jueves, 1 de octubre de 2009

Personajes de Feria. EL FERIANTE




Llega la Feria de Abril y toman los feriantes los caminos del mundo con sus grandes carromatos cargados de caballitos de tiovivo, cunicas de noria, turrones sin fecha de caducidad y escopetas de plomos que nunca dan en el blanco. Los feriantes son como unos nómadas de la felicidad, una especie de portadores errantes de ilusiones, unos reyes magos de carne y hueso que cada año acuden a la cita de la Feria, puntuales, gruñones porque el negocio siempre va mal, tal vez cansados de soportar tantas ferias y tantos padres y tantos hijos y tantos abuelos y tantos concejales de fiestas.

Pero cuando septiembre aventura ya las noches frescas y las primeras lluvias, los feriantes llegan a Úbeda e instalan su campamento en el Cerrillo del Aire. Y de pronto, aquel terreno yermo se va convirtiendo en una especie de paraíso en el que se levantan barracas multicolores, altavoces que en unos días llenarán el aire de músicas y gritos y ofertas, carruseles listos para deleitar a pequeños y jóvenes y asustar y asombrar –y a marear– a los mayores. Ese milagro no sería posible sin el sacrificio de estos hombres temperamentales, acostumbrados a no ser de ningún lugar y a ser de todos, acostumbrados a tener amigos en todos los sitios y a que allí donde lleguen se queje la gente de lo caros que son los viajes en el cacharro y los cartones del bingo. A muchos de ellos sus madres los trajeron al mundo una noche de feria, en un pueblo cualquiera del mapa de España. Todos han acarreado, durante toda su vida, a sus mujeres y sus hijos en caravanas en las que está su casa. Todos tienen las manos rudas, propias de quienes han trabajado mucho apretando tornillos, cargando hierros. Después de tanto trabajo duro, después de tanto ir de un lado para otro, el negocio, claro, siempre les parece escaso: los feriantes y los chiquillos coinciden en que es justo y necesario montarse más en el carrusel, gastar más en la tómbola y comprar más chucherías. Pero los padres se encargan de aguar el negocio de feriantes y chiquillos.

Cascarrabias, peleones, peseteros, vale. Pero también trabajadores, nobles, leales, hombres de palabra. Llevando en las ruedas de sus camiones el polvo de todas las carreteras, llevan en su interior un retrato exacto de toda la humanidad. El mundo es como los feriantes son.

(Publicado en Diario IDEAL el día 30 de septiembre de 2009)

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