Paulino es un progre –palestino al cuello, ávido lector de Suso de Toro y fans de Ramoncín– que escribe para decirme que vivo acomplejado. No sé cómo pero se ha enterado de que, de niños, cada Navidad montábamos un belén de considerable tamaño y en Nochebuena poníamos en la cuna al Niño Jesús; los Reyes Magos se situaban en el lugar más alejado del portal para, moviéndolos un poco cada día, hacerlos llegar delante del Niño la mañana del 6 de enero. Pero recientes estudios de la progresía demuestran que todo aquel ritual delicado era consecuencia de una tara moral que se supone tengo que superar a mis treinta y tantos años. Paulino se ofrece como guía de mi conversión a la modernidad y me invita a olvidar las ñoñerías cristianas y sentimentales y yo, amablemente, le respondo que me deje estar que bien sé lo que me hago.
Y no sé si me deja estar, pero sigue a lo suyo, Paulino.
Yo, qué quieren que les diga, envidio a las personas como Paulino que viven en permanente estado gaseoso y vigilante para salvar a la humanidad de sus problemas más problemáticos. Cada día me llegan noticias del batallar de Paulino: ayer, mientras compraba en la carnicería de mi primo Andrés un suculento faisán salvaje y un ternísimo cordero de dos semanas, les explicó a los presentes que ha formado una plataforma para que se quiten las cruces de las escuelas, se corten los badajos de las campanas, se prohiban las procesiones de las cofradías fuera de los templos y se evite que los niños se vistan de San José o de pastorcico en las fiestas de Navidad. “Hay que liberar a los niños y niñas del oscurantismo católico”, dicen que decía. “Hay que evitar que se ofendan los sentimientos religiosos de las niñas musulmanas que acuden a la escuela con su liberador velo, pobrecillas humilladas por los que se disfrazan de penitente el Jueves Santo”, cuentan que clamaba. Y es que Paulino sabe descubrir los verdaderos dramas de la humanidad y pone luces de sabiduría donde la tradición hispana lleva siglos poniendo sombras.
No piensen que Paulino ha adquirido esta viva conciencia por revelación divina, en la que no cree: lo suyo es resultado de sesudos estudios que realiza en su retiro marino durante las vacaciones de Semana Santa o el puente de Todos los Santos. Pero como tiene vocación pontifical –de pontífice laico, eso sí– el otro día logró poner de los nervios al que oía su discurso. Compraba una moto para su hija –una muchacha resuelta y liberada– como regalo de Reyes y despotricaba contra capitalistas y misas del Gallo. Cuentan que el pacífico ciudadano que lo padecía no se pudo aguantar: “Ya está bien de cargar contra las emociones religiosas y familiares de la Navidad mientras se participa de este pastiche consumista. No nos dé más lecciones, hombre de Dios, que bastante tenemos con tirar palante con nuestra vida a cuestas.” Y huyó Paulino con su paradoja de progre sobre los hombros, renegando… “Pedazo de beato, cacho acomplejao”.
(Última hora: los Reyes Magos traen carbón –ecológico, por supuesto– para Paulino, por pelma. Pobre Paulino…)
Y no sé si me deja estar, pero sigue a lo suyo, Paulino.
Yo, qué quieren que les diga, envidio a las personas como Paulino que viven en permanente estado gaseoso y vigilante para salvar a la humanidad de sus problemas más problemáticos. Cada día me llegan noticias del batallar de Paulino: ayer, mientras compraba en la carnicería de mi primo Andrés un suculento faisán salvaje y un ternísimo cordero de dos semanas, les explicó a los presentes que ha formado una plataforma para que se quiten las cruces de las escuelas, se corten los badajos de las campanas, se prohiban las procesiones de las cofradías fuera de los templos y se evite que los niños se vistan de San José o de pastorcico en las fiestas de Navidad. “Hay que liberar a los niños y niñas del oscurantismo católico”, dicen que decía. “Hay que evitar que se ofendan los sentimientos religiosos de las niñas musulmanas que acuden a la escuela con su liberador velo, pobrecillas humilladas por los que se disfrazan de penitente el Jueves Santo”, cuentan que clamaba. Y es que Paulino sabe descubrir los verdaderos dramas de la humanidad y pone luces de sabiduría donde la tradición hispana lleva siglos poniendo sombras.
No piensen que Paulino ha adquirido esta viva conciencia por revelación divina, en la que no cree: lo suyo es resultado de sesudos estudios que realiza en su retiro marino durante las vacaciones de Semana Santa o el puente de Todos los Santos. Pero como tiene vocación pontifical –de pontífice laico, eso sí– el otro día logró poner de los nervios al que oía su discurso. Compraba una moto para su hija –una muchacha resuelta y liberada– como regalo de Reyes y despotricaba contra capitalistas y misas del Gallo. Cuentan que el pacífico ciudadano que lo padecía no se pudo aguantar: “Ya está bien de cargar contra las emociones religiosas y familiares de la Navidad mientras se participa de este pastiche consumista. No nos dé más lecciones, hombre de Dios, que bastante tenemos con tirar palante con nuestra vida a cuestas.” Y huyó Paulino con su paradoja de progre sobre los hombros, renegando… “Pedazo de beato, cacho acomplejao”.
(Última hora: los Reyes Magos traen carbón –ecológico, por supuesto– para Paulino, por pelma. Pobre Paulino…)
11 comentarios:
Magnífico, enhorabuena.
¿Quién es ese Paulino del que hablas?
Me he reído leyendo este cuento, muy bien el manejo de la ironía y del humor fino y muy bien escrito. Esperemos que en 2009 sigas deleitándonos con textos tan buenos como los de este año. Besitos.
Servando es un beato –medallon del Rocío al cuello, ávido seguidor de Jiménez Losantos y fan de María Ostiz– que escribe para decirme que vivo desviado. Servando se ofrece como guía de mi conversión a la verdadera fe y me invita a practicar las ñoñerías cristianas y sentimentales y yo, amablemente, le respondo que me deje estar que bien sé lo que me hago.
Y no sé si me deja estar, pero sigue a lo suyo, Servando.
Yo, qué quieren que les diga, envidio a las personas como Servando que viven en permanente estado gaseoso y vigilante para salvar a la humanidad de sus problemas más problemáticos. Cada día me llegan noticias del batallar de Servando: ayer, mientras compraba en la carnicería de Levita un suculento pavo y un ternísimo cordero de dos semanas, les explicó a los presentes que ha formado una plataforma para que se retiren los negros de la Estación de Autobuses, se prohiban los cotillones, y se extienda a toda Úbeda el recorrido de las procesiones. “Hay que permitir a las personas de orden utilizar los servicios públicos sin tener que contemplar espectáculos tan deprimentes”,”Hay que preservar a nuestros hijos del escándalo y la depravación mudanos” dicen que decía. “Hay que evitar que tantos ubetenses se priven de ver pasar las procesiones bajo su balcón”, cuentan que clamaba. Y es que Paulino sabe descubrir los verdaderos dramas de la humanidad y pone luces de sabiduría donde la tradición pagana lleva siglos poniendo sombras.
No piensen que Paulino ha adquirido esta viva conciencia por la revelación divina, en la que cree: lo suyo es resultado de sesudos estudios que realiza en su retiro marino durante las vacaciones de Semana Santa o el puente de Todos los Santos. Pero como tiene vocación pontifical –tridentina, eso sí– el otro día logró poner de los nervios al que oía su discurso. Compraba una moto para su hija –una muchacha resuelta y liberada– como regalo de Reyes y despotricaba contra la falta de caridad en estas fechas en que tanto se consume mientras tanto pobre pasa hambre. Cuentan que el pacífico ciudadano que lo padecía no se pudo aguantar: “Ya está bien de hipocresia pseudoreligiosa mientras se participa de este pastiche consumista. No nos dé más lecciones, hombre de Dios, que bastante tenemos con tirar palante con nuestra vida a cuestas.” Y huyó Servando con su paradoja de beato sobre los hombros, renegando… “Rojo resentido, cacho acomplejao”.
(Última hora: los Reyes Magos son los padres y por eso Servando tendrá, como manda la tradición cristiana, su regalo)
La demagogia es como un calcetín, se le da la vuelta y no se nota la diferencia
¿Has comido ajos? Lo digo porque pareces picado.
Mira aquí: http://manuelmadriddelgado.blogspot.com/2007/11/contra-carcas.html
Y aquí: http://manuelmadriddelgado.blogspot.com/2007/11/y-contra-progres.html
Para que veas que no hace falta ser progre para repartir demagogia justamente.
Saludos y tranquilidad.
Evidentemente no me doy por aludido en tu sesgado cuento y, si, me pico porque siempre puedes decir lo que has dicho si recurrir al discurso demagógico reinante en unos y otros, de ahí mi comentario sobre el calcetín que pareces no querer entender.
Lamento no poder estar tranquilo, la Santa Ira de Dios me corroe porque he perdido mi pañuelo palestino...
Un abrazo Manolo y lleva tú también la crítica con templanza
No conozco los calcetines que usa el señor Trueno, pero en los míos se distingue perfectamente el derecho del revés.
Creo que los calcetines de algunas personas están llenos de agujeros, les entra frío y se les congela el cerebro y así al leer confunden el culo con las témporas. Pepetrueno necesita un zurcido en sus calcetines, porque los sabañones pueden ir a más.
Antonio.
Algunos comentarios de "anónimos" mejor que no estuvieran... total para no decir nada, mejor callar. Es como el humorista que salia en la tele... "si hay que ir se va, que ir por ir...mejor no".
La verdad es que Paulinos y Servandos hay muchos, se manifiestan de formas diferentes, en entornos diferentes, y les pasa como al camaleón, se camuflan con el color que mejor les conviene. Pero básicamente, y a mi modesto entender, coinciden plenamente en algo: ambos se consideran estar en posesión plena y absoluta de la verdad.
Y no hay nada mas peligroso que considerarse un iluminado.
saludos.
¡Vaya lío se ha montado con el calcetín! Para mí esta discusión, Pepe, está zanjada y no voy a dejar de tenerte el cariño que te tengo por un quítame allí esas demagogias. Por cierto, ¿te han traído los Reyes otro palestino? :-)
Es verdad Javier que muchas veces muchos anónimos no dicen nada. Pero es norma de este Camino no borrar mensajes, digan lo que digan. También es norma no contestar a los mensajes anónimos: se los deja estar y punto. Aquí cada uno se expresa como quiere, diciendo cosas o no diciendo nada.
Por lo demás creo que hay algo que distingue a los Paulinos y los Servandos sobre todo lo demás: la hipocresía. Es eso lo que les lleva a creerse dueños de la verdad.
Saludos a los dos.
¡Me han traido un libro! Va a haber que creer de nuevo en los Reyes Magos e interpretar sus mensajes. Un abrazo y pelillos a la mar
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