lunes, 15 de diciembre de 2008

LECCIONES GRIEGAS



Los disparos al aire y un joven muerto. La sangre corriendo por los adoquines que no guardan ya arenas de la playa. Los escaparates rotos. Los coches incendiados. El fuego que devora comercios y edificios oficiales. El humo que se eleva por sobre las ruinas de la Acrópolis. Los gritos roncos de los jóvenes sublevados. Las cargas policiales. Las banderas levantadas sobre el viento del Egeo. Un ataúd cubierto con flores blancas y azules. Un cansancio sin límites que explota en gargantas y en puños cerrados. El tiempo del caos y para el caos: un tiempo que se agota. O que ya no existe: un reloj roto, la voz imprecisa de los hartos de esperar su turno.

Grecia como imagen de nuestra era.

¿Qué está pasando en Grecia para que el asesinato de un joven a manos de la policía haya desatado esa ola de violencia ciega, esa rabia, ese quejido profundo como de tierra que cruje? Lo de Grecia nos puede pillar por sorpresa y tal vez sea sólo un anticipo, como la vuelta del fascismo a Italia: ¿se estarán rompiendo las costuras de la historia? Nos falta la perspectiva del tiempo para poder presenciar en toda su dimensión la tormentosa edad en que vivimos, pero es fácil hacer una aproximación: se agrieta el sistema que conocemos, se aventuran profecías oscuras entre las borrascas del horizonte. O, simplemente, vuelve el pasado. Con uniformes negros en las calles de Roma, con barricadas y fuego en las plazas de Atenas, con colas de indigentes en las calles de Úbeda. Son los estertores de una civilización cansada y descreída: no hay esperanza y es eso lo que dicen los jóvenes griegos. Mucho más próximos a nuestra propia juventud de lo que nos quieren hacer creer los triunfalistas mensajes de los políticos españoles: no somos la Europa del Norte, seguimos estando en las orillas de ese mar compungido y hermoso que es el Mediterráneo y nuestros hermanos siguen siendo –en las desilusiones y en las amarguras– los pueblos de Italia, de Grecia, de Serbia… Somos como ellos y si nuestra juventud no incendia calles y agita banderas es, simplemente, porque es la juventud más estúpida y aborregada de Europa. Mérito, sin duda, de un sistema educativo que ha destruido cualquier resorte moral, toda épica de la dignidad. Nuestros jóvenes no se parecen –ni en calidad de vida ni en salarios ni en posibilidades de emancipación– a los jóvenes suecos o alemanes. Su reflejo, su espejo, son los jóvenes vencidos de todas las batallas que sublevan las orillas griegas en una tormenta de dignidades condenadas al fracaso. Pero no quieren nuestros jóvenes reconocerse en la desesperanza: ellos prefieren la cómoda calidez de sus pretensiones, que son vanas y por eso estúpidas. (Aunque algo parece moverse en algunas universidades, para frenar el que puede ser atentado definitivo contra el sistema educativo español. Plan Bolonia se titula. “Futuro de la universidad española” lo llaman los lacayos de los poderosos. ¿Se está incubando el germen de un grito en los paraninfos españoles?)

No era posible en Grecia contener por más tiempo la indignación. Lo ha dicho el rector de la Universidad de Atenas: “Los jóvenes ya no nos creen. Nos respetan, o nos toleran, pero ya no nos creen. Les hemos hecho perder la esperanza en el sistema.” Es esa la cuestión: que los jóvenes griegos –¿los del resto de Europa sí?– no pueden seguir creyendo en un sistema que siembra resignaciones, que mutila anhelos, que priva de mañanas. Igual ocurre en España –busquen los últimos datos de la OCDE–, sólo que aquí falta la valentía del deseo mutilado. No hay esperanza, ni puede haberla. No pueden tejer banderas de esperanza ni los jóvenes griegos ni los españoles. ¿Qué esperanza hay en los salarios de risa que se pagan? ¿Qué esperanza en los precios de una vivienda que son un atraco? ¿Qué esperanza en el silencio de una casta política depravada éticamente que tolera abusos y sonríe cabronadas? ¿Qué esperanza hay cuando todo el futuro cabe en la pantalla de la play station? ¿Qué esperanza se tiene ante cada puerta que se cierra, ante la certeza de los años desperdiciados en estudios y formaciones que no sirven para nada? ¿Qué esperanza queda cuando para vivir con dignidad hay que apuntarse al exilio que busca salarios dignos en Inglaterra o Dinamarca? ¿Qué esperanza hay en vivir sin esperanza?

Los jóvenes griegos han estallado: la muerte de uno de los suyos –otro fracasado, otro desesperanzado, otro sin futuro– ha abierto la espita de la rabia, que se desborda. Como un torrente de llamas. Con un vendaval de insultos contra los políticos, los empresarios, contra los banqueros. Como un puñetazo contra el contubernio de todos los poderosos del sistema, esos ladrones de la felicidad. Los jóvenes griegos y la rabia: una rebelión informe, sin rostro y sin mordazas, que quiere dar nombres al odio, formas al resentimiento. “Destruimos porque nos engañaron”, parece ser el lema de esa juventud incendiada. ¿Cansados de la ausencia de soluciones a sus problemas? Sí, pero algo más: cansados de estar cansados. Necesitados de explotar y decir “somos, estamos en la historia”. Urgentes para pintar un fresco gris en este tiempo siniestro, antes de que el poder restablezca su imperio. Antes de que el poder –tan correcto, tan formal, tan alejado de la realidad de la gente que padece crisis y carestías y paro y empresarios vampiros– pegue en las esquinas sus pasquines de la moderación, sus llamamientos a lo contenido. Antes de que se impriman los lemas de la cohesión y la unidad y el orden y de los valores que de tan manoseados y violados ya no sirven para alumbrar caminos nuevos. Antes de eso, sí, antes tienen los jóvenes que bautizar con cenizas y cristales un tiempo que se agarrota sobre los almanaques.

“Les hemos hecho perder la esperanza”. ¿Hay crimen mayor? ¿Quedaba otra respuesta al “esperancicidio” que no fuera el cóctel molotov? Las democracias mediterráneas se han basado en la propaganda, en los 11 Principios de la Propaganda según Goebbels, en los mandamientos del discurso huero y machaconamente repetido que se resumen en uno solo: “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad.” Así aspiran a sobrevivir nuestros sistemas políticos en la historia después de la historia: basándose en la palabrería vana, en el marketing, en los eslóganes. Sin mirar de frente la realidad y sus tinieblas.

Pero ahora los jóvenes griegos han colgado sobre las columnas del Partenón una pancarta, una respuesta, la última cita de la dignidad que ya no puede serlo de la esperanza, porque no existe: “no se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo”. Y a los jóvenes griegos ya no pueden seguir engañándolos. Han visto la verdad. Que tiene los ojos vaciados: se los sacaron los especuladores para comprar fondos de inversión. Por eso la rebelión griega avanza a ciegas: también los lazarillos de la verdad –los bachilleres de Atenas, los universitarios de Salónica– tienen los ojos vaciados. Pero quieren mirar el horizonte. Quieren ver: la imagen es patética –ciegos que guían los ciegos– pero no hay en Europa, ahora mismo, otro aguafuerte que se parezca más a la realidad que éste que alumbran las llamas sobre el mapa difícil de Grecia.

(Publicado en Diario IDEAL, ediciones de Jaén y Almería, el día 13 de diciembre de 2008)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez charlamos de los apasionante que es ser testigos de como el mundo tiene que coger otro rumbo para sobrevivir.
Pues ahora me da miedo, seguramente sea porque ya no soy tan joven, pero después de este retrato es lo que siento. Miedo por mi y por mi chica, y por lo que tengamos que ver, que la historia pocas veces se cambia con un apretón de manos y ya está.GUS

Unknown dijo...

Hola. Tu blog es muy interesante, por el contenido y las buenas ideas. Genial! Por cierto ¿qué plantilla usas?

Manuel Madrid Delgado dijo...

Las épocas de grandes cambios son apasionantes... a toro pasado. Los seres humanos que las viven (o que las padecen) no suelen ser conscientes del cambio, pero soportan todas sus consecuencias, que no siempre son positivas. Yo creo que las próximas décadas serán apasionantes (lo que no significa que sea maravilloso vivirlas o padecerlas) porque supondrán el cambio de, cuando menos, un modelo de civilización: la era del petróleo se acaba pero no sabemos lo que viene.
Y a mí también me da cada vez más miedo lo que esté por venir. Esta mañana cuando he oído que en Estados Unidos los tipos de interés se han quedado al 0% he sentido un escalofrío, porque eso es síntoma de algo terrible: la deflación (la bajada de precios sin control), la peste negra de cualquier economía. No sé, pero me parece que nos quedan todavía caminos muy espinosos por recorrer: nadie sabe dónde está el fondo de la crisis y algunos (esperemos que finalmente podamos tacharlos de pesimistas) hablan ya de una inminente depresión.

Gracias Santi por el comentario. La plantilla la busque por internet, pero desde mi torpeza te recomiendo que pinches el último enlace que hay en la columna izquierda de mi blog (Blogger Template by Blogcrowds) y creo que allí está el html de la plantilla, o cómo eso se llame.
Saludos y nos vemos por aquí.