viernes, 5 de diciembre de 2008

CONSTITUCIONALISTAS



Se apresta la casta política a celebrar el Día de la Constitución, con actos –discursos, homenajillos y copas de vino– propios del infantilismo político en que vivimos y que dan a la Constitución el carácter mágico de los juguetes en la mañana de Reyes. Los políticos saben que es una suerte que la Constitución se haya convertido en un tótem venerable y espiritoso para la España post-Franco, porque así la celebran los otros y la cuestionan los hunos sin que ninguno la aplique ni la mejore, que falta hace.

A mí me divierte oír a los dos grandes partidos españoles –o casi– decir que son “constitucionalistas”, lo que no es verdad. No sé si cuando se reclaman tales se refieren a que a ellos le va mucho el rollo constitucional o a que su ideario es el que va desgranándose artículo tras artículo desde 1978. Supongo que lo dicen por lo último y por eso digo que no es cierto que sean constitucionalistas: para serlo deberían sentir si no amor, sí respeto por esta “patria común e indivisible de todos los españoles” y, juntamente, tendrían que saber que todos los españoles –sí, Aido, también todas las españolas– tienen derecho a trabajar y a recibir por su trabajo “una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia”, por ejemplo. Y es ahí donde fallan nuestros brillantes políticos: porque es comprobable que unos se reclaman españolistas hasta el empacho mientras sus cachorros andan pidiendo el despido libre y el fin del salario mínimo, y otros se dicen paladines de los menesterosos mientras se averían en el tema de España en cuanto llegan a Bilbao o Barcelona.

Pienso que el sábado, en el Congreso de las maravillas boneras, habría que darle a los políticos un panfletito que les recordase que tan incompatibles con el espíritu de la Constitución son Friedman y la Thatcher como Maciá y Sabino Arana. Y que uno no puede ser de la Constitución –por muchos calzoncillos rojigualdas que tenga– mientras no se escandalice por la situación de los mileuristas o de los parados. Como no debiera nadie que no sea de Izquierda Unida –que es un caso perdido e incoherente– exigir el cumplimiento de los altos valores sociales de la Constitución mientras la idea de España la defiende según y dónde o nunca: la Constitución, chavales, no se sirve a la carta.

¿Es una ideología la Constitución? Pues creo que no. Pero si lo fuese habría que retocarla urgentemente, sobre todo en lo de las autonomías, y ni el pesoe ni el pepé –de los otros ni hablamos– podrían reclamarla como propia porque ignoran que el espíritu de la Constitución, de ser algo, es un espíritu serenamente español y solidario –no español o solidario–, pensado para que ningún ciudadano pueda sentirse abandonado o ajeno a esta patria tan maltratada. Como soy español y de izquierdas me gusta sentirme español de esa Constitución social y del bienestar, imperfecta y reformable, que votaron mis padres cuando yo era un niño… ¿Me habré vuelto “constitucionalista”?…

(Publicado en Diario IDEAL el día 4 de diciembre de 2008)

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