Parece que no todo ha sido trigo limpio en las elecciones de Túnez: grupos de jóvenes laicos (en España los medios ultras los llamarían "perroflautas" y cosas así) se han manifestado pidiendo transparencia en un recuento que augura la victoria de los islamistas. Tanta revolución pacífica, tanto echar a tiranos de tres al cuarto para que al final la medicina acabe matando al enfermo. Y no vale el recurso de la voluntad popular, porque siempre tendremos el argumento de que también Hitler ejercitó a sus matones para conseguir ganar las elecciones. Me conmueven las jóvenes de la fotografía porque puede que dentro de poco sean historia y en Túnez se prohíba a las mujeres salir a la calle sin el velo y demás engendros del profeta. Y porque demuestran que había un mundo árabe al que teníamos que haber apoyado sin reservas: el mundo árabe laico, que aspira a dejar a Dios dentro de las mezquitas. Turquía viene siendo un aviso desde hace tiempo, pero nos negamos a verlo: se avanza en la prohibición de la venta o consumo de alcohol, y los hábitos de la libertad que los turcos habían conquistado frente a la intolerancia religiosa desde los tiempos de Ataturk, se resienten ahora bajo el gobierno de los islamistas, que comienzan impidiendo que los jóvenes hagan botellón y terminan dándole una patada a las urnas. ¿No hubiera sido mejor para la libertad, para la tolerancia, para la supervivencia de la propia democracia, ese régimen de libertades tuteladas por el ejército revolucionario que estas libertades amenazadas por los guardianes del Corán?
En Túnez ganan los islamistas. En Libia los nuevos gobernantes, después del linchamiento y la ejecución de Gadafi sin respeto ninguno por las garantías jurídicas (una cosa es ejecutar al tirano después de un juicio justo, como en Nuremberg, y otra el ajusticiamiento por las turbas), anuncian que la “saría” será la ley por la que se rija desde ahora el destino de los libios. Me duele el sueño roto de todos estos jóvenes, de todas estas jóvenes, vestidos “a la occidental”, con formación y amplitud de miras, que entendieron que es mejor (por más tolerante, por más respetuosa, por más abierta) una sociedad que deja a Dios encerrado en los templos, que se rebelaron contra la tiranía y que soñaban para sus países con la libertad, el respeto a la los derechos humanos, la igualdad de la mujer, la democracia, el laicismo. Lo siento por ellos, porque tiraron las estatuas de los tiranos y se han encontrado con las turbas barbadas, veladas y furibundas que gritan “vivan las caenas” mientras tiran del carro de los nuevos dictadores, que, nadie lo dude, acabarán siendo peores que los que echaron, más asfixiantes, más intolerantes, más siniestros.
Estas jóvenes me traen a la mente a los patriotas españoles que en 1814 tuvieron que marcharse al exilio huyendo del populacho al que los curas y los nobles habían lanzado a la búsqueda del “afrancesado”: creyeron en una España independiente, sí, pero en libertad, y se encontraron con que la tiranía que llegó con la marcha de los franceses fue peor que la ocupación. Así las cosas, tal vez sea conveniente lanzar a los sirios que sueñan con la libertad y la democracia el mensaje de los desesperados: “Virgencita, que me quede como estoy.”
4 comentarios:
Ayer lo comentaba yo en Facebook. Es cambiarlo todo para que nada cambie. Se trata de cambiar una tiranía por otra. La religión está haciendo un enorme daño a estos países y los clérigos que se meten a políticos también. Mientras no exista una clara separación entre religión y Estado, la democracia será imposible, pero más imposible se antoja esa separación.
Es una pena, pero yo no tuve fe en que algo mejorase, cuando empezaron las revoluciones. Visto lo visto, ahora estoy seguro de que incluso empeorará.
Esos países tienen que asumir algo que en occidente ha costado mucho asumir y que aún algunos sectores ultras son incapaces de entender: la lucha de la libertad y de la democracia es, para desgracia de los creyentes, una lucha que ha tenido que sostenerse, permíteme la exageración, "contra Dios", esto es, contra quienes han utilizado la palabra de Dios para imponer tiranías. Sólo cuando entiendan que la fe de cada uno es un asunto que pertenece a la intimidad del corazón y que la vida social y política tiene que hacerse para los que creen pero también, y en igualdad de condiciones, para los que no creen y para los que dudan, y cuando entiendan que el principio moral de un creyente sólo compromete al creyente y que los ciudadanos están comprometidos con unos principios éticos que superan a los religiosos, entonces podrán avanzar en la libertad. Yo también creía que en países como Túnez, donde había un fuerte componente laico y moderno en la sociedad, las cosas iban a cambiar. Creo que estos laicos van a echar de menos al dictador que mandaron a paseo en febrero. Al verlos me siento como yo me sentiría si en España gobernasen ciertos clérigos. Qué tristeza hoy para quienes amamos la libertad.
Saludos.
¿Qué se puede esperar de paises donde la religión está por encima de todo?
La historia, tozuda como ella sola, nos enseña constantemente piedras con las que uno no debe tropezar. Y los hombres erre que erre siguen tropezando con ellas. Me refiero a los iluminados dictadores de todas las ideologías que siempre terminan igual, dejando situaciones peores que las que se encontraron y a los fanáticos religiosos que hacen lo mismo.
No se cuales son peores. Pero me entristece ver como no aprendemos, ni en cabeza ajena ni en propia, para no volver a equivocarnos.
Espero que alguna vez la suerte acompañe.
Un saludo
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