viernes, 11 de abril de 2008

ANTONIO GUTIÉRREZ "EL VIEJO"



¿Cuánto dura la memoria? ¿No es acaso como la niebla deshilachada por la luz del mediodía?… ¿Estamos hechos de la misma materia de los sueños? ¿Somos mera sucesión de desvanecimientos, evocaciones derrotadas cada instante?… No: no todo es morir. Porque a veces es más fuerte la memoria que la muerte, pues cosemos el recuerdo con los hilos –delicados hilos– del corazón, que nunca se deshacen. Porque hay ocasiones en que la vida es la vida y se reclama alegre pese a la muerte y sabe a playa y a risa y a pinares. Así es la memoria que tenemos de Antonio Gutiérrez “El Viejo”: hoy se cumplen ocho años de su muerte y sigue estando presente cada día, que no pudo lo efímero deshacer su persona.

¿Quién fue “El Viejo”?… Sabemos que nació en Jódar el 10 de agosto de 1924 en una familia humilde que pronto se trasladó a Úbeda, que trabajó de niño en la finca del general Saro, que tuvo un puesto en la Plaza de Abastos, sabemos que juró su amor y que Guadalupe murió… Entonces él era joven –siempre fue joven– y sus sueños rotos encontraron consuelo entre los Jóvenes de Acción Católica. Y acabaron convertidos en una ingente obra de bondad: “El Viejo” fue candil que alumbra y grano de mostaza. Y eso es lo que importa: Antonio Gutiérrez fue –es, sigue siendo– un hombre bueno. ¿Puede decirse algo más hermoso de una persona? ¿Ser bueno no es el mérito mayor en este mundo trajinado por idiotas y malvados? ¿De que sirven los títulos o los reconocimientos frente al certificado de alma limpia que expide la realidad luminosa de la bondad? “El Viejo” fue bueno por ese Campamento de La Barrosa en que miles de ubetenses dejamos nuestros mejores años, por La Patera y por el Polideportivo, fue bueno por su entrega con los necesitados. Fue bueno porque no sabía ser otra cosa. Es así de fácil: hay personas que son buenas por vocación, casi por obligación. (Esto no significa que “El Viejo” no tuviera su genio ni sus ratos de mala uva. Los tenía. Pero todo lo compensaba luego con esa sonrisa de niño grande que siempre conservó, con el codazo cómplice, con la broma inesperada.)

Están los que hacen “el bien” para ganar medallas o pedazos de cielo. Antonio Gutiérrez renunció a la Medalla al Mérito Civil y su honda convicción cristiana no le hizo esperar –cruzado de brazos– la dicha de la eternidad: quiso construir la felicidad aquí y ahora porque creía que Dios es una exigencia para desenterrar sonrisas, un impulso de generosidad. Era su fe como la de un niño, sin complicaciones teológicas: cada noche –en La Barrosa– se sentaba ante su Virgen de Guadalupe y le hablaba con el corazón, le contaba sus preocupaciones, los afanes del día, las travesuras de los críos, sus risas. Rezaba con la emoción del alma entera y obraba con la sinceridad de aquel que tiene limpia la mirada, como un amanecer que inunda de luz los océanos. Sí… a la tarde de abril lo examinaron en el amor. Y debió sacar buena nota, pues no podemos olvidarlo.

(Publicado en Diario IDEAL el 10 de abril de 2008)

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Me has emocionado. Viva el Viejo!
Uno de los 15.000 acampados de la Barrosa.

Anónimo dijo...

Manolito estoy en Jac, después de lo leido todo es paja de borraja. Y eso de que no volverás ya lo veremos...
Siempre unidos! (a pesar de nuestro "cada quién es cada cual")

Jose Ruiz Quesada dijo...

Manolo interesante detalla para con el Viejo. Un saludo
Hoy he comenzado con un Blog.
//joseruizquesada1953.blogspot.com

Alfonso Donoso Barella dijo...

Las puestas de sol de cada día promueven en nuestros sentimientos los recuerdos más íntimos y fue precisamente, en la caída del astro rey del pasado día 10 cuando recordé quién fue para mí "El Viejo". No resulta fácil hacerse a la idea de que ya vive con nosotros, pero sigo pensando que gran parte de él se quedó en nuestros corazones. Así supo ganarnos y logró la eternidad que tan merecida tiene. Desde allí, desde el su Barrosa del cielo sigue organizando cada noche alguna de sus bromas, sigue riéndose de sus niños, sigue haciendo el bien y seguro, estoy plenamente seguro que antes de irse a la cama sigue visitando a su chiquitilla del gavellar para hablarle como siempre lo hizo: de corazón.

Más que un viva el Viejo, me sigue apeteciendo decirle: ¡TE QUIERO ABUELO! ¡SIEMPRE UNIDOS!

Antonio M. Medina Gómez dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Antonio M. Medina Gómez dijo...

Yo no fuí niño de atardeceres en las playas de La Barrosa y puedo ser de los pocos que no conoció, ni conoce el campamento, pero nadie me quitará las tardes de domingo, en Jac, junto al viejo, en aquella habitación suya escuchando nuestro Sevilla. Y las "perrerías" de chiquillo que le hacía. Ya sea de patera o de campamento, yo también puedo decir que fui "niño del viejo" y muy orgulloso de ello estoy. Gracias por recordarnoslo, Manolo.

Miguel Angel Barbero dijo...

Estimado Manolo, precisamente, buscando una foto del Viejo por internet solo he visto la tuya. Si me das tu permiso la tomo para incluirla en un apartado de personajes ubetenses entrevistados por Eduardo Jiménez que vamos a realizar llamado "Viaje al Corazón de los Cerros". No tengo tu correo personal y por eso te escribo por aquí para al menos darte conocimiento y por cierto, tienes razón: ¡hagamos por donde para recordar a personas como el Viejo que se lo merecen todo!