miércoles, 15 de abril de 2009

LOS TRONOS DE PALMA BURGOS



¿Hasta qué punto la Semana Santa no es hechura del malagueño Francisco Palma Burgos? Tras la Guerra Civil a penas quedó nada de la vieja Semana Santa ubetense: se habían perdido imágenes, tronos, enseres. Las cofradías se aplicaron a partir de 1939 a la tarea de reconstruir todo el patrimonio perdido, de manera que el resultado fuera el más parecido a aquel que redujeron a cenizas. El mismo espíritu para nuevos tiempos: es ese el encargo que nuestros abuelos hicieron a los nuevos imagineros, Jacinto Higueras, Benliure, Vasallo… y Palma Burgos, que en 1942 entrega su Señor de la Columna y que desde entonces no se iría de la Semana Santa de Úbeda. Tanto se quedaría en el fondo de nuestra Semana Santa, que hoy es imposible concebirla sin la impronta estética del malagueño.

Y es que Palma Burgos supo captar pronto y bien la “personalidad” de la Semana Santa según el pueblo ubetense. Más allá de las imágenes que dejara para nuestras cofradías –el Señor de la Columna, que ya hemos dicho, el paso del Santo Entierro, el Señor del Borriquillo o el Resucitado y los imponentes Cristos Yacente y de la Noche Oscura, o sus dolorosas– son los tronos que realiza para las imágenes los que definen el toque último de la particularidad cofrade ubetense. Tronos en los que el barroco se interpreta de manera muy contenida, de tal modo que cualquier desbordamiento se evade para no violentar el ser cofrade de los ubetenses. Grandiosos, serenos sobre las ruedas –ahora las ruedas no tienen buena fama: son cosas “antiguas”, feas–, se desplazan esos tronos con majestuosidad por las bacheadas calles de la ciudad, invitando a contemplar sin participar, desde una lejanía que facilita la contención de las emociones. Y así, es fácil afirmar que la Semana Santa de Úbeda es la que se refleja en esos tronos de Paco Palma, o en los que se hacen según su modelo. Hay otros tronos, otros “pasos” más retorcidos o recargados, claro, como hay otras imágenes modernas más acordes al gusto nuevo de exuberancias barrocas, más alejadas de aquella imaginería de la postguerra que interpretó un nuevo clasicismo. Pero algunos seguimos viéndolos como una importación, como algo de fuera: no tienen el sello de los tronos de Palma Burgos.

Y es que cuando esta tarde veamos el trono del Señor de la Columna o mañana el de Jesús o la Expiración sabremos que sí, que esos sí son de Úbeda porque es puro Palma. Ahí es nada.

(Publicado en diario IDEAL el 9 de abril de 2009)

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