miércoles, 10 de diciembre de 2008

PUNTUALIZACIONES DE CREYENTE



Escribía el pasado día 6 de diciembre D. José María de la Torre a propósito de mi artículo Condición de creyente, manifestándose disconforme con respecto a su contenido, después de declararse lector de mis columnas y dedicarme un par de piropos que agradezco de todo corazón. Pero a su parecer el artículo citado “chirría” y tiene “melifluidad de sacristía”. Dejando a un lado la melifluidad de mi artículo, me parece necesario debatir someramente con el Sr. de la Torre.

Lleva razón cuando dice que la historia reciente y la actualidad desmienten mi afirmación sobre la dificultad de ser creyente cristiano en España. Temo no haberme explicado bien: lo que quiero decir es que hay cierto pensamiento políticamente correcto que encuentra en el descrédito de lo cristiano uno de sus sustentos principales. Para este pensamiento –que yo defino como “progre”– lo cristiano, y más aún lo católico, es sinónimo de oscuro, machista y no sabemos cuantas cosas más. Es cierto –y eso quise expresar en mi artículo, se ve que sin conseguirlo– que ciertos sectores católicos se afanan en apuntalar esas ideas tendenciosas del pensamiento progre: a modo de ilustración sirva el hecho de que el Vaticano –faltando al sentido de la caridad evangélica– se alinee con los países islámicos a la hora de manifestarse contra la despenalización internacional de la homosexualidad.

Lleva razón el Sr. de la Torre en que no es difícil reclamarse cristiano: lo difícil es hacerlo sin que los “progres” se “burlen” de esa condición debidamente pertrechados de argumentos ofrecidos por el comportamiento tantas veces poco cristiano de los dirigentes de la Iglesia. Es más, creo que en su propio artículo el Sr. de la Torre cae en esta misma burla: considera que creer en la salvación de la almas es un «concepto arraigado en las cavernas de la imaginación», y la religión no sería más que una «convención con la que los hombres se consuelan de los despropósitos de la realidad». Y el bien realizado por tantos cristianos ejemplares a lo largo de la historia carecería de valor ético porque es inmoral «obrar en función de la recompensa o castigo» que nuestras acciones merezcan. Discrepo: para refutar su afirmación me basta con el ejemplo de Maximiliano Kolbe, que dio su vida en los campos de exterminio nazis para salvar la de otro inocente. ¿Ese heroísmo del amor puede ser desacreditado por el convencimiento religioso de quién lo lleva a cabo? ¿No es valiosa la entrega de Kolbe por el simple hecho de confiar en la promesa de Jesús? De la lectura detenida del mensaje cristiano lo que se deduce no es una invitación a actuar según el palo y la zanahoria: el «amaos los unos a los otros como yo os he amado» de Jesús de Nazaret es un mandamiento sin condiciones ni chantajes, claro, meridiano. La espina dorsal del cristianismo es este mandamiento del amor: amar no porque haya vida después de la muerte o infiernos tenebrosos, sino simplemente porque el ser humano está dotado de una dignidad intocable: el otro es una alteridad de nuestro propio yo y este mensaje de Jesús viene a parar en el kantismo ético de no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros: hasta en la ética de las Luces hay contraprestación. El mandamiento evangélico es poderoso, radical: amar a los otros hasta entregando la vida si fuera necesario. Y creo que obviar la entrega generosa de tantos cristianos hoy mismo en tantos territorios olvidados y sumidos en dramas inconcebibles, supone, cuando menos, pecar de la misma falta de ética que hacer el bien no por el simple hecho de hacerlo sino pensando en la recompensa de ultratumba. Eso, sin contar con que, como señaló Miguel de Unamuno, una cosa es hacer el bien y otra ser bueno: todo el que hace el bien no tiene porqué ser bueno, que se puede ser bueno creyendo en Dios y sin creer en Él y se puede hacer el bien esperando la recompensa divina o simplemente poder dormir con la satisfacción del deber cumplido.

Piensa el Sr. de la Torre que es una falta de respeto por mi parte referirme a la religiosidad de ateos y agnósticos. Según el Diccionario de la Academia la religiosidad puede definirse como el «conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella». En ese conjunto de creencias entra también el creer que no existe Dios o el dudar de su existencia, entra el buscar a Dios entre la niebla de Antonio Machado o de Albert Camus, agnósticos profundamente religiosos en cuanto que preocupados por el hecho religioso sin necesidad de que yo los afilie a feligresía alguna.

Es cierto que no soy integrista –porque creo que la religión es un hecho enriquecedor, abierto y plural y me parece que el comportamiento de la jerarquía reduce su potencialidad humanizadora– ni progre –porque, tal vez equivocadamente, diferencio entre lo progre y lo socialdemócrata: lo uno es una posturita estética, lo otro un compromiso frente a las desigualdades–, y quisiera dejar claro que creo en una escuela pública que está para educar y no para adoctrinar en ninguna doctrina. Y es cierto que creo que uno de los grandes logros de nuestra civilización es el derecho a poder reírnos incluso de lo más sagrado, pero otros muchos creyentes no lo ven así y les hubieran gustado verse tan respaldados por los progres cuando se sintieron ofendidos por las fotografías de la obra Sanctorvm de J.A.M. Montoya, como lo fueron los musulmanes cuando el tema de las viñetas de Mahoma: el 6 de febrero de 2006 el presidente del Gobierno, en compañía del primer ministro turco, hacía público un manifiesto en el que decían que la publicación de esas viñetas podía «ser perfectamente legal» pero rechazable «desde el punto de vista de la moral y de la ética». Se rechazaron las viñetas, pero no las fotografías.

La Constitución determina que ninguna confesión religiosa tiene carácter estatal a la par que reconoce la particularidad de la religión católica: pero la Constitución no opta por un modelo laico en el asunto religioso sino por un modelo cooperativo que viene a reconocer el valor de lo religioso. J.A.M. Montoya tiene tanto derecho como cualquier otro artista a que una administración pública subvencione la publicación de su obra: pero lo que no puede ser es que los poderes públicos subvencionen obras que se sabe van a herir un sentimiento religioso, que luego desde ciertos sectores se carguen las tintas contra los que se sienten ofendidos y que, mientras, vehementemente se defienda el derecho de los creyentes de otro credo a no ser vejados en sus creencias. Desde el punto de vista de la moral y de la política tan rechazable –o tan aceptable, según cada cual– son las viñetas de Mahoma como las fotografías eróticas de Jesús y de la Virgen: entienda el Sr. de la Torre el malestar de los ofendidos por las fotos cuando, para más inri, se toman a chanza su molestia –“cosas de beatos, melifluidades de sacristía, pensamiento arraigado en las cavernas”– los mismos que comprenden las molestias de los de las viñetas.

Ah, y quede claro a todo el que esto leyera que se puede creer –o querer creer, al estilo de Unamuno– sin ser un cavernícola y creyendo en las bondades de lo público y lo laico. Yo, al menos, no me tengo por tal cavernícola. Ni nunca, hasta ahora, me lo habían llamado.

(Publicado en Diario IDEAL el día 8 de diciembre de 2008)

2 comentarios:

ANTONIO Y ROSA V. dijo...

Esperaba la respuesta al articulo del Sr de la Torre, ya que en su artículo sólo destaca lo que le interesa destacar en cuanto a las ideas de la progresía(como bien llamas)
Yo si me he sentido muchas veces incómodo al defender mis ideas religiosas, en determinados círculos, pero la mayoría de las veces se han zanjado con el respeto de pensar y hacer lo que cada uno sienta.
Pienso que la Iglesia Católica, debe "actualizarse" y tratar de llegar a las generaciones de hoy(cosa dificil), pero de hay a llamar cavernícolas a los cristianos, me parece un exceso.
Felicidades por tu articulo, ya que con palabras mas elegantes has replicado y puntualizado tus ideas y creencias al Sr.de la Torre.

Saludos

Manuel Madrid Delgado dijo...

Muchas gracias por el comentario. Me parece que en esto de la religión como en todos los otros aspectos de la vida, uno tiene que actuar desde la moderación, que es la sensatez. Azaña decía que él era patriota con las zonas templadas del espíritu. Me parece bonito ser patriota o ser cristiano con las zonas templadas del espíritu. Y me dan tanto miedo los progres que arremeten contra las creencias cristianas como los cristianos que se escudan en una falsa lectura del Evangelio para negarse a apoyar la despenalización de la homosexualidad, convirtiéndose así en cómplices del sufrimiento de millones de seres humanos en países islámicos y de África y de tantas esquinas del mundo.
Un saludo.