jueves, 11 de febrero de 2010

ESTO ES LA VIDA: EL AÑO DE MANUEL



El pasado viernes Manuel cumplía un año. ¡Un año! Para él, levantar su índice para decir su edad es un gesto pequeño, pero para su madre y para mí, y para sus abuelos y para sus tíos y para... este año que tan rápido ha pasado está lleno de vivencias inolvidables. No sé si puedo ir ya mirando con suficiente distancia este año de vida de Manuel, creo que no. Pero sí creo que este año ha sido el más intenso de mi vida, o en cualquier caso el año en que más vivencias incomparables a cualesquiera otras se han acumulado. Un hijo, claro está, te cambia la vida y te hace “perder” cosas. Pero en realidad el cambio principal viene dado porque la vida, de golpe, se llena de sentido y cada una de las cosas que Manuel ha hecho se han convertido en una especie de geometría de los sentimientos que te permiten transitar por el mundo manteniendo ilusiones y esperanza. Uno tiene un hijo y descubre que hay cosas que sí tienen sentido, que sí valen la pena, y sabe que hay que resistir y mantenerse. La vida es esto: transmitir la vida, pasarla a otros, hacer que siga girando la rueda del estúpido mundo, de la absurda creación. Un hijo también trae miedos nuevos, porque se le quiere demasiado, pero para mí ha traído sobre todo una esperanza nueva: al ver a mi hijo siento que en cada niño que nace el mundo alumbra su propósito de renovación, su posibilidad de cambiar y ser realmente habitable y amable.

Hace un par de días me escribía Rosa Liaño y me contaba que cuando nació su hijo Juan, Juan Pasquau le escribía a un familiar suyo diciéndole que “eso de traer al mundo a un nuevo ser es algo que no tiene comparación”. Es cierto, porque uno siente que cuenta para el mundo cuando le entrega –terrible entrega, porque el mundo está lleno de peligros que acechan– una vida nueva. Antes de tener un hijo se vive en las periferias del mundo, en los arrabales de la existencia: uno se instala en la plenitud de la vida cuando crea vida y la trae y la mima y la cuida. Pero Manuel, claro está, todavía no entiende nada de estas tonterías que su padre escribe, ni le importa, porque él anda a lo suyo, que es ser feliz y reír a boca llena. ¿Cómo poder pagarle tanta felicidad como regala?

2 comentarios:

Uvejota dijo...

Como todos, me gusta leer tus artículos, éste en especial: “simpático, sincero y muy emotivo”, me ha llegado más hondo que de costumbre, piensa que uvejota ha tenido 3 experiencias como la que nos cuentas salida de tus adentros, pero yo además de esto, vuelvo a revivir semejante, pero con mayor (quizá por la distancia en el tiempo o/y emotiva “casi” ancianidad), emoción y cariño sin límites por este nuevo ser, que me hizo “abuelo” con quien tengo la suerte de compartir la mayor parte de mi tiempo.
Solo una frase me ha hecho pensar de otra forma y por eso me atrevo a preguntarte: eso de ……”estúpido mundo”, pase; pero eso de: ……”absurda creación”, no lo asimilo….. ¡¡Me lo explique!!
Muchas gracias y
Un abrazo
v.j.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Querido Vicente, eso de absurdo viene porque estaba ese día "camusiano" al escribir (había estado leyendo los "Carnets" del francés, tan hermosos y tristes y tan cuajados de reflexiones sobre el absurdo del mundo).
Estimado Antonio, es cierto que no para de crecer. Ni de dar alegrías.
Un saludo a los dos.