Era de esperar: la actuación de Garzón para juzgar a los jerarcas del franquismo por crímenes contra la humanidad ha acabado como acaba todo en este país esperpéntico, deformada por los espejos del Callejón del Gato, que sigue siendo la máquina desde la que la Madre España alumbra periodistas, políticos, fiscales y ciudadanos para diversión de quienes transitan esos caminos del mundo. En medio de los garrotazos periodísticos nos hemos olvidado de que en el fondo Garzón tiene razón: el franquismo no es que cometiera crímenes, es que era un régimen criminal, que es distinto. Pero la izquierda –que necesita lanzar balones fuera por la cosa de la crisis– no se conforma ya con enterrar dignamente a los muchos muertos por el odio de Mola y de Queipo, sino que sueña con reescribir la historia, olvidando que el honor de la República no lo hundieron los militares rebeldes sino los radicales a los que la democracia de Azaña les sudaba la revolución (y se hincharon quemar iglesias y de dar paseos al amanecer, que era lo propio de la ley revolucionaria, no de la ley republicana) y los nacionalistas vascos y catalanes que lucharon la guerra por su cuenta, porque en su infantilismo político ellos no se juntaban con la República, que era tonta y además española. La derecha, por su parte, no quiere ni oír hablar de juicios morales contra la dictadura –ellos sabrán qué le deben a aquellos años y a aquellos horrores–, y mientras acude beata y contrita a las canonizaciones de los curas y las monjas asesinados por los rojos, niega a las familias de los fusilados por los fachas el derecho de desamordazar y regresar a sus muertos, que son millares y están dormidos en las tierras olvidadas de la patria, comidos por el musgo y el silencio. Y esto de la memoria histórica acabará quedando en darnos de calaverazos los unos a los otros, que fue lo que más o menos ocurrió con la democracia laica y españolista de la II República, que unos la fusilaron por la derecha y otros la dinamitaron por la izquierda mientras aquellos del norte querían venderla al mejor postor, como hacen ahora con su voto para los presupuestos generales.
Pero yo hoy quería hablar de una memoria histórica mucho más antigua, que es la de todos los dolores de la historia. Y es que Esperanza Aguirre –sí, la ministra del “Sara Mago”– ha dicho, graciosa ella, que puestos a pedir partes de defunción se puede pedir el de Napoleón para ver cómo lo enchiqueramos por lo del 3 de mayo de 1808. Como en España otra cosa no, pero pedir se nos da de vicio, pues se acabarán pidiendo los partes de defunción de Martínez Anido y de Fernando VII, y de ahí para atrás será un no parar hasta los inquisidores que levantaban hogueras para brujas y herejes, o más lejos todavía hasta los cristianos que mataban moros en la guerra de Granada y los moros que mataban cristianos en tiempos de Almanzor. Y a lo que yo iba: ya puestos a decir tonterías como las de la Aguirre, pues haber cuando sale el lumbreras que le de al mundo ejemplo de memoria histórica animando a todas las víctimas de todos los maremotos, terremotos, huracanes y enfermedades de la historia a que pidan el parte de defunción de Dios, para juzgarlo si vive. Porque –más allá de los esperpentos con que vestimos en España a toda cosa seria– ese es el juicio histórico verdaderamente importante: averiguar quién es el responsable de tanto muerto como ha habido en el mundo desde el último día de Pompeya hasta los huracanes hermanos del Mitch, desde la peste de Marsella hasta el SIDA, quién el responsable de tantas lágrimas y tanto sufrimiento, de tanto dolor. Y, por supuesto, ver quién se hace cargo de esa estupidez que supuso la creación del ser humano.
Hasta ahora, en los minutos de desesperación mirábamos hacia Dios con impotencia y también con rabia y con restos de esperanzas rotas. Nietzsche dijo que Dios ha muerto, pero no aportó el parte de defunción. Y así, no podemos saber si Dios vive y podemos seguir juzgándolo cada vez que nos acosan los sufrimientos o si, efectivamente, se murió cansado no ya de los desmanes de su creación sino del grado de idiotez que cabe en un hombre, ese pedazo de barro desperdiciado.
(Publicado en Diario IDEAL el día 31 de octubre de 2008)
Pero yo hoy quería hablar de una memoria histórica mucho más antigua, que es la de todos los dolores de la historia. Y es que Esperanza Aguirre –sí, la ministra del “Sara Mago”– ha dicho, graciosa ella, que puestos a pedir partes de defunción se puede pedir el de Napoleón para ver cómo lo enchiqueramos por lo del 3 de mayo de 1808. Como en España otra cosa no, pero pedir se nos da de vicio, pues se acabarán pidiendo los partes de defunción de Martínez Anido y de Fernando VII, y de ahí para atrás será un no parar hasta los inquisidores que levantaban hogueras para brujas y herejes, o más lejos todavía hasta los cristianos que mataban moros en la guerra de Granada y los moros que mataban cristianos en tiempos de Almanzor. Y a lo que yo iba: ya puestos a decir tonterías como las de la Aguirre, pues haber cuando sale el lumbreras que le de al mundo ejemplo de memoria histórica animando a todas las víctimas de todos los maremotos, terremotos, huracanes y enfermedades de la historia a que pidan el parte de defunción de Dios, para juzgarlo si vive. Porque –más allá de los esperpentos con que vestimos en España a toda cosa seria– ese es el juicio histórico verdaderamente importante: averiguar quién es el responsable de tanto muerto como ha habido en el mundo desde el último día de Pompeya hasta los huracanes hermanos del Mitch, desde la peste de Marsella hasta el SIDA, quién el responsable de tantas lágrimas y tanto sufrimiento, de tanto dolor. Y, por supuesto, ver quién se hace cargo de esa estupidez que supuso la creación del ser humano.
Hasta ahora, en los minutos de desesperación mirábamos hacia Dios con impotencia y también con rabia y con restos de esperanzas rotas. Nietzsche dijo que Dios ha muerto, pero no aportó el parte de defunción. Y así, no podemos saber si Dios vive y podemos seguir juzgándolo cada vez que nos acosan los sufrimientos o si, efectivamente, se murió cansado no ya de los desmanes de su creación sino del grado de idiotez que cabe en un hombre, ese pedazo de barro desperdiciado.
(Publicado en Diario IDEAL el día 31 de octubre de 2008)
3 comentarios:
Estimado Manuel: como habrás descubierto he decidido seguir tu admirables escritos desde Buenos Aires, invitando al acceso a tu blog junto con otros amigos alrededor del mundo, con los cuales compartimos valores e ideas.
Es un placer leer esta nota donde la amplitud de miras, la ecuanimidad y la agradable ironía, reconfortan al oído en un mundo que ha decidido bastardear las ideas, gracias a la detestable corrección política.
En Argentina, al referirnos a nuestra tragedia pasada, luego de años de victimizar a unos y exorcizar a otros, hemos pasado sin solución de continuidad a un plano especularmente inverso.
Izquierdas y derechas reescriben la historia, parcialmente amparados por oscuros intereses estatales, sin permitirnos analizar la historia de forma más ecuanime y compleja.
un abrazo
miguel (jazzmen)
Estimado Miguel.
En primer lugar, muchas gracias por tus palabras elogiosas. Dentro de un rato enlazaré tu blog en el mío, porque para mí es un placer poder tener como asiduo visitante (y ser visitante, por supuesto) del cuaderno de alguien que escribe desde el otro lado del océano. Para mi, Argentina y Buenos Aires (tal vez toda Hispanoamérica) serán siempre un viaje pendiente. Creo que lo he dicho en alguna otra parte de este Camino, que nunca, cuando he tratado con iberoamericanos, los he sentido como extranjeros, porque creo que al final la patria más hermosa y más sincera que tenemos los seres humanos es la de nuestra propia lengua. ¿Cómo puedo considerarte extranjero si tu patria es la de ese Borges cuya literatura me parece la mejor del siglo XX? ¿Cómo no sentirte tan español como yo y como no sentirme tan argentino como tú si hay un hombre llamado Jorge Luis que ha hecho la parte más brillante de nuestra lengua común? En fin, que que es un placer tenerte por aquí, compatriota de idioma.
Por lo que respeta al tema de la memoria histórica, supongo que en Argentina será de más fácil solución que aquí. Porque en España hay una guerra civil en la que ambos bandos cometieron todo tipo de crueldades y de barbaridades, y es injusto que ahora se pretenda englobar en un supuesto bando de "demócratas" a todos los asesinados por el franquismo. Los estalinistas del PCE fusilados por los falangistas venían a ser igual de demócratas que los fascistas de Falange asesinados en Paracuellos por los comunistas. Y eso es lo que aquí la izquierda oficial (que, no te creas, tienen poco de izquierdas y mucho de "progres", que es una forma edulcorada de ser de derechas de toda la vida pero vestidos de modernos) se niega a reconocer: que en ambos bandos hubo criminales y que en ambos bandos hubo gentes sinceras y honestas que lucharon por sus ideales con grandeza y sin asesinar.
Recuperar la memoria histórica es recuperar TODA la memoria, también la de los asesinados en la retaguardia republicana. Pero no para ajustar cuentas, que ya no tiene sentido, sino para que las nuevas generaciones de españoles conozcan la verdad del drama que este país desdichado vivió hace setenta años.
Eso es una cosa, eso es recuperar la memoria y no deberían hacerlo ni los políticos (no puedes imaginarte el grado de miseria moral que la política puede alcanzar en España) y seguramente tampoco los jueces, porque buscar ahora a los responsables de la represión franquista tendría que conllevar la búsqueda de los que realizaron la represión en la zona republicana y aún siguen vivos. Una cosa es esa búsqueda de la memoria, que tienen que hacerse para cerrar heridas y aunar impulsos, y otra buscar los millares de cadáveres que duermen en fosas comunes de ambos bandos, para que sus familias, si así lo desean, recuperen los restos y los entierren dignamente. Lo que no es lícito, ni este país podría soportarlo, es un encanallamiento realizado agitanto esqueletos para que volviéramos a matarnos con las quijadas de los que hace sesenta años cayeron víctimas de todos los odios. Yo lo veo así, pero me parece que mi posición es muy minoritaria, y a la memoria histórica que la "izquierda" pretende imponer la derecha está respondiendo con su propia memoria. Aquí nos queda por entender que hay familias que estuvieron en los dos bandos que aún tienen heridas que sangran, y que es muy fácil ofender imputando asesinatos sólo a una de las partes. Pero este es un tema muy largo y complejo.
Saludos y seguimos encontrándonos en este Camino.
Estimado Manuel:
La hermandad de nuestra lengua es nuestra nacionalidad común.
Y nuestra bellísima y maravillosa lengua (bella por lo exquisita y maravillosa por universal)es ciertamente nuestra "madre patria".
Y con algunas diferencias, (lógicas ya que la historia nunca puede ser tomada cono calco de otra), tus palabras pueden muy bien ser dichas aquí en Argentina y compartir juntos lo que es sentirse minoritarios.
La Argentina no vivió una guerra civil que dejó un tendal de un millón de hermanos muertos como los vuestros. Hubo una guerrilla de izquierdas cada vez más despiadada y una brutal represión de estado, que la superó con métodos inusitados de crueldad e ilegalidad.
Lo que ocurre es que muchos pretendemos la verdad completa y no la miseria sesgada de derechas o izquierdas que te acusan permanentemente de parcialidad o afinidad con alguno de los bandos en disputa.
Igual nada es comparable a la tragedia española, antesala de aquella otra que le iba a costar a la humanidad la desaparición de sesenta millones de personas.
"Quien mata una vida destruye al universo entero" Talmud.
un abrazo porteño
miguel
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