martes, 18 de octubre de 2011

POLÍTICA DE LA COMPASIÓN





Se han celebrado, creo, los días internacionales contra el hambre y contra la pobreza. O algo así. Pura farsa porque ocurre que hemos perdido la capacidad de compasión y que no somos capaces, ni por asomo, de ponernos en el lugar de los que sufren.

He visto el vídeo terrible de una niña de dos años que es atropellada por una furgoneta, en China: la golpea con el morro del coche y pasa una de las ruedas por encima del cuerpo, el conductor se detiene y luego pasa por encima de la niña la otra rueda. En la imagen se ve el rebote terrible del vehículo para pasar el obstáculo de la criatura. Después, varios ciudadanos pasan y se hacen los locos cuando ven el cuerpo ensangrentado de la niña, que se mueve débilmente, e incluso otra furgoneta vuelve a pasar por encima de sus piernas.

He visto también la fotografía terrible de un bebé esquelético enterrado en África: la fosa, diminuta, tiene forma como de feto trágico y su madre huesuda y posiblemente sin reservas suficientes como para llorar contempla el cadáver de su hijo.

Que estas imágenes no nos conmuevan hasta la médula y no impulsen en nosotros una voluntad política y cívica de remover las condiciones sociales, políticas, económicas y también morales que favorecen el dolor y el sufrimiento de miles de niños en el mundo indica hasta que punto estamos enfermos. Hasta que punto vivimos en la impostura. Hasta que punto están vacíos nuestra fe, nuestros ideales, nuestros supuestos compromisos. Hasta que punto hemos establecido sistemas eficaces para lavarnos la conciencia como nos lavamos las manos antes de comer: pensamos que la pobreza, que el hambre, que la injusticia, que el dolor, son inevitables, inamovibles, que nada podemos hacer para mitigarlos o erradicarlos, y nos conformamos con la limosna de nuestra caridad para creernos buenos. Preferimos creer que ya no puede haber opciones políticas y políticas económicas y sociales capaces de construir un mundo más humano: así, nos ahorramos el compromiso y por supuesto el remordimiento de la conciencia.

Hay en esas imágenes de la niña atropellada e indefensa y del pequeñuelo enterrado en la tierra árida un dolor que es trágico, casi cósmico. Pero hay otros dolores más cotidianos que pasan escondidos: según los últimos datos de las organizaciones humanitarias, uno de cada cuatro niños españoles vive en la pobreza. Y ahí están los millones de parados. Y las familias que han perdido sus casas. Y los ancianos que se están quedando sin asistencia social. Y los enfermos que ven como se alargan los meses para poder ser atendidos. Es esa la política y la moral por la que hemos apostado: nos hemos convencido de que los recortes y los sufrimientos son inevitables, lo que es una excusa magnífica para no intentar nada que pueda ponerles remedio. Una política sin compasión, dura, cortante, que aplican los que se llaman socialistas y los que se dicen seguidores de Jesús el Nazareno. Sin distinciones. Sin que la conciencia les tiemble por tanto dolor como están (como estamos) causando. Las lágrimas y las palabras ya no significan nada porque las hemos vaciado de contenido (del Evangelio a la Declaración Universal de Derechos Humanos o la propia Constitución todo lo hemos transformado en palabrería sin traducción en los hechos nuestros de cada día) y porque tenemos el espíritu podrido por la codicia: «Porque tuve hambre y no me distéis de comer, tuve sed y no me distéis de beber, fui emigrante y no me acogisteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.»

Pero aunque no queramos verla ni oírla ni hablar de ella, sí hay otra política: la política de la compasión, que se pone en el lugar de los que sufre y que legisla, por encima de los poderosos y de sus intereses, para evitar dolores, exclusiones, hambres, lágrimas y miserias. Si en el mundo quedasen cristianos y socialdemócratas, que no quedan, ya estarían aliados para aplicar esa política sostenida por una fuerza moral invencible: la caridad de los unos y los otros, que es un entregar las sobras, es sólo la excusa para no reconocer que puede haber una política educativa y sanitaria y social y por supuesto fiscal y tributaria inspirada por los valores altísimos de la compasión, que no es darle al prógimo que sufre aquello que nos sobra y no queremos sino lo que somos y lo mejor que tenemos.

6 comentarios:

Andrés F.H. dijo...

Sé que está en el orden de la vida, pero no me acostumbro a que los católicos, que supuestamente son cristianos, voten a partidos de la derecha. CiU, sostenida por el voto católico, ya vemos la alegría con la que está generando dolor entre los más desfavorecidos en Cataluña (recortes = generación de dolor), que son los predilectos del Reino de Dios, según el Cristo en el que dicen creer. Cuando el PP gane en España se repetirá la misma historia. Pero eso parece que no concierne a los católicos, que con acudir a misa y oír las palabras que tú reproduces aquí como quien oye llover y dar la limosna para Cáritas creen que ya han cumplido. Si quienes se llaman cristianos por lo menos se hiciesen preguntas como te haces tú algo se habría avanzado.

ftz dijo...

Con la pretensión de ser justos miramos las leyes de la sociedad, de la naturaleza o de los dioses y pasamos de largo ante el desvalido Jesús de Nazaret, al que tanto mentamos, sus seguidores y los que afirman no serlo, a la vez que trae la esperanza histórica a los pobres, la niega a quienes no se solidarizan con ellos. No hay otro camino, ni otra moralidad, para Jesús que no pase por dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, refugio al peregrino...

Los cristianos debemos tomar conciencia de lo equivocado que es llamarse cristiano y pasar de largo ante la realidad agobiante de los pobres.

Y me atrevería a decir que ese mensaje no se limita a los cristianos sino a toda la humanidad.

Un saludo

Fernando Gámez. dijo...

Como siempre que tratas temas referidos a los niños y niñas, a los pequeños, a los más débiles y desfavorecidos, lo bordas en el fondo y en la forma de expresarte.
Comparto esta entrada prácticamente en todo lo en ella se expresa.
Pero no nos quedemos, sugiero una vez más, en el "ver" o en el "juzgar" la situación, acudamos ya al "actuar"; cada uno en lo que pueda y sepa.
Para ese ACTUAR YA, si tienes alguna propuesta realizable, cuenta conmigo, Manolo.
Un abrazo.

Uvejota dijo...

Bla...bla...bla...¡Siempre lo mismo! Como en otras ocasiones dije, dejemos ya de lamentarnos, de acusarnos de compadecernos, de -quizá, me atrevería juzgar- Dejémonos de buscar protagonismo, popularidad entre oyentes y lectores. Fijémonos, hablemos y escribamos de lo poco, aún insuficiente, que se está haciendo por estos inocentes.
(Aireando cuanto de malo tenemos, no hace mas que -removiendo conciencias- hacernos sentir "Impotentes").
Prodigando y popularizando cuanto de bien hay en el mundo ¡que lo hay! y sobre todo predicando con el ejemplo, los demás tenderán a imitar, propagar y conseguir adhesión.
Dejemos de culpar a la política, la economía, o el sistema, porque para esto y para casi todo en este mundo "nuestro", el único responsable es: El Ser Humano.
Recordarle -por otro lado- a F.H. que hoy por hoy, en el seno de la Iglesia es donde más, mayores y mejores O.N.G's están funcionando.
y... ¿Solos los católicos han de hacerse esas preguntas? ¿Los demás no os la hacéis?

Manuel Madrid Delgado dijo...

Creo que en el comentario de Felipe hay en gran medida una respuesta al planteamiento con el que Fernando cierra el suyo: sí hay propuestas realizables. Conservar el Estado del Bienestar que se heredó de la socialdemocracia y de la democracia cristiana es una propuesta realizable, dígase lo que se diga porque nada humano está sometido a la necesidad y por lo tanto los tan cacareados y justificados recortes que generan sufrimiento (en esto lleva razón Andrés F.H.) no son una necesidad, sino una opción. Y desde luego hay una opción moral completamente realizable: mirar cada una de las opciones políticas desde el prisma de la política de la compasión. Lo que no se ajuste a esa compasión por el sufrimiento de los más débiles no puede ser compartido por quien se llame cristiano o socialdemócrata o socialista. Cada vez que veamos una propuesta tenemos que preguntarnos qué víctimas genera: cuánto dolor genera el recorte sanitario, el recorte en la escuela pública, en la ley de dependencia, en las prestaciones de desempleo, en los desahucios de familias. Esa es la opción, está ahí, lo que ocurre es que estamos poseídos por la idea fatalista de que sólo hay una política posible y es la del ajuste, el adelgazamiento del Estado y la expansión del individualismo feroz y egoísta.
En cuanto a Vicente, no creo que sea tan fácil como él dice, porque lo que está ocurriendo en el fondo es que las palabras están (los grandes discursos de los líderes políticos y religiosos siguen apelando a valores potentísimos que de aplicarse darían lugar a un mundo distinto a éste), pero no está la traducción de las palabras en hechos concretos. Todo quisqui dice defender la libertad o la justicia, pero no todos apoyan las políticas que, probado ésta, han permitido avanzar notablemente en cotas de igualdad, libertad y demás. Y por lo demás, no creo que el hecho de que la Iglesia cuente con una red poderosa de ONG que prestan servicios a los expulsados del bienestar por la crisis económica sea suficiente: debe mostrarse, clara y rotundamente, a favor de una justicia que no sea caridad sino de una justicia social activa, denunciando en su cara, por ejemplo, los abusos de esos empresarios o banqueros que acuden a misa, comulgan y luego no tienen temblor de pulso en expulsar a sus empleadas si se quedan embarazadas o que no han dudado en optar por despedir gente durante la crisis para no disminuir sus beneficios o que pagan salarios de risa con contratos basura. Ese paso comprometido está pendiente de darse.
Saludos a todos.

Uvejota dijo...

De acuerdo, amigo Manolo. Estoy convencido que debido a multitud de actitudes y estructuras económicas, sociales, y/o morales, estamos “impidiendo” el progreso del Mundo empobrecido. Y tenemos que conocerlas para conseguir corregirlas, para poder crear prosperidad; pero como decía antes, con tanta literatura derrotista, inquisidora, lamentable y condenando colectivos antes de enjuiciarlos, solo conseguimos –en mi humilde opinión- deteriorar -en nuestro concepto moral- aún más esta lacra, que por otro lado no cabe duda que hemos creado entre todos.
Estoy de acuerdo también en que, no es lo mismo "Predicar" que "Dar trigo"
Dejemos de ver el lado negativo –que existe, gravísimo al máximo- y optemos por emplear los medios a nuestro alcance para que, conociendo el problema, busquemos entre todos la solución. Y como decía Fernando y todos los “concienciados” entre los que me incluyo: “Aquí está mi hombro para apoyar cualquier iniciativa que lleve a la consecución de la erradicación de la pobreza, no solo económica, sino la verdadera pobreza humana" y que por supuesto nunca he creído que esta tarea sea “Tan fácil”
Un abrazo