¿Marca el discurso de investidura de Rodríguez Zapatero un nuevo rumbo en la política del PSOE? Es pronto aún para saberlo, pero el complejo mensaje del 9-M a más de la percepción cada vez mayor de crisis económica, parece aventurar un cambio de rumbo en la política gubernamental. No en vano, el PSOE ha renunciado a pactos con los nacionalistas que puedan hipotecar las políticas de los próximos años: ¿hemos asistido a la puesta de largo del fin de la ensoñación nacionalista del PSOE? ¿Han pasado los socialistas de una política fuertemente mediatizada por las tensiones y cuestiones territoriales y trazada –erráticamente trazada– más por las presiones de los socios nacionalistas que por el propio convencimiento social de su necesidad, a una política que pone su punto de mira en los perentorios problemas de la gente?
Durante los dos últimos años el gobierno socialista se perdió en disquisiciones territoriales y estuvo a punto de naufragar por el tema de ETA. Sólo el radicalismo del PP ha salvado al PSOE de la derrota electoral. Ahora, la inminencia de la crisis económica –cuyos síntomas son cada vez más visibles– tira del gobierno socialista y vuelven a situarlo en el terreno del que nunca debió salir: los problemas de las personas.
Sin duda es bueno para ZP que los nacionalistas hayan acusado su discurso de ser “demasiado centralista”. Eso quiere decir que los focos ya no están puestos sobre unas cuestiones territoriales que cosecharon masivas abstenciones en los referéndum estatutarios. El discurso del candidato Rodríguez Zapatero ha vuelto a fijar la atención en los problemas que padecen amplias mayorías de este país. Y así, una parte considerable de su discurso se ha centrado en hablar de becas, pensiones, salarios. Y crisis económica. Porque no olvidemos que la crisis puede convertirse en la protagonista de una legislatura, asfixiando con su cruda realidad los altos vuelos reformistas que en su discurso ha dibujado el candidato Zapatero.
El PSOE acaba de aterrizar en la realidad de los españoles: ojalá la crisis económica no reviente el tren de aterrizaje.
(Publicado en www.fundacionsistema.com el 9 de abril de 2008)
Durante los dos últimos años el gobierno socialista se perdió en disquisiciones territoriales y estuvo a punto de naufragar por el tema de ETA. Sólo el radicalismo del PP ha salvado al PSOE de la derrota electoral. Ahora, la inminencia de la crisis económica –cuyos síntomas son cada vez más visibles– tira del gobierno socialista y vuelven a situarlo en el terreno del que nunca debió salir: los problemas de las personas.
Sin duda es bueno para ZP que los nacionalistas hayan acusado su discurso de ser “demasiado centralista”. Eso quiere decir que los focos ya no están puestos sobre unas cuestiones territoriales que cosecharon masivas abstenciones en los referéndum estatutarios. El discurso del candidato Rodríguez Zapatero ha vuelto a fijar la atención en los problemas que padecen amplias mayorías de este país. Y así, una parte considerable de su discurso se ha centrado en hablar de becas, pensiones, salarios. Y crisis económica. Porque no olvidemos que la crisis puede convertirse en la protagonista de una legislatura, asfixiando con su cruda realidad los altos vuelos reformistas que en su discurso ha dibujado el candidato Zapatero.
El PSOE acaba de aterrizar en la realidad de los españoles: ojalá la crisis económica no reviente el tren de aterrizaje.
(Publicado en www.fundacionsistema.com el 9 de abril de 2008)
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