Los años cuarenta fueron terribles. Y buen reflejo de ello son los Programas de Feria, que constantemente anuncian durante estos años repartos de pan y otros actos de caridad con que los vencedores de la guerra limpiaban sus conciencias. Es difícil encontrar otra justificación a estos actos festivos, pues cuesta trabajo creer que las señoritas de alta sociedad que repartían el pan encontrasen en ello alguna diversión. Aunque… ¡cualquiera sabe!
El caso es que mientras miles de ubetenses –los que habían perdido la guerra– malvivían de la caridad y en los comedores del Auxilio Social, otros –los vencedores– no se privaron de anunciar en los programas de Feria actividades que muestran el inmenso contraste social de aquellos años terribles. El caso más sangrante de estas ferias hechas para unos pocos lo tenemos en la “Gran Cena Americana” que se celebró el 2 de octubre de 1947 (no es vano recordar que 1945 había pasado ya a la historia como el año del hambre) en el patio del Antiguo Casino de Labradores, en la Corredera. No aparece en el Programa de Feria el precio de aquella cena, pero desde luego sería asequible para muy pocos.
Sí sabemos que la cena fue servida por el Restaurant Ideal Bar, de Jaén. Y que fue amenizada por la orquesta “Los Trovadores”, procedentes de Casa Pasapoga, de Madrid, y por la “gentil vocalista” Mari Carmen Franquelly. Pero de toda la información que ofrece el programa, sin duda la más “cruel”, en aquellos años de Carpanta, es la relación del menú de la cena: panaché de jamón de York, jamón serrano, mortadela y pastelitos de crema de queso, consomé de ave con picadillo, filetes de merluza y espárragos de Aranjuez con salsa mayonesa, pollo asado al Jerez con guarnición; de postre, brazo de gitano con souflé y nata, y helado. Los asistentes lo acompañaron todo con media botella de Rioja tinto o Diamante y con Champagne.
El único consuelo que le quedaría a los jornaleros y braceros de aquellos años, a los parados, a los niños de panzas hinchadas y raquitismo –los usuarios del comedor social que, tan sólo un año antes, en Feria, se había abierto en Santa Clara– es que difícilmente sabrían que era eso del “panaché de jamón york” o los “pastelitos de crema de queso”. Y así, mientras aquel 2 de octubre de hace sesenta años las gentes de bien brindaban con Diamante, los pobres se pasearían por el ferial de la Explanada mirando puestos, oliendo las avellanas tostadas, escuchando las sirenas de los carruseles -mirar, oler, escuchar, siempre han sido gratis–, olvidado ya el estómago de los garbanzos del racionamiento. Aún quedaban años duros –muy duros– y ferias clasistas: todavía en el programa de 1951 se anuncian “repartos de pan a los pobres y comidas extraordinarias a los acogidos en los Centros benéficos”. Seguro que aquellas comidas no fueron tan extraordinarias como la Gran Cena Americana del 2 de octubre de 1947.
El caso es que mientras miles de ubetenses –los que habían perdido la guerra– malvivían de la caridad y en los comedores del Auxilio Social, otros –los vencedores– no se privaron de anunciar en los programas de Feria actividades que muestran el inmenso contraste social de aquellos años terribles. El caso más sangrante de estas ferias hechas para unos pocos lo tenemos en la “Gran Cena Americana” que se celebró el 2 de octubre de 1947 (no es vano recordar que 1945 había pasado ya a la historia como el año del hambre) en el patio del Antiguo Casino de Labradores, en la Corredera. No aparece en el Programa de Feria el precio de aquella cena, pero desde luego sería asequible para muy pocos.
Sí sabemos que la cena fue servida por el Restaurant Ideal Bar, de Jaén. Y que fue amenizada por la orquesta “Los Trovadores”, procedentes de Casa Pasapoga, de Madrid, y por la “gentil vocalista” Mari Carmen Franquelly. Pero de toda la información que ofrece el programa, sin duda la más “cruel”, en aquellos años de Carpanta, es la relación del menú de la cena: panaché de jamón de York, jamón serrano, mortadela y pastelitos de crema de queso, consomé de ave con picadillo, filetes de merluza y espárragos de Aranjuez con salsa mayonesa, pollo asado al Jerez con guarnición; de postre, brazo de gitano con souflé y nata, y helado. Los asistentes lo acompañaron todo con media botella de Rioja tinto o Diamante y con Champagne.
El único consuelo que le quedaría a los jornaleros y braceros de aquellos años, a los parados, a los niños de panzas hinchadas y raquitismo –los usuarios del comedor social que, tan sólo un año antes, en Feria, se había abierto en Santa Clara– es que difícilmente sabrían que era eso del “panaché de jamón york” o los “pastelitos de crema de queso”. Y así, mientras aquel 2 de octubre de hace sesenta años las gentes de bien brindaban con Diamante, los pobres se pasearían por el ferial de la Explanada mirando puestos, oliendo las avellanas tostadas, escuchando las sirenas de los carruseles -mirar, oler, escuchar, siempre han sido gratis–, olvidado ya el estómago de los garbanzos del racionamiento. Aún quedaban años duros –muy duros– y ferias clasistas: todavía en el programa de 1951 se anuncian “repartos de pan a los pobres y comidas extraordinarias a los acogidos en los Centros benéficos”. Seguro que aquellas comidas no fueron tan extraordinarias como la Gran Cena Americana del 2 de octubre de 1947.
(Publicado en Diario IDEAL el 2 de octubre de 2007)
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