Cada año que pasa, esa cita que supone la romería de la Virgen de Guadalupe me llena más. Más como persona, más como amigo de mis amigos. Todo, incluso en este año en que el abandono de los caminos y las lluvias lo pintaban todo negro para subir a la Virgen desde el santuario hasta Santa Eulalia, todo, digo, confluye para hacer de esa madrugada, de esa mañana, algo casi mágico. Despertarse mientras suenan los cohetes. Caminar de noche, en medio de la niebla, por entre los olivos que huelen a humedad. Llegar antes de que amanezca y saber que Cristóbal y su mujer ya tienen listas las migas y la cerveza fría y las ascuas para la panceta y el chorizo, que chorrean su grasa crujiente sobre el pan, y desayunar entre risas y bromas. Continuar, luego, el camino, por el barro, en un campo lleno de flores y descubrir un amanecer bellísimo: la niebla sobre el hoyo del Gavellar, como en nubes de algodón que caminan sobre los olivos y los trigales verdes, desperezando las lomas en esa hora en que la luz es todavía incierta, como si no se atreviera a alumbrar definitivamente el mundo y sus miserias pero sí quisiera delimitar la forma de tanta cosa hermosa como existe. Esperar luego a la Virgen a la orilla del camino, la emoción de la primera vez que un año más la vemos, iniciar el camino de regreso, cuesta arriba, con todos los recuerdos acuestas, con la melancolía de no sabemos qué memorias desmayadas llenando nuestra cabeza e incluso la punta de nuestros ojos, sabiendo que somos solo parte de una cadena que desde hace muchos siglos ha llenado esta mañana de romería de emociones parecidas a las nuestras, tal vez con el deseo de que nuestros hijos hereden de nosotros esta humilde pasión, esta sencilla manera de sentirnos ubetenses. Y así, hasta Santa Eulalia, donde ya sin impedimentos se repite el ritual de cada año, la cerveza reconfortante tras la caminata en la caseta de la Oración del Huerto, y luego la caseta de Los Costaleros, punto obligado ya para nuestra particular romería: los porrones de vino, los ochíos con habas, las gachasmigas de Pepe Robles... Que este año, el primer día de romería, hayan estado allí nuestros hijos, y que Marién y María del Mar y María Luisa llegaran a tiempo de las gachasmigas, lo ha cambiado todo un poco, pero también lo ha hecho mejor, más enriquecedor, porque estoy convencido de que a todos nosotros nos gusta compartir esto que tanto queremos ya con quienes más queremos.
Unos años más amigos, otros, por distintas circunstancias felices, algunos que faltan. En el fondo todo siempre igual, incluso el concejal que se nos engancha (?) y que nunca paga nada aunque bebe cada vez que pedimos nosotros. Todo igual.
Estoy convencido (lo pensaba el lunes, cuando ya estábamos sólo las parejas, en un día fantástico, inolvidable de romería, con las locas de nuestras mujeres corriendo detrás de Javier Arenas para echarse unas fotos que no sé yo dónde van a colgar, antes de emprender el regreso a Úbeda trayendo al a Virgen de Guadalupe) de que días como estos sirven realmente para hacernos más amigos. Cada uno, en el camino y en la risa, con sus pensamientos, con sus recuerdos, pero todos unidos en este sentimiento de querernos y tener cosas que nos unen.
La romería. Nosotros. Un grupo que va creciendo cada año: los de “siempre” (¡cinco años ya!): Alfonso, Pepe Rus, “el Parri”, Pepe Navarrete, Paco, Juan, Jero, Mari Carmen, Cristóbal, Jose, “el Lalos”, Juan Antonio...; los que acrecientan el grupo y van convirtiéndose en habituales en la cita de las migas y de los porrones y de la risa: Tomás, Luis Carlos, Pedro Ángel, Rojas, Luis María, Quique, Pepi...; la romera chiquitilla que ya suma dos años: Rocío; las que llegan a la hora cómoda cargadas de chiquillos: María Luisa, María del Mar, Marién; los chiquillos: Manuel, Carmen, María del Mar, María... Cuántos sumados ya a la cadena tan larga de las romerías de la Virgen de Guadalupe.
He tardado en escribir esto (a veces es difícil ordenar las vivencias y las emociones) y al final he descubierto que sólo quería decir una cosa: otro años más, a todos, gracias.
7 comentarios:
¡Qué buen rato y que buena compañía!
Un fuerte abrazo desde los jaenes.
Pues eso, que gracias a ti y a todos los dichos, por el disfrute de la romería, por los buenos momentos vividos, por los recuerdos añorados y por supuesto que sean muchos años más.
Alfonso.
Gracias por hacerme llegar unos sentimientos que este año, "cosas del querer", he querido dejar pasar...
Un abrazo y gracias.
Blas.
Blas, habla con propiedad: no "has querido" no estar; "has debido" no estar. No es lo mismo. Efectivamente, cosas del querer.
Saludos.
La romería nunca ha sido algo que a mí me haya llamado mucho la atención. Quizás porque lo que más he vivido ha sido esa romería de jóvenes en las que el único objetivo es estar un día en el campo sin tus padres en el que poder emborracharte sin sentido.
Leyendo esto me dan ganas de echar a andar el año que viene con los romeros y poder disfrutar de vivencias similares.
Yo tampoco fui nunca muy amigo de la romería. De adolescente creo recordar que fui un par de veces, y aún a regañadientes. Luego, dejé de ir durante muchos años. Después, ya novio, comenzamos a irnos a echar allí el día y nos volvíamos con la Virgen, y fui descubriendo otra romería. Desde 2007 he descubierto la romería de verdad, y ya forma parte ineludible de mis citas rituales del año. Es una experiencia magnífica, sin duda, de esas que cuando las pruebas repites.
Saludos.
La verdad es que hechamos una jornada muy buena, el año que viene no paso por alto ni las migas ni los chorizos que tan ricos están para coger fuerzas para el resto de camino.Un abrazo.Quique.
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