martes, 30 de diciembre de 2008

MÍNIMAS POLÍTICAS (VI)



XVI. Las clases medias no miran la política con los ojos del corazón, sino con el ojo por el que rebosan los intestinos. La libertad, la solidaridad con los que menos tienen, la educación pública... nada de eso importa realmente a los votantes del llamado centro político. Piensan, únicamente, en llenar la panza. O el bolsillo. Caiga quién caiga.

XVII. Un votante de la clase media puede, perfectamente, ir a una manifestación contra la guerra y votar luego al gobierno que a ella condujo. Lo mismo que puede ir a un misa en la que el cura clama en defensa de la familia y luego despide a la dependienta de su comercio cuando se queda embarazada. Para esa persona la manifestación o la misa son sólo un trozo de papel higiénico moral con el que limpiar su conciencia. Lo que importa, en todo caso, es tener siempre llenos los intestinos.

XVIII. El ciudadano de clase media es esencialmente amoral. No quiere compromisos de ningún tipo, pero busca complicidades que le limpien la conciencia. Vota con el bolsillo, pero intenta convencerse de que está obligado a ello porque los políticos no le permiten votar con el corazón. Ahora, que no surja un político para el corazón o la cabeza, porque se ganará el desprecio de toda la clase media. El lema de estos millones de personas es, siempre: lejos de nosotros lo que invite al compromiso moral.

lunes, 29 de diciembre de 2008

CUENTO DE NAVIDAD





Paulino es un progre –palestino al cuello, ávido lector de Suso de Toro y fans de Ramoncín– que escribe para decirme que vivo acomplejado. No sé cómo pero se ha enterado de que, de niños, cada Navidad montábamos un belén de considerable tamaño y en Nochebuena poníamos en la cuna al Niño Jesús; los Reyes Magos se situaban en el lugar más alejado del portal para, moviéndolos un poco cada día, hacerlos llegar delante del Niño la mañana del 6 de enero. Pero recientes estudios de la progresía demuestran que todo aquel ritual delicado era consecuencia de una tara moral que se supone tengo que superar a mis treinta y tantos años. Paulino se ofrece como guía de mi conversión a la modernidad y me invita a olvidar las ñoñerías cristianas y sentimentales y yo, amablemente, le respondo que me deje estar que bien sé lo que me hago.

Y no sé si me deja estar, pero sigue a lo suyo, Paulino.

Yo, qué quieren que les diga, envidio a las personas como Paulino que viven en permanente estado gaseoso y vigilante para salvar a la humanidad de sus problemas más problemáticos. Cada día me llegan noticias del batallar de Paulino: ayer, mientras compraba en la carnicería de mi primo Andrés un suculento faisán salvaje y un ternísimo cordero de dos semanas, les explicó a los presentes que ha formado una plataforma para que se quiten las cruces de las escuelas, se corten los badajos de las campanas, se prohiban las procesiones de las cofradías fuera de los templos y se evite que los niños se vistan de San José o de pastorcico en las fiestas de Navidad. “Hay que liberar a los niños y niñas del oscurantismo católico”, dicen que decía. “Hay que evitar que se ofendan los sentimientos religiosos de las niñas musulmanas que acuden a la escuela con su liberador velo, pobrecillas humilladas por los que se disfrazan de penitente el Jueves Santo”, cuentan que clamaba. Y es que Paulino sabe descubrir los verdaderos dramas de la humanidad y pone luces de sabiduría donde la tradición hispana lleva siglos poniendo sombras.

No piensen que Paulino ha adquirido esta viva conciencia por revelación divina, en la que no cree: lo suyo es resultado de sesudos estudios que realiza en su retiro marino durante las vacaciones de Semana Santa o el puente de Todos los Santos. Pero como tiene vocación pontifical –de pontífice laico, eso sí– el otro día logró poner de los nervios al que oía su discurso. Compraba una moto para su hija –una muchacha resuelta y liberada– como regalo de Reyes y despotricaba contra capitalistas y misas del Gallo. Cuentan que el pacífico ciudadano que lo padecía no se pudo aguantar: “Ya está bien de cargar contra las emociones religiosas y familiares de la Navidad mientras se participa de este pastiche consumista. No nos dé más lecciones, hombre de Dios, que bastante tenemos con tirar palante con nuestra vida a cuestas.” Y huyó Paulino con su paradoja de progre sobre los hombros, renegando… “Pedazo de beato, cacho acomplejao”.

(Última hora: los Reyes Magos traen carbón –ecológico, por supuesto– para Paulino, por pelma. Pobre Paulino…)

domingo, 28 de diciembre de 2008

MÍNIMAS UBEDÍES (V)



XIII. Pollos Alameda: olor infernal que levanta estómagos cada vez que hay que ir al hospital. Problema heredado de corporación en corporación y todas incapaces de darle solución. Es de suponer que están esperando para arreglar el problema a que la empresa se traslade de ciudad. Aquí, nos las gastamos así.

XIV. ¿Se imaginan la alegría que habrán sentido los vecinos de los pisos y la barriada de casas situada frente a Pollos Alameda cuando hayan recibido la notificación del IBI? Impuesto de lujo para aromas parisienes. Alegría similar a la de estos vecinos sentirán los currantes de Alameda cuando la empresa les notifique se va de Úbeda. Que acabará pasando: son ya muchos años mareando la perdiz para buscar una solución. Ni el que mejor sepa gasta inocentadas es capaz de hacer una tan redonda como ésta.

XV. Tema de reflexión: ¿qué ha ocurrido en esta ciudad para que los mecanismos democráticos de elección de la elite hayan producido en Úbeda un empeoramiento generalizado de esa elite social y política? Los años 50 y 60 son los años de una generación extraordinaria: se puede estar en desacuerdo con ellos, pero no se puede negar su valía. Incluso en los 70 y la primera mitad de los 80 es posible rastrear la excelencia en la elite de la ciudad. Pero los años 90 y la década presente son el espejo de la medianía encumbrada al poder: no sé si se puede estar de acuerdo con esta elite, pero no se puede negar su nulidad.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

ES NOCHEBUENA






No sé porqué, pero esta tarde de la Nochebuena levanta siempre en mí como una congoja, porque parece que todas las derrotas de la vida acuden a este instante en que la noche va ganando espacio: ya sabéis, “la Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más.” Tal vez sea esa sensación de que nos vamos yendo a cada instante, esa emoción de sentirnos ligados a todos nuestros muertos, que antes de nosotros celebraron esta misma noche, con emociones parecidas a las nuestras, con temblores de piel similares a estos que siento yo ahora. Tal vez sea eso lo que cada año acude a mí en esta tarde de la Nochebuena y en las horas de esa noche mágica en que vuelve a visitarme el que he sido muchos años antes: en Nochebuena comprendemos que cualquiera tiempo pasado fue mejor, porque toda la felicidad está a nuestras espaldas, porque fue ayer cuando poníamos con nuestros hermanos al Niño Jesús en la cuna cuando se cumplían las doce, porque era ayer cuando con mi hermano Jose iba a la misa del Gallo en San Pablo, porque ya es pasado el tiempo en que cenaba con mis padres con lo mucho o lo poco que hubieran traído las circunstancias de la vida, porque siempre es pasado el tiempo en el que sonreímos y en el que pudimos ser felices. Cualquiera tiempo pasado... Y es eso lo que nos recuerda el “ritornelo” de la Nochebuena, que nos vamos, que todo pasa, que pasamos nosotros, que somos las piezas negras que se mueven sobre los escaques y que partimos con desventaja, siempre con desventaja frente al tiempo de la fichas blancas, y que van cayendo una a una las fichas de nuestras ilusiones y de nuestros sueños y de nuestras esperanzas, y que al final de la partida, en una Nochebuena cualquiera, queda tan sólo el rey sin posibilidad de enrocarse en los recuerdos, asediado, a punto del jaque definitivo y viendo pasar por delante de él aquellas noches de Navidad en que en torno al brasero mi yo se sintió crecer, se expandió, se abrió para ganar horizontes de la vida que luego resultaron ser mentira, feliz, con esa felicidad que hoy recuerdo y añoro.

No sé, ya os digo, pero esta tarde levanta en mí como una tristeza, como una nostalgia y me acuerdo del que fui y ya nunca seré, del que tuvo sueños y ya no los tiene, del que tuvo anhelos y ya ha descubierto que todo es vano en la vida y que todo es mentira. Y cuando siento que todas las partidas están perdidas, que está perdida esta partida de la vida y que ya no me quedan peones ni alfiles ni caballos con los que salvar un puñado de ilusiones para el rey de mi futuro, aún tengo la punzada en el costado que me obliga a buscar entre los escombros de mi existencia para juntar cascotes y pegarlos con la argamasa de una precaria felicidad: no por mí, sino por Manuel, para que pueda construir todos los sueños a los que yo he tenido que ir renunciando circunstancia a circunstancia, hasta quedar en esta desnudez de la ilusión en que hoy vivo.

Es Nochebuena, ya ha venido la Nochebuena, ya nos hemos ido nosotros un poco más, un año más, un día más. Y quiero hoy acordarme de todos aquellos a los que quise –a los que quiero– y ya no están conmigo y que me enseñaron una parte de lo mejor que soy: mi abuela Juana, mi abuelo Juan, El Viejo, Manolo Molina... Y quiero acordarme y poder desearles lo mejor a mis padres –ese viento que siempre empuja las velas– y a mis hermanos, con los que tantos ratos felices he compartido. Y a mi abuela Isabel y a mis tías María y Antonia y Guadalupe y todos mis otros familiares. Y quiero mandarles lo mejor para estos días a Pepe y Maria, a Alfonso y María del Mar, a Pepe y Rocío, a Juan y Lucía, a Paco y Mariem, a Piluca y al Parri, a Manolo y Mariló, a Alberto y Susana, a Pepe, a Fernan, a Ramón, a Lázaro, a Nani, a Juan Ángel, a Ana, a Leo, a Tere, y a Carmen y María del Mar y a Gloria, y a todos los que nunca serán políticos ni banqueros, y a los que son empresarios y nos despiden a sus trabajadores ahora que aprieta el viento de la crisis, y todos los que visitan este Camino y muy especialmente a los que por él caminan desde las tierras hermanas de Hispanoamérica y a mis amigas de Castilla. Y sobre todo me gustaría poder besar a mi mujer y al hijo que lleva en su vientre y que cada día se hace notar más, como si quisiera ser partícipe de estas emociones mías de la tarde de Nochebuena.

A todos los que quiero y a todos los que me quieren, a todos, con todo el corazón y con toda la tristeza de este día feliz, FELIZ NAVIDAD. Pese a las tristezas que aventa sobre el alma la Nochebuena, ese deseo hermoso de que un Dios pueda nacer en el corazón de los hombres de buena voluntad para que sea posible la felicidad. Sólo eso.

martes, 23 de diciembre de 2008

MÍNIMAS POLÍTICAS (V)



XIII. La gente no elige al mejor político, sino al que, teniendo menos escrúpulos, controla más medios de comunicación. Y cuanto más amarillos sean esos medios, más poder llegará a alcanzar el político: a la gente le gusta que la masturben con morbosidades y exageraciones.

XIV. Serie “Lecciones del pasado”. Capítulo I: El trío de las Azores. ¿Cómo puede perder el poder un político servil con la potencia más poderosa? A la gente le gusta sentir que su país es importante. Por eso, en cuanto se tiene el poder, la veleta de la casa se atornilla en dirección a la costa de los huracanes. En estando con los grandes, que diría el castizo, la dignidad importa poco: lo hemos visto con el tema de la silla en la cumbre de Washington.

XV. Ni el corazón ni la cabeza meten papeletas en las urnas. Son las tripas las que votan. Y las tripas se guían por el olfato, que a su vez se rige por la dirección del viento: ya sabemos, unas veces para acá, otras para allá, pero siempre sin lógica y sin razón, siempre guiado por el capricho. Al menos son así los vientos que soplan por la tierra árida de Iberia.

lunes, 22 de diciembre de 2008

CRÓNICA VERDADERA DE LOS PADECIMIENTOS DE SANTA MARÍA



Hay personas que dedican gran parte de su vida y de sus energías a un tema. Eso le ha ocurrido a Antonio Almagro con Santa María: su estudio de la que fuera Colegiata de la ciudad es imprescindible para conocer su historia y su triste realidad presente. Cosa distinta es que tantos años de esfuerzo den fruto: durante mucho tiempo Almagro ha clamado contra las barbaridades cometidas en Santa María, pero la suya era una voz perdida en el desierto. Sin embargo, algo comienza a cambiar.

Durante la pasada primavera, y dentro de un interesante programa de actividades planificado por el Museo Arqueológico, Antonio Almagro ha dirigido un par de visitas guiadas a Santa María. La asistencia fue masiva y los presentes no salieron defraudados: y no sólo porque el sabio profesor de Historia del Arte alumbrase sobre misterios de Santa María hasta ahora velados a la mayoría de los ubetenses, sino porque tuvo el coraje cívico y cultural de decir de viva voz aquello que no ha dudado en decir por escrito. Y es que Antonio Almagro repitió una vez más algo que comienza a calar en algunos ciudadanos: que las obras que la Junta de Andalucía ha ejecutado contra la iglesia mayor de Úbeda son una chapuza de dimensiones desconocidas.

Santa María se cerró en julio de 1983, pero no tan herméticamente como algunos hubieran querido: por eso han sido muchos los ubetenses que han asistido impasibles a la destrucción del templo. La tarea que el arquitecto Isicio Ruiz de Albusac –cuya labor destructora de nuestra riqueza monumental es comparable a las barbaries cometidas en 1836, 1936 o en las décadas de los cincuenta y sesenta– acometió contra el patrimonio artístico e histórico de Santa María fue realizada ante los ojos de los que quisieron mirar. ¿ Acaso no vieron los cofrades, durante la Semana Santa de 1987 ó 1988, cómo se derribaban las bóvedas del siglo XVIII, y cómo los camiones machacaban las lápidas sepulcrales, y cómo se mutilaban las rejas? ¿Y acaso no se levantó sin ningún pudor una cubierta de hormigón que a punto estuvo de convertir Santa María en un montón de ruinas? Como fueron muchos los que vieron, muchos fueron los que callaron y consintieron el atentado que las autoridades autonómicas bendecían y pagaban. Ahora podemos escandalizarnos del resultado de veinticinco años de vejaciones contra Santa María, pero antes tenemos que asumir la culpa que colectivamente arrastramos por nuestra dejadez y nuestra apatía.

Cometido su crimen contra Santa María, debió encontrar el dichoso Ruiz de Albusac otra canonjía autonómica de más postín y mejor pagada. Y gracias a Dios abandonó unas obras que quedaron sin amo hasta que llegó Enrique Venegas. Es cierto que el arquitecto sevillano salvó la estructura del templo, pero acabó con su alma y se inventó una iglesia nueva. Antonio Almagro lo ha dicho para todo el que ha querido escucharlo: cuando dentro de un buen puñado de años se abra Santa María, el templo que veremos poco se parecerá al que se cerró en 1983. Lo peor será que habrá muchos ubetenses encantados con el templo inventado por Venegas.

Hay un síntoma preocupante en nuestra ciudad. Preocupante porque afecta directamente a la conservación del patrimonio artístico. Ese síntoma es el amor que a diestro y siniestro se viene manifestando por la piedra de sillarejo. Se pica el blanco de las fachadas y se deja a la vista una piedra tosca e irregular que nunca se pensó para ser vista, y son cientos los ubetenses que se maravillan ante la chapuza. El síntoma indica que se instala entre nosotros una enfermedad terrible: la de la estupidez.

La estupidez explica en parte lo ocurrido con Santa María. Y es que mientras Antonio Almagro denunciaba el sinsentido de picar las blancas paredes de la Colegiata –a la vista está el resultado: una iglesia opaca, siniestra, sin riqueza cromática–, eran muchos los que entraban a Santa María y contaban maravillas de los paredones de piedra. Decía alguien que Santa María parece, en su nueva oscuridad, un cocherón destartalado y lo miraban de arriba abajo. Clamaba Antonio Almagro contra la aberración de inventarse un artesonado “mudéjar” en lugar de rehacer unas bóvedas parecidas a las destruidas por Ruiz de Albusac, y los reinventores de los pasados que nunca han existido lo tachaban de raro o de loco. Calificaba de “galería de los horrores” las capillas restauradas por la Junta con raciones de mármoles de saldo, y los marujones de la cultura local se asombraban por su falta de sensibilidad artística ante el esfuerzo faraónico de la Consejería.

Ahora, sin embargo, parece que la voz de Antonio Almagro comienza a calar entre los ubetenses, como una medicina necesaria para intentar remediar lo poco que resulta remediable en Santa María. Todos hemos asumido que la Junta no retirará un artesonado feo y sin sentido histórico, porque en él se ha dilapidado un millón largo de euros. Pero cuando el pasado 5 de julio un pequeño grupo de ciudadanos –valientes ciudadanos que no se resignan a vivir en la tradicional cobardía ubetense– se congregaban ante la maltrecha puerta de la Consolada para encender velas de luto por el XXV Cumpleaños de la Destrucción de Santa María, pudimos ver que la semilla lanzada por Antonio Almagro no ha caído sobre el pedregal. Al menos no toda: una de las reivindicaciones de aquel grupo de ciudadanos fue que vuelva a blanquearse el interior de Santa María. (Por cierto: ¿cuándo Enrique Venegas se inventó una Santa María “mudéjar” no era consciente de que todas las iglesias mudéjares están blanqueadas, entre otras cosas para que el blanco resalte el artesonado de madera? Si no lo sabe, debería darse una vuelta por el Albaicín o por nuestro ruinoso Santo Domingo).

Han sido necesarios veinticinco años de pasividad, muchos cientos de millones de pesetas dilapidados en unas obras sin medida ni control y varias reflexiones de Antonio Almagro, para que un pequeño grupo de ubetenses se tope de bruces contra la triste realidad de una Santa María que se abrirá no sabemos cuándo aunque sí sabemos cómo. Y es que el día que podamos volver a entrar en Santa María nos encontraremos un claustro achicharrado por el sol, sin las sombras de su viejo ciprés; una iglesia lúgubre, triste, apagada, en la que no se distinguen las bellas portadas de las capillas sobre los paredones de piedra sin tallar; unas capillas que parecen cuartos de baño de coloridos mármoles; una capilla de Jesús con un baldaquino irremediablemente dañado… Lo que no verán los ubetenses es la reja de madera de la capilla del canónigo Magaña, ni los escudos centenarios de los obispos que engrandecieron el templo, ni las lápidas de canónigos y obispos que en Santa María descansaron durante siglos, ni las losas de piedra que hoy deben adornar algún chalet junto a la playa, ni…

¿Cuánto durarán finalmente las obras de destrucción y reinvención de Santa María? No lo sabemos. Sólo sabemos que al final lo perdido será más que lo que nos devuelvan. Pero no olvidemos que a favor de los destructores e inventores ha jugado nuestro silencio. Nuestro cómplice silencio.

(Publicado en IBIUT núm. 159, diciembre 2008)

domingo, 21 de diciembre de 2008

MÍNIMAS UBEDÍES (IV)



X. Ideas para gastar, si somos capaces, los cientos de millones de pesetas que el Gobierno de Madrid manda como maná para los ayuntamientos: construcción de un nuevo gimnasio municipal y un nuevo centro de servicios sociales, que permita ampliar en esas dependencias el colegio de las Explanadas; construcción de una caseta municipal en el Recinto Ferial, y de una caseta de la juventud; intervención generalizada en el Recinto Ferial (alcantarillado, fuentes, iluminación); intervención integral en las iglesias de Santo Domingo, San Pedro, San Lorenzo, San Bartolomé y Madre de Dios y en el convento de San Francisco, antes de que todas ellas sean un montón de escombros; finalización del Parque Norte; ampliación de la Biblioteca Municipal en el patio lateral del Hospital de Santiago y construcción de dependencias de la Biblioteca en la zona norte; intervención en la muralla de la Redonda de Miradores, Huerto del Carmen y calle Cava; retirada de asfalto y sustitución por adoquines en el centro histórico y la lonja del Hospital de Santiago; intervención en la torre del Hospital de Santiago realizando la misma chapuza que en la torre ya restaurada, de tal manera que el edificio deje de presentar ese aspecto cojo; intervención en los palacios de Anguís Medinilla y de la antigua residencia de la tercera edad y en las Antiguas Carnicerías, habilitándolos para dependencias municipales; construcción de un albergue municipal; conversión del Palacio del Blanquillo en un Museo Municipal; intervención urgentísima en el Palacio de los Orozco (con la posterior adopción de medidas contra los propietarios a que haya lugar); y un largo etcétera. Es lo que tiene el dinero: que hace soñar a los ciudadanos con ver sus pueblos mejorados. Mucho me temo que en Úbeda todo se quedará en eso, en un sueño. Como el de la Lotería de Navidad, y que esta cantinela de propuestas será como la de los niños de San Ildefonso: es la esperanza que pasa por delante de nuestras narices y que se esfuma, como siempre en Úbeda, como siempre por Navidad.

XI. ¿Tiene arreglo lo de Santa María? Para que se abra al culto todavía deben quedar tres o cuatro años, lo cual no está nada más después de tanto tiempo. Pero lo importante es saber si podrán recomponerse los desaguisados terribles que la Consejería de Cultura ha cometido contra la antigua Colegiata. Por ahora nadie responde a eso: andan todos muy felices porque ya se van a comenzar las obras.

XII. Para que se hagan una idea del tema de Santa María: después de veinticinco años que la Hermana Tornera ha descrito a la maravilla (rápida destrucción y lentísima reinvención) no han preparado lo necesario para la instalación eléctrica y de sonido. Se ve que como han corrido tanto, les ha faltado tiempo. O inteligencia.

viernes, 19 de diciembre de 2008

GUERRA AL SANTA



Todos conocemos la velocidad con que la luz se mueve por los espacios siderales. Y sin embargo hay algo que le gana: la estupidez, que se propaga a velocidades de vértigo a poco que se le pongan ganas y afán. Ganas y afán pone el sistema educativo español para difundir entre nuestros niños costumbres tan extrañas a estos lares como el famoso Jalogüen o el no menos famoso Papa Noel. Como las castañas asadas y el Don Juan y los cementerios son costumbres antiguas –y no hablemos de los Reyes Magos o los nacimientos con su musgo y su serrín–, pues las autoridades educativas acuden al rescate de los infantes hispanos y en las aulas en que debieran enseñarlos a leer y a escribir los disfrazan de muertos vivientes y brujas curujas o los ponen a colorear simpáticos renos de Laponia, según las fechas. Seguidamente los chinos –que tienen de tonto menos de lo que nos pensamos– se dedican a fabricar al por mayor disfraces tétricos o papasnoeles, que invaden las que en los buenos tiempos de la peseta fueron tiendas de “todo a cien” y ahora son de “todo a euro”. Y de las tiendas los papanoeles pasan a los balcones, que es a donde yo quería llegar –quería llegar a ese tema, digo, no a que me cuelguen de un balcón–.

Queda todavía una semana, día arriba día abajo, para la Navidad, pero nuestras calles ya llevan medio mes derrochando la luz que el ministro Sebastián nos cobra a precio de oro y, si comparten ustedes la desgracia de los que vivimos en el centro de Úbeda, ya habrán escuchado diez mil ochocientas veces los chirriantes villancicos del hilo musical instalado en las calles comerciales de su ciudad. Y este año más que el pasado pero menos que el que viene habrá decenas de balcones en los que cuelgue un muñecajo de trapos rojos: Santa Claus, alias Papa Noel. Es lo que se lleva, poner un Santa en nuestros balcones.

Todo lo anterior es sólo el preámbulo para la propuesta que hoy quiero formalizar con este artículo: la de crear un Grupo Guerrillero de Liberación de los Reyes Magos, que son víctimas predilectas de la ola de desprecio por las costumbres españolas que anega nuestras Navidades. Una vez formado el dicho Grupo tendríamos que releer las doctrinas de la guerra justa desde Tomás de Aquino hasta ahora, no sea que saliera algún progre y nos acusara de retrógrados violentos, o se cruzara en nuestro camino alguna asociación de comerciantes y nos señalara como aguafiestas del negocio navideño: hay que tener argumentos para demostrar que nuestra acción es justa y necesaria. Y luego ya sabemos: los más intrépidos y ágiles –tipo mi amigo Manolo Rus– a trepar por los balcones y arrancar a los invasores papanoeles para arrojarlos a una hoguera. Los menos intrépidos o francamente torpones –tipo yo– a apedrearlos desde las aceras hasta dejar sus ropas rojas hechas jirones, gritándole a las criaturas y criaturos destrozados por la ola de estupidez consumista que Santa Claus son los padres. Pues guerra al Santa… ¡y que vivan los Reyes Magos!

(Publicado en Diario IDEAL el día 18 de diciembre de 2008)

martes, 16 de diciembre de 2008

MÍNIMAS POLÍTICAS (IV)



X. El partido más rentable electoralmente es el que practica permanentemente la oposición, incluso en el gobierno. Lo que más gusta en política es ser oposición de la oposición, porque se practica la irresponsabilidad del que no gobierna desde las comodidades del que devora con el poder bajo su culo.

XI. Un partido que hace de la oposición pura y permanente el centro de su actuación política nunca será responsable de nada. Mientras no gobierne, el responsable será el gobierno; cuando gobierne, la responsable será la oposición o los que gobernaron antes, que suelen ser los de la oposicion. Podrá, así, cometer las más grandes barbaridades sin que la masa alcance a verlo como responsable de ello.

XII. Si la política es otra forma de guerra, los medios de comunicación son las divisiones acorazadas.

lunes, 15 de diciembre de 2008

LECCIONES GRIEGAS



Los disparos al aire y un joven muerto. La sangre corriendo por los adoquines que no guardan ya arenas de la playa. Los escaparates rotos. Los coches incendiados. El fuego que devora comercios y edificios oficiales. El humo que se eleva por sobre las ruinas de la Acrópolis. Los gritos roncos de los jóvenes sublevados. Las cargas policiales. Las banderas levantadas sobre el viento del Egeo. Un ataúd cubierto con flores blancas y azules. Un cansancio sin límites que explota en gargantas y en puños cerrados. El tiempo del caos y para el caos: un tiempo que se agota. O que ya no existe: un reloj roto, la voz imprecisa de los hartos de esperar su turno.

Grecia como imagen de nuestra era.

¿Qué está pasando en Grecia para que el asesinato de un joven a manos de la policía haya desatado esa ola de violencia ciega, esa rabia, ese quejido profundo como de tierra que cruje? Lo de Grecia nos puede pillar por sorpresa y tal vez sea sólo un anticipo, como la vuelta del fascismo a Italia: ¿se estarán rompiendo las costuras de la historia? Nos falta la perspectiva del tiempo para poder presenciar en toda su dimensión la tormentosa edad en que vivimos, pero es fácil hacer una aproximación: se agrieta el sistema que conocemos, se aventuran profecías oscuras entre las borrascas del horizonte. O, simplemente, vuelve el pasado. Con uniformes negros en las calles de Roma, con barricadas y fuego en las plazas de Atenas, con colas de indigentes en las calles de Úbeda. Son los estertores de una civilización cansada y descreída: no hay esperanza y es eso lo que dicen los jóvenes griegos. Mucho más próximos a nuestra propia juventud de lo que nos quieren hacer creer los triunfalistas mensajes de los políticos españoles: no somos la Europa del Norte, seguimos estando en las orillas de ese mar compungido y hermoso que es el Mediterráneo y nuestros hermanos siguen siendo –en las desilusiones y en las amarguras– los pueblos de Italia, de Grecia, de Serbia… Somos como ellos y si nuestra juventud no incendia calles y agita banderas es, simplemente, porque es la juventud más estúpida y aborregada de Europa. Mérito, sin duda, de un sistema educativo que ha destruido cualquier resorte moral, toda épica de la dignidad. Nuestros jóvenes no se parecen –ni en calidad de vida ni en salarios ni en posibilidades de emancipación– a los jóvenes suecos o alemanes. Su reflejo, su espejo, son los jóvenes vencidos de todas las batallas que sublevan las orillas griegas en una tormenta de dignidades condenadas al fracaso. Pero no quieren nuestros jóvenes reconocerse en la desesperanza: ellos prefieren la cómoda calidez de sus pretensiones, que son vanas y por eso estúpidas. (Aunque algo parece moverse en algunas universidades, para frenar el que puede ser atentado definitivo contra el sistema educativo español. Plan Bolonia se titula. “Futuro de la universidad española” lo llaman los lacayos de los poderosos. ¿Se está incubando el germen de un grito en los paraninfos españoles?)

No era posible en Grecia contener por más tiempo la indignación. Lo ha dicho el rector de la Universidad de Atenas: “Los jóvenes ya no nos creen. Nos respetan, o nos toleran, pero ya no nos creen. Les hemos hecho perder la esperanza en el sistema.” Es esa la cuestión: que los jóvenes griegos –¿los del resto de Europa sí?– no pueden seguir creyendo en un sistema que siembra resignaciones, que mutila anhelos, que priva de mañanas. Igual ocurre en España –busquen los últimos datos de la OCDE–, sólo que aquí falta la valentía del deseo mutilado. No hay esperanza, ni puede haberla. No pueden tejer banderas de esperanza ni los jóvenes griegos ni los españoles. ¿Qué esperanza hay en los salarios de risa que se pagan? ¿Qué esperanza en los precios de una vivienda que son un atraco? ¿Qué esperanza en el silencio de una casta política depravada éticamente que tolera abusos y sonríe cabronadas? ¿Qué esperanza hay cuando todo el futuro cabe en la pantalla de la play station? ¿Qué esperanza se tiene ante cada puerta que se cierra, ante la certeza de los años desperdiciados en estudios y formaciones que no sirven para nada? ¿Qué esperanza queda cuando para vivir con dignidad hay que apuntarse al exilio que busca salarios dignos en Inglaterra o Dinamarca? ¿Qué esperanza hay en vivir sin esperanza?

Los jóvenes griegos han estallado: la muerte de uno de los suyos –otro fracasado, otro desesperanzado, otro sin futuro– ha abierto la espita de la rabia, que se desborda. Como un torrente de llamas. Con un vendaval de insultos contra los políticos, los empresarios, contra los banqueros. Como un puñetazo contra el contubernio de todos los poderosos del sistema, esos ladrones de la felicidad. Los jóvenes griegos y la rabia: una rebelión informe, sin rostro y sin mordazas, que quiere dar nombres al odio, formas al resentimiento. “Destruimos porque nos engañaron”, parece ser el lema de esa juventud incendiada. ¿Cansados de la ausencia de soluciones a sus problemas? Sí, pero algo más: cansados de estar cansados. Necesitados de explotar y decir “somos, estamos en la historia”. Urgentes para pintar un fresco gris en este tiempo siniestro, antes de que el poder restablezca su imperio. Antes de que el poder –tan correcto, tan formal, tan alejado de la realidad de la gente que padece crisis y carestías y paro y empresarios vampiros– pegue en las esquinas sus pasquines de la moderación, sus llamamientos a lo contenido. Antes de que se impriman los lemas de la cohesión y la unidad y el orden y de los valores que de tan manoseados y violados ya no sirven para alumbrar caminos nuevos. Antes de eso, sí, antes tienen los jóvenes que bautizar con cenizas y cristales un tiempo que se agarrota sobre los almanaques.

“Les hemos hecho perder la esperanza”. ¿Hay crimen mayor? ¿Quedaba otra respuesta al “esperancicidio” que no fuera el cóctel molotov? Las democracias mediterráneas se han basado en la propaganda, en los 11 Principios de la Propaganda según Goebbels, en los mandamientos del discurso huero y machaconamente repetido que se resumen en uno solo: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad.” Así aspiran a sobrevivir nuestros sistemas políticos en la historia después de la historia: basándose en la palabrería vana, en el marketing, en los eslóganes. Sin mirar de frente la realidad y sus tinieblas.

Pero ahora los jóvenes griegos han colgado sobre las columnas del Partenón una pancarta, una respuesta, la última cita de la dignidad que ya no puede serlo de la esperanza, porque no existe: “no se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo”. Y a los jóvenes griegos ya no pueden seguir engañándolos. Han visto la verdad. Que tiene los ojos vaciados: se los sacaron los especuladores para comprar fondos de inversión. Por eso la rebelión griega avanza a ciegas: también los lazarillos de la verdad –los bachilleres de Atenas, los universitarios de Salónica– tienen los ojos vaciados. Pero quieren mirar el horizonte. Quieren ver: la imagen es patética –ciegos que guían los ciegos– pero no hay en Europa, ahora mismo, otro aguafuerte que se parezca más a la realidad que éste que alumbran las llamas sobre el mapa difícil de Grecia.

(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén y Almería, el día 13 de diciembre de 2008)

domingo, 14 de diciembre de 2008

MÍNIMAS UBEDÍES (III)



VII. El gran drama del servicio de aguas en nuestra ciudad no es quién lo gestione, porque seguramente la gestión es más eficaz en lo privado: lo terrible es que la empresa concesionaria del agua se ha arrogado derechos gansteriles con el consentimiento municipal. Un ejemplo: a una familia humilde con problemas para pagar una cuota de agua se le puede cortar este servicio fundamental, sin más.

VIII. Otra vez el agua. Imaginen que llega a la casa de una familia de jubilados que pasa un mal mes –supongan que acaban de pagar la contribución resultante del catastrazo– un recibo de la empresa de aguas por un total de 35 euros. Supongan que 12 euros se correspondan a basura y el resto a consumo de agua. Supongan que ese matrimonio que vive de una pensión tiene para pagar el agua pero no la basura y que con tal intención se personan en la empresa de aguas. Supongan que les dicen que tienen que pagar el recibo completo –y eso que la basura no es un servicio que preste la empresa concesionaria del servicio de aguas–, que no pueden pagar el agua sí y la basura no. Supongan que este matrimonio se va sin pagar, porque no puede. Ya no supongan más: les cortarían el agua. Esto es así. Por eso no importa quién gestione: lo que importa son los límites que el Ayuntamiento ponga al comportamiento mafioso. Por ahora, lleva muchos años consintiéndolo. Mañana, Dios –o Izquierda Unida– dirá.

IX. La vida de los edificios más bellos de Úbeda se mide por temporadas de lluvias: puede que el Palacio de los Orozco no sobreviva a este invierno y a la nueva primavera. Epitafio que el Ayuntamiento colgará en su fachada el día que inauguren un hotel postmoderno: “Así pasa la gloria del yeso hecho belleza.”

viernes, 12 de diciembre de 2008

LÍRICA DE LOS RIÑONES





Tengo un problema: no le encuentro la lírica a esto de la recogida de la aceituna. Es más, me cabrea que los escritores de familias bien se dediquen a hacer articulitos cantando las supuestas maravillas y bellezas de ese trabajo duro. Los de antes hablaban de las cuadrillas del amanecer camino de los campos y de las canciones bajo el frío, y los de ahora se centran cansinamente en lo del “oro líquido”. Muñoz Molina, que sí sabe lo que es madrugar para pasar frío y volver a la casa por la tarde con los riñones derrengados, no hace malabares líricos sobre los aceituneros. Y Miguel Hernández tampoco, pese a lo que crean los progres postmodernos –que no han dado palo al agua en su vida–, porque su Andaluces de Jaén es un cántico de rabia que constata que el milagro de los olivos es resultado de “la tierra callada, el trabajo y el sudor” de los aceituneros. Y nada más.

Mi abuelo Juan contaba como fue a la aceituna por primera vez cuando tenía cinco años, a mediado de la década de los veinte. Y para sorpresa de los escritores que se extasían ante el trabajo ajeno entre las olivas grises, recordaba con tristeza y rabia sus dedos de niño humilde ateridos de frío rebuscando aceitunas entre la tierra helada y el barro, hasta llenar una espuerta que era “principio de un pan, que sólo el otro comía”. Sobre los huesos de mi abuelo pesaron soles y lunas y muchos meses de diciembre y enero bajando hasta los tajos al amanecer y subiendo con la tarde fría, sucio y cansado, arrastrando su mulo hasta el molino. Y él nos contaba las risas y las canciones de las cuadrillas, que eran una rebelión y una alegría para olvidar las privaciones de cada día y un consuelo triste para el sueño roto de “tierra y libertad”, y nos hablaba de las humillaciones de los jornaleros cuando acabó la guerra y los curas visitaban los cortijos para “convertirlos” pero no llevaban duchas ni pan caliente, y de cómo los jornales eran escasos y daban para malvivir y había que completarlos cazando zorzales que se vendían furtivamente en las tabernas. Pero no le encontraba a ese trabajo duro y mal pagado ninguna lírica, porque no la tenía ver a sus hijas recogiendo aceitunas desde que eran niñas a mayor honra y gloria de los terratenientes locales, que son los mismos que ahora viven de las subvenciones pagadas con impuestos de los obreros alemanes mientras regatean los jornales de los que llegaron a Andalucía atravesando el océano sobre cuatro tablas frágiles.

A todos los que hablan de oro líquido y de líricas aceitunas los invito a que cada fin de semana se levanten conmigo y se vengan a recoger aceituna en las escasas olivas de mi padre. Y luego, cuando regresen por la tarde cansados y pensativos, que me expliquen la lírica que han encontrado en agarrar la vara y golpear las ramas de los olivos, en arrastrar los mantones y ponerse de rodillas y en pasar frío. Que se vayan a los olivares y comprueben en que consiste la lírica en los riñones. Y si no, que se callen.

(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén y Almería, el día 11 de diciembre de 2008)

miércoles, 10 de diciembre de 2008

PUNTUALIZACIONES DE CREYENTE



Escribía el pasado día 6 de diciembre D. José María de la Torre a propósito de mi artículo Condición de creyente, manifestándose disconforme con respecto a su contenido, después de declararse lector de mis columnas y dedicarme un par de piropos que agradezco de todo corazón. Pero a su parecer el artículo citado “chirría” y tiene “melifluidad de sacristía”. Dejando a un lado la melifluidad de mi artículo, me parece necesario debatir someramente con el Sr. de la Torre.

Lleva razón cuando dice que la historia reciente y la actualidad desmienten mi afirmación sobre la dificultad de ser creyente cristiano en España. Temo no haberme explicado bien: lo que quiero decir es que hay cierto pensamiento políticamente correcto que encuentra en el descrédito de lo cristiano uno de sus sustentos principales. Para este pensamiento –que yo defino como “progre”– lo cristiano, y más aún lo católico, es sinónimo de oscuro, machista y no sabemos cuantas cosas más. Es cierto –y eso quise expresar en mi artículo, se ve que sin conseguirlo– que ciertos sectores católicos se afanan en apuntalar esas ideas tendenciosas del pensamiento progre: a modo de ilustración sirva el hecho de que el Vaticano –faltando al sentido de la caridad evangélica– se alinee con los países islámicos a la hora de manifestarse contra la despenalización internacional de la homosexualidad.

Lleva razón el Sr. de la Torre en que no es difícil reclamarse cristiano: lo difícil es hacerlo sin que los “progres” se “burlen” de esa condición debidamente pertrechados de argumentos ofrecidos por el comportamiento tantas veces poco cristiano de los dirigentes de la Iglesia. Es más, creo que en su propio artículo el Sr. de la Torre cae en esta misma burla: considera que creer en la salvación de la almas es un «concepto arraigado en las cavernas de la imaginación», y la religión no sería más que una «convención con la que los hombres se consuelan de los despropósitos de la realidad». Y el bien realizado por tantos cristianos ejemplares a lo largo de la historia carecería de valor ético porque es inmoral «obrar en función de la recompensa o castigo» que nuestras acciones merezcan. Discrepo: para refutar su afirmación me basta con el ejemplo de Maximiliano Kolbe, que dio su vida en los campos de exterminio nazis para salvar la de otro inocente. ¿Ese heroísmo del amor puede ser desacreditado por el convencimiento religioso de quién lo lleva a cabo? ¿No es valiosa la entrega de Kolbe por el simple hecho de confiar en la promesa de Jesús? De la lectura detenida del mensaje cristiano lo que se deduce no es una invitación a actuar según el palo y la zanahoria: el «amaos los unos a los otros como yo os he amado» de Jesús de Nazaret es un mandamiento sin condiciones ni chantajes, claro, meridiano. La espina dorsal del cristianismo es este mandamiento del amor: amar no porque haya vida después de la muerte o infiernos tenebrosos, sino simplemente porque el ser humano está dotado de una dignidad intocable: el otro es una alteridad de nuestro propio yo y este mensaje de Jesús viene a parar en el kantismo ético de no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros: hasta en la ética de las Luces hay contraprestación. El mandamiento evangélico es poderoso, radical: amar a los otros hasta entregando la vida si fuera necesario. Y creo que obviar la entrega generosa de tantos cristianos hoy mismo en tantos territorios olvidados y sumidos en dramas inconcebibles, supone, cuando menos, pecar de la misma falta de ética que hacer el bien no por el simple hecho de hacerlo sino pensando en la recompensa de ultratumba. Eso, sin contar con que, como señaló Miguel de Unamuno, una cosa es hacer el bien y otra ser bueno: todo el que hace el bien no tiene porqué ser bueno, que se puede ser bueno creyendo en Dios y sin creer en Él y se puede hacer el bien esperando la recompensa divina o simplemente poder dormir con la satisfacción del deber cumplido.

Piensa el Sr. de la Torre que es una falta de respeto por mi parte referirme a la religiosidad de ateos y agnósticos. Según el Diccionario de la Academia la religiosidad puede definirse como el «conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella». En ese conjunto de creencias entra también el creer que no existe Dios o el dudar de su existencia, entra el buscar a Dios entre la niebla de Antonio Machado o de Albert Camus, agnósticos profundamente religiosos en cuanto que preocupados por el hecho religioso sin necesidad de que yo los afilie a feligresía alguna.

Es cierto que no soy integrista –porque creo que la religión es un hecho enriquecedor, abierto y plural y me parece que el comportamiento de la jerarquía reduce su potencialidad humanizadora– ni progre –porque, tal vez equivocadamente, diferencio entre lo progre y lo socialdemócrata: lo uno es una posturita estética, lo otro un compromiso frente a las desigualdades–, y quisiera dejar claro que creo en una escuela pública que está para educar y no para adoctrinar en ninguna doctrina. Y es cierto que creo que uno de los grandes logros de nuestra civilización es el derecho a poder reírnos incluso de lo más sagrado, pero otros muchos creyentes no lo ven así y les hubieran gustado verse tan respaldados por los progres cuando se sintieron ofendidos por las fotografías de la obra Sanctorvm de J.A.M. Montoya, como lo fueron los musulmanes cuando el tema de las viñetas de Mahoma: el 6 de febrero de 2006 el presidente del Gobierno, en compañía del primer ministro turco, hacía público un manifiesto en el que decían que la publicación de esas viñetas podía «ser perfectamente legal» pero rechazable «desde el punto de vista de la moral y de la ética». Se rechazaron las viñetas, pero no las fotografías.

La Constitución determina que ninguna confesión religiosa tiene carácter estatal a la par que reconoce la particularidad de la religión católica: pero la Constitución no opta por un modelo laico en el asunto religioso sino por un modelo cooperativo que viene a reconocer el valor de lo religioso. J.A.M. Montoya tiene tanto derecho como cualquier otro artista a que una administración pública subvencione la publicación de su obra: pero lo que no puede ser es que los poderes públicos subvencionen obras que se sabe van a herir un sentimiento religioso, que luego desde ciertos sectores se carguen las tintas contra los que se sienten ofendidos y que, mientras, vehementemente se defienda el derecho de los creyentes de otro credo a no ser vejados en sus creencias. Desde el punto de vista de la moral y de la política tan rechazable –o tan aceptable, según cada cual– son las viñetas de Mahoma como las fotografías eróticas de Jesús y de la Virgen: entienda el Sr. de la Torre el malestar de los ofendidos por las fotos cuando, para más inri, se toman a chanza su molestia –“cosas de beatos, melifluidades de sacristía, pensamiento arraigado en las cavernas”– los mismos que comprenden las molestias de los de las viñetas.

Ah, y quede claro a todo el que esto leyera que se puede creer –o querer creer, al estilo de Unamuno– sin ser un cavernícola y creyendo en las bondades de lo público y lo laico. Yo, al menos, no me tengo por tal cavernícola. Ni nunca, hasta ahora, me lo habían llamado.

(Publicado en Diario IDEAL el día 8 de diciembre de 2008)

martes, 9 de diciembre de 2008

MÍNIMAS POLÍTICAS (III)



VII. Si surge un político con convicciones éticas profundas, la varicela del puritanismo invade la sociedad. Está bien, pero no podemos votarlo porque su partido hizo... Es responsable, pero no podemos votarlo porque no ataca al gobierno... Es majo pero no lo puedo votar porque no dice esto y no hace aquello...

VIII. A un político que mienta y que se crea el centro del mundo la gente no le exigirá nunca nada. La gente siempre querrá más soberbia, más desprecio. Le gusta sentirse maltratada porque no hay nada más cómodo moralmente que sentirse víctima. Por el contrario, un político ético difícilmente será algo: la gente siempre le pedirá más. Y no para votarlo, sino precisamente para no hacerlo: si da cien de ética dirán que para votarlo necesitan ciento veinte, si ciento veinte que ciento cuarenta y así hasta el infinito.

IX. El hombre es un animal cobarde. Por eso gusta de políticos que centran en el miedo su práctica política.

domingo, 7 de diciembre de 2008

MÍNIMAS UBEDÍES (II)



IV. Lo volvemos a constatar: ni los catolicísimos olivareros ni los izquierdísimos de la Junta de Andalucía quieren saber nada de los emigrantes. Eso es un tema del Ayuntamiento.

V. Negociación del convenio para la campaña de recogida de aceituna de este año: los olivareros siguen negándose a correr con los gastos de alojamiento de los inmigrantes. Si se quieren alojar a nuestra cuenta, dicen, ahí están los cortijos. Pero tampoco quieren que sean inspeccionados por la autoridad laboral: mano de obra barata. A lo mejor hace falta un Abraham Lincoln que venga a correr a cañonazos a estos buitres.

VI. Delicado tema el de la seguridad ciudadana. Comenta nuestro amigo Alberto en Ideal que en sólo un fin de semana tres agentes de la Policía Local tienen que atender varios robos en coches o locales, tres casos de terrorismo machista y algunas peleas en discotecas. Todo ello coincide con la llegada de inmigrantes a Úbeda: mucha gente comienza a ver a esas criaturas desgraciadas como simples portadores del virus de la delincuencia y la carencia de Policía Local no hace sino azuzar el sentimiento. La llegada de inmigrantes coincide con esta ola de delitos, mientras aquí nadie parece interesado en arreglar el tema de la Policía Local. Los políticos debieran tener la responsabilidad suficiente –grave responsabilidad– para, de una vez por todas, poner fin al conflicto con la Policía Local, no sea que un día ocurra una desgracia mayor que la de esa mujer arrastrada por el suelo cuando intentaron robarle su bolso. Puede que entonces estalle la desilusión hasta ahora contenida.

viernes, 5 de diciembre de 2008

CONSTITUCIONALISTAS



Se apresta la casta política a celebrar el Día de la Constitución, con actos –discursos, homenajillos y copas de vino– propios del infantilismo político en que vivimos y que dan a la Constitución el carácter mágico de los juguetes en la mañana de Reyes. Los políticos saben que es una suerte que la Constitución se haya convertido en un tótem venerable y espiritoso para la España post-Franco, porque así la celebran los otros y la cuestionan los hunos sin que ninguno la aplique ni la mejore, que falta hace.

A mí me divierte oír a los dos grandes partidos españoles –o casi– decir que son “constitucionalistas”, lo que no es verdad. No sé si cuando se reclaman tales se refieren a que a ellos le va mucho el rollo constitucional o a que su ideario es el que va desgranándose artículo tras artículo desde 1978. Supongo que lo dicen por lo último y por eso digo que no es cierto que sean constitucionalistas: para serlo deberían sentir si no amor, sí respeto por esta “patria común e indivisible de todos los españoles” y, juntamente, tendrían que saber que todos los españoles –sí, Aido, también todas las españolas– tienen derecho a trabajar y a recibir por su trabajo “una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia”, por ejemplo. Y es ahí donde fallan nuestros brillantes políticos: porque es comprobable que unos se reclaman españolistas hasta el empacho mientras sus cachorros andan pidiendo el despido libre y el fin del salario mínimo, y otros se dicen paladines de los menesterosos mientras se averían en el tema de España en cuanto llegan a Bilbao o Barcelona.

Pienso que el sábado, en el Congreso de las maravillas boneras, habría que darle a los políticos un panfletito que les recordase que tan incompatibles con el espíritu de la Constitución son Friedman y la Thatcher como Maciá y Sabino Arana. Y que uno no puede ser de la Constitución –por muchos calzoncillos rojigualdas que tenga– mientras no se escandalice por la situación de los mileuristas o de los parados. Como no debiera nadie que no sea de Izquierda Unida –que es un caso perdido e incoherente– exigir el cumplimiento de los altos valores sociales de la Constitución mientras la idea de España la defiende según y dónde o nunca: la Constitución, chavales, no se sirve a la carta.

¿Es una ideología la Constitución? Pues creo que no. Pero si lo fuese habría que retocarla urgentemente, sobre todo en lo de las autonomías, y ni el pesoe ni el pepé –de los otros ni hablamos– podrían reclamarla como propia porque ignoran que el espíritu de la Constitución, de ser algo, es un espíritu serenamente español y solidario –no español o solidario–, pensado para que ningún ciudadano pueda sentirse abandonado o ajeno a esta patria tan maltratada. Como soy español y de izquierdas me gusta sentirme español de esa Constitución social y del bienestar, imperfecta y reformable, que votaron mis padres cuando yo era un niño… ¿Me habré vuelto “constitucionalista”?…

(Publicado en Diario IDEAL el día 4 de diciembre de 2008)

miércoles, 3 de diciembre de 2008

CUENTO PROBABLE PARA EL MES DE DICIEMBRE



Él ya sabe que este año no podrá encontrar trabajo en la aceituna, porque la crisis económica ha empujado a muchos españoles desde los andamios hasta los olivares. Eso le dicen cada noche en el comedor de Cáritas, donde le dan un plato de arroz y un vaso de leche caliente. A veces se desespera, porque si no trabaja no puede enviar dinero a Senegal y ese mes ni su mujer ni su hijo ni sus padres ancianos podrán comer pan caliente o comprar medicinas. Pero no sabe a dónde ir ni dónde podrá encontrar trabajo, y aunque le ofrecen un billete de autobús que lo lleve a otro sitio sabe que el frío de diciembre es igual en todas las ciudades. La noche que se montó en el cayuco y descubrió que el frío realmente puede matar y la noche que tuvo que arrojar a su amigo por la borda, con los párpados llenos de escarcha, decidió que lo más importante es garantizarse una manta y un trozo de pan o un cuenco de sopa. Por eso no quiere irse de esa ciudad, por eso prefiere esperar aquí dando vueltas todo el día arrastrando la maleta en la que guarda un puñado de ropa arrugada y una foto de su hijo, caminando sin saber a dónde ir hasta que le duelen los pies casi tanto como la tristeza, levantando los ojos al cielo gris y pesado esperando que se produzca un milagro y un patrón le ofrezca trabajo en la aceituna durante quince o veinte días o un mes.

Esta ciudad tiene una plaza amplia, rodeada de soportales en los que se juntan los jóvenes aunque haga frío porque llevan bufandas y saben que en su casa hay un brasero y un sofá en el que descansar. Le gusta sentarse en la fuente y tocar el agua casi helada mientras oye las campanas de una vieja torre dar las horas, porque cada hora que se escapa es una menos que queda para que se produzca su milagro y llegue el señorito que le ofrezca trabajo. Le gusta sentarse, también, porque apoyado en la pared de un banco cada tarde hay un muchacho rumano que toca el acordeón, y aunque la música lo pone triste, también lo distrae y le hace soñar con las fiestas de su aldea.

El lunes apenas pudo estar sentado unos minutos, porque nada más ponerse el sol comenzó a caer sobre la plaza y la fuente un vaho frío y oscuro. El comedor queda lejos, pero piensa que puede ir hacia allí dándose un paseo, tranquilamente, y así guarda fuerzas para luego bajar más deprisa hasta el polideportivo en que tenderá sus cartones y su manta y en el que dormirá resguardado de la noche. La gente va con prisa por la plaza, comentando la posibilidad de que nieve esta noche, ajenos a la música del acordeón que a él le gusta tanto, apretados dentro de sus abrigos.

Se ha levantado y cruza la plaza mientras busca una moneda en el bolsillo de un abrigo viejo que le dieron la semana pasada. Se ha acercado al muchacho del violín –debe tener su misma edad– y deja una moneda, su única moneda, en la gorra que ha puesto en el suelo. Y no sabe por qué pero se siente más feliz y de pronto hace menos frío. Piensa que eso debe ser lo que los hombres blancos y que comen todos los días llaman dignidad. Él también es un hombre y tiene esa dignidad, y eso lo reconforta.

Y a mí, que lo vi la noche del lunes dejar esa moneda a los pies del joven del acordeón, también me reconforta pensar que entre tanta miseria y tanta desesperación hay algo no inventado en esta historia: yo no sé si se llama dignidad y decencia, pero alguien que no conozco me ha dado esta semana una lección, de lo qué sea.

martes, 2 de diciembre de 2008

MÍNIMAS POLÍTICAS (II)



IV. La gente mira la política desde la barrera. Por eso no llega a comprender las actitudes responsables y serenas. La gente quiere sangre, carnaza: no vivimos en el foro sino en el coliseo. Y así, las elecciones no son para la mayoría un ejercicio de responsabilidad cívica y de compromiso con la sociedad: son una pura oportunidad para subir o bajar el pulgar. El más feroz será siempre el que acabe ganando... y convenciendo.

V. La bronca política es siempre más rentable, electoralmente, que la serenidad y la capacidad para escuchar y acordar. La política actual es un triunfo del circo sobre el foro.

VI. La gente desprecia a un político de mirada clara. Busca en los carteles y en las imágenes de televisión ojos turbios que se graben en su papeleta. La gente no quiere políticos a los que poder respetar y admirar: quiere políticos que les ofrezcan la posibilidad de sentirse víctimas permanentemente. Lo que la mayoría desea es justificar su apatía: ¿cómo puedo implicarme como ciudadano en la política si los políticos que hay son estos? Y luego, tras esa declaración, busca a “estos” que dice despreciar.

lunes, 1 de diciembre de 2008

UN HERMANO CON PREMIO



Hoy es el día contra el SIDA, esa epidemia de la postmodernidad que, como casi todo en este mundo, se nutre de víctimas especialmente en los países de África. Pero después de varios días de tristezas y cabreos hoy quería darles una noticia que me alegra: el cartel que ilustra esta entrada se ha hecho con el Tercer Premio del concurso de carteles del día del SIDA organizado por el Instituto Andaluz de la Juventud, entre otras instituciones. Su autor es José Miguel Madrid Delgado, mi hermano. Como la noticia me hace feliz, pues quiero dejar constancia aquí, que no todo van a ser penalidades. Y sobre todo me alegra la noticia por mis padres, que pueden ver que aunque parece que pintan bastos para un arquitecto novel, no todo su esfuerzo de tantos años por darnos una carrera ha sido inútil.