Si uno es capaz de mirar más allá de la palabrería de los políticos y de sus grandes promesas —muchas, son las mismas de hace cuatro, de hace doce años— descubre lo que de verdad se juega en las elecciones del domingo. O lo que de verdad le importa.
Más allá del profundo cabreo que siento, más allá de no olvidar que me han bajado el suelo y que ahora en junio me lo vuelven a bajar, he descubierto que no entiendo que pinta lo de Bildu en estas elecciones, o que a mi me importa poco, y que me cansan y me espantan por igual Zapatero y Rajoy. El domingo quisiera votar simple y llanamente como un ciudadano de Úbeda, que además es funcionario del Ayuntamiento, lo que no deja de complicar la votación porque acudo a elegir, también, a mis jefes.
Mezclando esas dos condiciones descubro que me importan unas cuantas cosas, pequeñas, muy concretas. Me importa no tener que justificar mi trabajo, otra vez de nuevo, delante de mis próximos jefes. Me importa que la Corporación que venga entienda que los empleados públicos no somos malas bestias y que juntos se pueden conseguir más y mejores cosas para los ciudadanos. Me importa que el próximo concejal de Tráfico busque una solución sensata para los residentes de la Calle Nueva y aledaños que, tal y como ahora andan las cosas, no vamos a poder llegar hasta nuestra casa con el coche para recoger a nuestro hijo un día que llueva o para dejar un paquete grande; la brillante “solución” que ahora se le ha dado a ese problema es que realicemos una maniobra prohibida y no exenta de peligro. Me importa que el Parque Vandelvira, donde mi hijo va a jugar, esté limpio y cuidado y no tengamos que estar preocupados por si Manuel coge una colilla, los restos de un porro, o se clava el cristal de una litrona o los tornillos de un columpio.
Me preocupan pocas cosas, cosas que tal vez resulten tonterías frente a la promesa de realizar no sé cuántas obras grandiosas, no sé cuántos proyectos faraónicos que nos harán a todos buenos y benéficos. Pero es que he dejado de creer en las promesas de lo imposible. Tengo que decidir mi voto del domingo (soy de los que pese a todo siguen creyendo que es necesario mojarse) pensando en las pequeñas cosas que harán mejor la vida de los que quiero. Para mí, ya no hay más.
2 comentarios:
Manolo: hay otras muchas formas de mojarse. Conozco a gentes, "sin opinión", que el día 22 irán a votar. Durante los próximos 4 años no los escucharé quejarse de nada, ni proponer soluciones, ni realizar crítica alguna.
Saludos.
Eugenio, creo que en las elecciones la única forma de mojarse es votando. El que no vota no dice nada, porque lo mismo no vota por convicción o porque está en la playa. Y sí, hay gentes que votan porqué sí, sin espíritu ni convencimiento, y que se tragan todo lo que le echen los cuatro años siguientes. El problema somos los que votamos, asumimos una responsabilidad con nuestro voto y luego autocriticamos lo que votamos. Prefiero ser ciudadano de esta manera, con riesgos.
Saludos.
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