lunes, 8 de febrero de 2010

LOS HIJOPUTAS






Hay veces en que un país resulta completamente risible, y es cuando se caricaturiza así mismo. Hoy, cuando cientos de miles de familias españolas se asoman al abismo de la desesperación que el paro trae a los hogares, los políticos siguen jugando a lo suyo, en una peligrosísima escalada de frivolidad. No sabemos si definitivamente la casta política se ha instalado en la desvergüenza más absoluta o si es que su sordera y ceguera son de tal magnitud que son incapaces de entender el cabreado rumor de desencanto que palpita en las plazas y las calles y en los mercados. Sea lo que sea, estos políticos comienzan a sobrar.

Ya sabemos que andan a lo suyo: a llamarse “hijoputas” las unas a las otros, a espiarse, a asegurarse sus escaños senatoriales y sus prebendas, a tejemanejear las instituciones para hacerlas a su imagen y semejanza. Ahora a amenazan con “medidas valientes”, que ya sabemos lo que suponen: ataques feroces contra los derechos de las clases trabajadoras y medias. Hemos vivido en la orgía del despilfarro y de la especulación, en el endiosamiento de la medianería y de lo gris, en el desprecio del esfuerzo y de la investigación y del estudio y de la responsabilidad. En realidad todos somos responsables de este desastre que comenzó a fraguarse cuando se apostó toda la economía a la carta de la construcción: en esta hora oscura los foros internacionales avisan de que España es un peligro para la zona euro, pero nadie dice que la zona euro se ha convertido en una bomba para el bienestar de los españoles. Todos somos responsables del caos y de esta espiral de destrucción de empleo y de riqueza que está ahogando los futuros de tantos españoles, pero sobre todo lo son quienes no pusieron ni han puesto los medios para que frenar el remolino de promociones de viviendas a precios de palacios, quienes postulaban el “España va bien” o el “este es el mejor año económico de la democracia”. Creímos que la egolatría de los políticos no era peligrosa mientras tuvimos llenos los bolsillos, pero ahora que los poderosos calan los trabucos para asaltarnos en las esquinas hemos descubierto, de golpe, que vivíamos en un espejismo, que nuestra economía no era tan potente ni tan rica, que nuestra sociedad no era tan moderna ni tan equiparable a la Europa educada, moderna y desarrollada, que ya va saliendo de la crisis.

El Gobierno –Dios nos guarde desde ya de este gobierno y de todos los que vengan– anuncia un dolores y sacrificios, que son siempre los dolores y los sacrificios de los mismos. Algunos piden que bajen los sueldos, lo que arroja a la indigencia a los que todavía mantienen un empleo. Otros postulan alargar la edad de jubilación y aumentar en diez años los que se computan para calcular la pensión. Nos arrojan a los brazos de la pobreza: menos sueldos, menos pensiones, más resignación, más palos sobre nuestras ya apaleadas espaldas. Y todavía algunos se extrañan de que los ciudadanos hayan dimitido de la cosa pública, que es cada vez más una cosa de la que los “hijoputas”, que diría la filósofa de moda, se sirven para laminar el futuro.

(Publicado en Diario IDEAL el día 4 de febrero de 2010)

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