viernes, 12 de diciembre de 2008

LÍRICA DE LOS RIÑONES





Tengo un problema: no le encuentro la lírica a esto de la recogida de la aceituna. Es más, me cabrea que los escritores de familias bien se dediquen a hacer articulitos cantando las supuestas maravillas y bellezas de ese trabajo duro. Los de antes hablaban de las cuadrillas del amanecer camino de los campos y de las canciones bajo el frío, y los de ahora se centran cansinamente en lo del “oro líquido”. Muñoz Molina, que sí sabe lo que es madrugar para pasar frío y volver a la casa por la tarde con los riñones derrengados, no hace malabares líricos sobre los aceituneros. Y Miguel Hernández tampoco, pese a lo que crean los progres postmodernos –que no han dado palo al agua en su vida–, porque su Andaluces de Jaén es un cántico de rabia que constata que el milagro de los olivos es resultado de “la tierra callada, el trabajo y el sudor” de los aceituneros. Y nada más.

Mi abuelo Juan contaba como fue a la aceituna por primera vez cuando tenía cinco años, a mediado de la década de los veinte. Y para sorpresa de los escritores que se extasían ante el trabajo ajeno entre las olivas grises, recordaba con tristeza y rabia sus dedos de niño humilde ateridos de frío rebuscando aceitunas entre la tierra helada y el barro, hasta llenar una espuerta que era “principio de un pan, que sólo el otro comía”. Sobre los huesos de mi abuelo pesaron soles y lunas y muchos meses de diciembre y enero bajando hasta los tajos al amanecer y subiendo con la tarde fría, sucio y cansado, arrastrando su mulo hasta el molino. Y él nos contaba las risas y las canciones de las cuadrillas, que eran una rebelión y una alegría para olvidar las privaciones de cada día y un consuelo triste para el sueño roto de “tierra y libertad”, y nos hablaba de las humillaciones de los jornaleros cuando acabó la guerra y los curas visitaban los cortijos para “convertirlos” pero no llevaban duchas ni pan caliente, y de cómo los jornales eran escasos y daban para malvivir y había que completarlos cazando zorzales que se vendían furtivamente en las tabernas. Pero no le encontraba a ese trabajo duro y mal pagado ninguna lírica, porque no la tenía ver a sus hijas recogiendo aceitunas desde que eran niñas a mayor honra y gloria de los terratenientes locales, que son los mismos que ahora viven de las subvenciones pagadas con impuestos de los obreros alemanes mientras regatean los jornales de los que llegaron a Andalucía atravesando el océano sobre cuatro tablas frágiles.

A todos los que hablan de oro líquido y de líricas aceitunas los invito a que cada fin de semana se levanten conmigo y se vengan a recoger aceituna en las escasas olivas de mi padre. Y luego, cuando regresen por la tarde cansados y pensativos, que me expliquen la lírica que han encontrado en agarrar la vara y golpear las ramas de los olivos, en arrastrar los mantones y ponerse de rodillas y en pasar frío. Que se vayan a los olivares y comprueben en que consiste la lírica en los riñones. Y si no, que se callen.

(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén y Almería, el día 11 de diciembre de 2008)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La verdad Manolo es que estoy totalmente de acuerdo contigo, no sé donde le ven la gracia, y eso que he ido poquísimo a la aceituna y poquísimo, si Dios quiere, que voy a ir, vamos que no se la encuentro.

Por cierto lo que sí deberías haber mencionado, es de la alegría que paseaban tus riñones y tu cara el pasado Domingo cuando paseabas por el Hospital de Santiago junto a tu señora, gracias a que había estado lloviendo todo el fin de semana, jejeje. A eso sí le encuentro la gracia.

Un saludo.

Monte

Francisco Sierra dijo...

Trágico,imposible rimar el hielo de la mañana en el frío del olivar.

Antonio M. Medina Gómez dijo...

Más razón que un santo, si señor. Qué Dios me conserve el trabajo y evite aquellos odiados madrugones de frío, de cansancio y de hastío.

Anónimo dijo...

ay gente que llama cínios a la gente como usted; yo personalmente le admiro y admiro sobre todo a su padre. Hay gente que necesita de vez en cuando unas bofetadas de verdad, para quitarles el aire de superioridad que solamente han conseguido practicamente esclavizando a otros. Saludos, Isabel Fonseca, Almería.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Hasta ahora no ha sido posible ir a la aceituna (y eso, amigo Monte, permite pasear los domingos, que es un placer), pero supongo que tal y como está viniendo el invierno la recogida de aceituna va a ser este año un suplicio de frío y barro. Seguro que luego viene alguien a hacer poemitas y rimas y se pone a decir tonterías de qué bonita es la aceituna. Pues no, no es bonito madrugar con el frío, ni comer sentado sobre la tierra helada, ni nada de eso.
Por lo demás, ¡magníficos días para los que adoramos el invierno!
Saludos a todos.