viernes, 7 de octubre de 2011

TAUROMAQUIAS





En pocas facetas de la vida española como en el mundo de los toros se pone de manifiesto, de manera tan clara y a la par tan retorcida, la vocación de cinismo. Durante los meses pasados, y antes de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña —más por inquina nacionalista a todo lo que suene a español que por amor a los animales—, taurinos de toda laña, desde figurones del toreo hasta simples aficionados, pasando por areneros, empresarios, ganaderos y demás, clamaban en defensa de “la fiesta” y exaltaban sus virtudes artísticas, ecológicas y antropológicas, amén de las económicas. Y sin embargo, lo acontecido en Úbeda durante el pasado fin de semana demuestra que los principales enemigos de la tauromaquia no son los nacionalistas catalanes, los defensores de los animales o esa inmensa y creciente mayoría de españoles que cada día más mira las corridas con absoluta indiferencia: los principales enemigos del toreo son los ganaderos que crían animales como esos que Salvador Domecq trajo a Úbeda, los principales enemigos del toreo son los toreros que exigen torear esos cerdos engordados con cuernos afeitados hasta las cachas, y las autoridades que consiente y los públicos que pagan por asistir a esas estafas continuadas en que se han convertido las corridas de toros. Los enemigos de la tauromaquia estaban reunidos el domingo por la mañana en las oficinas de la Plaza de Toros de Úbeda, el empresario que no paga y los apoderados sin escrúpulos de toreros de tres al cuarto que sólo en una época de absoluta degeneración taurina pueden pasar por figuras, y pienso sobre todo en este torero artificial y de diseño, huero, que es Cayetano.

Toda esta gentuza es la que está vaciando las plazas, la que hace imposible que cuaje en las nuevas generaciones la más mínima afición por un espectáculo que una vez ha sido privado de la emoción y del riesgo, de la certeza de que el torero se juega la vida, se convierte en un acto cruel y sanguinario porque al toro —sin bravura, sin fuerza, sin casta, casi drogado, sin acometividad, con los pitones afeitados— se le priva de cualquier opción seria de defender su vida tal y como sucedía en el viejo ritual, poético y trágico, de la tauromaquia. Y es que en la tauromaquia antigua había un halo de misterio denso, de elevación lírica, de tensión dramática conseguida por la presencia real y persistente de la muerte en el escenario del ruedo, que ha desparecido porque toreros, ganaderos, empresarios y demás vampiros relacionados con el mundo del toro lo han degenerado todo. Es sintomático que la máxima figura del toreo postmoderno, actual, sea Enrique Ponce, un torero que pese a llevar miles de corridas encima apenas tiene cosidas un par de cornadas en su carne: ¿qué épica, que lírica, cabe en ese toreo en el que la muerte no existe como actriz principal de la tragedia? ¿Tragedia? ¿Acaso el toreo no ha acabado convertido en comedia y de las malas? Digno sería que los taurinos, o sea, todos esos que comen y chupan de la fiesta, nos explicaran qué responsabilidad tienen los antitaurinos o los nacionalistas catalanes en que los toros se caigan, en que no embistan, en que haya desaparecido la suerte de varas, en que la corrida de toros sea uno de los espectáculos más aburridos a los que hoy se puede asistir. ¿Cómo podrán echar exculpar su responsabilidad única y exclusiva en todos esos males que vive la fiesta? Los antitaurinos, lo único que han hecho es aprovechar lo causado por los taurinos, las plazas vacías, para hacer que crezca como la espuma el desprecio por la tauromaquia.

Un amigo se preguntaba, esta Feria, por qué la gente va al teatro y no a los toros. Es fácil: uno sabe que El Brujo o Luis Merlo harán lo mismo en Madrid que en Úbeda, y eso es respetar al público. Por el contrario, en los toros se tiene la certeza de que en Madrid se hace una cosa y se torean unos toros y en Úbeda otros, y eso es despreciar y orinarse en los derechos de la gente, porque los euros de Madrid y los de Úbeda valen lo mismo.

(IDEAL, 6 de octubre de 2011)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no eres mas tonto porque no puedes.

ftz dijo...

Está claro que hay que respetar la opinión de todos los que desean comentar lo que se escribe en un blog, pero los cobardes que se esconden detrás del anonimato no merecen la perdida de tiempo que requiere leer sus "brillantes ideas". Yo también las he sufrido y siempre me asalta la idea de eliminarlas pero cierto pudor me impide hacerlo.
Un saludo