Vísperas de Romería. Lo que significa vísperas de vivencias importantes, de un torrente de sentimientos. El año pasado fue un descubrimiento el camino hasta Guadalupe, en la madrugada. Una experiencia única, que todo el mundo debería vivir, y que levantó en mi interior cosas que ni yo mismo conocía. ¿Es esto la herencia de todo el tiempo ido? Hablar de “sentimiento oceánico” sea tal vez la aproximación más exacta a eso que viví, porque uno se siente como una partícula en un océano infinito cuando suenan los primeros cohetes, en la Torrenueva, o cuando comienza a bajarse la cuesta entre los olivos, o cuando estos se acaban y se abre el trigal mecido por el viento. O cuando la Virgen sale por la puerta, para iniciar el camino a Úbeda, y ese sentimiento será mayor este año, cuando no esté allí Paco Vargas para emocionarse aunque seguirá emocionándose El Coronel y otros muchos.
Este año, además, tenemos incorporaciones que suplen la ausencia de Pepe, que anda por esos mundos de Dios de luna de miel. Y estarán Paco, ya confirmado, y Juan, por confirmar aún. Y como ya somos zorros viejos y sabemos que la leche y las madalenas no son aptas para el cuerpo sometido a los envites del madrugón, hemos preparado una bota de vino y chorizos y tocino y ochíos…
Pues eso, que mañana es la Romería, y que siento ya ese hormigueo íntimo que me cosquillea el corazón cuando se aproxima algo importante. Mañana lo es: por el rato que se comparte con los amigos, por descubrir el amanecer sobre el campo quieto, por sentir una conexión honda con lo que no se conoce. Definitivamente todas estas vivencias compensan el cansancio, porque se queda el alma ligera mientras –camino de Santa María, ya en Úbeda– el cuerpo sienta todo el peso de tantas horas.
Este año, además, tenemos incorporaciones que suplen la ausencia de Pepe, que anda por esos mundos de Dios de luna de miel. Y estarán Paco, ya confirmado, y Juan, por confirmar aún. Y como ya somos zorros viejos y sabemos que la leche y las madalenas no son aptas para el cuerpo sometido a los envites del madrugón, hemos preparado una bota de vino y chorizos y tocino y ochíos…
Pues eso, que mañana es la Romería, y que siento ya ese hormigueo íntimo que me cosquillea el corazón cuando se aproxima algo importante. Mañana lo es: por el rato que se comparte con los amigos, por descubrir el amanecer sobre el campo quieto, por sentir una conexión honda con lo que no se conoce. Definitivamente todas estas vivencias compensan el cansancio, porque se queda el alma ligera mientras –camino de Santa María, ya en Úbeda– el cuerpo sienta todo el peso de tantas horas.
2 comentarios:
Amigo Manolo, acabo de llegar de Madrid -motivos familiares- y por ello no he podido estar con la chiquitilla; pero has tenido una idea muy buena -llevar el gallardete a recibir a la reina de Úbeda-. Espero que se realize en un futuro.
Un saludo
Las banderas de las cofradías podrían esperar a la Chiquitilla del Gavellar cuando hace la parada del cementerio y allí rezar con Ella y venir ya a Úbeda acompañándola. Es una idea buena que las cofradías vayan con las banderas a esperar a la Patrona de los ubetenses.
Un guadalupano.
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