viernes, 6 de mayo de 2011

SANTA MARÍA








«No dan ganas de rezar». Así resumía uno de los buenos jesuitas que viven en Úbeda lo que provoca en él la Santa María de los Reales Alcázares que ha resultado tras veintiocho largos años de destrucción y reinvención, de algo que solo piadosamente puede llamarse «restauración». No, no dan ganas de rezar en Santa María: es todo tan pulcro, tan igual, todo tan reluciente, tan brillante, todo tan postizo, tan claramente inventado, que de lo que dan ganas es de celebrar fiestas, con una orquesta en la Capilla Mayor y mesas en las naves.

La fecunda historia de Santa María —de la que se dijo que albergaba todos los estilos artísticos conocidos e incluso alguno más— ha sido resumida en una uniformidad estilística impostada, afectada. Hasta que Ruiz de Albusac la destruyera, allá por 1986, y Enrique Venegas se inventara una nueva iglesia, a partir de 1990, Santa María presentaba un aspecto abigarrado, caótico. Parecía una anciana de extraña belleza que a lo largo de sus muchos años ha amontonado —sin mucho orden y tal vez sin mucho sentido— recuerdos de viejas glorias, argumentos de otro tiempo, joyas sin lustre, cicatrices de heridas y operaciones, una anciana decrépita pero todavía interesante. Santa María no era una iglesia «bonita», pero tenía un «toque» especial: era un templo con «sabor» que hablaba despaciosamente de los muchos siglos, de las muchas obras, de las muchas modificaciones que se habían realizado dentro de sus muros. La Santa María que hemos perdido para siempre tenía personalidad, una personalidad definida por la acumulación de escudos, lápidas de los obispos y canónigos enterrados en su interior, capillas decrépitas, rejas y lamparones de forja, restos de obras, modificaciones, mutilaciones de elementos ornamentales... Ese modo de ser de Santa María, alocado y sin concierto, saludaba al visitante ya en el claustro gótico, aromado de cipreses, umbrío, lleno de cánticos de pájaros. Hoy, todo eso, todas esas huellas del pasado, una gran parte de las aportaciones que Santa María había recibido siglo tras siglo —aportaciones del viejo cabildo colegial, aportaciones de los priores Blanca y Monteagudo, aportaciones del cura don Diego—, se han sacrificado en aras de una uniformidad, de una unidad que el templo, si alguna vez la tuvo, había perdido ya en 1500. De resultas de este afán por borrar las huellas del tiempo y los rastros del pasado, de este afán por restaurar algo que nunca existió, obtenemos ese templo en el que «no dan ganas de rezar».

La Santa María que el domingo será abierta al culto con pompa episcopal y circunstancia electoral, es un templo sin alma. Le han extirpado la calidez espiritual que le daba su historia, porque hasta de historia la han privado: donde antes había losas y lápidas de piedra viva, hay ahora un catálogo de mármoles de todos los colores; donde antes había unas bóvedas barrocas del siglo XVIII, hay ahora unos artesonados de madera de escaso mérito, relucientes y sin justificación histórica; donde antes había un claustro y un patio recogidos, románticos, llenos de aspiraciones líricas y religiosas, encontramos un lugar inhóspito en el que no podrán anidar los gorriones; las lámparas y púlpitos de forja han dado paso a cientos de focos de aluminio, extintores y luces de emergencia, vidrieras «kitsch» de estilo marbellí y un minimalista púlpito posmoderno de piedra relamida... De las rejas de madera de las capillas del canónigo Magaña y de San Sebastián nada se sabe. Todo, en la nueva Santa María —adornada a prisa y corriendo con imágenes de Olot— parece de saldo, barato. En conjunto, todo resulta huero. Visto el resultado, los cientos de millones de pesetas que se dicen haberse gastado en la antigua Colegiata ubetense, resultan un derroche: para vaciar el espíritu de un templo se necesita bastante menos.

(IDEAL, 5 de mayo de 2011)

6 comentarios:

CIRIBULLE dijo...

Poco más se puede añadir a lo que has dicho Manolo. Tan solo apuntar 3 cositas: La Santa María de hoy demuestra el nulo interés que la Iglesia tiene en la conservación de su Patrimonio Histórico, al menos en parte del mismo. La Santa María de hoy demuestra el poco sentido ético que la Junta de Andalucía, pese a los millones gastados en la misma, tiene en lo referente a la conservación y recuperación del Patrimonio Histórico Andaluz. La Santa María de hoy, es lo que nos merecemos los ubetenses tras todos estos años de silencio cómplice aún sabiendo lo que se estaba haciéndo.
¿Alguien da más por la Cultura?

Manuel Madrid Delgado dijo...

No estoy de acuerdo con ninguna de tus puntualizaciones. Que la Iglesia tenga nulo interés en respetar y conservar y mejorar y acrecentar el patrimonio histórico que posee en Úbeda, no significa que tenga la misma actitud en todos los lugares (en Jaén no es así, en Sevilla no es así, en Baeza no es así). Significa, simplemente, que aquí nos han tomado la medida.
Que la Junta haya carecido de escrúpulos en la restauración de un bien como Santa María, no significa que actúe igual en todas partes (no lo ha hecho así en la multimillonaria restauración del Hospital de las Cinco Llagas o del Palacio de San Telmo en Sevilla, donde además no ha restregado a cada instante lo que se ha gastado). Significa, simplemente que nos tiene tomada la medida.
Y no estoy de acuerdo con que esto sea lo que Úbeda se merece: de hecho, somos cuatro locos los que criticamos lo hecho en Santa María, porque a la inmensa mayoría de la gente la nueva Santa María le ENCANTA. Esta es nuestra medida.
Saludos.

CIRIBULLE dijo...

Amigo Manolo. Estás de acuerdo con mis apreciaciones: en lo referente al interés de la Iglesia por nuestro patrimonio he dicho, al menos en parte del mismo (me refiero a Úbeda como muestra y ejemplo de algo que conocemos).
En lo del poco sentido ético de la Junta, vuelves a darme la razón. Es poco ético actuar con doble rasero (Sevilla/Úbeda o Jabalquinto, me da igual)
En lo que tenemos lo que nos merecemos, tú mismo vuelves a reafirmar: "a la inmensa mayorís de la gente la nueva Santa María le ENCANTA". Los cuatro locos a los que aludes, perderíamos una votación democrática sobre si este debe de ser el aspecto de Santa María o no.
Un saludo.

Jose Manuel Almansa dijo...

Un comentario para no comentar nada. Todos sabeis mi opinión. Saludos!

Javier dijo...

Dudas existenciales:
1.¿Son el Hospital de las Cinco Llagas o el Palacio de San Telmo propiedad del Obispo de Sevilla?
2.¿Habeis visto el gran y lujoso almacén de la 2ª planta del Hospital de Santiago? ¿Se dignará algún dia alguien a adecuar ese espacio para uso de todos?
3. ¿Y el Palacio de los Condes de Guadiana?
4. ¿Correran San Lorenzo o Santo Domingo la misma suerte que Santa Maria? ¿se dignará el Señor Obispo a poner neomudejar marbellí en san Pedro?

...bueno que me caliento...

Un saludo!

Manuel Madrid Delgado dijo...

En realidad no sé porqué seguimos empeñados en darle vueltas a este asunto. A la mayoría de los ubetenses la nueva Santa María les encanta y se la suda dónde hayan ido a parar las lápidas sepulcrales (esta mañana he visto algunas, completamente destrozadas, apiladas en el patio sobre al Arroyo de Santa María; había una de mármol blanco con pinta de haber sido preciosa), las rejas de madera (despedazadas, están amontonadas en las galerías altas del templo, junto a las lámparas y el púlpito de forja) o cualquier otra cosa.
Saludos.