sábado, 29 de octubre de 2011

DECENCIA





La patronal ya pide abiertamente algo muy parecido al despido libre y sin indemnización, el copago sanitario, el fin de los convenios y de la representación sindical en las empresas. Mientras, el consejero de Sanidad de Cataluña niega que exista un derecho a la salud, lo que cuadra con la feroz política que contra la sanidad pública están desplegando los nacionalistas catalanes: ojalá se pudiese contabilizar todo el sufrimiento y todo el dolor, e incluso toda la muerte, que están generando con esa política. E Isak Andi, fundador de Mango, dice sin empacho que se ha terminado la época de los derechos y que ahora toca “pagar la fiesta”, como si todo lo que tan trabajosamente se consiguió en Europa durante décadas de lucha de los trabajadores fueran “fiestas” y no la sustancia del más alto estado de la civilización humana, como si la jornada de 8 horas, las vacaciones remuneradas (Salvador Sostres, uno de los más destacados elementos de la prensa ultra, clamaba hace unos días contra las vacaciones por considerar que estimulan la pereza), la prohibición del trabajo infantil, la protección de los desempleados, las pensiones para los jubilados o la escuela pública que permitía al hijo del trabajador ascender en la escala social hubieran sido un jolgorio que hay que liquidar. Qué terribles palabras, y que definitorias del tiempo que viene: hay una ideología dominante que ansía volver al siglo XIX, a esas sociedades fracturadas, rotas, donde la cuna determinaba de manera irremediable la vida de cada uno y donde la miseria y la pobreza de la mayoría eran la excusa perfecta para que los acomodados se limpiaran la conciencia con sus limosnas y sus beneficencias. Todas las recomendaciones y palabras de los patronos destilan un odio infinito, una gana de revancha larvada durante años, contra aquellos que después de derrotar a Hitler los pusieron en la tesitura de aceptar un pacto social por el bienestar o enfrentarse a la revolución de unas masas desesperadas a las que la depresión de los años 30 había entregado a los fanatismos. Nos están diciendo a los europeos que como nuestros abuelos les limitaron sus derechos y su poder, nosotros tenemos que pagar por esa osadía.

En realidad, lo peor es que da igual quién gobierne, quien gane las elecciones. La laminación del pacto social del bienestar ya no se fragua en Moncloa o en el Congreso de los Diputados: esa política viene impuesta por gobiernos sin rostro y organizaciones sin alma. Quien aplique lo que otros deciden es lo de menos. Lo que no podemos es cerrar los ojos ante la resurrección de una ideología despiadada, típicamente decimonónica, que mezcla a partes iguales el conservadurismo moral, tan hipócrita —la oposición al divorcio, a la igualdad entre hombres y mujeres, al matrimonio homosexual, la exaltación de la religión como cárcel de la conciencia—, y el más feroz liberalismo económico. Durán Lleida, tan democristiano él, resume esta nueva derecha en realidad tan vieja y tan alejada de la que contribuyó a fraguar, entre las ruinas de Europa, lo que Paul Krugman ha denominado como las “sociedades más decentes de la historia”. ¿Qué fue lo que hizo posible esa decencia social que no toleraba que hubiera niños trabajando y sin escuela? Todos esos elementos que hoy se ponen en almoneda, mintiendo cuando se dice que no es posible otra política, y que Miguel Pasquau enumeraba en este periódico tras hacer un llamamiento a liberales (en el sentido alto, moral, dignísimo, de esta palabra) y socialdemócratas para recuperar “la hegemonía moral” del discurso que hizo posible la Europa decente que nos desintegran: “respeto a las minorías, protección de los perdedores, compasión por los débiles (o debilitados), dignidad de los asalariados, escuela pública, derecho a la atención sanitaria, derecho a una jubilación remunerada, igualdad de oportunidades.”

(IDEAL, 28 de octubre de 2011)

viernes, 28 de octubre de 2011

MILLONES





Cinco millones de personas sin trabajo. Un millón y medio de familias con todos sus miembros en paro. Más de medio millón de familias sin ningún tipo de ingresos. Y la obsesión de todos no es poner fin a ese drama incalculable sino conseguir el equilibrio fiscal y demás imposiciones del credo neoliberal.

Cinco millones, un millón y medio, más de medio millón. Cifras gigantescas a las que nos hemos acostumbrado. Como si detrás de ellas, aplastadas por su peso y por nuestra indiferencia cívica, no hubiera personas para las que los días duran más de veinticuatro horas, las horas más de sesenta minutos, los minutos más de sesenta segundos.

Cinco millones, un millón y medio, más de medio millón. Muchas toneladas de niños españoles que a duras penas pueden comer (lo dice UNICEF), muchas toneladas de familias arrojadas a la pobreza y la exclusión y a vivir de la caridad, muchas toneladas de lágrimas de padres impotentes, de hombres y mujeres a los que se les han segado las esperanzas en la plenitud de la vida, muchas toneladas de rabia acumulada.

Cinco millones, un millón y medio, más de medio millón. Hoy, España son las personas que vemos sufriendo cuando rascamos esos números.

miércoles, 26 de octubre de 2011

APUNTES DE OCTUBRE





Primero. La muerte del torero “Antoñete” y el valor de los silencios. Antonio Chenel, comentarista otoñal de los toros en televisión, apenas hablaba, apenas apuntaba esbozos. Era un hombre que sabía mucho y por eso hablaba poco; tenía la mirada de quien ha acumulado un interior denso y rico ahorrando palabras. Su ejemplo contrasta con la necesidad de no meter la lengua en paladar que sienten periodistas, políticos, opinadores de todo tipo. La muerte de “Antoñete” sirve, debe servir, como una reivindicación del hablar sólo cuando no se puede callar, del hablar lo justo.

Segundo. Los abogados que defienden a los asesinos de Marta del Castillo. Gentes sin alma ni escrúpulos. Su deber de defender a sus clientes no puede llegar al extremo de basar la defensa en la desaparición del cuerpo. Con esa actitud, que impide el duelo de los familiares de la muchacha y que hace que el crimen perdure más allá de la condena y de la cárcel y de un arrepentimiento que siempre será una farsa, se convierten en cómplices morales de Miguel Carcaño y de toda la escoria que defienden.

Conclusiones. El silencio es una virtud. Los límites son una necesidad.

martes, 25 de octubre de 2011

¡VIVAN LAS CAENAS!





Parece que no todo ha sido trigo limpio en las elecciones de Túnez: grupos de jóvenes laicos (en España los medios ultras los llamarían "perroflautas" y cosas así) se han manifestado pidiendo transparencia en un recuento que augura la victoria de los islamistas. Tanta revolución pacífica, tanto echar a tiranos de tres al cuarto para que al final la medicina acabe matando al enfermo. Y no vale el recurso de la voluntad popular, porque siempre tendremos el argumento de que también Hitler ejercitó a sus matones para conseguir ganar las elecciones. Me conmueven las jóvenes de la fotografía porque puede que dentro de poco sean historia y en Túnez se prohíba a las mujeres salir a la calle sin el velo y demás engendros del profeta. Y porque demuestran que había un mundo árabe al que teníamos que haber apoyado sin reservas: el mundo árabe laico, que aspira a dejar a Dios dentro de las mezquitas. Turquía viene siendo un aviso desde hace tiempo, pero nos negamos a verlo: se avanza en la prohibición de la venta o consumo de alcohol, y los hábitos de la libertad que los turcos habían conquistado frente a la intolerancia religiosa desde los tiempos de Ataturk, se resienten ahora bajo el gobierno de los islamistas, que comienzan impidiendo que los jóvenes hagan botellón y terminan dándole una patada a las urnas. ¿No hubiera sido mejor para la libertad, para la tolerancia, para la supervivencia de la propia democracia, ese régimen de libertades tuteladas por el ejército revolucionario que estas libertades amenazadas por los guardianes del Corán?

En Túnez ganan los islamistas. En Libia los nuevos gobernantes, después del linchamiento y la ejecución de Gadafi sin respeto ninguno por las garantías jurídicas (una cosa es ejecutar al tirano después de un juicio justo, como en Nuremberg, y otra el ajusticiamiento por las turbas), anuncian que la “saría” será la ley por la que se rija desde ahora el destino de los libios. Me duele el sueño roto de todos estos jóvenes, de todas estas jóvenes, vestidos “a la occidental”, con formación y amplitud de miras, que entendieron que es mejor (por más tolerante, por más respetuosa, por más abierta) una sociedad que deja a Dios encerrado en los templos, que se rebelaron contra la tiranía y que soñaban para sus países con la libertad, el respeto a la los derechos humanos, la igualdad de la mujer, la democracia, el laicismo. Lo siento por ellos, porque tiraron las estatuas de los tiranos y se han encontrado con las turbas barbadas, veladas y furibundas que gritan “vivan las caenas” mientras tiran del carro de los nuevos dictadores, que, nadie lo dude, acabarán siendo peores que los que echaron, más asfixiantes, más intolerantes, más siniestros.

Estas jóvenes me traen a la mente a los patriotas españoles que en 1814 tuvieron que marcharse al exilio huyendo del populacho al que los curas y los nobles habían lanzado a la búsqueda del “afrancesado”: creyeron en una España independiente, sí, pero en libertad, y se encontraron con que la tiranía que llegó con la marcha de los franceses fue peor que la ocupación. Así las cosas, tal vez sea conveniente lanzar a los sirios que sueñan con la libertad y la democracia el mensaje de los desesperados: “Virgencita, que me quede como estoy.”

domingo, 23 de octubre de 2011

BAJO EL SOL DE OCTUBRE





Qué incongruente el sol dulcísimo de este octubre en el que sólo muy tardíamente está empezando a refrescar con la estupidez del ser humano, que cada día se parece más a un engranaje ajeno a la plácida belleza de lo natural. No es que los hombres de hoy seamos peores que los de hace cuarenta, cien, mil años: es que simplemente cuando disponemos de los medios más potentes que nunca ha tenido la especie para hacer un mundo habitable y respetuoso con la dignidad que se supone cada uno de nosotros llevamos en nuestro interior, cuando todo eso sería posible, digo, invertimos esfuerzos y dineros en todo lo contrario, en sembrar hambres, miserias, muerte, rabias que algún día nos estallarán en las narices. ¿Toda los seres humanos se ocupan en este afán tristísimo de devastación de la esperanza? No. No es cierto: pero ocurre que los poderosos de hoy lo son con una capacidad de destrucción tal que pueden manejar los hilos que mueven todas nuestras vidas con una mano invisible y que no tiembla ante el sufrimiento y la agonía de poblaciones enteras. Frente a esto, poco pueden los anhelos de una mayoría que se siente asustada, perdida, condenada.

Qué distinto este poder invisible, oculto en los despachos de administración y en los paraísos —¿por qué se llama “paraísos” a esas máquinas de fabricar sufrimiento?— fiscales, de aquellos señores y sultanes y reyes de antaño que recibían a los poetas y los juglares que los ofendían con sus cánticos y sus oraciones pero a los que les permitían defender la dignidad de los humildes, de los excluidos, con la voz de la naturaleza que silba entre los árboles y en los arroyos. ¿Qué habrían hecho los señores de la política y de la banca o de la religión con un Jesús de Nazaret o con un Francisco de Asís, con todos esos trovadores de la luz que alienta en el fondo de lo humano, esa luz inextinguible que nos rescata de certificar que verdaderamente los hombres somos lobos para los hombres? ¿Los habrían escuchado antes de condenarlos o directamente los habrían mandado asesinar con una llamada de teléfono o con un correo electrónico? La gran hazaña del mal contemporáneo es haberse convertido en algo invisible, incorpóreo: el hambre de millones de niños africanos está siendo decretada en la Bolsa de Cereales de Chicago, donde gentes sin rostro y sin alma especulan con el precio de los alimentos para garantizarse una cuantiosa ganancia aún a costa de la muerte de los más inocentes de todos los inocentes. La invisibilidad del poder garantiza su impunidad: ¿qué cabeza podrán pasear pinchada en una pica las masas enrabiadas el día que estalle la rebelión de los que todo lo han perdido?

¿Hay esperanza? El sol de octubre, que pone un calor extraño en el canto de los estorninos, invita a bucear en las raíces sentimentales de lo que somos, en el fondo pagano cuajado de vitalidades y de apegos a lo bello y necesario, en la relación de lo humano con lo misterioso que los antiguos expresaron en su pléyade de dioses lujuriosos y envidiosos, pero también generosos y entregados, heroicos: humanos, demasiado humanos. El tiempo oscuro de la crisis no ha podido extender todavía sus tinieblas impenetrables sobre el recinto claro que la tradición de la libertad ha dejado en el espíritu de nuestros pueblos, y es este reducto de la memoria el que nos dice que todavía son posibles el bien y la generosidad, la rebelión y la indignación moral contra la explotación y el empobrecimiento de los más débiles y desvalidos, la sorpresa cotidiana ante la belleza del universo que se resiste a ser avasallado por los cálculos de los sin entrañas. También nosotros tenemos que resistirnos a que los hombres invisibles borren la generosidad de tantos y la indignación de los mejores, porque entonces sí habrán ganado la partida: cuando hayan cegado nuestra posibilidad de reconocer la puerta que conduce a una esperanza redonda y plácida como el sol de octubre.

(IDEAL, 20 de octubre de 2011)

viernes, 21 de octubre de 2011

EL FIN DE ETA: LA ESPERANZA Y LAS DUDAS





Hay días en los que no sé si los que tienen ideas firmes, monolíticas, clarísimas, me causan admiración o miedo. Me ocurre más en días como hoy en los que no sé qué pensar, en los que me alegro por todos esos concejales del Partido Popular y del PSOE que ya no van a tener que mirar debajo de sus coches antes de ir a sus ayuntamientos, por todos los policías nacionales y guardias civiles que desde hoy saben que no les van a dar un tiro por la espalda, por todos los exiliados vascos que tuvieron que marcharse a otras regiones de España y que a partir de hoy podrán pensar en hacer las maletas para volver al hogar del que lo expulsaron las amenazas de los cómplices de ETA. Me alegra la noticia de que ETA no va a matar más niños ni va a dejar más huérfanos. Hace diez, quince años, cuando los asesinos tenían capacidad para asesinar todas las semanas, una noticia así habría producido un alivio inmenso en todos nosotros: hoy, cuando ETA, pese a su pomposo y vomitivo lenguaje, carece de capacidad para matar si no es por casualidad, cuando saben que cualquier crimen que pudieran seguir cometiendo les resulta muy difícil de justificar entre quienes defienden la independencia del País Vasco, hoy, el anuncio de los terroristas causa en muchos de nosotros esta mezcla de sentimientos encontrados, de esperanzas y recelos, este no saber qué pensar, este saber que las brújulas del futuro están imantadas por tanto sufrimiento como esta gentuza ha causado con sus atentados y sus secuestros y sus extorsiones. ¿Quién, de entre los decentes, podrá olvidar las caras de tantas víctimas, las lágrimas lloradas en tantos entierros, la desolación infinita de quienes perdieron a sus maridos, a sus esposas, a sus padres, a sus hijos, a sus amigos?

No sé, de verdad, si hoy se ha abierto una puerta. Quiero pensar que sí. Aunque no encuentre respuestas, aunque no sepa como podremos conjugar la necesaria aplicación de la justicia y la memoria de las víctimas del terror con el necesario proceso de superación de la ruptura civil de los vascos, aunque sepa que también en algo tan importante para todos habrá pescadores de votos y guardianes de una verdad absoluta que parecen ser los únicos que han llorado con los muertos, aunque sepa que hay cosas que todavía no se pueden escribir si no se quiere ser crucificado.

Hoy quiero pensar que es un buen día. Un buen día, aunque esté cargado de interrogantes y de dudas.

jueves, 20 de octubre de 2011

DOS ENSEÑANZAS Y UN RECUERDO





Esperanza Aguirre, que fue ministra de un gobierno que no cambió la situación, dice ahora, cuando los dos tipos que intentaron entrar en su casa, según parece, han sido puestos en libertad sin más ni más, que los ciudadanos viven en una indefensión absoluta. ¿Se lo dice o se lo cuenta a los padres de Marta del Castillo? Los políticos sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena: descubren que los ciudadanos tienen derechos cuando son sus derechos los vulnerados.

Lo de los padres de Marta del Castillo (cómo contrasta su dignidad con el silencio de los que legislan y con la desvergüenza de los asesinos de su hija) es mucho más importante que lo de Esperanza Aguirre. A mí, ese juicio me ha enseñado un par de cosas y me ha recordado otra.

Me ha enseñado que hay algo peor que la muerte de un hijo: que te lo maten. Y me ha enseñado también que hay algo peor que el hecho de que te maten a un hijo: que nunca te devuelvan su cadáver para poder ponerle flores o hablarle en el silencio.

Y me ha recordado por qué dejé a medio mis estudios de Derecho: el Derecho Penal se me atragantó en la conciencia y no fui capaz de seguir. Era algo tan estomagante, me producía tantas náuseas asistir a la burla que el Derecho Penal hace del dolor y el sufrimiento de las víctimas, que entendí que aquello no estaba hecho para mí. Quien parece que todavía no lo ha entendido es el que ha escrito ese cartel de la fotografía en el que pide justicia. Ja.

miércoles, 19 de octubre de 2011

CÁNCER





¿Cuánto más se habría conseguido en la lucha contra el cáncer si se hubieran dedicado a la misma tantos y tantos recursos humanos, tecnológicos, científicos y económicos como se han destinado a la carrera armamentística o al perfeccionamiento de los coches de fórmula 1 o de las naves espaciales o al mantenimiento de los privilegios de políticos y banqueros, por poner varios ejemplos de cosas perfectamente inútiles? ¿Cuánto mejor le iría a la humanidad si los recursos, limitados, de que dispone dejase de dedicarlos a las cosas superfluas o directamente destructivas y los invirtiese en lo necesario? 

martes, 18 de octubre de 2011

POLÍTICA DE LA COMPASIÓN





Se han celebrado, creo, los días internacionales contra el hambre y contra la pobreza. O algo así. Pura farsa porque ocurre que hemos perdido la capacidad de compasión y que no somos capaces, ni por asomo, de ponernos en el lugar de los que sufren.

He visto el vídeo terrible de una niña de dos años que es atropellada por una furgoneta, en China: la golpea con el morro del coche y pasa una de las ruedas por encima del cuerpo, el conductor se detiene y luego pasa por encima de la niña la otra rueda. En la imagen se ve el rebote terrible del vehículo para pasar el obstáculo de la criatura. Después, varios ciudadanos pasan y se hacen los locos cuando ven el cuerpo ensangrentado de la niña, que se mueve débilmente, e incluso otra furgoneta vuelve a pasar por encima de sus piernas.

He visto también la fotografía terrible de un bebé esquelético enterrado en África: la fosa, diminuta, tiene forma como de feto trágico y su madre huesuda y posiblemente sin reservas suficientes como para llorar contempla el cadáver de su hijo.

Que estas imágenes no nos conmuevan hasta la médula y no impulsen en nosotros una voluntad política y cívica de remover las condiciones sociales, políticas, económicas y también morales que favorecen el dolor y el sufrimiento de miles de niños en el mundo indica hasta que punto estamos enfermos. Hasta que punto vivimos en la impostura. Hasta que punto están vacíos nuestra fe, nuestros ideales, nuestros supuestos compromisos. Hasta que punto hemos establecido sistemas eficaces para lavarnos la conciencia como nos lavamos las manos antes de comer: pensamos que la pobreza, que el hambre, que la injusticia, que el dolor, son inevitables, inamovibles, que nada podemos hacer para mitigarlos o erradicarlos, y nos conformamos con la limosna de nuestra caridad para creernos buenos. Preferimos creer que ya no puede haber opciones políticas y políticas económicas y sociales capaces de construir un mundo más humano: así, nos ahorramos el compromiso y por supuesto el remordimiento de la conciencia.

Hay en esas imágenes de la niña atropellada e indefensa y del pequeñuelo enterrado en la tierra árida un dolor que es trágico, casi cósmico. Pero hay otros dolores más cotidianos que pasan escondidos: según los últimos datos de las organizaciones humanitarias, uno de cada cuatro niños españoles vive en la pobreza. Y ahí están los millones de parados. Y las familias que han perdido sus casas. Y los ancianos que se están quedando sin asistencia social. Y los enfermos que ven como se alargan los meses para poder ser atendidos. Es esa la política y la moral por la que hemos apostado: nos hemos convencido de que los recortes y los sufrimientos son inevitables, lo que es una excusa magnífica para no intentar nada que pueda ponerles remedio. Una política sin compasión, dura, cortante, que aplican los que se llaman socialistas y los que se dicen seguidores de Jesús el Nazareno. Sin distinciones. Sin que la conciencia les tiemble por tanto dolor como están (como estamos) causando. Las lágrimas y las palabras ya no significan nada porque las hemos vaciado de contenido (del Evangelio a la Declaración Universal de Derechos Humanos o la propia Constitución todo lo hemos transformado en palabrería sin traducción en los hechos nuestros de cada día) y porque tenemos el espíritu podrido por la codicia: «Porque tuve hambre y no me distéis de comer, tuve sed y no me distéis de beber, fui emigrante y no me acogisteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.»

Pero aunque no queramos verla ni oírla ni hablar de ella, sí hay otra política: la política de la compasión, que se pone en el lugar de los que sufre y que legisla, por encima de los poderosos y de sus intereses, para evitar dolores, exclusiones, hambres, lágrimas y miserias. Si en el mundo quedasen cristianos y socialdemócratas, que no quedan, ya estarían aliados para aplicar esa política sostenida por una fuerza moral invencible: la caridad de los unos y los otros, que es un entregar las sobras, es sólo la excusa para no reconocer que puede haber una política educativa y sanitaria y social y por supuesto fiscal y tributaria inspirada por los valores altísimos de la compasión, que no es darle al prógimo que sufre aquello que nos sobra y no queremos sino lo que somos y lo mejor que tenemos.

sábado, 15 de octubre de 2011

15-O: HAY RAZONES





Internet es un misterio a través del cual se ha convocado para hoy una protesta mundial contra aquellos que nos empujan hacia la miseria y la desesperación. Aprovechando la presencia de los inevitables grupos de vagos y maleantes entre la marea de la indignación, determinados medios de muy claro perfil y de intenciones cristalinas pretendieron identificar el todo con la parte, para ver si nos creíamos que todos los que han tomado las calles primero en Madrid y luego en lugares tan dispares como Bruselas o Nueva York son “perroflautas”. Obviaron la masiva presencia de estudiantes, de universitarios en paro o malpagados, de parados, de jubilados, de madres y padres de familia que están al borde del precipicio o directamente en el fondo del abismo. Como tocan el poder con la punta de los dedos, creen que la protesta se dirige contra ellos y son incapaces de ver que es algo más profundo: la indignación no es una salva de artillería sino el inicio de un bombardeo masivo contra todos aquellos que se han jugado nuestro futuro en la ruleta financiera.

¿Cuánto nos jugamos? ¿”Sólo” la sanidad y la escuela públicas? ¿”Sólo” la protección de los parados y la dignidad de los asalariados? ¿”Sólo” el fundamento de la democracia, que no puede ser un cascarón hueco que acoge mansamente las decisiones de los consejos de administración de la banca? ¿”Sólo” la posibilidad de poder frenar a tiempo el auge de los extremismos y de los odios sociales, religiosos o políticos? ¿Qué nos jugamos? Miro a Manuel y sé que en realidad lo que está en juego es su futuro. Y me produce escalofríos leer que en el Parlamento Europeo hay quienes ya no tienen empacho en reconocer, con un realismo político brutal, que no hay que descartar una “guerra” (en territorio europeo) como salida a una situación que se deteriora a pasos agigantados.

¿Hay razones para sumarse hoy, sin pretensiones, con humildad, pero con rabia y con conciencia cívica, a esa protesta mundial? Hay razones para que hoy este blog esté en las plazas del mundo donde todos los valores que han hecho posible nuestro modo de vida se han dado cita hoy, 15 de octubre.

viernes, 14 de octubre de 2011

VERANO AZUL





El martes se cumplieron treinta años del estreno de “Verano Azul”, la mítica seria dirigida por Antonio Mercero que llenó las sobremesas de unos españoles que todavía digerían sustos como el “tejerazo”. Al hilo de la efeméride, una de las radios de más difusión en todo el país, y de tendencia progre, calificaba a la serie como “casposa”, lo que es de suponer que será la opinión que tengan también muchos millones de españoles. No deja de tener su gracia que los mismos medios de comunicación que hace a penas una semana dedicaban portadas, programas especiales y cuñas radiofónicas interminables a la penúltima gansada de la nobleza española, a la enésima manifestación del esperpento nacional, sean los que ahora califiquen como “casposa” a una serie de hace treinta años.

Es cierto que hay capítulos que pueden chirriar un tanto para el gusto de nuestros días, pero no menos cierto es que esta serie de un grupo de chavales, una pintora carcomida por la memoria del dolor y un bravío marino varado entre huertas, tiene valores que la siguen haciendo plenamente actual y necesaria. Es imprescindible no olvidar que en este país recién salido de una dictadura rancia, y esa sí, sin discusiones, casposa y cutre además de sanguinaria, “Verano Azul” comenzó a convertir en cosa común y normal el hablar de hijos de madres solteras o divorciadas, como Pancho, por ejemplo. Por no hablar de su evidente exaltación de valores como la amistad, la lealtad o el simple derecho a sonreír o equivocarse. ¿Y que decir de la normalidad con la que todavía trata el tema ineludible de la muerte, que ahora se escamotea del horizonte vital de nuestros niños y nuestros adolescentes para no “traumatizarlos”? ¿Qué la estética y la temática de “Verano Azul” pueden que hayan envejecido? Es posible, pero sólo en parte, porque sigue siendo actual todo su discurso de fondo.

Incluso más allá del mensaje, en esta serie de Antonio Mercero, como en toda su producción televisiva, hay también una urgente reivindicación de otra manera de hacer televisión, más digna, más sobria, más comprometida. Es escandaloso, o al menos a mí me lo resulta, que se califique de “casposa” una serie como “Verano Azul” mientras se glosa el baile de la momia y la supuesta valentía de quien en la vida sólo ha tenido puertas abiertas, y no como tantas y tantas abuelas de España que tuvieron que deslomarse para poder llevar el pan a sus casas y que tuvieron que soportar la humillación de la derrota y la emigración y la carestía. Esta serie de Mercero regalaba sobremesas sanas, de sano humor, donde la compañía no comprometía la propia dignidad del telespectador. Si esta serie resulta “casposa”, ¿qué son, pues, tantos y tantos programas como hoy inundan la parrilla televisiva a todas horas, y que sin importarles que pueda haber niños sentado delante de la televisión destripan los horrores y las vergüenzas de Paquirrín, la Esteban y su casta entera, Leandro de Borbón, de Aída Nízar y de una nómina incontable e inacabable de degenerados morales y vitales de la más baja estofa? Ay, basta sentarse un rato delante de la televisión para darse cuenta del valor de esta serie de Antonio Mercero y de otro puñado de series que disfrutábamos cuando éramos niños y en la hora de la siesta desfilaban por nuestros comedores David El Nomo, Ruy el Pequeño Cid, Marco o Quijote y Sancho y no la duquesa bailaora y el funcionario pensionado (¡y decía el tío que no buscaba nada!), el estercolero de Gran Hermano y las miserias de Ambiciones.

Más no es siempre sinónimo de mejor. En el caso de la televisión en España esto es evidente: nunca ha habido tanta calidad televisiva en nuestro país como cuando había tan sólo dos cadenas públicas. A medida que crecen como los salpullidos malignos las cadenas privadas, la televisión se convierte en un charco de vómito y heces, realmente insoportable.

(IDEAL, 13 de octubre de 2011)

jueves, 13 de octubre de 2011

SILENCIO, SE PERSIGUE





Si hay algo que espanta de este país es el sectarismo, la incapacidad para reconocer en los otros, en los que no piensan como nosotros, méritos y aciertos y razones: todo lo que no cuadra con nuestro esquema previo, con el dogma que nos consume, es simplemente un error imperdonable que tiene que ser castigado. Es bueno pensar en ello cuando se cumplen 75 años del que posiblemente sea el gesto civil más limpio, más libre, de la historia de España: el enfrentamiento de don Miguel de Unamuno con la canalla fascista que exaltaba la muerte en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936. La Transición y la democracia no han logrado borrar esa raíz cainita del alma española, esa vocación de intransigencia.

Boquea el gobierno de Zapatero y se acerca la hora de realizar balance de lo que estos ocho años han supuesto en la vida colectiva de este país. Ha habido errores inmensos, gigantescos, por los que pagaremos durante largo tiempo. Sin embargo, en medio de tanta oscuridad y tanta torpeza es posible encontrar algunos, pocos, hitos positivos: la calidad y profesionalidad alcanzada por Televisión Española es uno de ellos. Durante toda la democracia la televisión pública estatal había sido lo mismo que hoy son todos los canales autonómicos, de Andalucía a Galicia: plataformas de propaganda puestas, sin ningún pudor, al servicio del poder de turno. El gobierno de Zapatero, sin embargo, renunció a ese uso sectario de la televisión de todos y salvo que no se quiera ver lo evidente, y a pesar de algunos tics inevitables, lo cierto es que hoy TVE es una televisión seria y creíble, con unos informativos rigurosos (los únicos informativos serios que quedan en la televisión española) y con una programación aceptable.

Profesionales como Ana Pastor, ejemplo de rigor y de independencia, son ejemplo de ello. Creo que muy pocos periodistas de este país pueden presumir de haber acosado con sus preguntas, poniendo contra las cuerdas, a políticos de todos los colores, desde Esperanza Aguirre hasta Alfonso Guerra, pasando por Rodríguez Ibarra, Ruiz Gallardón o Rubalcaba. Sus entrevistas son ya antológicas y sólo pueden molestar a los sectarios, esto es: a quienes consideran que un periodista es independiente si mima a los suyos y alancea a los otros.

Algo de eso deben pensar quienes están sugiriendo en las redes sociales que Ana Pastor irá de patitas a la calle el 21 de noviembre. Parece que no les gusta el tono de sus entrevistas y que prefieren periodistas que respeten los silencios de los políticos y que no indaguen en lo que ellos quieren callar y los ciudadanos oír. Al leer la amenaza contra Ana Pastor me acuerdo del viejo príncipe dudoso y tengo la certeza de que “algo huele a podrido en Dinamarca”... Puede que sean nuestras propias seseras, de las que no hemos logrado desterrar los capirotes de la Santa Inquisición.

lunes, 10 de octubre de 2011

TODO PARACUELLOS





En la última semana de agosto leí “Todo Paracuellos”, una recopilación de todos los cómics que durante los primeros años de la democracia (antes hubiera sido imposible contarlo so pena de acabar en la cárcel) Carlos Giménez dedicó a contar la “vida” de los niños en los hogares del Auxilio Social, de los que él mismo fue una víctima. Durísima crónica, impactante, por la que desfilan sin ahorrar sufrimientos todas las hambres, todas las humillaciones y todas las torturas que miles y miles de niños españoles sufrieron durante décadas en las casas habilitadas por el franquismo para recoger a los hijos de los fusilados, de de los derrotados, de los vencidos o, simplemente, de las innumerables familias que no podían darle de comer a sus hijos.

En muchas historias se pone el lugar y la fecha en que se perpetraron. De entre todas ellas, hay una que no se me puede ir de la cabeza. La de “¡Vade retro meón!”, que sucedió en el Hogar Bibiona de la calle Doña Carlota del Puente de Vallecas en 1947. Dice el autor que en el hogar “había niños de tres a seis años. Algunos de ellos se meaban en la cama”. Niños, pues, un poco más grandes que Manuel, que todavía sigue durmiendo con pañal porque no todas las noches es capaz de aguantar el pis. Un día, la directora, harta de los meones, los aparta en una fila, que dibujada espanta por la indefensión de los cinco niños que aparecen en ella. Pone un cubo de esos de lata y vacía dentro un bote de alcohol, echa una cerilla y obliga a los niños a sentarse sobre el cubo para que no vuelvan a mearse más encima. Los “noooo” de los niños, sus “mamá, mamaíta”, sus caras llenas de lágrimas, su llanto y el grito desgarrado que sale a través de las ventanas cuando los obligan a sentarse en el cubo ardiendo, levantan en nosotros las ganas de la necesaria venganza contra tanta atrocidad.

Que en medio de esa absoluta depravación moral, con la que se intenta infectar a los propios niños, pudiesen existir el compañerismo, la amistad, la sonrisa tan triste, son un resto de esperanza que se levanta dentro de mí entre el nudo en la garganta y la rabia que no se me han ido desde que terminé esta historia desoladora.

domingo, 9 de octubre de 2011

ACTUALIDAD DE CAMUS





Los “Carnets” de Albert Camus tienen la capacidad de encantarnos: uno los abre al azar y va saltando ya de uno a otro, sin poder dejarlos. Eso es lo que me sucedió anoche, después de mucho tiempo sin haber vuelto con cierto rigor a ese escritor que me gusta tanto y que tanto me ha influido. Hace un par de semanas ojeé los “Carnets”, pero anoche me dediqué a repasar las entradas que había marcado en mis años de estudiante en Granada; recordé que lo que me atrajo de estos textos de Camus era su pasión pagana y mediterránea por la vida, por la luz, por la carne. Pero de la lectura de anoche me quedó no con esa exaltación poderosa de la vida sino con un manojo de reflexiones políticas que aunque están escritas hace más de sesenta años son de plena actualidad. Tal vez lo que convierte en clásico a un autor es que nunca pierde vigencia, y por desgracia nuestra este hombre que habla de los políticos que se pliegan a los designios de Hitler parece estar describiéndonos a los políticos que hoy se ponen firmes ante los dictados de banqueros, empresarios y especuladores.

La política y la suerte de los hombres están labradas por hombres sin ideal y sin grandeza. Los que llevan en sí la grandeza no hacen política.
No solamente no hay soluciones, sino que aún no hay problemas.
Repugnante es este mundo y esta marea universal de cobardía, este escarnio del coraje, esta parodia de la grandeza, este menoscabo del honor.
Cada vez que escucho un discurso político o leo los que nos dirigen, me asusta, desde hace años, no oír nada que produzca un sonido humano. Son siempre las mismas palabras que dicen las mismas mentiras. Que los hombres se conformen con ellas, que la cólera del pueblo no haya abatido todavía a los fantoches, es una prueba, a mi modo de ver, de que los hombres no conceden ninguna importancia a sus gobiernos y que juegan, sí, realmente, juegan con toda una parte de sus vidas y de sus llamados intereses vitales.

El aire está poblado de aves crueles y terribles.

viernes, 7 de octubre de 2011

TAUROMAQUIAS





En pocas facetas de la vida española como en el mundo de los toros se pone de manifiesto, de manera tan clara y a la par tan retorcida, la vocación de cinismo. Durante los meses pasados, y antes de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña —más por inquina nacionalista a todo lo que suene a español que por amor a los animales—, taurinos de toda laña, desde figurones del toreo hasta simples aficionados, pasando por areneros, empresarios, ganaderos y demás, clamaban en defensa de “la fiesta” y exaltaban sus virtudes artísticas, ecológicas y antropológicas, amén de las económicas. Y sin embargo, lo acontecido en Úbeda durante el pasado fin de semana demuestra que los principales enemigos de la tauromaquia no son los nacionalistas catalanes, los defensores de los animales o esa inmensa y creciente mayoría de españoles que cada día más mira las corridas con absoluta indiferencia: los principales enemigos del toreo son los ganaderos que crían animales como esos que Salvador Domecq trajo a Úbeda, los principales enemigos del toreo son los toreros que exigen torear esos cerdos engordados con cuernos afeitados hasta las cachas, y las autoridades que consiente y los públicos que pagan por asistir a esas estafas continuadas en que se han convertido las corridas de toros. Los enemigos de la tauromaquia estaban reunidos el domingo por la mañana en las oficinas de la Plaza de Toros de Úbeda, el empresario que no paga y los apoderados sin escrúpulos de toreros de tres al cuarto que sólo en una época de absoluta degeneración taurina pueden pasar por figuras, y pienso sobre todo en este torero artificial y de diseño, huero, que es Cayetano.

Toda esta gentuza es la que está vaciando las plazas, la que hace imposible que cuaje en las nuevas generaciones la más mínima afición por un espectáculo que una vez ha sido privado de la emoción y del riesgo, de la certeza de que el torero se juega la vida, se convierte en un acto cruel y sanguinario porque al toro —sin bravura, sin fuerza, sin casta, casi drogado, sin acometividad, con los pitones afeitados— se le priva de cualquier opción seria de defender su vida tal y como sucedía en el viejo ritual, poético y trágico, de la tauromaquia. Y es que en la tauromaquia antigua había un halo de misterio denso, de elevación lírica, de tensión dramática conseguida por la presencia real y persistente de la muerte en el escenario del ruedo, que ha desparecido porque toreros, ganaderos, empresarios y demás vampiros relacionados con el mundo del toro lo han degenerado todo. Es sintomático que la máxima figura del toreo postmoderno, actual, sea Enrique Ponce, un torero que pese a llevar miles de corridas encima apenas tiene cosidas un par de cornadas en su carne: ¿qué épica, que lírica, cabe en ese toreo en el que la muerte no existe como actriz principal de la tragedia? ¿Tragedia? ¿Acaso el toreo no ha acabado convertido en comedia y de las malas? Digno sería que los taurinos, o sea, todos esos que comen y chupan de la fiesta, nos explicaran qué responsabilidad tienen los antitaurinos o los nacionalistas catalanes en que los toros se caigan, en que no embistan, en que haya desaparecido la suerte de varas, en que la corrida de toros sea uno de los espectáculos más aburridos a los que hoy se puede asistir. ¿Cómo podrán echar exculpar su responsabilidad única y exclusiva en todos esos males que vive la fiesta? Los antitaurinos, lo único que han hecho es aprovechar lo causado por los taurinos, las plazas vacías, para hacer que crezca como la espuma el desprecio por la tauromaquia.

Un amigo se preguntaba, esta Feria, por qué la gente va al teatro y no a los toros. Es fácil: uno sabe que El Brujo o Luis Merlo harán lo mismo en Madrid que en Úbeda, y eso es respetar al público. Por el contrario, en los toros se tiene la certeza de que en Madrid se hace una cosa y se torean unos toros y en Úbeda otros, y eso es despreciar y orinarse en los derechos de la gente, porque los euros de Madrid y los de Úbeda valen lo mismo.

(IDEAL, 6 de octubre de 2011)

jueves, 6 de octubre de 2011

PARADOJAS DEL PERIÓDICO





Los periódicos son un ente paradójico. En unas páginas del periódico, el esperpento de la España de charanga y pandereta (Muñoz Molina ha bordado con frases de Valle Inclán la significación última de esta boda) que la fotografía retrata, la España eterna a la que vemos vestida de Carnaval, “pobre, escuálida y beoda”, para que no acierte la mano con la herida... Que el catálogo de payasadas de esos personajes decrépitos, como de película de Berlanga, haya sucedido en aquel lugar mítico de la infancia de Antonio Machado (“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, / y un huerto claro donde madura el limonero”) no es más que otro motivo de escarnio para la España que quiere vivir y a vivir empieza, si es que esa España no está definitivamente ahogada por la España que bosteza, ora y embiste.

En otras páginas del periódico encontramos las referencias a Steve Jobs, un creador y un hombre de ciencia al que la muerte le ha podido la partida demasiado pronto. Puede que de España lo que al final quede sea la vergüenza íntima que muchos compatriotas sentimos hoy al ver las fotografías y al ojear las crónicas que llena periódicos aparentemente serios. De Steve Jobs quedará para siempre el discurso que pronunció en la Universidad de Stanford el 12 de junio de 2005, dirigido a cientos de jóvenes. Discursos como éste, que se adentran en lo mejor y más luminoso y determinante de la humanidad, deberían ser leídos en las escuelas e institutos públicos. Me quedo con algunas de las frases mejores, que nos ayudan con su civismo, su realismo, su dramatismo, que nos ayudan, a pesar de la foto y la fanfarria estrafalaria, a conservar la fe en el ser humano.

Tenéis que encontrar qué es lo que amáis.
Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón.

Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo.
Vuestro tiempo es limitado, así que no lo gastéis viviendo la vida de otro.
No os dejéis atrapar por el dogma que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior. Y lo que es más importante, tened el coraje de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición.
Seguid hambrientos. Seguid alocados.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Personajillos de Feria. EL TÍO DE LA COLA


La Feria es un paraíso para Mariano porque la fila es una explosión multicolor de colas de todos los colores y tamaños y a Mariano lo que de verdad le gustan son las colas. Le da lo mismo para lo que sea y de lo que sea: Mariano, en cuanto ve a cuatro o cinco personas puestas en fila, se pone el último y hace su cola de rigor, aunque no le interese lo más mínimo el objeto para el que pacientemente esperan los demás. A él le da lo mismo que sea una cola en las taquillas de las casetas, una cola en la taquilla del Teatro o la monumental cola de la Plaza de Toros para la devolución de las entradas de la corrida suspendida: a Mariano lo que le gusta es el ecosistema de las colas, esas gentes que charlan comentando que hay que ver esperar tanto rato para al final tener que beberse la cerveza caliente y en vaso de plástico, o que cuchichean sobre la fila que les puede tocar en el teatro y el riesgo que hay que se te plante delante una columna, o sobre la vergüenza que ha sido la suspensión de la corrida de toros del domingo con las ganas que su mujer tenía de gritarle guapo al Cayetano, que para eso es para lo que ha quedado la fiesta de los toros. Y a Mariano es que todas esas conversaciones lo vuelven loco, no lo puede remediar, y cuando llega a la ventanilla, como él no quiere ni ticket de cerveza ni entradas para el teatro ni a él tienen que devolverle la entrada de los toros, pues se aparta a un lado, planta su silla de playa en la cabecera de la cola, abre un paquete de pipas y va estrechándole la mano a todo el que se va acercando a la ventanilla y contempla embelesado sus caras de resignación, de cabreo o de felicidad: “Aquí Mariano, un placer saludarlo. ¡Qué maravilla de cola! ¿Verdad?”, le dice a uno y a otro, cientos de veces, en una cola y en otra, mañana y tarde y noche, dándole un abrazo a ellos y un beso a ellas cuando abandonan la cola con sus papeletas de la cerveza o del pincho recalentado o con sus entradas. ¡Ay, ese amor que Mariano siente por las colas! ¡Ay, esa desolación que siente la noche del día de San Francisco apretujado en la última cola de la Feria, la de la gente que espera a comer churros en lo de Los Torreños antes de volver a Úbeda!


(IDEAL, 4 de octubre de 2011)

martes, 4 de octubre de 2011

Personajillas de Feria. LAS SERRANAS





Hubo un momento en que un grupo de amigas —constituidas en comando del facebok autodenominado “Las Serranas”, ellas sabrán porqué— decidieron que la liberación de la mujer pasa porque un día a la semana sus maridos se queden al cuidado de las criaturas, bañándolos, dándoles de cenar y durmiéndolos, mientras ellas se junta en un bar para echarse unas cañas, criticar y cosas así. Y ahora que llega la Feria pues han decidido juntarse todas y darse un rule por el Ferial en plan marchoso y demás. La experiencia les ha resultado completamente novedosa en esos aspectos que hasta ahora venían haciendo “sus santos” y que son las de hacer cola para sacar los tickets en las casetas, hacer cola para que te den la cerveza en la barra y luego no parar de levantarte para ir cogiendo los platos de la comida. Pese a eso, “Las Serranas” no se han amedrentado y se han hecho dueñas de la caseta, consiguiendo que todo el mundo las mirase cuando muertas de risa gritaban “ay, ay, ay, que me orino”, luego se han hecho dueñas del puesto de los chatos de vinos, más tarde se han apropiado de la Caseta Municipal y han bailado allí como posesas para pasmo de los viejos que por allí pasodobleaban, acto seguido se han marchado a la Caseta de La Sentencia para abastecerse de mojitos y luego han instalado sus reales en la Caseta de la Buena Muerte, donde han vuelto a dar una lección de bailes extraños. Sin miedo a la grasa, porque una noche es una noche, se han comido la hamburguesa más grande del mitrinidad, compitiendo con un grupo de jóvenes de esos que tienen el pecho como una tableta de chocolate: “¡qué diferencia con nuestros maridos!, ¡si esto nos hubiese pillado con quince o veinte años menos!”, dicen a voces, tan recatadas, mientras los miran embelesadas y piensan agotadas en el cuestarrón que les queda para llegar a Úbeda y la bendita hora que decidieron ponerse estos taconazos para lucir palmito treintañero por el Ferial...

(IDEAL, 3 de octubre de 2011)

lunes, 3 de octubre de 2011

Personajillos de Feria. EL YONATAN



Que se sale, el Yonatan está que se sale de contento desde que se ha comprado su Seat León de color amarillo canario y lo ha tuneado molón molón, con un equipo de altavoces que hace que el coche vibre y sus luces azules y blancas repartidas por el suelo, los asientos, el techo, el volante, el salpicadero, la palanca de cambios y el maletero. Le duelen hasta las meninges de pensar cómo lo van a flipar Er Pelusa y la Jeni y la Vane, que se van a mear en las bragas al ver la virguería de coche que se ha mercado: envidia es lo que le van a tener todos cuando lo vean aparecer por el botellón de la feria con su coche brillando como un platillo volante, con las zapatillas Nike con muelles que se ha comprado a juego con el coche, con su medallón con la cara del Ché Guevara —«¿quién coño será el Ché Guevara éste?», se pregunta el Yonatan cada día— y con el tatuaje que se ha hecho con la cara de su perro bugdoll, que se parece un poco a su tía Frasca, todo hay que decirlo. Sólo una pena tiene el pobre Yonatan, y es que el Ayuntamiento le ha tomado manía y no lo deja entrar con su coche en el ferial, con lo bien que quedaría él paseándose entre las casetas y enseñándole lo que es buena música, como esa tan fina que le gusta a él de La Húngara y Decai y el reggaeton y un poco de chunda chunda, que toda la música buena tiene que ser escuchada, claro, y no esa mierda de Siempre Así o El Canto del Loco que ponen los pijoteros en las casetas, que es que no hay quien entre allí porque se le pone a uno el cuerpo malo. Pero bueno, esa pena le dura hasta que llega a la Fuente del León y oye un «ohhhh» de admiración que le pone un nudo en la garganta al comprobar la envidia que le tienen todos: en ese momento a él le da lo mismo subir al ferial o no, y abre el maletero y saca su bebidas psicodélicas y le da tres vueltas de rosca al botón del volumen, hasta que comprueba que las vibraciones de la música provocan grietas en el muro de campo de fútbol y que los padres se cagan en sus muertos cuando les despierta a los chiquillos que dormían en el carricoche.


(IDEAL, 2 de octubre de 2011)

domingo, 2 de octubre de 2011

Personajillos de Feria. BORJA MARI




Borja Mari está encantado con su nombre, o sea. ¿Qué es tópico? Pues vale, pero lo diferencia de todos esos tristes que se llaman Manolo, Pepe o Juan. Borja Mari: «con dos huevos», como dice su padre, y él, tan contento de llamarse así piensa que todo el mundo se va a volver y le va a hacer palmas cuando atraviesa la portada del ferial, con su pelo engominado y sus caracolillos de la nuca al viento, con los cuellos rojigualdas de su polo caro caro levantados, acompañado por sus amigos Gonzalito, Nacho más conocido como Iñigo, Guillermo y demás, y por las inevitablemente rubias y muy pintadas y muy perfumadas Carlota, Sonsoles, Valeria y Jimena... Ellos llegan al ferial con sus zapatos castellanos y ellas con sus tacones de a cuarta, o sea, soportando las rozaduras como señores y señoras y por supuesto sin coger ni el trenecito ni el autobús, porque gente de su estilo y poderío no puede mezclarse con las clases populares, o sea, aunque llevan un tiempo planteando encadenarse a los árboles del ferial en plan Tita Cervera para protestar porque no puedan subir hasta la puerta de la caseta con su Audi descapotable, otra vez o sea. Y en las casetas son relamidos y educados, y lo piden todo por favor, o sea, así se trate de una cerveza o de un plato de olivitas, aunque eso sí, sólo van a las casetas donde los vasos sean de cristal, los cubiertos y los platos no sean de plástico y la comida te la sirvan los camareros en las mesas, porque ellos y ellas no pueden hacer cola como un cualquiera más que no tiene camisas de Lacoste, o sea. Por supuesto no se acercan a los puestos de hamburguesas mitrinidad ni por asomo, porque sus tripas acostumbradas al ibérico y los percebes salvajes y al salmón noruego no toleraría esa saturación de grasas y colesteroles y calorías, o sea, y ellas miran por encima del hombro a las que compran bolsos de imitación, pobreticas que no tienen para entrar en las boutiques de la Calle Nueva. Borja Mari y sus amigos y sus amigas son carne de feria refinada y relamida, o sea, y se les nota a leguas cuando se ponen a bailar, con los brazos pegados a la cintura, y moviéndose en semicírculos semiconvulsos como un Mister Potato sin pilas —¿los Mister Potato tienen pilas?— mientras agitan levemente la cabeza cual lechuza deslumbrada, o sea.

(IDEAL, 1 de octubre de 2011)

sábado, 1 de octubre de 2011

Personajillo de Feria. EL DORMILÓN


A Hilario lo que de verdad le gusta de la feria es dormir. Pero no dormir en su cama cuando llega reventado de la caminata que hay desde Úbeda hasta el ferial o de estar bailando como un loco en las casetas, no: a Hilario lo que le gusta es dormir en la feria. Hilario llega a una caseta, se sienta al lado del altavoz desde el que las horribles sevillanas de turno que puestas a todo volumen hacen vibrar las croquetas en los platos e impiden que nadie hable con quien tiene sentado al lado, y se queda frito como un bendito, acurrucadito, tan calentico... y si fuera están septiembre u octubre regalando un día de lluvia, pues hasta se enfada Hilario cuando el responsable de la caseta le dice que ha llegado la hora de cerrar y que tiene que irse. ¡Y en el Ideal Cinema! ¡Ay que sueños ha echado el bueno de Hilario en el teatro! Un día estaba tan a gusto durmiendo que le dio por roncar como una ballena con anginas y cuando el acomodador se acercó, lo enfocó con la linterna y le dio suavemente en el hombro para llamarle la atención, él, sin inmutarse, le contestó «No se preocupe, que siga hablando el actor, que a mi no me molesta...». ¡Y en la Plaza de Toros, Dios bendito, que siestones se ha cuajado Hilario en la Plaza de Toros mientras los olés y el pasodoble atronaban el ruedo! ¿Cómo hay quién puede afirmar que la Plaza de Toros de Úbeda es incómoda? Hilario llega, se apoltrona en su asiento y poco a poco, disimuladamente, se va dejando caer en el hombro del que tiene al lado hasta que se queda frito, y cuando el poco sufrido compañero de asiento le da suavemente con el bracillo para que se incorpore, él lo agarra por el codo y se arremete más contra la chaqueta del compañero, sintiendo como la baba se le cae de pura felicidad... En los toros solo tuvo un problema el día aquel de San Francisco en el que un malafollá le dio con el puro en la mano para despertarlo y del susto le dio un bofetón a la mujer del lado, montándose un revuelo en el tendido que costó suspender la corrida un rato hasta que se aclaró el picatoste. ¡Y en el Canguro Loco, Virgen del Amor Hermoso, que cabezadas en el Canguro Loco...!

(IDEAL, 30 de septiembre de 2011)