Que se sale, el Yonatan está que se sale de contento desde que se ha comprado su Seat León de color amarillo canario y lo ha tuneado molón molón, con un equipo de altavoces que hace que el coche vibre y sus luces azules y blancas repartidas por el suelo, los asientos, el techo, el volante, el salpicadero, la palanca de cambios y el maletero. Le duelen hasta las meninges de pensar cómo lo van a flipar Er Pelusa y la Jeni y la Vane, que se van a mear en las bragas al ver la virguería de coche que se ha mercado: envidia es lo que le van a tener todos cuando lo vean aparecer por el botellón de la feria con su coche brillando como un platillo volante, con las zapatillas Nike con muelles que se ha comprado a juego con el coche, con su medallón con la cara del Ché Guevara —«¿quién coño será el Ché Guevara éste?», se pregunta el Yonatan cada día— y con el tatuaje que se ha hecho con la cara de su perro bugdoll, que se parece un poco a su tía Frasca, todo hay que decirlo. Sólo una pena tiene el pobre Yonatan, y es que el Ayuntamiento le ha tomado manía y no lo deja entrar con su coche en el ferial, con lo bien que quedaría él paseándose entre las casetas y enseñándole lo que es buena música, como esa tan fina que le gusta a él de La Húngara y Decai y el reggaeton y un poco de chunda chunda, que toda la música buena tiene que ser escuchada, claro, y no esa mierda de Siempre Así o El Canto del Loco que ponen los pijoteros en las casetas, que es que no hay quien entre allí porque se le pone a uno el cuerpo malo. Pero bueno, esa pena le dura hasta que llega a la Fuente del León y oye un «ohhhh» de admiración que le pone un nudo en la garganta al comprobar la envidia que le tienen todos: en ese momento a él le da lo mismo subir al ferial o no, y abre el maletero y saca su bebidas psicodélicas y le da tres vueltas de rosca al botón del volumen, hasta que comprueba que las vibraciones de la música provocan grietas en el muro de campo de fútbol y que los padres se cagan en sus muertos cuando les despierta a los chiquillos que dormían en el carricoche.
(IDEAL, 2 de octubre de 2011)
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