viernes, 31 de octubre de 2008

SOCIOLOGÍA DEL CEMENTERIO



Lejos queda la noche en que Baroja y Azorín abandonaron su reunión en la churrería del Callejón de San Ginés para, Fuencarral arriba, visitar el cementerio abandonado en que descansaba Larra y allí realizar el juramento de su generación. Esta anécdota dice mucho de cómo nuestros abuelos veían a la muerte, que ya no está de moda. Porque la muerte ha tenido su tiempo –prácticamente toda la historia– pero en esta edad postmoderna y vacua lo apropiado es esconderla, como si alguno de nosotros pudiésemos escapar a su mirada. Por eso es imposible que ninguna generación de nada surja al amparo –bellísimo amparo, tenebroso amparo– de un cementerio abandonado: ahora las generaciones surgen en discotecas de chinchinpúm o en cenas glamurosas.

A mí me gusta visitar alguna vez el cementerio: para poder sentir esa especie de paz que da el convencimiento de que aquello es el hogar definitivo que nos aguarda. Y también porque toda la historia de la humanidad es el afán de hacer de la muerte una belleza: de ahí la triste hermosura de los cementerios, que son un recuento de nombres y de fechas que dicen historias de gentes que no conocimos, que murieron mucho antes de que nosotros fuésemos. Por eso es una obligación conservar los viejos cementerios –los patios viejos y melancólicos de cada cementerio– con sus lápidas rotas de nombres gastados o sus cruces de hierro carcomidas por el moho. Esos patios de los cementerios dicen mucha historia de las ciudades: están llenos de nombres de mujeres jóvenes que murieron de parto y de nombres de niños muertos de sarampión, están adornados con nombres que en su tiempo fueron grandes –aquí un prior de colegiata, allí un torero que soñó con triunfar– y de gentes asesinadas en la guerra o de héroes de África, llenos de alcaldes y de escritores y de gentes ya olvidadas a las que subieron al cementerio, una tarde de mayo, por un camino silencioso y rodeado de trigales y pájaros. (Luego, claro, estaban los pobres y los suicidas, todos los que no se enterraban en aquellos patios cuajados de templetes con rejas de forja, los arrojados a la pura tierra de los rincones apartados, junto a las tapias caídas en que hurgaban los perros hambrientos, pero eso es otra historia.)

Cada cementerio dice una historia y una sociología de su ciudad. Yo he sentido en Granada las lecciones vivas de su cementerio de San José, uno de los más hermosos del mundo, asomado a la Vega y protegidos sus costados por los montes de La Alhambra. Pero hay ciudades que, aborrecedoras de todo su pasado, aborrecen también los patios antiguos de su cementerio. Así Úbeda, donde se está acabando con la sociología romántica del viejo patio de arcadas herrerianas que, nostálgicas del silencio, convergen en la ermita: se arrancan lápidas centenarias y los mármoles de colores transforman la sobriedad de esas tumbas de un tiempo en que reinaban el cólera y las guerras. Y es que alguien debería saber que cuando se mutila un cementerio se dilapida una lección de historia.

(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén y Almería, el 30 de octubre de 2008)

jueves, 30 de octubre de 2008

SIGUIENDO CON EL CATASTRAZO



Volvemos a lo del catastrazo y a sus repercusiones sociales, que las tendrá. Porque más allá del nuevo agobio que esta subida del IBI supondrá para la economía de muchas familias, estoy convencido de que lo peor del catastrazo serán las importantes redefiniciones sociales y urbanas de la ciudad que se producirán a la sombra de esta subida: gracias a esta medida, es fácil aventurar que se agrupará a los ciudadanos en barrios según sus clases sociales.

Veamos con un ejemplo lo que quiero decir.

Pongamos un matrimonio en el que sólo haya trabajado una de las partes y que en ésta 2018 pase a la edad de jubilación. Viven ahora en una casa heredada de los padres de uno de ellos en el centro histórico (o comprada a buen precio cuando eran jóvenes o comprada a mal precio y pagada con muchos sacrificios). Supongamos que por esa casa pagan ahora un IBI de 300 euros y que en 2018 paguen 1.200 euros. ¿Qué supondrá esto? Pues que como mínimo, y suponiendo que su pensión sea dentro de 10 años igual a esos 1.200 euros (lo que los convertirá en unos privilegiados dentro del mundo de las pensiones, sin duda), deberán guardar una mensualidad completa para engrosar las arcas municipales. Si su paga es inferior (que será lo más probable) necesitarán más de una mensualidad para poder pagar el IBI. Y si tenemos en cuenta que el coste de la vida sube en España muy por encima de los medios para financiar la vida (vamos, que los precios van en un fórmula 1 mientras que sueldos y pensiones van a lomos de borrico), a lo que el Ayuntamiento estará empujando a esa pareja de jubilados es a que venda la casa en la que ha vivido toda la vida y se compre un piso en alguno de los barrios en los que el IBI sea más bajo.

Si vamos sumando ejemplos como éste veremos que a la larga la consecuencia de este catastrazo será que Úbeda (que hasta ahora era una ciudad en que las distintas clases sociales vivían más o menos integradas) pasará a convertirse en una ciudad de barrios estancos según clases sociales. Porque los que tengan viviendas en zonas donde la subida ha sido más brutal (por lo general esas zonas identificadas por los políticos como chic) tendrán que emigrar a zonas en las que el IBI sea soportable para sus economías. Luego en zonas como el centro histórico, calle Nueva y aledañas, avenidas como la de la Libertad o Ramón y Cajal o nuevas zonas de expansión no será suficiente con tener una vivienda sino que además habrá que poder pagarle al Ayuntamiento para mantenerla. No importara si esa vivienda ha sido heredada, si ha sido necesario un sacrificio ímprobo para adquirirla o si se adquirió a un precio razonable en un golpe de suerte: el Ayuntamiento ha decidido con su aplicación del IBI que Úbeda debe ser una ciudad ordenada, ya saben, los ricos con los ricos, los pobres con los pobres. Porque al final habrá zonas de Úbeda que el IBI haga inaccesibles para determinados grupos de personas: jubilados, trabajadores, familias numerosas… en fin todos aquellos que no pueden prescindir de una mensualidad (800, 900 ó 1.500 euros) de sus pensiones o salarios para pagar este impuesto.

Son estos efectos a largo plazo los más perjudiciales para el conjunto de la ciudad. Porque no sólo afectan a la economía de las familias sino a la propia convivencia: es así como comienzan a desintegrarse las estructuras sociales. Luego, claro, nadie querrá ser responsable del desaguisado.

Puestos a incidir sobre la estructura social a través de los impuestos, a mí se me ocurre que se podía haber creado un impuesto especial para los ubetenses que tienen siete, diez o veinte mil olivas. Esos que se desentienden de los emigrantes que vienen a padecer y a recoger sus cosechas de aceituna, pues para atenderlos ya están las arcas municipales. Lo justo sería que cada palo aguantara su vela, pero como en los tiempos en que nobleza y clero estaban exentos de pechar, aquí vuelve a ser el pueblo llano el que aguanta las velas de todos.

martes, 28 de octubre de 2008

MANOS ARRIBA: LLEGÓ EL CATASTRAZO



Bueno, pues aprovechando que viene la fiesta de Todos los Santos (para los antiguos) y de Halloween (para los progres y modernos), ambas dos fiestas tenebrosas, los dóciles ciudadanos ubetenses han comenzado a recibir la más tenebrosa y esperada notificación: la de la brutal subida del Impuesto de Bienes Inmuebles, que es el impuesto que pagamos por nuestras casas y nuestros pisos y locales y garajes. Este es el impuesto que el Ayuntamiento ha subido más allá de lo concebible. Y si me apuran más allá de lo decente, porque hay familias a las que el impuesto les subirá en los próximos diez años ¡más del 1.000%! Sí, como suena: esta mañana ha venido a verme un amigo, entre asustado y escandalizado después de recoger su notificación de la subida. Le he hecho el cálculo y por la casa que por la que ahora paga menos de 150 euros de IBI, en 2018 pagará más de 1.500 euros. Y así, le ocurrirá a todo el personal: al que menos le suben le han subido un 200%, pero por arriba ya ven que el techo es altísimo.

¿Es lícita esta subida? Me pregunto si es lícita moralmente: legalmente ya sabemos que la ley española es capaz de permitir cualquier tropelía con tal de que los paganos sean siempre los ciudadanos. ¿Es lícito cargar sobre las espaldas de los ciudadanos una subida de impuestos tan bestial como ésta en los tiempos de crisis que corren? A muchas familias la notificación de su nuevo IBI les estará llegando a la par que la carta de despido de sus trabajos. Otras muchas tendrán una nueva carga que sumar a unas economías maltrechas sostenidas con sueldos tambaleantes (de subir los sueldos que no sean los suyos no se acuerdan nunca los políticos). Pero nada de esto ha parecido importar a la hora de perpetrar el catastrazo: y no crean que en esto el principal responsable es el Ayuntamiento de Úbeda, que también. El catastrazo es consecuencia de una filosofía política extendida por todo el país y en todos los partidos: el Estado y las comunidades autónomas (esa plaga) pueden gastar todo lo que quieran a condición de que no destinen un duro a los ayuntamientos, así que para que estos puedan financiarse los políticos de Madrid o de Sevilla se han inventado el catastrazo. ¿Los Ayuntamientos quieren dinero, se preguntan ZP y Chaves? Pues que atraquen a sus ciudadanos. Y eso es lo que ha ocurrido.

Luego, claro, hay que tener en cuenta que en Úbeda llueve sobre mojado: porque el IBI se ha disparado (lo han disparado contra nosotros), pero también se han disparado las tasas de Deportes, por ejemplo, mientras que los servicios de que disfrutan los ciudadanos siguen estancados y en nada se corresponden a la condición de capital comarcal (y cultural y comercial y turística y…) que ufanamente reclaman nuestros representantes políticos de todos los pelajes y colores.

El IBI ha subido y en medio del espanto nadie sabe como ha sido. Si al menos esto repercutiera en una mejora sustancial de la ciudad podríamos darnos con un canto en los dientes. Y nos daremos con el canto, sí: pero de rabia e impotencia.

Por cierto, quien quiera calcular a cuanto ascenderá el atraco perpetrado por el Ayuntamiento contra él no tiene más que pinchar en el correspondiente enlace de la columna derecha. Una vez dentro deberá introducir dos datos que figuran en la notificación que reciben del Ayuntamiento: el Valor Base y la Base Imponible. Ambos están, por lo menos en las notificaciones que yo he visto, en la parte inferior derecha de la notificación, justo encima de la firma del Gerente Territorial del Catastro. Suerte, que no les roben mucho y ya saben: en época de vacas flacas, vuelve a tocarnos a los de siempre apretarnos el cinturón.

viernes, 24 de octubre de 2008

PARADOS DE OTOÑO



Quería escribir sobre el otoño y los días incendiados por los amarillos que derrotan hojas, un artículo ligero de equipaje político y social pero hondo de lirismos y de las nostalgias que estos días húmedos y grises se elevan en mi memoria. Pero la realidad me asalta desde las páginas de los diarios y me remueve las tripas y la rabia: sólo en la provincia de Jaén hay más de seis mil parados que sobreviven –que malviven es más exacto– sin protección de desempleo. En toda España deben ser muchos miles de parados más, personas que se creyeron las promesas regaladas a izquierda y derecha, los discursos pomposos de políticos que nos decían que éramos la rehostia y que el milagro español era el pasmo del mundo, las palabras miserables de los que no sienten remordimientos en la conciencia cuando dejan tiradas –corrección política obliga– las ilusiones y los proyectos de la gente. Pienso en esos parados y en los terrones de angustia que cada mañana echan en el café achicoriado de los pobres, y recuerdo una tristeza, porque en mi familia he vivido lo duro de esa situación. Y ya les digo: tengo rabia, y cansancio.

Ahora se ha encontrado dinero en las arcas públicas para pagar los desmanes de los ricos. Cientos de miles de millones de euros les van a ser regalados a los grandes bancos: entre todos pagaremos los desastres causados por los magos de las finanzas, por los malabaristas de la economía, esos listosevaristos del dinero. Los mismos gobiernos que ponen toda clase de trabas a la protección de los trabajadores están regalando nuestro dinero a los bancos, sin limitaciones, sin contraprestaciones, sin obligarlos a visitar el INEM para sellar cada mes un cupón de honestidad. Porque nadie sacará una ley que mande a la cárcel a los que han provocado una crisis sin precedentes, ni se limitarán por decreto los sueldos y las ganancias de los botines y los escámez y de la puta que los parió. Al fin y al cabo, los bancos y las grandes empresas siguen siendo los que controlan el cotarro: financian las campañas y comisiones de los jefazos políticos y perdonan las deudas de los partidos, y todo por el precio módico de “aquí tengo un problema, busca pelas públicas y me salvas el culo.”

Lo hemos visto: hay dinero. Para los banqueros sí hay dinero. Lo que no hay es coraje político para ampliar el gasto público sin miedo al déficit. Lo que falta es valentía para facilitar a las familias el pago de hipotecas y el mantenimiento de sus hogares. De lo que carecemos es de una socialdemocracia y de una democracia cristiana que digan basta, hasta aquí hemos llegado, es el momento de devolverle el orden y la dignidad al mundo de la economía. Lo necesario es dejar de hablar de mercado laboral y pensar que las personas no somos mercancías, sino hombres y mujeres que tenemos sueños, esperanzas, hijos a los que alimentar, casas en las que vivir sin sobresaltos mirando caer las hojas del otoño sobre los parques abandonados mientras suena la música de Gluck.

(Publicado en Diario IDEAL el 23 de octubre de 2008)

viernes, 17 de octubre de 2008

LA CULPA ES DE JAIMITO



Vayamos por partes, que diría aquél. En España padecemos unos 1.800 tipos repartidos entre Senado, Congreso de los Diputados y parlamentos autonómicos. En cosa de concejales rondamos los 58.000, más los 8.100 alcaldes de rigor. En ministros y consejeros autonómicos rondamos los 300, a los que hay que sumar más o menos 5.000 secretarios de Estado, directores generales, delegados provinciales y un etcétera variado y similar. Echaremos a la suma una mísera media de 5 asesores por ayuntamiento (cifra, a todas luces, ridícula), lo que da un total de 40.500 asesores de urbanismo, tráfico, prensa y demás para todos los ayuntamientos españoles. Y sin ser exagerados pondremos otros 40.500 asesores y jefes de gabinete y cosas así para los gobiernos de la Nación y autonómicos. Por último, sumaremos hasta 15.000 puestecillos de acomodados en partidos, embajadas en Turquía o parecidas, empresas públicas, consejos de administración de cajas de ahorro y en otros menesteres igualmente lucrativos. Como resultas de todo esto tenemos una cifra de 169.200 personas que ocupan cargos políticos, aunque no es arriesgado aventurar que deben ser muchas más.

¿Son necesarias tantas canonjías políticas con sus correspondientes prebendas de sueldos, pensiones, indemnizaciones, viajes y coches oficiales? No sé, pero lo que va siendo necesario es que con tanto político alguno sea responsable de algo, porque parece que no se enteran de qué va la película, y eso suponiendo que piensen que la película va con ellos.

Un ejemplo. El ministro Bermejo dice que la culpa del caso Mari Luz es del juez Tirado y de la secretaria judicial (al bedel todavía no le ha tocado nada), que ninguna responsabilidad cabe a la fiscalía y menos que ninguna –por supuesto– a la Junta de Andalucía, administración eficaz donde las haya. Lo que quiere decir el ministro es que los políticos hacen las leyes que permiten a violadores y asesinos pasear en pocos años por la calle y que los políticos no presupuestan dinero para modernizar la justicia, pero que la culpa de la injusticia y del caos judicial es de los jueces. Es lo que tiene la casta política española: que nunca es responsable de nada, que la culpa es siempre de los de antes y de los otros y así hasta don Rodrigo.

No sé cómo funcionará lo político en otros países, pero aquí es necesaria una vuelta de calcetín del sistema: para elegir libremente a los políticos sin imposiciones de los partidos pero, sobre todo, para poder exigirles responsabilidades. En un país en el que hay tres políticos por cada mil habitantes (más o menos como médicos) la justicia no puede funcionar mal y ser responsabilidad exclusiva de los jueces. Ni puede ser un borroncho la educación y que la culpa no sea de los políticos que aprobaron, mantuvieron y maquillaron una LOGSE que destroza infancias, futuros e inteligencias. La política no puede ser sólo garantizarse una pensión para cuando levanten tu culo del escaño: lo que importa es dar la cara y no echarle la culpa a Jaimito.

(Publicado en diario IDEAL, ediciones de Jaén y Granada, el 16 de octubre de 2008)

viernes, 10 de octubre de 2008

ESTOY HARTO



No sabía si escribir un artículo o un cuento y casi estaba por escribir un artículo en el que contarles alguna milonga, más o menos como si me hubiese metido a político, cosa de la que Dios me salve ahora y siempre, amén. Vamos, que iba a soltarles un artículo-cuento o un cuento-artículo, multicultural y chispeante, que fuera el no va más del periodismo progre. Como no sabía que decirles, pretendía no decirles nada, a ver si los engañaba y rellenaba la columna sin más, como hacen los escritores modernísimos que cobran un pastón por sus artículos. Pero hete aquí que de pronto, con tres o cuatro líneas medio pensadas y con la sesera echando humo por el calentón progre, se me han venido a la cabeza unas cuantas harturas que me llevan rondando varios días, precisamente desde que Bardem –un pijoprogre que sí tiene bien aprendido el cuento, no como yo–, dijera la última verdad del barquero que se ha dicho en este país: que los españoles somos estúpidos. Cuando el niño de doña Pilar dijo esa verdad como un templo –porque la verdad es la verdad la digan Agamenón, su porquero o el Bardem– se montó un dosdemayo, pero yo estoy de acuerdo con él: somos un país de rematados tontos del haba.

La estupidez es un elemento fundacional de la humanidad y sus historias: las personas somos estúpidas por naturaleza. Lo que ocurre es que hay lugares como España en que la estupidez alcanza la posición de categoría sin la que no puede explicarse absolutamente nada. Por estos lares ibéricos solemos, además, adobar la estupidez con una considerable dosis de rapiña. Mezcladas estupidez y rapiña podemos entender como ante una crisis generada por los excesos de los ricos, los empresarios españoles y sus voceros periodísticos postulan como solución el ajuste salarial y los recortes sociales: ya saben, que los pobres limpien las cagadas de los ricos. Ahí sale la vena carroñera que nutre de sangre al corazón español, dispuesto siempre a aprovecharse del padecimiento del humilde. Pero por lo que a mí respecta, estoy harto de que me tomen el pelo con estas cosas, porque seré estúpido, pero no soy tonto.

Por eso, estoy harto de las feministas y los feministos que juegan y hacen gracias con asuntos tan serios como el aborto. Y de los obispos que quieren disponer de los sufrimientos y las enfermedades de la gente, como si cada cual no fuese dueño de sus miserias y allá se las apañe cada uno con su conciencia mientras no dañe las miserias del prójimo. Y estoy hasta las narices de que aquí valga todo y de que no valga nada. Y de que la educación esté diseñada para premiar a vagos y maleantes. Y de que se desprecie a la víctima que pide justicia. Y de que un político cobre más que un médico y de que haya más políticos y allegados que médicos y enfermeros. Y estoy harto de que se subvencionen películas que son un bodrío y bodríos que quieren pasar por arte. Y estoy harto de ser un estúpido y de que me lo recuerde alguien como Bardem y de no saber qué escribir para este jueves.

(Publicado en Diario IDEAL el 8 de octubre, edición de Granada, y el 9 de octubre, edición de Jaén)

jueves, 9 de octubre de 2008

EL OFICIO DE VIVIR



Vale, lo que importa es estar vivo. O sea: vivir y no meramente sobrevivir. Estar vivo: poder sonreír de cuando en cuando, poder mirar el cielo morado cuando atardece, llegar a casa por la noche y descansar con un libro entre las manos, posar la mano sobre el vientre de María Luisa esperando el milagro de sentir las pataditas de Manuel. Las palabras de los amigos, que reconfortan y consuelan, también ayudan a sentirse vivo y útil. Eso compensa un trabajo ingrato e incomprendido, tantas horas que luego no sirven para nada, tanto tiempo derrochado como si se dispusiese de un caudal ilimitado de horas.

En fin, que pese a tanto personaje extraño que se empeña en pasar a la historia –también se pasa a la historia por lo malo, que nadie lo olvide– hay que seguir viviendo, sobre todo en estos meses en que la venida de Manuel lo llena todo como de un halo mágico y ayuda a descubrir el milagro poderoso y quebradizo de la vida, esa alegría que tenemos que construir diariamente. Pese a todo, contra tantos, debemos seguir practicando el oficio de vivir.

lunes, 6 de octubre de 2008

LOS LABERINTOS DE ZAPATERO



A veces la política consiste en comprobar lo previsible. Eso ha ocurrido en agosto, cuando al Gobierno de Rodríguez Zapatero le han crecido de golpe todos los enanos. La palabrería presidencial ha demostrado ser una herramienta utilísima para practicar una política de merodeo alrededor de los problemas, sobreviviendo sin tocar el meollo de los mismos o creando ocurrencias que resuelven el día a día, aplazando permanentemente la solución para un “luego” que en tiempo de bonanza parecía lejano y que ahora, con la crisis desatada, se come el crédito del Gobierno, maniatado por sus propios ingenios y con escaso margen para diseñar políticas que lo saquen del atolladero. Todos los callejones sin salida en los que se encuentra Zapatero han sido trazados por su optimismo antropológico, que lo lleva a lanzarse al vacío pensando que siempre hay un colchón que amortigua el golpe. Ha ocurrido esto con la crisis, que se negó en víspera de las elecciones, que luego se quiso disimular con el paño caliente de los juegos de palabras y con la aplicación de arriesgadas promesas electorales y que ahora, cuando los trabajadores la padecen con toda virulencia, obliga a Solbes a reconocer que la situación es muy grave y que –paradojas de la política del avestruz– el gobierno tiene poco margen de maniobra para hacerle frente porque, entre otras cuestiones, el tema de los 400 euros se ha comido esos márgenes. En este mismo callejón de difícil salida nos encontramos en el tema de la financiación autonómica.

En su día el PSOE bendijo un Estatuto de Cataluña que sobrepasaba con mucho su marco territorial de actuación: el texto catalán contenía disposiciones que afectaban al conjunto del sistema político. Por ejemplo el Estatuto fija unos mínimos de inversión en infraestructuras en Cataluña, lo que limita al Gobierno a la hora de realizar los presupuestos generales. (Ya se advirtió de que si todos los nuevos estatutos seguían esta dinámica se podía generar un caos monumental.) Pero aún así, el Estatuto catalán salió adelante con toda su carga de limitaciones de la acción del gobierno de Madrid. Y es que pese a los problemas potenciales que proyectaba el Estatuto, el voluntarismo presidencial creyó, una vez más, que podría sortear las contradicciones con que el proyecto nacionalista torpedearía la dinámica política. Ahora, la guerra abierta por la financiación autonómica saca a la superficie las bombas de relojería que el Estatuto guardaba en su interior y el optimismo presidencial se revela insuficiente.

El modelo de financiación del Estatuto, sobrepasando las competencias autonómicas, obliga al Gobierno de la Nación. Pero ocurre que política y legalmente el Gobierno tiene que pactar la financiación autonómica con el conjunto de comunidades. Y como el modelo catalán no es asumible para el resto, hasta en las comunidades gobernadas por el PSOE ha saltado la chispa de la rebelión. En medio, claro, queda un Gobierno que anda preguntándose cómo ha estallado la bomba y quién apaga este incendio. Los compromisos presidenciales (“aprobaré el texto que salga del Parlamento de Cataluña”) estimularon el crecimiento del problema, pero esos compromisos circunstanciales y poco meditados no son herramientas políticas y por tanto no son útiles para salvar la situación creada por la aplicación del Estatuto.

La solución del problema no es fácil, si es que alguna tiene. Las posturas están enrocadas y por ambas partes se agitan legalidades que, gracias a la beatitud política de Zapatero, son contradictorias. Mientras la Generalidad señala la legalidad del modelo de financiación de su Estatuto (ley aprobada por las Cortes Generales) el resto de comunidades agitan la solidaridad interterritorial como principio legal básico para la financiación autonómica. Y las presiones que el PSC ejerce contra el PSOE estimulan la tensión, facilitando que en las comunidades gobernadas por los socialistas cunda la sensación de que la batalla política se juega no entre compañeros sino contra un adversario ajeno. Los propios socialistas catalanes abundan esta dinámica al plantear que si no se acepta el modelo nacionalista de financiación no apoyarán los presupuestos generales, sabiendo que esto sería la mayor rebelión política sufrida por un partido en treinta años de democracia. El Gobierno parece carecer de espacio político para maniobrar en el tema de la financiación, y sabe que puede romperse un partido que durante su último Congreso dio una imagen de búlgara unidad. Sumando esto a la cruda realidad económica que padecen familias y trabajadores, nos encontramos con un Gobierno puesto contra las cuerdas que él mismo fue tendiendo, feliz y despreocupadamente, durante la pasada legislatura.

La política no es una suma de ingeniosidades y donaires. No puede serlo en materias tan graves como las políticas económica o territorial, herida viva por la cual sangran aún muchas de las dinámicas institucionales de España. Y el problema es que, vista con la distancia y desde la atalaya de la crisis, la actuación gubernamental parece quedar reducida –aunque no lo sea– a una panoplia más o menos amplia de ocurrencias. La imprevisión y la falta de autoridad para frenar iniciativas descabelladas, manifiestan que el reformismo de Zapatero no respondía a una convicción ideológica profunda sino a una red –conectada periféricamente pero sin coherencia interna– de políticas de diseño: fue brillante la presentación, pero ahora cabe preguntarse si había algo detrás de los telones.

El “proyecto” de Zapatero tiene cada vez más críticos: ahora son palpables sus deficiencias. En el haber de Rodríguez Zapatero quedarán para la historia las reformas de derechos civiles... que son perfectamente asumibles por un proyecto liberal de amplio espectro: no hace falta ser socialdemócrata para apoyarlas. En ese liberalismo ancho se basó el reformismo del nuevo PSOE: ¿pero qué queda cuando se agota el reformismo liberal? El hueco ideológico dejado en el PSOE por la marginación del ideario socialdemócrata –y de las personas que lo representan– no ha sido rellenado con un nuevo paradigma. Así se explica que se hayan presentado como políticas de izquierdas –“cheque bebé”, por ejemplo– algunas que claramente no redistribuyen riqueza. O que el afán insolidario que sostiene la filosofía nacionalista del Estatuto catalán se haya presentado como ejemplo de progresismo.

La carencia de un proyecto coherente y sustentado en sólidas bases ideológicas ha degenerado en una situación difícil, cuyas consecuencias comienzan a calar en la sociedad por la imposibilidad del Gobierno de ejecutar nuevas políticas cosméticas. Los problemas creados por el Gobierno y las incoherencias de su “proyecto” han podido ser “ocultados”, también, gracias al control mediático que el PSOE ha ejercido sobre el discurso político. Y así, un guión ideológico desligado de la socialdemocracia se ha vendido como ejemplo de la nueva izquierda europea sin que se hayan alzado más que un puñado de voces en contra de este discurso único. Pero la crisis ha liberado las críticas, también las internas. Baste el ejemplo de Joaquín Leguina, que ha criticado la perversión que supone que para ser de izquierdas se tenga que bendecir el ideario de ERC y no se pueda criticar el Estatuto catalán. O que sólo se pueda ser de izquierdas comulgando con los “inventos” de Moncloa.

Rodríguez Zapatero está perdido en un laberinto. En su propio laberinto. Ha llegado a él por transitar caminos accidentados sin tener un plan, un proyecto, un ideario. Resistir en el poder no es un proyecto. Gobernar a golpe de promesas hechas para salir del paso tampoco lo es. Difícilmente podrá Zapatero encontrar una salida si no es trajinando nuevos juegos malabares que aplacen la solución, que consigan otro “luego”. Pero puede que el Gobierno no tenga más alternativa que transitar de laberinto en laberinto esperando que Dios perdone su laicismo y provea. Lo peor es que el presupuesto, verdadero salvador de Zapatero, está asfixiado y me parece que Dios no tiene remedio para eso.

(Publicado en TEMAS PARA EL DEBATE, núm. 167, octubre 2008)

LA PROCESIÓN DEL ROSARIO



Los orígenes de la devoción en Úbeda a la Virgen del Rosario se pierden en el tiempo. La todopoderosa Cofradía de los Caballeros debió ser fundada en los años primeros tras la toma de la ciudad a los musulmanes, y posiblemente fueron ellos los que iniciaron los cultos del Rosario que se mantendrían durante siglos. Una vez que los dominicos se establecieron en Úbeda, los Caballeros establecieron su sede en el Convento de San Andrés, en el que en 1706 se fundó la cofradía de Santo Domingo de Guzmán, que posiblemente pasó a encargarse de los cultos a la Virgen del Rosario. Cerrado el convento en 1836, la imagen de la Virgen pasa a San Pedro –a San Nicolás, según Ruiz Prieto–, donde en 1898 le rendía culto según Prieto una “moderna cofradía”: ya habían desaparecido la de los Caballeros y la de Santo Domingo. A comienzos del siglo XX la cofradía del Rosario pasó con su imagen a Santa María, donde Romero de Torres realizó en 1913 la única fotografía que queda de aquella hermosa Virgen del Rosario atribuida a Mena.

Fuese cuál fuese la historia de la devoción a la Virgen del Rosario, el caso es que su procesión del primer domingo de octubre ha sido la tradición de la Feria de Úbeda que más ha permanecido a través del tiempo. Realizada desde tiempo inmemorial, se recupera tras la guerra civil y los programas de Feria de 1939, 1942 o 1944 anuncian la procesión de la Virgen del Rosario, que salía el domingo de rigor a las ocho de la noche desde Santa María. Luego, la tradición se pierde definitivamente.

Desde los tiempos de San Andrés acompañaban la Virgen del Rosario las imágenes de Santo Domingo y Santa Catalina –atribuidas a Martínez Montañés–. El rosario se comenzaba en la puerta del convento y luego, acompañada la procesión de una murga, subía por la calle Montiel y la Corredera hasta la Plaza de Toledo, donde en el pilar de la Fuente de los Cipotes se rezaba la letanía y se entonaba una originalísima Salve, cuya letra rescató Campos Ruiz pero cuya música –se duele Juan Pasquau– ya se había perdido irremediablemente en los años cincuenta. Después, la procesión continuaba ya con ambiente más festivo por el Real y la Rúa, calles en las que estaban instaladas las atracciones de la Feria, lanzando los feriantes almendras garrapiñadas al paso de la Virgen del Rosario.

Terminada la guerra todavía procesionó durante unos años la Virgen del Rosario, no sabemos si la antigua imagen o una nueva. Sabemos que acompañó la procesión la murga tradicional y que los hermanos de la cofradía seguían portando los típicos faroles de forja. La procesión subsistió, seguramente, hasta los años 40. Unos años después también desapareció el novenario que se tributaba a la Virgen del Rosario durante los últimos nueve días de octubre, de madrugada. Y así, se diluyó en el tiempo de las nuevas ferias una procesión que había llenado de devoción y ambiente festivo las noches de tantos primeros domingos de octubre.

(Publicado en Diario IDEAL el 5 de octubre de 2008)

domingo, 5 de octubre de 2008

TOROS POR SAN FRANCISCO



La más antigua tradición de la Feria de San Miguel es la celebración de una corrida de toros el 4 de octubre, festividad de San Francisco de Asís y día grande de la feria. Tan añeja debe ser la corrida de San Francisco que el 27 de septiembre de 1672, en una Real Provisión de la Chancillería de Granada, se dice que ya entonces era costumbre correr toros “a honra de San Miguel por este tiempo”, es decir, por el 4 de octubre. Curiosamente esta Real Provisión se dicta para impedir, a petición de los franciscanos, que ese año se corriesen toros en dicho día, por haberse corrido el año anterior el 29 de septiembre para no molestar los cultos del santo de Asís. La Provisión se notifica al prior de San Francisco y los toros se corren el 5 de octubre… pero pronto debieron volver al mismo día 4, tan arraigado en la conciencia taurina de la ciudad.

¿Pudiera ser que los benditos padres franciscanos de Úbeda fueran tan toreros como piadosos y pasaran por alto lo de “hermano toro”? ¿Es descabellado pensar que de la relación del convento de San Francisco con las corridas de toros venga la tradición de los toros del 4 de octubre? Entre maitines y responsos y novenas se ve que a los franciscanos no les faltó nunca afición a la cosa taurina.

El 6 de junio de 1803, por ejemplo, habiendo autorizado el Consejo de Castilla al convento de San Francisco a que celebre seis novilladas a beneficio del mismo –pues pasaba por grandes necesidades–, se reúne el Cabildo Municipal para ver cómo montar la plaza de toros en la Plaza del Mercado “a menor dispendio de este común y más lucro a dicho Convento para los fines que tiene expuestos”. Los frailes piden toros y el Ayuntamiento, taurino él, se presta con todos sus medios a ayudar a los conventuales de San Francisco. Y así, la ciudad establece que efectivamente se correrán los novillos durante seis días, por San Juan, en horario de mañana y de tarde y se fijan los precios de las entradas según sean de sol o de sombra y de mañana o de tarde. Y tampoco podemos olvidar que fue en el Altozano –donde ya se habían corrido toros en la Feria de 1657–, justo delante del convento franciscano, donde a comienzos del siglo XIX se construye una plaza de toros de madera con capacidad para ¡5.000 personas!. Y que en las cercanías de las ruinas abandonadas de San Francisco, todavía una calle se llama Plaza del Toril en recuerdo a los años en que allí debieron dormir los toros antes de las corridas.

Los datos son imprecisos y cualquier hipótesis que se lance en este sentido puede ser tan solo abundamiento de la leyenda. Pero no es descabellado pensar que la tradición taurina del 4 de octubre en Úbeda es la última reminiscencia de aquel convento franciscano y de las celebraciones de los frailes para conmemorar el día de “Nuestro Padre San Francisco”.

(Publicado en Diario IDEAL el 4 de octubre de 2008)

sábado, 4 de octubre de 2008

LA TOMASA Y LA GLORIOSA



Movida fue la Feria de 1868. El ambiente político andaba revuelto por el movimiento revolucionario que sacudía el país al grito de “¡Viva España con honra!”. Y mientras los cohetes anunciaban el paso de gigantes y cabezudos la tarde del 28 de septiembre, los cañones anunciaban la victoria de los revolucionarios en Alcolea sobre las tropas de Isabel II, que el 30 de septiembre tomaba las de villadiego. Y fue así que el día de San Miguel amaneció festivo y revolucionado.

Ni siquiera la muerte de la pobre Tomasa enturbió el alborozo popular. Aunque Torres Navarrete fecha en 1862 la demolición del arco del Santo Cristo, Campos Ruiz da una visión más literaria del final de dicho arco. Y es que cuenta Campos que el arco, situado en el inicio mismo de la calle Real –tan estrecho era que a duras penas pasaba un carro y tan glorioso que sobre él se situaba la hornacina del legendario Cristo del Soldado–, se derrumbó el día de San Miguel de 1868, aplastando al caer a la Tomasa, una titiritera que se encontraba desarrollando su espectáculo en la Plaza entre Arcos. Este hecho dio lugar a una coplilla que decía, más o menos: “El día de San Miguel/ se cayó el Arco de la Plaza/ y ha matado a una mujer/ que llamaban la Tomasa.” Sea lo de Tomasa realidad o leyenda, lo que indudablemente sucedió fue lo de La Gloriosa.

Y es que a la tarde del 29 de septiembre un grupo de ciudadanos se reúne en la casa de don Lorenzo Rubio Caparrós para adherirse a las proclamas revolucionarias “de las Juntas de Gobierno de las provincias de Andalucía”. Como discutiendo se les hace de noche –noche de feria– acuerdan suspender la reunión hasta las 7 de la mañana del día 30. Esa misma noche una comisión acuerda con el jefe militar de la ciudad evitar disturbios, y se forman patrullas cívicas para impedir que conservadores mal intencionados liberen a los presos de la cárcel con el fin de generar inseguridad ciudadana.

Al amanecer del miércoles 30 de septiembre una multitud ingente se reúne en la casa de don Lorenzo y todos acuerdan trasladarse, pacíficamente, a las Casas Consistoriales. Y así, por entre carruseles y puestos y el ganado pacíficamente expuesto para su venta, caminan los revolucionarios, creciendo la manifestación de tal manera que al llegar al Ayuntamiento viejo ocupan todas sus estancias mientras en el Salón de Plenos se proclaman los nombres de los trece componentes de la Junta Provisional, miembros de los partidos Demócrata y Progresista. (Por la tarde hubo una manifestación de partidarios de la Unión Liberal de Úbeda que protestaban por haberse quedado fuera del nuevo y revolucionario gobierno local.)

Y así, entre la copla de la titiritera y las tertulias de casino y los toros y las revoluciones pasaron nuestros tatarabuelos –Real arriba Real abajo– aquella movida Feria de hace ciento cuarenta años.

(Publicado en Diario IDEAL el 3 de octubre de 2008)

viernes, 3 de octubre de 2008

DE MÚSICA Y DE PENA



Pese a todo y pese a algunos, llega la feria cada año. También ahora que el mundo se asoma al abismo abierto bajo sus pies por los banqueros y los poderosos, mientras contiene la respiración y las lágrimas, como aquel niño del poema de Machado que “en la noche de una fiesta/ se pierde entre el gentío.” Pero ni los pesimistas sin esperanza ni los aguafiestas ni los que hacen del aburrimiento una pasión y una profesión, han podido impedir que otro otoño se hayan instalado las barracas de tiro y los ruidos de los carruseles y los caballos multicolores del tiovivo, que giran y suben y bajan en una viva imagen de la vida. Y allí, mientras los nubarrones morados encapotan el horizonte, hacia Mágina, de tornasoles y recuerdos, se siente como una nostalgia: ¿son los caballitos del tiovivo los que giran o es nuestra vida la que va pasando –vuelta tras vuelta: amargor tras amargor, dulzura tras dulzura– y nosotros con ella?…

En la plenitud del atardecer la feria es un rebosante río de gentes y ruidos y de niños sonrientes, como nosotros mismos cuando éramos niños y lo teníamos todo… Pero luego, hay un momento en que se van apagando las luces y en que la feria se vacía y se para el caballo del tiovivo. Y en ese instante de la feria en que una tristeza parece apoderarse de todo el imperio de la luz, es cuando asumimos la condición de la edad que pasa, del tiempo que vuela, del cuerpo en el que somos y que se nos va escapando día a día. Lo pensaba ayer delante de los carruseles, mascando en la memoria la carta que me manda Antonio desde Oxford a propósito de su abuelo Miguel, que fue fusilado en Úbeda unas semanas después de la feria de 1939. Antonio se pregunta por los sentimientos de su abuelo y yo pienso en el cuerpo enterrado en una fosa común, perdido para siempre y pienso que la recuperación de la memoria y de la historia tiene que ser sobre todo una recuperación de los cuerpos rotos, porque todo lo que somos lo somos en el cuerpo.

Es el cuerpo el que siente y se alegra y el que se extasía en los placeres y las tristezas. Es el cuerpo el que incita al alma a recordar y el que humedece los ojos con las melancolías. Es el cuerpo el que gira y vuelve y se va, el que desfallece y se eleva. Y hay demasiados cuerpos españoles perdidos en fosas comunes. Y otros muchos que se perdieron para siempre porque se vaciaron las fosas y se machacaron los huesos. Y sin embargo, entre la luz de la feria y parado delante de los caballos relucientes del tiovivo sigo sintiendo una especie de necesidad de que esta pobre patria nuestra desentierre a sus hijos olvidados y desde la paz, la piedad y el perdón, se los devuelva a las familias para que los acaricien por última vez y los hagan descansar. Para que esos cuerpos no sigan girando más por los espacios estériles de la historia callada. Para que se detenga de una vez el tiovivo de la crueldad que los condenó.

Pensaba todo esto en la tarde del martes, atónito como el niño perdido, asombrado mi corazón “de música y de pena.”

(Publicado en Diario IDEAL el 2 de octubre de 2008)

CAMAREROS AL TROTE



La diversión de nuestros abuelos era infinitamente más barata para el Ayuntamiento que la nuestra. No parecían necesarias para la diversión –en los años de la España en blanco y negro– las caras y aparatosas ferias actuales: durante muchos años uno de los platos estrella de la Feria de Úbeda fueron… ¡las carreras de camareros! Sí, las carreras en las que camareros bandeja en ristre recorrían a toda pastilla el itinerario marcado por la Comisión de Fiestas.

En el programa de Feria de 1942 aparece por vez primera este espectáculo: se anuncia para el 2 de octubre una carrera de camareros desde la Plaza de Alonso Martínez hasta el Hospital de Santiago, recorriendo el Real, la Plaza del General Saro y las calles Mesones y Nueva. Advierte el Programa que a los ganadores se le adjudicarían “varios y valiosos premios”. Tal debió ser el éxito de la carrera, que al año siguiente se anuncia con todo lujo de detalles. Así, el 2 de octubre de 1943, a las 12 de la mañana y con el mismo itinerario que el año anterior, estaban citados los camareros interesados en darse una pechá de correr. Sin duda merecía la pena llegar a Santiago con la lengua fuera y la bandeja intacta, pues los premios eran sustanciosos en una época de miseria y hambre. Se establecieron “un primer premio de 100 pesetas, un segundo de 50 y un tercero de 25, y varios consistentes en numerosas botellas de licores cedidas gratuitamente por los dueños de bares y hoteles de la localidad”. (Para valorar los premios pensemos que en 1943 el kilo de harina estaba a 1,10 pesetas y el litro de leche a 1,50.) Llegados los veloces camareros al Hospital de Santiago, los esperaba un jurado compuesto por “un miembro de la Comisión de Fiestas, el Delegado de Deportes de Educación y Descanso y varios productores afectos al Grupo de Hostelería y Similares”, que entregaba los premios a los ganadores.

La carrera se repitió un año después y luego cayó en el olvido. Y olvidada estuvo hasta que se recupera a finales de los cincuenta. Así, el programa de Feria de 1957 anuncia nuevamente las carreras de camareros, que debieron tener tanta predicación que en la primera mitad de la década siguiente se complementan con actividades paralelas. A partir de 1961 las carreras se celebran a las 12 de la mañana del día fijado y consisten en correr alrededor de la vieja Plaza del General Saro, acompañándose la carrera de espectáculos tales como “elevación de globos y fantoches” y conciertos de música. Lo que extraña es que ni García Berlanga ni Azcona hayan retratado nunca en sus películas esta estampa triste y pueblerina de la España profunda: por lo que a mí respecta me quedo con las ferias caras de hoy. Las prefiero a aquellas en las que un puñado de currantes de los bares corrían entre risas para llevar un trozo de pan a su casa.

(Publicado en Diario IDEAL el 2 de octubre de 2008)

jueves, 2 de octubre de 2008

ALCALDE VALIENTE, TORERO COBARDE



Había compuesto la Comisión de Fiestas un cartel de lujo a la Feria de San Miguel: el sábado 1 de octubre de 1927, el "Niño de la Palma", Félix Rodríguez y Vicente Barrera despacharían en el Coso de San Nicasio seis toros del conde de Santa Coloma. Ahí era nada.

El caso es que la madrugada del 28 de septiembre se desencajonan las reses –mezcla de Saltillo y Parladé– y muchos aficionados asisten al acto. El día 29 "La Provincia" señala que "el Conde ha mandado seis hermosos ejemplares, de excelente presentación, con muchas carnes y buenas herramientas, que han de dar bastante juego." Y aquí se acabó lo bueno, porque las cosas se torcieron –y mucho– para la corrida grande de la Feria.

No debían ser los toros tan grandes ni tan buenos, o el vino hizo que los aficionados los vieran de otro modo (de noche ya se sabe cómo son los gatos). El caso es que en la crónica del 3 de octubre se dice que los toros fueron desiguales, "unos grandes, otros pequeños, unos de desarrolladísimos pitones, otros mal presentados y casi sin cuernos, unos gordos y con poder, otros flacos, de fea lámina". Bravos parece que salieron casi todos y, ya abiertos en canal, pesaron unos mil quinientos kilos. El periodista se ríe al ver en lo que quedó tan fiera corrida y la compara con la de Concha y Sierra que por aquellas fechas toreó Belmonte en Salamanca. Pero tan fieros parecieron los toros, que las dos principales figuras se cayeron del cartel.

Cómo y cuándo se cayó el "Niño de la Palma" lo desconocemos. Pero sabemos que Vicente Barrera presentó un parte médico –o lo engañaron diciéndole que los toros eran de aupa o le tocó el lote de los gordos o era más miedoso que "Cagancho"–. El caso es que el Ayuntamiento acude con los médicos del Hospital de Santiago a comprobar si el diestro realmente está enfermo y resulta que no, que lo que está es mentiroso. Mientras tanto, se ha cundido por las calles festivas de Úbeda el rumor de que Barrera no se las quiere ver con los de Santa Coloma y la actitud del diestro "fue motivo de gran escándalo y comentarios sabrosísimos sobre la falta de vergüenza torera del pollo valenciano". Cuando los médicos confirman el engaño, el Alcalde –don Baltasar Lara–, "con arrestos, energía y decisión", ordena que Barrera quede detenido en la habitación de la fonda, evitando así la burla: para salir tuvo que pagar la nada despreciable cantidad de mil pesetas. Lo sustituyó el cordobés "Zurito". En lugar del "Niño de la Palma" toreó "Rayito".

La corrida transcurrió sin pena ni gloria, pero ha dejado una enseñanza: la de que no es nuevo que las figuras del toreo elijan y apañen sus toros y se nieguen a torear cuando no les convencen. Lástima que hoy no haya autoridades como aquel alcalde que detenga a los toreros que se ríen de los públicos.

(Publicado en Diario IDEAL el 1 de octubre de 2008)

miércoles, 1 de octubre de 2008

...QUE NO ACABASE



Tal día como hoy de hace doscientos diecinueve años se juntaron el hambre y las ganas de comer. O sea: que se celebró una Feria de las que no se olvidan porque además de San Miguel aquel año tocó celebrar la proclamación del bobo de Carlos IV. El Borbón había tomado posesión del trono el 14 de diciembre del año anterior, pero entre unas cosas y otras el Ayuntamiento tardó nueve meses en preparar un programa de fiestas adecuado al evento. El caso es que tras muchas reuniones del Concejo y tras varias peticiones de dinero a Madrid para poder celebrar la solemnidad con el boato debido, el 30 de septiembre la ciudad –pasada ya la festividad de San Miguel y aún llenas las calles con puestos y atracciones– da rienda suelta a unos espectáculos nunca vistos hasta entonces.

Se reparó el empedrado de las calles principales y se limpiaron y blanquearon las casas, se pintaron frescos en la fachada de las Casas Consistoriales, se levantaron trece arcos triunfales en la Plaza de Arriba y “extensos y magníficos tablados” en las plazas del Mercado, de Toledo y de Santa María para los actos de la proclamación propiamente dichos. Las calles y fachadas de los monumentos presentaban un aspecto impresionante, llenas de colgaduras, adornos y espejos e iluminaciones extraordinarias durante las noches de fiesta. Se adornaron hasta lo indecible las fachadas de Santa María y de la Cárcel Real y el adorno de la casa del Alférez Mayor –el palacio de Bussianos– debió ser lo nunca visto. (La noche de aquel día el Alférez celebró en su casa un banquete y un baile de postín.) Se trajeron las bandas de los regimientos de Jaén y Guadix y de la Maestranza de Granada y se tocaron en la calle los músicos de Santa María y El Salvador. Las plazas debían estar radiantes cuando a la mañana del día 30 partió del Ayuntamiento el cortejo de proclamación escoltado por los Dragones y Caballería de la Reina y por infantes de Toledo y Murcia. En Santa María se entronizó el pendón real en el altar mayor y se entonó el correspondiente Te Deum. Luego, el cortejo fue visitando los tablados instalados en las plazas principales, proclamando al nuevo rey y lanzado 150 reales de vellón (ocho duros) para los pobres.

El mismo día 30, a la tarde, se celebró una espectacular mascarada, que volvió a repetirse el 1 de octubre junto con la representación del hecho de los 12 Leones, en una tarde “que los asistentes hubieran querido que no acabase”. El 3, el 5 y el 6 de octubre se corrieron novillos de don Ignacio Yepes en la plaza instalada en el Mercado, el domingo 4 procesionó la Virgen del Rosario y el 22 de octubre se cerró la larga celebración con nuevas mascaradas, corridas y bailes. La fiesta costó 70.721 reales de vellón (unas 18.000 pesetas en una época en que el jornal de un campesino estaba a 0,375 pesetas): al cambio de hoy, más de dos millones de euros.

(Publicado en Diario IDEAL el 30 de septiembre de 2008)