viernes, 2 de octubre de 2009

Personajes de Feria. EL DE LOS CHATOS DE VINO





Resistir, lo que se dice resistir, el tío de los chatos de Cariñena, que comienza en abril a mover las pantorrillas, y llega la noche de San Francisco y todavía está el tío pega que te pega pisando uvas. ¡La de cosas que habrá visto ese gachón, tan feo, con esa boca amorfa y esos ojos como de sapo con conjuntivitis! Y es que allí, acodados en el aluminio de la barra de los puestos de vino, pasan las cosas más insólitas, al calor de una copichuela y de unos barquillos de canela.

Allí la novia le pide al novio que por enésima vez pruebe suerte en la tómbola, para ver si por fin sale la sota de bastos y se toca un cocodrilo de peluche que mide dos metros. Y el tío, pisa que te pisa y mira que te mira el escote de la chavala y la cara de mosqueo del novio.

Allí el aficionado a los toros comenta la faena de la tarde, la maravillosa faena de la tarde –¿no saben ustedes que en Úbeda todas las faenas son maravillosas y todas merecen dos orejas y rabo?–, mientras su sufrido acompañante da cabezazos y está apunto de atragantarse con una pizca de galleta. Y el tío, en lo alto de su barril, pisa que te pisa y oye que te oye la cantinela tonta del aficionado y los ronquidos de su ya ex-amigo.

Allí la pandilla de amigos cumple con un ritual de muchos años y se pide una ronda y paga aquél, y luego otra y paga éste, y el dueño de la barraca –un tipo listo– pone otra pagada por la casa, y los amigos siguen pagando rondas y el dueño sigue poniendo una de regalo, y al final de las rondas, cuando ya ninguno es capaz de contarlas ni de comerse los barquillos que se acumulan en el mostrador, el más rumbero de los amigos está a punto de saltar la barra y encaramarse en el lagar y, abrazando al tío de los chatos, marcase unas rumbas, una sevillanas o una jota aragonesa, que es lo que la amiga de su novia canta a voz en grito poniendo por testigo a la Virgen del Pilar, que no quiere ser aragonesa, digo francesa, digo... Y el tío de los chatos pisa que te pisa más deprisa, por si salta el bailarín la barra y quiere abrazarlo y besar su carota fea y tiene que salir corriendo.

Y al final de la noche, cuando el tío cesa en su tonto baile sin ritmo, siempre queda un iluso que lo mira entre nubes de alcohol y le propone brindar por la Feria y las mujeres, justo antes de caerse de espaldas en la acera.

(Publicado en Diario IDEAL el día 1 de octubre de 2009)

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