lunes, 14 de octubre de 2013

GRACIAS





Hay algo positivo en el hecho de la muerte: nos ayuda a situar las cosas en el lugar que realmente tienen que ocupar (lo importante en las estanterías que siempre están a mano, lo accesorio en los cajones que cada día se abren menos) y nos ayuda a conocer a las personas. Puede resultar una paradoja, pero la muerte nos hace mejores en la medida en que nos ayuda a valorar más y de manera más exacta todo aquello que tenemos y que nos rodea.

La madrugada del pasado 21 de septiembre moría mi padre, tras dieciocho meses luchando contra un cáncer de colon. Su enfermedad me ha hecho valorar más aún esa cosa maravillosa que es la sanidad pública (¡cuánto tenemos que agradecerle al trabajo de profesionales como la oncóloga que ha tratado a mi padre durante todo este tiempo, Irene Mercedes González Cebrián!!!) y me impide comprender la crueldad inhumana de los políticos que ahora quieren que los enfermos oncológicos paguen las medicinas de su quimioterapia. Su enfermedad me ha enseñado la fragilidad de lo que tenemos, lo quebradizo de nuestra felicidad y la necesidad de sostenerla cada día apartando aquello que la daña. Pero yo hoy aquí no quiero reflexionar ni sobre la enfermedad ni sobre la muerte de mi padre, porque la herida aún duele mucho.

El único sentido de esta entrada es dar las gracias. Dar las gracias a todos los profesionales de la sanidad pública que durante estos meses han estado cuidando a mi padre, regalándonos un puñado de días a su lado y evitándole sufrimientos y dolores. Dar las gracias a todos los que estuvieron a su lado, demostrándole lo que lo querían, durante sus últimos días, cuando ya estaba ingresado en el hospital. Dar las gracias a todos los amigos que estuvieron a nuestro lado el sábado en que teníamos que enterrarlo y que nos regalaron su cariño y su apoyo en esos momentos tan difíciles: gracias a los que estuvieron en el tanatorio y en San Isidoro y en el cementerio; gracias a los que vinieron desde muy lejos y a los que mandaron mensajes desde La Coruña, Alicante, Granada, Portugal, Togo, Madrid, Sevilla... (a todos estos amigos que llamaron o que mandaron mensajes, muchas gracias y muchas disculpas, por no haber podido responderles y agradecérselo uno a uno; pero... ¡es que fuisteis tantos y todos tan queridos!); gracias a los que estuvieron con nosotros el día del funeral... Gracias, sobre todo, a todos los que de corazón y sin compromisos, con sinceridad (la muerte enseña también a distinguir la sinceridad en los ojos de los que se acercan a abrazarte) y con amistad, habéis hecho vuestra nuestra tristeza y este dolor que provocan los huecos vacíos. Gracias, porque cuando la pena ronda y ataca consuela saberse querido y acompañado aunque tanto amor no pueda nada contra la muerte.

viernes, 21 de junio de 2013

FIN DE CURSO





Triángulos, círculos, cuadrados, el número uno, el dos, el tres, las primeras veces que ha escrito su nombre, identificar la letra A y la i, así con puntito, hacer líneas con el punzón, practicar la línea recta y adentrarse en el misterio de la curva, el poema de la plaza y de la torre, la canción de palomita en clase de Religión, las clases de inglés con don Ángel, los recreos con Nacho y Luis y David, los bichos, los dinosaurios, los angry birds, las fiestas de Navidad y de Carnaval y de fin de curso, los churros de San Antón, sus cuadernos llenos de dibujos y sus libros, y Ramiro siempre paciente y cariñoso, y todo en una escuela pública ejemplar e imprescindible pero cuyo horizonte están pintando azul oscuro casi negro... Manuel ha hecho vacaciones, ya, a esta hora, y tiene a sus espaldas su primer curso escolar, que a todos se nos ha pasado volando, y frente a él un verano sin límites y alto como la felicidad de los niños.

viernes, 4 de enero de 2013

CUMPLEAÑOS DE CARTÓN PIEDRA





Me gustan los impares. Nací un día par de un mes impar en un año par y siguiendo la obstinada fecha del tiempo, en los años impares me toca cumplir... años impares. ¿Por qué me gustan los impares? Imposible saberlo. Tal vez porque el 2 es un número que está bien, concedido; pero... dónde se pongan el 5 o el 7...

El caso es que los años impares los comienzo con una especie de plus de optimismo. El año nuevo es siempre como un folio en blanco y el año nuevo impar es toda una cartulina. Ya luego se encargará la realidad de emborronar la cosa; pero ahora mismo, con el año 13 recién estrenado, es imposible no tener la sensación de que el año impar va a estar a la altura de las expectativas. Reconozco que mi trabajo ayuda mucho a este comienzo ilusionado del año.

El año nuevo y mi cumpleaños me cogen siempre atareado en los preparativos de la Cabalgata de los Reyes Magos. Y este año —este viernes en el que estreno los 37 años— me ha pillado en medio del Festival de Títeres que ayer terminó y de la Cabalgata de mañana. Al ver durante todos estos días a los niños en el Teatro Ideal Cinema gritándole a los títeres, palmoteando, cantando o bailando delante de las aventuras de los muñecos de la cachiporra, y al pensar en los ojazos gigantes con los que mañana van a presenciar la tramoya de falso barroco de la Cabalgata de los Reyes, que para ellos es un compendio de magia, pienso en lo fácil que es hacer feliz a un niño: bastan el cartón piedra, el trapo y las barbas postizas, la cera negra, el papel arrugado, una carta de trazos gordos y apretados, un puñado de caramelos, unos cuantos muñecos. Es imposible no sentirse feliz en medio de este apretado batiburrillo de la organización de las ilusiones infantiles.