viernes, 28 de noviembre de 2008

CONDICIÓN DE CREYENTE



Y bien, ¿cabe la opción de ser creyente sin que los progres te tachen de beato y los integristas de ateo? ¿Se puede reivindicar la decencia del que busca a Dios entre la niebla, o hay que renegar de nuestros sentimientos más hondos para no quedar descabalgados de un tiempo al que le estorba lo divino? ¿Nos insultarán si nos enrocamos en esta posición de creyentes que se pierden y se caen, que se levantan y se orientan en la noche oscura siguiendo el rastro de un Dios que habita en lo pequeño y que se nos rompe entre las manos cuando asistimos a la inmensidad del dolor?

Ser creyente –creyente cristiano– se está poniendo difícil en España. Por un lado la ola de integrismo católico llena de rastrojos el terreno fértil que araron el Vaticano II y el cardenal Tarancón: ¿cómo reclamarse creyente mientras los obispos claman contra los derechos de los homosexuales o contra el derecho a morir cómo mejor les parezca a aquellos que sufren y que no piensan que su vida pertenezca a ningún dios? Pero también es difícil hacerlo frente a la inquisición progre que cifra todo su haber ideológico en la burla de lo cristiano y que desprecia la herencia humanística del cristianismo, la valentía social de las congregaciones religiosas, la potencialidad liberadora del Evangelio o la realidad cultural de los belenes navideños y las procesiones de Semana Santa. Aquellos empujan la condición de cristiano a la trinchera del oscurantismo, estos convierten el ejercicio de la religiosidad íntima en un acto de rebeldía frente a la estupidez reinante: la tercera vía de la religiosidad será mantener encendida la lámpara del compromiso tolerante dentro de las catacumbas en que algunos quieren encerrarnos.

Los creyentes tenemos que reivindicar la madurez de nuestra fe y nuestra capacidad para trajinar el timón de nuestras dudas, la hondura religiosa que late dentro de todos los silencios con que Dios responde a los desgarros de nuestro corazón. Y se trata, claro está, de poder decir muy claramente que la religiosidad no implica ser un talibán de nada, porque se puede creer –o querer creer, o buscar la creencia, que hay una religiosidad preciosa en algunos ateos y agnósticos– desde el respeto a la libertad de los que no creen, desde la conciencia lúcida de que cada ser humano es dueño de sus agonías y de sus temblores, y que la fe es sólo una salida para esos callejones sin salida que tiene la vida, pero que es una salida por la que se opta libremente, que no se puede imponer si no quiere perder toda su frescura de amanecer cuajado de escarchas. Y habrá que decirles a los nuevos torquemadas que sí, que Iglesia son Escribá de Balaguer, Kiko Argüello o Pío XII y los obispos del franquismo, pero también San Juan de la Cruz, Ignacio Ellacuría o Kike Figaredo.

Los progres no quieren que haya cruces en esa escuela pública que ellos mismos se han encargado de destruir. Me parece bien: con la condición de que tampoco haya velos que cubren de tinieblas la sonrisa de las niñas musulmanas.

(Publicado en Diario IDEAL el día 27 de noviembre de 2008)

3 comentarios:

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

Bellisima nota !!!

Siempre me atrae acercarse a los que expresan su religiosidad desde la intimidad más sincera y noble.

En mi caso al vivir mi agnosticismo sin negar mi condición judía (*), siempre me conmuevo por los que expresan sus sentimientos sin fanatismos ni imposturas.
Rechazo todo "torquemadismo", tanto vestido de ropaje integrista como en su nueva versión progresista. Unos incendiaban tus cuerpos por el horror a la diversidad, otros queman tus sentimientos y creencias en nombre de la uniformidad ideológica.

un abrazo
miguel


(*) de ambas cosas he dejado algún humilde testimonio en mi blog

Anónimo dijo...

Manolo, a mi me da igual si hay o no hay crucifijos en las aulas, es más, entiendo que no deba haberlos si no están destinados a un uso educativo concreto ( ni biblias, ni coranes, ni figuritas de Buda, ni representaciones de Brahma Vishnu o Shiva, ni leches…), pero aprecio al igual que tu una persecución irracional contra lo cristiano que agranda los defectos, los fallos, lo malo y lo podrido e ignora todo lo bueno, que según mi punto de vista es mucho mayor (sabes bien que en protección de menores si no fuera por los centros privados “apañaos iban los de la Junta de Andalucía”, al igual que en casi todos los temas sociales ¿quién gestiona la mayor parte de los comedores sociales y demás recursos de ayuda a los más necesitados desde siempre sino la iglesia? Y además se hace porque es nuestra obligación, sin más, a base de voluntariado y de entrega.)
Y luego está eso de “lo cristiano no, pero sólo cuando interesa”. ¡Progres del mundo haced las cosas bien y quitad los crucifijos hasta de las iglesias si os apetece!, pero sed consecuentes, ni crucifijos, ni Semana Santas, ni Navidad, ni Belenes, ni Noche de Reyes, ni feria de San Miguel, ni Romerías, ni Carnaval, ni Cruces de Mayo, ni San Fermín, ni Día del Pilar, ni La Inmaculada, ni Corpus, ni día de Todos los Santos, ni hogueras de San Antón y San Juan, ni libritos y rosas por San Jorge, ni el Rocío, ni la madre que nos parió…, veréis cuántos amigos hacéis.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Estimado Miguel.
Yo, con todas mis dudas, me considero una persona "religiosa", en la medida en que me interrogo sobre los grandes enigmas de la existencia humana. Creo que mirar la vida con una mirada religiosa supone llenarla de connotaciones, matices y de posibilidades, y además permite que no se reseque el alma. Y estoy convencido de que se puede ser una persona religiosa siendo agnóstico o ateo.
Sobre tu condición judía, ya he escrito algo en tu blog: el tema judío me parece un tema apasionante.
Querido Juan. Veo que el cansancio ante los progres comienza a ser generalizado entre las personas más o menos inteligentes. La otra noche, viendo El Hormiguero y después de que Pablo Motos hiciera una broma sobre Jesús, le comentaba a María Luisa que a mí me parece estupendo que se hagan bromas sobre Dios. De hecho, uno de los grandes logros de nuestra civilización es que ha conseguido mirar con humor los temas más importantes. Pero me molesta que los progres siempre hagan bromas sobre la misma religión y me molesta más todavía que cuando los fanáticos islamistas alzaron su odio contra los dibujantes de las viñetas de Mahoma en Dinamarca, los progres españoles (los mismos que defienden a ultranza la libertad de expresión aunque hiera los sentimientos de los creyentes cristianos) dijeran que había que saber expresarse sin molestar las creencias íntimas de las personas. A mí me parece que uno tiene derecho a expresarse como quiera, porque el de la libertad de expresión es uno de los derechos más sagrados que existen: y defiendo del derecho del artista aquél que hacía fotografías burlándose de la pasión de Cristo, pero también defiendo el derecho de los dibujantes irlandeses. Lo que no está bien es defender que se moleste a los cristianos y no a los musulmanes, lo que no está bien es quitar las cruces de los colegios y defender que el velo musulmán si puede estar en las escuelas, lo que no está bien es reírse de los que se visten de penitentes y defender que en los comedores universitarios públicos haya comidas especiales para musulmanes. Lo que no está bien es que el laicismo se aplique contra los cristianos mientras se exaltan otras creencias. Y yo, como tú y como Miguel, estoy ya hasta las narices de la inquisición progre.
Saludos.