lunes, 10 de octubre de 2011

TODO PARACUELLOS





En la última semana de agosto leí “Todo Paracuellos”, una recopilación de todos los cómics que durante los primeros años de la democracia (antes hubiera sido imposible contarlo so pena de acabar en la cárcel) Carlos Giménez dedicó a contar la “vida” de los niños en los hogares del Auxilio Social, de los que él mismo fue una víctima. Durísima crónica, impactante, por la que desfilan sin ahorrar sufrimientos todas las hambres, todas las humillaciones y todas las torturas que miles y miles de niños españoles sufrieron durante décadas en las casas habilitadas por el franquismo para recoger a los hijos de los fusilados, de de los derrotados, de los vencidos o, simplemente, de las innumerables familias que no podían darle de comer a sus hijos.

En muchas historias se pone el lugar y la fecha en que se perpetraron. De entre todas ellas, hay una que no se me puede ir de la cabeza. La de “¡Vade retro meón!”, que sucedió en el Hogar Bibiona de la calle Doña Carlota del Puente de Vallecas en 1947. Dice el autor que en el hogar “había niños de tres a seis años. Algunos de ellos se meaban en la cama”. Niños, pues, un poco más grandes que Manuel, que todavía sigue durmiendo con pañal porque no todas las noches es capaz de aguantar el pis. Un día, la directora, harta de los meones, los aparta en una fila, que dibujada espanta por la indefensión de los cinco niños que aparecen en ella. Pone un cubo de esos de lata y vacía dentro un bote de alcohol, echa una cerilla y obliga a los niños a sentarse sobre el cubo para que no vuelvan a mearse más encima. Los “noooo” de los niños, sus “mamá, mamaíta”, sus caras llenas de lágrimas, su llanto y el grito desgarrado que sale a través de las ventanas cuando los obligan a sentarse en el cubo ardiendo, levantan en nosotros las ganas de la necesaria venganza contra tanta atrocidad.

Que en medio de esa absoluta depravación moral, con la que se intenta infectar a los propios niños, pudiesen existir el compañerismo, la amistad, la sonrisa tan triste, son un resto de esperanza que se levanta dentro de mí entre el nudo en la garganta y la rabia que no se me han ido desde que terminé esta historia desoladora.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"El instructor de Falange Mistrol pegó setenta y dos bofetadas al niño Antonio Sánchez. Esto ocurrio en 1948, en el "Hogar" General Mola (Calle General Mola, 82, Madrid). Antonio Sánchez tenía siete años y se meó de la paliza."

La lectura de Todo Paracuellos es obligada para quienes defienden a la infancia. Gracias por tu sensibilidad con el sufrimiento de los inocentes.