viernes, 17 de abril de 2009

HORA DE MIRAR



Hemos nacido para poetas o para muertos, lleva razón Gloria Fuertes. El poeta escribe o llora versos, pero también es poesía la madre que peina la cabeza rubia de su hijo. Y es poeta el que sin ganas ni esperanza madruga y viaja en metro hasta la oficina o el tajo, y lo son los que escriben algoritmos sobre las viejas pizarras negras y los que buscan en el café de la mañana la razón de tener abiertos los ojos. Esos –aunque vivan en la desgana, aunque estén espoleados por el desánimo– nacieron para poetas de la poesía de lo pequeño y de la supervivencia, que es como una mariposa que cada día quema sus alas de papel en los soles declinados de la tarde. Para muertos, claro, nacen los que se escabullen del esfuerzo y de la inteligencia, y hacen oficio de tinieblas en el matonismo o el pasotismo. Nacieron para poetas los que nacieron para la vida, con todos sus reveses y con sus amarguras, los que quieren torcer –rectamente– la esquina de lo negro para darse de bruces con las fuentes limpias en las que beber a chorro. Nacieron para muertos los que con su cara de bobo o con su maldad a cuestas trajinan en la política, los de los discursos hueros, los del gesto implacable que siempre se descarga contra el indefenso. Lo que pasa es que está tan oscura la mañana del siglo que no sabemos separar a los poetas de los muertos, que como avisó Neruda podrán cortar las flores pero no detendrán la primavera. Y esto es una esperanza necesaria.

Roberto Juarroz dijo que “la vida nos acorta la vista/ y nos alarga la mirada”. Yo pienso que ahora vemos mucho pero miramos poco y que si Machado anunciaba que estabamos ciegos por estar hartos de mirar sin ver, ahora nuestra ceguera la provoca el ver sin mirar. Vemos mucho más allá de nuestras narices, porque internet y la televisión han convertido el mundo en un establo a la medida de nuestra condición de borregos. Soberbios porque creemos que hemos puesto bombillas en todos los tapices de la realidad, somos incapaces de mirar. ¿Qué miramos? En realidad no miramos nada: yo creo que este mundo nuestro es un mundo ciego, hechura de los muertos y no de los poetas. Nos da miedo mirar, pero sobre todo nos espantan las miradas que se alargan y abarcan profundidades hasta llegar a las simas donde nuestro ser habita. Esa es la cuestión: que no queremos mirarnos dentro. Que nos espanta lo que somos, que nos da miedo adentrarnos en la inseguridad que propone nuestra condición de seres fronterizos.

Vivimos la era más soberbia de la historia. Era de certezas sin fisuras, de unanimidades, edad inquisitorial de seguridades dogmáticas. Nunca el hombre ha sido tan estúpido, nunca ha malvivido tan sin pulso, tan a imagen y semejanza de los que nacieron para muertos. Pero hay que resucitar el tiempo y las esperanzas. Para eso hay que alargar la mirada, hasta abarcar los infinitos espacios, los universos profundos. Es necesario que volvamos a hacernos preguntas, que dudemos. Es necesario que miremos largamente aunque escuezan los ojos.

(Publicado en Diario IDEAL el 16 de abril de 2009)

No hay comentarios: