martes, 25 de marzo de 2008

VIVENCIAS DE SEMANA SANTA



Estoy convencido de que esta ha sido una de las Semanas Santas que he vivido con más emociones, quizá porque al escribir la Exaltación reflexioné mucho sobre lo que la Semana Santa significa para mí. Y eso me ha permitido vivirla de una manera más intensa.

Sobre todo el Viernes Santo tuve esos sentimientos a flor de piel. Sin duda ayudó mucho la experiencia mágica de la madrugada, cuando la Sentencia llega a Santa Clara y luego, al verla subir. Nunca olvidaré la emoción intensísima de la “levantá” en honor de El Viejo delante de La Trinidad y la música y el silencio… Creo que todo eso me predispuso para lo que vino después. Porque después fue recuperar algo que llevaba perdido muchos años: poder volver a las filas de los penitentes de Jesús Nazareno, al final del guión, con mi varal, liberado ya de obligaciones directivas, saboreando, sintiendo todo lo que el amanecer convoca en mis vivencias de ubetense y de hermano de Jesús. Y fue ver a Manolo Rus en su experiencia recién estrenada de vestirse la túnica morada. Y fue luego el Señor de la Caída, majestuoso, impresionante, como en aquellos Viernes Santos de mi niñez. Y fue, ya a la tarde, bajar solitario, con mis solos pensamientos, hacia San Millán, en una tarde preñada de otros siglos. ¿Hemos pensado alguna vez en que el aire parece henchido de un no se qué raro, extraño, muy antiguo, en la tarde del Viernes Santo? Y fue sentir la humedad en los ojos cuando salió la Virgen de la Soledad con el costal solitario de Paco Vargas (¿por qué se ha suprimido el “Stabat Mater” justo después de la Marcha Real? ¿por qué no se deja de tocar el himno nacional y se toca directamente esa maravilla que es el “Stabat Mater”?). Y fue haber subido La Merced corriendo, por primera vez, detrás de la Virgen, con María Luisa, con Rocío, con Pepe Navarrete, con mi hermano Jose, con Miguel Pasquau… Y fue poder volver a ver la Procesión General, en su lento, monótono paso de hermandades. Y fue volver a bajar a San Millán, en el silencio de la madrugada, para ver como es posible que el pasado vuelva y se haga presente cuando los hermanos de la Soledad van a encerrar a su Virgen en San Millán…

No sé, pero esta Semana Santa he vivido muchas cosas, muchas emociones. A lo mejor es que me voy haciendo viejo y tengo la emoción en la punta de la piel.

No sé, no sé. Pero por todo esto merece la pena que resistan por unos días en este Cuaderno las vivencias de Semana Santa, que no hay fiesta sin octava…

4 comentarios:

Antonio M. Medina Gómez dijo...

Así es nuestra Semana Santa, Manolo, un hervidero de sentimientos a flor de piel. Una oración continua y un saber que estamos formando parte de la historia que contarán en un futuro.

Un abrazo, Manuel.

Alfonso Donoso Barella dijo...

¿Sabes una cosa Manolo?
Pasan los días de Semana Santa y son muchas las vivencias, las experiencias, los sentimientos.... pero en mi caso casi ni los saboreo, es la posterior reflexión, es la vivencia íntima que en mi soledad hago, es la mirada al que siente esta celebración la que me encharca los ojos, la que me hace vivir la plenitud del Tríduo Pascual.

Eres una de esas personas que sabes expresar con una especial sensibilidad tu vivencia, y esa que tú transmites me emociona hasta el punto de ser yo quien me sitúo en tu lugar, de vivir lo que transmites. Gracias porque nadie como tú es capaz de transportarnos en el mágico mundo de las sensaciones hasta revivir momentos tan íntimos como los que comentas. Me alegra mucho, mucho que te gustara la intimidad y recogimiento de la Estación de Penitencia de la Sentencia y me emocionó igual que a ti la dedicatoria al viejo. En ella, tú lo sabes bien, hubo más de un pensamiento.
En fin, este, tu blog merece y mucho la pena ser leído con detenimiento para poder ir contando los días que faltan para vover a proclamar la oración a Cristo sufriente y resucitado en nuestra amada ciudad.

Un fortísimo abrazo para ti y otro para mi "Magüi".

Manuel Madrid Delgado dijo...

Alfonsito, podéis tener por seguro que desde este yo no falto a lo de la Estación de Penitencia y a subir luego con vosotros hasta la Trinidad. Algo íntimo, recogido, silencioso, que llega muy hondo. Nada que ver con las bandadas de chiquillos desquiciados por la LOGSE que se congregan en vuestra salida. De verdad me emocionó mucho: puede dar fe el Bollo, al que le puse la cabeza como un tambor todo el Viernes Santo. Eso, por no contarte lo que era verme vestido de Jesús con el rosco en la mano y contando maravillas de la Sentencia. Creo que alguno me hubiera partido el varal en la cabeza.
Un abrazo y un beso para tus tres mujeres.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Antonio, habrá que buscar al autor de la foto y darle las gracias, ¿no? :-)