viernes, 26 de febrero de 2010

LOS ALEMANES





La necesidad de rescatar a la economía griega de las garras del caos ha puesto de manifiesto que Europa está desnuda, y que el taparrabos del euro a penas oculta las vergüenzas de un tinglado en el que ya nadie parece creer. Algunos recuerdan de que avisaron: era un disparate poner en marcha la moneda única sin previamente establecer mecanismos potentes de unión política, porque los estados se quedaban sin medios financieros para hacer frente a las crisis económicas que pudieran presentarse en el camino. Y llegó la crisis y cada uno comienza a barrer para casa, pero la escoba está mocha.

El problema griego también nos ha enseñado que la sociedad alemana está harta. Harta, claro, de que los alemanes sean quienes paguen las ineptitudes e incompetencias del sur de Europa. Leí que nosequién decía que Europa es cuando todos se ponen de acuerdo y Alemania paga: ahora todos quieren rescatar a Grecia –para que no arrastre al lado oscuro a la zona euro– y casi todos están de acuerdo en que debe ser Alemania quien pague el precio del desaguisado. Todos, claro, menos los alemanes, que llevan muchos años sosteniendo con sus esfuerzos y sus impuestos los derroches de otros países. No hace falta irse muy lejos para comprobar esto: ¿cuántos cientos de millones de euros han pagado los obreros alemanes a los señoritingos andaluces? Y lo peor –y lo que más tiene que molestar a los alemanes– es que después de tanto pagar ha llegado el día del examen y por estos lares tenemos los deberes sin hacer: llovieron los millones de la subvención sobre Jaén –por quedarnos en casa– y nuestra economía sigue pegada al terruño; llovieron los millones que pagan los trabajadores alemanes y aquí no hemos despegado ni nos hemos preparado para afrontar los retos del futuro. Porque los millones no se tradujeron en renovación e innovación o en inversión con valor añadido o en más justicia social, sino en chalets, apartamentos, todoterrenos y nuevos olivares –plantados a costa de acabar con la diversidad agrícola y ecológica de muchas comarcas– a mayor honra y gloria de los grandes olivareros.

No me extraña el NO de las clases trabajadoras y medias de Alemania. Y los entiendo. Alemania ha hecho bien los deberes en los últimos años: un gobierno de gran coalición ha servido para unificar esfuerzos y visiones, se han completado sacrificios sociales y empresariales, se han podado los excesos federales y los alemanes han tomado la delantera mundial en la adopción de nuevos modelos de energía –dentro de unos años tendremos que exportar tecnología “made in Germany” para poner placas solares en nuestros tejados, pagando a una multinacional alemana por la energía eléctrica que consumimos–. Y mientras ellos se esforzaban, estudiaban y se sacrificaban, aquí andábamos a la sopa boba del ladrillo y de la subvención, felices en “la particularidad española”: horarios laborales disparatados, una clase política sólo comparable a la italiana, elogio de la pereza y de la indisciplina, destrucción del sistema educativo. Vamos, que dilapidado el futuro de dos generaciones y ahora que llueve miramos a Alemania, otra vez. Pero resulta que los alemanes están bajo techo y han cerrado el paraguas: a mojarse toca.

(Publicado en Diario IDEAL el día 25 de febrero de 2010)

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