Hay grandes nombres en la Semana Santa de Úbeda: imagineros, presidentes, músicos, poetas. Luego están los nombres anónimos de hombres y mujeres que a lo largo de treinta generaciones se han desvivido por su Semana Santa: es necesario mirar hacia los nombres pequeños, hacia esas personas insignificantes que ligaron su vida a la de las cofradías. Eso ocurre con José Soriano Carmona, popularmente conocido como “El Loro”.
Porque Pepe “El Loro” se recorre las calles de Úbeda cargado con sus bolsas durante todo el año. Pero cuando pasa el día de Reyes y comienzan los cultos de las cofradías, entonces es cuando de verdad Pepe está en su salsa. ¿Cuándo empieza la Semana Santa de Úbeda? ¡Pues cuando Pepe “El Loro” comienza a pegar los carteles de la Novena y la Fiesta de Jesús! Carteles a los que luego siguen los de la Santa Cena, la Soledad y un largo etcétera de cultos, jornadas y actos cofrades... Pepe pone –bueno, a veces esto un decir– muchos carteles a lo largo del año, pero ningunos con tanto gusto como los de las cofradías. Y no porque el pago a su trabajillo sea una invitación para ir “de gorra” a la comida de hermandad, no: lo hace porque para Pepe la Semana Santa lo es todo.
Nació en febrero de 1954 y cuando tenía catorce o quince años su madre lo hizo hermano de Jesús en cumplimiento de una promesa. Todavía recuerdo una vieja revista de la cofradía morada que, en su sección de Pasatiempos, preguntaba cuántos roscos de Jesús se comía “El Loro” en la madrugada del Viernes Santo. Yo entonces no sabía quién era Pepe, pero la solución a la pregunta decía que se comía ¡catorce roscos!
Mi primer recuerdo de “El Loro” es el de una tarde Viernes Santo. Diluviaba. Y Pepe esperaba pacientemente, vestido con la túnica de Jesús, a ver si se formaba el guión para salir en la Procesión General. El agua, mientras, rebosaba las tulipas de su varal. Luego he conocido a Pepe. Es un hombre esencialmente bueno, con esa sencillez de los que en el fondo de su alma siguen siendo niños. También es un poco pícaro, pero arregla el desaguisado que haya podido cometer con una sonrisa tunante. Sus ojos miran la Semana Santa con la misma mirada, con la misma ilusión que tienen los ojos de los niños. Y cuando baja al Ayuntamiento ya próximos estos días grandes sonríe siempre, impaciente. Y si uno se lo pide hasta es capaz de tararear una marcha de las de toda la vida al compás que marcan sus dedos. Por supuesto sigue vistiéndose de Jesús y sigue dando buena cuenta de unos cuantos roscos. Pero ya son algunos menos, que un rato antes ha estado comiendo hornazos al terminar la procesión del Cristo de la Buena Muerte, en la que también sale y bien contento que está de ello.
¿Veis? Pepe “El Loro” es pequeño, pero su nombre está ya junto al de los grandes nombres. Porque él ejemplifica la sencilla y hermosa intrahistoria de nuestra Semana Santa, que tal vez sea su única verdad.
Porque Pepe “El Loro” se recorre las calles de Úbeda cargado con sus bolsas durante todo el año. Pero cuando pasa el día de Reyes y comienzan los cultos de las cofradías, entonces es cuando de verdad Pepe está en su salsa. ¿Cuándo empieza la Semana Santa de Úbeda? ¡Pues cuando Pepe “El Loro” comienza a pegar los carteles de la Novena y la Fiesta de Jesús! Carteles a los que luego siguen los de la Santa Cena, la Soledad y un largo etcétera de cultos, jornadas y actos cofrades... Pepe pone –bueno, a veces esto un decir– muchos carteles a lo largo del año, pero ningunos con tanto gusto como los de las cofradías. Y no porque el pago a su trabajillo sea una invitación para ir “de gorra” a la comida de hermandad, no: lo hace porque para Pepe la Semana Santa lo es todo.
Nació en febrero de 1954 y cuando tenía catorce o quince años su madre lo hizo hermano de Jesús en cumplimiento de una promesa. Todavía recuerdo una vieja revista de la cofradía morada que, en su sección de Pasatiempos, preguntaba cuántos roscos de Jesús se comía “El Loro” en la madrugada del Viernes Santo. Yo entonces no sabía quién era Pepe, pero la solución a la pregunta decía que se comía ¡catorce roscos!
Mi primer recuerdo de “El Loro” es el de una tarde Viernes Santo. Diluviaba. Y Pepe esperaba pacientemente, vestido con la túnica de Jesús, a ver si se formaba el guión para salir en la Procesión General. El agua, mientras, rebosaba las tulipas de su varal. Luego he conocido a Pepe. Es un hombre esencialmente bueno, con esa sencillez de los que en el fondo de su alma siguen siendo niños. También es un poco pícaro, pero arregla el desaguisado que haya podido cometer con una sonrisa tunante. Sus ojos miran la Semana Santa con la misma mirada, con la misma ilusión que tienen los ojos de los niños. Y cuando baja al Ayuntamiento ya próximos estos días grandes sonríe siempre, impaciente. Y si uno se lo pide hasta es capaz de tararear una marcha de las de toda la vida al compás que marcan sus dedos. Por supuesto sigue vistiéndose de Jesús y sigue dando buena cuenta de unos cuantos roscos. Pero ya son algunos menos, que un rato antes ha estado comiendo hornazos al terminar la procesión del Cristo de la Buena Muerte, en la que también sale y bien contento que está de ello.
¿Veis? Pepe “El Loro” es pequeño, pero su nombre está ya junto al de los grandes nombres. Porque él ejemplifica la sencilla y hermosa intrahistoria de nuestra Semana Santa, que tal vez sea su única verdad.
(Publicado en Diario IDEAL el 19 de marzo de 2008, Miércoles Santo)
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