la energía nuclear pero viviendo con ella conviven con la más terrible amenaza. Ya la crisis económica debiera haber golpeado nuestras conciencias y nuestras formas de vida, pero no lo ha hecho. Seguramente, cuando Japón deje de estar en las portadas de los periódicos, el apocalipsis nuclear dejará de interesarnos hasta nueva orden. El problema es que si de una vez por todas no afrontamos nuestras limitaciones y aprendemos a vivir con ellas y en ellas, este Apocalipsis inducido de ahora dará paso a un Apocalipsis por el que realmente acabará devorado todo lo que somos. Porque quien juega a vivir como un dios acaba pereciendo como un dios.

(IDEAL, 18 de marzo de 2011)

sábado, 19 de marzo de 2011

LA SOLEDAD Y LA DUDA




Toda la verdad está en Camus y por eso sabemos que hoy es necesario luchar despreciando la guerra. Y aunque ninguna victoria compense las mutilaciones del hombre que la guerra conlleva, la complicidad con la injusticia, el silencio ante el atropello impune y la violación de la vida y el ansia de liberdad, nos empequeñece como hombres. Hoy nos asomamos otra vez al balcón de la guerra. Yo no sé de qué manera, pero lo que hoy está sucediendo en Libia es justo. Decentemente justo: «el espíritu nada puede contra la espada, pero que el espíritu unido a la espada vencerá eternamente a ésta utilizada por sí sola». Y como siempre que nos enfrentamos a una causa justa, la primera guerra es contra nuestra conciencia.
 
En Libia volvemos a habitarnos de dudas y soledades.

miércoles, 16 de marzo de 2011

IRRESPONSABLES





El lunes los periódicos lanzaban, así como quien no quiere la cosa, una noticia cuando menos sorprendente. Javier Aríztegui, a la sazón subgobernador del Banco de España, declaraba, en relación con la crisis financiera que asola las economías del mundo y muy especialmente la economía española, que no se pueden exigir responsabilidades a los gestores de los bancos. Lleva razón: las responsabilidades por lo que está pasando hay que pedírselas a las familias ahogadas por las hipotecas, a los currantes a los que se está mandando al paro, a los parados que viven al límite. En última instancia, las responsabilidades no hay que pedírselas a los gestores que cobran decenas de millones de pesetas al año: la culpa es de los que limpian los cristales de las sucursales. A esos hay que perdirles responsabilidades, pero a los peces gordos, a los peces gordos no, porque los peces gordos son irresponsables.

martes, 15 de marzo de 2011

VIDAS AL VIENTO





Cada tragedia deja para la memoria sus imágenes de la desolación, su recuento de cadáveres, de lágrimas, de desesperaciones en la búsqueda, sus cartografías de destrucción y desesperanza. Pero a veces, una imagen insignificante retrata como ninguna otra lo ocurrido en medio del infierno. Eso ocurre con esta fotografía: un álbum de fotos en el malecón de Toyama, mojado, con algunas fotografías arrancadas por la furia del mar, pero que milagrosamente no ha sido tragado por el lodazal. Más que los barcos zarandeados por las olas o las casas ardientes arrastradas por la marea y embistiendo contra carreteras o vías de tren, más que los paisajes mortuorios de la extensión infinita de lo destruido por la ola gigante, más que el aspecto fantasmal de las centrales nucleares que a duras penas no revientan, más que toda la prosopopeya del drama, el simple apunte casi lírico de un álbum de fotos ajados y triste, expresa la certidumbre, el corazón definitivo del sufrimiento de millones de japoneses. Porque el álbum es toda una vida, ya rota para siempre, ya para siempre desconectada de sus memorias y sus agarraderas. Todo lo que fue su propietario está en esas fotografías en blanco y negro, la memoria de su familia y de su infancia, la reconstrucción de sus ancestros y su vida, una colección física, palpable de su personalidad, de lo que vivió y sintió, y puede que el dueño de este álbum de fotos haya sido tragado por el mar o esté aplastado por un montón de hierros, o puede que vague con las fuerzas desmadejadas por entre esa masa humana que se aleja aterrorizada de los alrededores de las centrales nucleares, sin saber que en algún lugar de lo que fue su ciudad, el hogar de sus padres y de sus hijos, hay un álbum de fotos hojeado por el viento salobre de la catástrofe, olvidado y dentro de poco perdido entre toneladas de escombro y basura, un inútil resto más entre tantos restos de tantas vidas como se ha llevado por delante el terremoto. Sólo se me ocurre una imagen más poderosa que este álbum de fotos para explicar y comprender el drama de Japón: la fotografía de alguna mano, de una mano que escarbe entre los escombros para buscar a los seres queridos que no se sabe dónde está, o la mano que agarra con fuerza otra mano, la de un niño o un anciano, e intenta alejarlos del caos y del abismo. La misma mano que puede pasar las hojas de ese álbum antes de arrojarlo sobre la riada de lo perdido.

lunes, 14 de marzo de 2011

JAPÓN





Ni siquiera hay una ventana a la que asomarte para ver el montón de escombros en el que se ha convertido lo que hasta hace dos días era tu monótono paisaje de cotidianeidades, las calles limpias, llenas de sol o de lluvia y ahora borradas de la cartografía de tu vida por la furia de la naturaleza, y todo sustituido por montañas de coches, de hierros retorcidos, de barcos varados sobre el barro negro y los tejados de las casas, tuberías vomitadas por la tierra, astillas de muebles, cristales de ventanas o puertas o televisiones, torres de electricidad tumbadas sobre montones de cables que ya no llegan a ninguna bombilla ni a ninguna estufa. Pero el destino te ha privado hasta de esa ventana que te sirva de refugio para contemplar el horror del mundo, la incongruencia de la creación, el destino te ha dejado sin nada a lo que amarrarte, como un náufrago en medio del fin del mundo. Porque lo has perdido todo, porque en medio del gigantesco lodazal y de los restos de lo que fue un mundo ordenado y civilizado, ese mundo aplastado sin piedad por la naturaleza, sabes que te costará mucho encontrar a los familiares y los amigos que has perdido y los propios retales que te ayudaban a mantener firme una memoria de lo que eras hasta que la tierra tembló: el terremoto se ha tragado también las fotografías de tus padres o tus abuelos, los primeros dientes de tu hijo y su primer dibujo o el regalo que te preparó para tu cumpleaños, el recuerdo del día que te casaste, la música que tu mujer había ordenado en una estantería perfecta, tu ordenador, tus libros, todas esas pequeñas cosas que sólo ahora sabes lo que valían e importaban. De pronto te has convertido en alguien que respira y llora y que sólo posee una camisa, un abrigo, unos zapatos manchados de barro, unos pantalones sucios y mucho miedo y una tristeza infinita, alguien que ha sido arrojado desde la vida hasta la nada, hacia el vacío, alguien que ha sido abandonado en el espanto y en la furia.

sábado, 12 de marzo de 2011

NO HAY MANERA





De verdad que pertenezco a ese grupo de ciudadanos que cada día lo intenta. De verdad que intento recomponer una mínima confianza en la casta política. De verdad que pese a todo sigo convencido de que es necesario reinventar la política por el bien de la democracia. De verdad que la política me parece demasiado importante como para que los ciudadanos renunciemos a rescatarla de las manos de los políticos. De verdad que no me gusta estar cabreado conmigo mismo ni sentir este malestar que me provocan los políticos. De verdad que lo intento. Y de verdad que es imposible. Es que no hay manera de salvar a ninguno.

Hace un par de días me encontraba en el periódico con la noticia de que a un madrileño le habían diagnosticado en La Paz una rara enfermedad que le ha provocado una insuficiencia renal del 70% y dos infartos cerebrales. Según parece se trata de una enfermedad crónica que, sin embargo, permite al paciente llevar una vida normal con la sola condición de que cada quince días le sea inyectado al paciente un medicamento muy específico. Pero resulta que el gerente de La Paz no autoriza la administración del tratamiento por motivos económicos: la medicina es muy cara y preferible dejar al paciente pudriéndose con su enfermedad.

Unos días antes nos enterábamos de que Pérez Rubalcaba era ingresado en la UCI porque llegó al hospital con una infección de orina y fiebre alta, y los médicos querían tenerlo controlado. Sorprendente: conozco gente que ha llegado al hospital con los mismos síntomas, le han dado una medicina y lo han mandado a su casa, y supongo que eso es lo normal porque si a todo el que acude al hospital con los síntomas rubalcabas lo ingresaran en la UCI no habría ucis suficientes en España para esto. Pero en el caso del Vicepresidente del Gobierno no se escatimaron medios: no se miró cuánto cuesta tener a un paciente en la UCI, costase lo que costase él debía estar ahí: su salud era más importante que la del pobre españolito de a pie.

De verdad que lo intento. Pero es que no hay manera.

viernes, 11 de marzo de 2011

CRÍMENES CONTRA NIÑOS





¿Pueden prescribir los crímenes cometidos contra los niños? ¿Pueden ser tratados como unos criminales cualquiera quienes atacan, quienes violentan la dignidad de los niños? Una cosa es un violador y otra distinta el que viola a un niño; una cosa es un asesino y otra quien asesina a un niño; no es lo mismo un maltratador que quien maltrata o tortura a un niño; el que secuestra a un niño no es un secuestrador más. La niñez marca una línea divisoria: quien la atraviesa se adentra en un espacio diferente, el espacio de lo que es fundamental sin aditamentos ni accesorios ni discursos que lo justifiquen, el territorio de lo valioso por sí mismo. La infancia conforma un espacio ético cualificado y superior, dentro de cuyo recinto se cobija lo único que realmente no puede someterse a intereses ni cálculos. Quien toca a los niños se mancha sin posibilidad de remisión ni perdón: quien daña a los niños practica una forma superior del mal que debe ser considerada desde otros parámetros. Porque la protección de los niños marca el límite de todos los derechos; ¿dónde acaba un derecho?: allí donde comienzan la dignidad, la vida, la integridad de un niño.

Los niños son lo único realmente sagrado que existe. Su sonrisa, su mirada, su sueño, justifican todas las esperanzas del mundo. Por eso, sus lágrimas, sus quejidos, sus agonías, escapan a cualquier justificación y quienes los provocan no pueden apelar ni a la compasión ni a la comprensión. Siempre es gratuito el daño que se le causa a un niño. Siempre es evitable. Nada hay tan repugnante como la mirada de quienes ofendieron a los niños, y ante ella sólo cabe un estremecimiento: ¿cómo se pudo ser tan frío y tan cruel ante esa indefensión ilimitada que se manifiesta en un niño que sufre? Dañar a un niño es causar un mal en estado puro, es alumbrar una tiniebla impenetrable.

Salen a la luz los casos de cientos de niños que fueron robados a sus madres nada más nacer para ser entregados a otras familias. Médicos, enfermeras, curas, monjas, asistentes sociales... todos conformaron una trama criminal dedicada al secuestro y venta de niños. La fiscalía –como siempre tan proclive a ponerse del lado de la justicia y del sufrimiento: qué ejemplo– se resiste a investigar estos masivos atentados contra la infancia. Si la justicia es siempre demasiado lenta, cuando se trata de restaurar los derechos de los niños, cuando se trata de castigar a quienes se ensañaron con su inocencia y su desprotección, la lentitud se convierte en complicidad. Este tema debería ser una emergencia judicial nacional: pero se da largas, porque al fin y al cabo ese dolor no importa: ¿es la toga una coraza?

Se habla de posible prescripción de los casos más antiguos. Y se nos muestra a algunos de los responsables de esta atrocidad como para movernos a la piedad: médicos o monjas cargados de años y sin atisbo de arrepentimiento; pero ¿de verdad es posible aquí el arrepentimiento? En este crimen no pueden caber ni la prescripción ni la conmiseración: los crímenes cometidos contra los niños se perpetúan en el tiempo y persiguen a quienes los cometen hasta el borde mismo de la tumba. Quien comete un crimen contra un niño es un criminal mientras vive, más allá de lo que digan las leyes y los códigos. En estos casos sólo caben el juicio y la cárcel: hay demasiadas vidas tronchadas. Demasiado sufrimiento y demasiadas mentiras. Demasiados niños que crecieron sin sus padres. Demasiado dinero que circuló por entre las cunas de las maternidades, pasando de familias bien a cuentas eclesiásticas o médicas por encima de la desesperación de las madres a las que les robaron los hijos. Demasiado vacío como para rellenarlo con componendas jurídicas que se olvidan de la justicia, de esa justicia que cuando se trata de los niños sólo puede basarse en lo más hondo de la conciencia humana.

(IDEAL, 10 de marzo de 2011)

miércoles, 9 de marzo de 2011

FILOSOFÍA DE LA CENIZA





La meteorología se ha conjurado con la conmemoración. Día de la ceniza. Día ceniciento. La ceniza es un símbolo, aunque no se crea: símbolo de la finitud, de lo que a todos nos espera. La creencia, el acto de fe, no es previo a la ceniza sino que está provocado por ella: la ceniza como punto de llegada o la ceniza punto de partida. Me gustaría creer que es un punto de partida y que todos guardamos dentro una especie de Ave Fénix, la promesa de una incierta resurrección. Esa esperanza está en el poema de José Ángel Valente:

Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte,
no estoy solo.
No promete otra vida, ciertamente, pero nos consuela en la certeza del amor que acompaña las soledades de esta vida:

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.
La ceniza, al fin y al cabo, es de un realismo tremendo. Nada puede esconderse detrás de su sencillez, de su desnudez: en la ceniza, la materia –la vida– se ha reducido a su puro esqueleto. Punto de partida o punto de llegada, no nos queda más remedio que construir una esperanza desde la ceniza. Porque todo lo que amamos es polvo gris, partículas que un día serán reducidas por el fuego del tiempo. La esperanza mayor es desear que el fuego del amor las redima del viento y la disgregación, que una llama o quemazón o luminosidad sin límites reagrupe las cenizas y las anime nuevamente.

Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.
No importa que la ceniza sea punto de partida o punto de llegada, renacimiento o aniquilación. Lo importante es que invita a una rebelión: creer, amar, querer, esperar, aunque sea desde la condición ineludible de que todo es ceniza.

(El día gris y la lluvia nos abocan a nuestro interior. Puede que se nos contagie la tristeza de la tarde, pero es que la tristeza ayuda a crecer.)

lunes, 7 de marzo de 2011

LOS POLÍTICOS Y NUESTRA RESPONSABILIDAD





Artículo imprescindible el de Irene Lozano hoy en El País. Titulado Los políticos sobrantes, ofrece una interesante reflexión sobre la situación de la democracia española y apunta una necesaria rebelión de la masa civil que exija la devolución de poder que los partidos mantienen secuestrado desde la Transición. Aunque recomiendo su lectura íntegra (sobre todo para esos que la periodista denomina “los más honrados de entre nuestros representantes”: ¿qué esperan para encabezar la rebelión cívica contra las cúpulas de los partidos?), porque creo que invita a tomarse en serio el papel que tenemos que jugar en las elecciones que están por venir, dejo aquí los párrafos que a mí me han resultado más interesantes.

«Cuando Zapatero explica las restricciones presupuestarias afirmando: "sé lo que tengo que hacer. Y lo voy a hacer", sus palabras resuenan como las del diligente mayordomo que se dispone a abrillantar la plata. Pero como nunca lo vimos con traje de librea, tenemos derecho a pensar que manda y a exigirle en consecuencia
«La sociedad civil española, debilitada por 40 años de dictadura, no se ha fortalecido en democracia, entre otras cosas porque la estructura de partidos la ha suplantado. Esos clubes antidemocráticos y frecuentados más por arribistas serviles que por idealistas del bien común, han impuesto su visión partidista de la realidad. Convertidos en maquinarias de ganar elecciones y compitiendo por los mismos votantes -el exiguo cupo centrista que inclina la balanza-, se arrojan mutuamente a la cara escándalos de corrupción para deteriorar la imagen del otro. No perciben que, cuando las tramas putrefactas alcanzan cierta complejidad, los ciudadanos tienden a retener una sola idea: la política es el imperio del latrocinio y la impunidad. El corolario lógico de esta decepción consiste en abstenerse y contestar al encuestador del CIS que el tercer problema del país son los políticos
«Ahora, formulemos un par de preguntas: si los políticos son culpables exclusivos de sus males, ¿por qué los ciudadanos recibimos el castigo de padecerlos? ¿Por qué culpa y pena no siguen caminos paralelos? La respuesta está en Valencia, donde cunde la interesada idea del aventajado alumno de Fabra, Francisco Camps, según la cual las urnas otorgan un impoluto certificado de penales a los más votados. Contra esta perversión disponemos de un arma defensiva: basta con no votarles. Así, culpa y pena volverán a caminar de la mano: serán los malos políticos quienes reciban su castigo, y no nosotros
«El ineludible vínculo entre representantes y representados compromete a los votantes. No solo debemos elegir con escrúpulo, también hemos de tener presente que la inhibición ante el deterioro galopante de la vida pública tiene consecuencias. Aquí todo el mundo se ríe cuando alguien cita la célebre frase de Franco "haga usted como yo, no se meta en política", pero todos seguimos el consejo del dictador. Creo que las democracias más sanas son aquellas en las que los ciudadanos contemplan, no como un derecho, sino como un deber cívico, el dedicar algunos años de su vida a la política
«(...) el español es caso aparte. Su ira va en aumento mientras permanece sentado a través de los siglos. Si acaso, se levanta para llamar a una emisora y bramar contra los políticos, brindándonos la insólita imagen del demos contra la democracia. Porque no olvidemos que, en los regímenes parlamentarios, "política" y "democracia" son casi sinónimos: el deterioro de la primera equivale al de la segunda

domingo, 6 de marzo de 2011

EL PREGÓN DE SEBA «EL DE SEUR»





Seba «el de Seur» (esta persona que aparece en la foto robada del blog del Cuarteto Primero) pertenece a ese grupo de sanos amantes del carnaval que viven estos días de fiesta con la sola y sana intención de divertirse. Gracias a gente como Seba o Copi o Juanito Barranco o a grupos como el que forman mi mujer y sus amigas, uno, que es muy muy muy poco amante del carnaval, se amiga en parte con esa fiesta y entiende una parte del mucho e ingrato trabajo que estos días acarrean tiene sentido.

Seba «el de Seur» ha sido este año el encargado de pregonar el Carnaval de Úbeda. Sin grandes pretensiones líricas, el pregón de Seba, el jueves pasado, fue claro como el agua y por ello necesario. No sé si pretendía ser lo que finalmente fue: una reivindicación de los carnavaleros de a pie, de calle, de la gente que se divierte sin pensar en concursos, sin pretender que el Ayuntamiento les organice un concurso y un carnaval a su medida que les permita ganar en Úbeda (por supuesto si no ganan se enfadan y se enfadan mucho más si ganan los de fuera, esos que ellos dicen que quieren que vengan para «engrandecer el carnaval ubetense») y pasearse por muchos pueblos más haciendo caja. Seba pertenece a un grupo de carnavaleros que en carnaval no hace cuentas ni cálculos, y estuvo bien que defendiera a esos peones del disfraz, tan distintos en sus intereses y su diversión de “la flor y nata” de los carnavaleros, de los carnavaleros de primera división. Carnavaleros de pata negra (paladines y defensores a ultranza del carnaval que no dudan en juzgar y condenar el trabajo del ayuntamiento en esta materia siempre que no complazca sus intereses) que, curiosamente, son los mismos que se han negado a darle ningún apoyo a Seba para su pregón.

Después de tantos años soportando comentarios contra el trabajo que hacemos en el Ayuntamiento por parte de muchos de los grupos (no todos son así, es cierto: los hay sensatos, razonables y que saben concursar y divertirse y que no buscan ganar dinero en todos los concursos que se organizan en 300 kilómetros a la redonda, y pienso ahora, por ejemplo, en la comparsa femenina de Elena Gámez o en la chirigota de Poveda), reconozco que el pregón de Seba me ha arreglado con el carnaval de Úbeda, al menos con ese carnaval humilde, generoso, que no busca bullas, que respeta a los demás, que es poco relamido, ese carnaval en el que yo reconozco a mi mujer y a su grupo de carnaval y que Seba ha representado a la perfección.

Pues eso Seba: que enhorabuena y gracias, muchas gracias de un acérrimo no carnavalero. Y yo te digo enhorabuena y gracias de corazón, no como muchos grupistas que te lo habrán dicho mientras pensaban que ojalá te descuernes por haberles cantado las cuarenta.

viernes, 4 de marzo de 2011

SEPULCROS BLANQUEADOS




La barbarie perpetrada por Gadafi en Libia nos demuestra cuán fácil es que las palabras –las grandes palabras europeas, nuestra vana retórica– vayan por un lado y los hechos por otro. ¿Cuántas de los momentos que consideramos «históricos» no responden a la extraña confluencia entre palabras y hechos, entre el predicar y el dar trigo? Ocurre también, claro, que somos demasiado propensos a juzgar la actitud de nuestros políticos, como si estos no fueran la imagen que de nosotros mismos nos devuelve el espejo de lo colectivo. ¿Por qué es tan barato para los dirigentes europeos hablar de democracia, de todos esos grandes valores construidos por hombres que fueron mejor, más honestos, más valientes, menos calculadores que nosotros, mientras sólo piensan en los pozos de petróleo de Libia y les importa tres bledos que miles de inocentes estén siendo asesinados por bandas de matones? Simplemente porque también nosotros cada día practicamos esa doble moral, ese pomposo discurso que no se corresponde con lo que hacemos. Quisiera pensar que existe una ética de lo público y lo civil que supera la hipocresía impuesta por la moral victoriana o por la moral contrarreformista del catolicismo. Pero no es así: muchos somos los que predicamos pero muy pocos los que dan trigo.

Pienso en un caso que ha salido a la luz pública gracias a unas grabaciones que demuestran lo fácil que es considerarse bueno y practicar el mal. La historia, aunque esconde una cantidad muy grande de sufrimiento, es fácil de contar: un hombre que trabaja como maestro en un colegio religioso es acusado de delitos gravísimos, que pueden costarle varios años de cárcel; cuando después de muchos años de calvario judicial es declarado inocente, la monja que dirige el colegio le dedica un ramillete de buenas palabras y lo pone de patitas en la calle para evitar el «qué dirán». Perfectamente blanqueada, libre de pecado, esa monja tiró la primera piedra sobre la espalda de un inocente. Pura y dueña de una verdad absoluta, juzga sin misericordia.

Evidentemente el divorcio entre lo que se dice creer y lo que realmente se practica, es tanto más escandaloso cuanto más elevados son los valores a los que se apela. Que una mañana se pueda leer el Evangelio de Jesús, hinchado de amor al que sufre, de compasión por el proscrito, y que minutos después no tiemble el pulso para cometer una injusticia indecente, no puede más que causar escándalo. Tanto como la actitud de los líderes europeos que contemplan impasibles los crímenes cometidos en Libia. ¿Y si la historia fuera algo más profundo que las imposturas de los grandes, que sus dobles caras y sus dobles juegos? ¿Y si fuese verdad que la historia la hacemos cada uno nosotros cuando causamos dolor y acudimos raudos a lavarnos la conciencia? ¿Y si la historia no fuese más que lo que consienten nuestras traiciones, nuestras hipocresías, nuestros silencios, nuestras complicidades?

Tenía que escribir este artículo: me parece una impostura acudir aquí a criticar la parálisis de la Unión Europea (todas las crisis la pillan por sorpresa y está siempre a la espera de ver lo que deciden los Estados Unidos) y la doble moral que impide acabar de una vez con la vida de Gadafi para poner fin al sufrimiento del pueblo libio –la ética de Núremberg sigue teniendo vigencia–, guardando silencio ante el sufrimiento que le causaron a ese maestro, a ese hombre inocente. No seamos soberbios: ningún artículo va a cambiar el mundo por criticar a los poderosos, porque a los poderosos nuestros artículos les resbalan. Pero sí podemos ayudar a denunciar a los hipócritas que juegan con la bondad mientras clavan puñales por la espalda. No vale denunciar el gran mal si agachamos la cabeza antes los males que nos rodean. Esos, por lo menos, podemos desenmascarlos, desvelarlos y ayudar a que sepamos qué moral le enseñan a nuestros hijos en según que sitios.

(IDEAL, 3 de marzo de 2011)

jueves, 3 de marzo de 2011

RECONCILIADO CON LA VIDA





Está bien que tal y como andas las cosas, Internet nos ofrezca fotografías que nos reconcilien con la vida, con lo más hermoso y luminoso de la vida. Esta mañana, casi por casualidad, me he topado con este foto de una familia que ha vivido una historia de esas que tan propias resultan para una película americana.

Me gusta esta fotografía. Me gusta la cara de satisfacción del padre, la cara de amor y ternura de la madre, las caras de placidez absoluta de los seis pequeños. Todas son las caras de la felicidad. Me gusta esta fotografía porque me hace sentir bien, amar la vida, dejar de pensar por unos instantes en los políticos, en los banqueros, en las listas electorales imposibles de votar. Al ver a esos padres y a esos seis hijos es imposible no pensar que el mundo todavía tiene una posibilidad. O tantas posibilidades como niños nacen cada día.