La Feria es un paraíso para Mariano porque la fila es una explosión multicolor de colas de todos los colores y tamaños y a Mariano lo que de verdad le gustan son las colas. Le da lo mismo para lo que sea y de lo que sea: Mariano, en cuanto ve a cuatro o cinco personas puestas en fila, se pone el último y hace su cola de rigor, aunque no le interese lo más mínimo el objeto para el que pacientemente esperan los demás. A él le da lo mismo que sea una cola en las taquillas de las casetas, una cola en la taquilla del Teatro o la monumental cola de la Plaza de Toros para la devolución de las entradas de la corrida suspendida: a Mariano lo que le gusta es el ecosistema de las colas, esas gentes que charlan comentando que hay que ver esperar tanto rato para al final tener que beberse la cerveza caliente y en vaso de plástico, o que cuchichean sobre la fila que les puede tocar en el teatro y el riesgo que hay que se te plante delante una columna, o sobre la vergüenza que ha sido la suspensión de la corrida de toros del domingo con las ganas que su mujer tenía de gritarle guapo al Cayetano, que para eso es para lo que ha quedado la fiesta de los toros. Y a Mariano es que todas esas conversaciones lo vuelven loco, no lo puede remediar, y cuando llega a la ventanilla, como él no quiere ni ticket de cerveza ni entradas para el teatro ni a él tienen que devolverle la entrada de los toros, pues se aparta a un lado, planta su silla de playa en la cabecera de la cola, abre un paquete de pipas y va estrechándole la mano a todo el que se va acercando a la ventanilla y contempla embelesado sus caras de resignación, de cabreo o de felicidad: “Aquí Mariano, un placer saludarlo. ¡Qué maravilla de cola! ¿Verdad?”, le dice a uno y a otro, cientos de veces, en una cola y en otra, mañana y tarde y noche, dándole un abrazo a ellos y un beso a ellas cuando abandonan la cola con sus papeletas de la cerveza o del pincho recalentado o con sus entradas. ¡Ay, ese amor que Mariano siente por las colas! ¡Ay, esa desolación que siente la noche del día de San Francisco apretujado en la última cola de la Feria, la de la gente que espera a comer churros en lo de Los Torreños antes de volver a Úbeda!
(IDEAL, 4 de octubre de 2011)
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