Seguramente todavía habrá quien piense que Izquierda Unida es un paradigma para la izquierda en España (ellos prefieren hablar de “este país” o del “Estado”). Seguramente habrá quienes piensen que el gobierno de Cataluña, formado por la suma de tres fuerzas nominalmente de izquierdas, es el no va más del progresismo mundial. Bueno, pues para aclarar toda duda ha salido a la palestra pública Lluis Suñé, un concejal de Torrendembarra (Tarragona). Un concejal de ICV-EUiA, la marca catalana de IU –que tan unida está que en cada sitio se presenta con un nombrajo–, ha puesto las cosas en su sitio, para clarificar dudas: la imagen que ilustra esta entrada apareció en el blog del citado sujeto.
Yo creía que este tipo de insultos era propio de los años de la Alemania nazi. Yo creía que estas imágenes cuadran con el resurgir fascista que viven en Italia. Yo creía que este desprecio hacia colectivos enteros era propio de quienes piensan que la raza o la clase social o el lugar de nacimiento marcan y justifican diferencias políticas y sociales. Pero yo estaba equivocado: ahora, este insulto a los extremeños en su conjunto resulta que es progresista. Que es de izquierdas. Ya lo hemos visto: un concejal del partido que sigue considerándose guardián de las esencias izquierdistas en el trozo de la península ibérica que no es ni portugués ni británico, un concejal que seguramente presumirá de archiprogre, tiene claro que se puede ofender gratuitamente a lo extremeños. ¿Cómo lo justifica? Son pobres y, por tanto, son escoria. Son escoria para los nacionalistas catalanes y, suponemos, también para los vascos, que eso llevan la marca racista desde que Sabino Arana comenzará a contar sus imbecilidades.
Al final la cabra siempre tira al monte y los nacionalistas tienen la marca de la xenofobia tan profundamente asumida que les tira más que las ideas progresistas, que para ellos no son sino cosmética. Entre el tonto de las bombillas y el tonto del apadrinamiento de los niños extremeños anda la izquierda. Pero no nos engañemos: esta gentuza nazionalista de IU, PSC o ERC es mucho más peligrosa que el cipote bombillero. Entre Montilla o Puigcercos o Saura y Miguel Sebastián, me quedo con Sebastián, que ese con sacarle brillo a las bombillas va servido: los otros algún día pedirán que se monten campos de concentración rodeados de alambres, como están haciendo los neofascistas en Italia. Es cuestión de esperar, porque siempre hay un día en que el odio congénito al nacionalismo se desborda.
Yo creía que este tipo de insultos era propio de los años de la Alemania nazi. Yo creía que estas imágenes cuadran con el resurgir fascista que viven en Italia. Yo creía que este desprecio hacia colectivos enteros era propio de quienes piensan que la raza o la clase social o el lugar de nacimiento marcan y justifican diferencias políticas y sociales. Pero yo estaba equivocado: ahora, este insulto a los extremeños en su conjunto resulta que es progresista. Que es de izquierdas. Ya lo hemos visto: un concejal del partido que sigue considerándose guardián de las esencias izquierdistas en el trozo de la península ibérica que no es ni portugués ni británico, un concejal que seguramente presumirá de archiprogre, tiene claro que se puede ofender gratuitamente a lo extremeños. ¿Cómo lo justifica? Son pobres y, por tanto, son escoria. Son escoria para los nacionalistas catalanes y, suponemos, también para los vascos, que eso llevan la marca racista desde que Sabino Arana comenzará a contar sus imbecilidades.
Al final la cabra siempre tira al monte y los nacionalistas tienen la marca de la xenofobia tan profundamente asumida que les tira más que las ideas progresistas, que para ellos no son sino cosmética. Entre el tonto de las bombillas y el tonto del apadrinamiento de los niños extremeños anda la izquierda. Pero no nos engañemos: esta gentuza nazionalista de IU, PSC o ERC es mucho más peligrosa que el cipote bombillero. Entre Montilla o Puigcercos o Saura y Miguel Sebastián, me quedo con Sebastián, que ese con sacarle brillo a las bombillas va servido: los otros algún día pedirán que se monten campos de concentración rodeados de alambres, como están haciendo los neofascistas en Italia. Es cuestión de esperar, porque siempre hay un día en que el odio congénito al nacionalismo se desborda.
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