Ni esperaron a la segunda vuelta de las presidenciales francesas: nada más conocerse la victoria de Hollande en la primera vuelta y el ascenso fortísimo del Frente Nacional, los que hasta entonces habían formado la guardia pretoriana de Merkel, comenzaron a titubear y a sugerir la necesidad de pensar en un giro político para potenciar el crecimiento económico. Draghi, Monti y Barroso hablaron de la necesidad de variar, siquiera minimamente, el rumbo impuesto por Angela Merkel a la política y la economía de la Unión Europea, y sólo Rajoy permaneció fiel al dogma de la Canciller alemana. ¿Qué ha pesado más para que estos líderes máximos del pensamiento neoliberal y de la ortodoxia fiscal hayan abierto un ventanuco en la sólida prisión ideológica construida por Merkel? ¿La previsión de la victoria de los socialistas franceses, con un discurso menos heterodoxo de lo que piensa, o el vértigo producido por el ascenso de la ultraderecha? No creo que la victoria de Hollande explique por sí sola el cambio de discurso en los hasta ayer defensores del rigor presupuestario y los recortes sociales: Monti, Draghi o Barroso saben que Alemania y los “mercados” poseen las herramientas suficientes para mantener a Francia dentro del corsé diseñado por Merkel. Pero intuyo que los líderes europeos comienzan a sentir sino miedo sí preocupación.
Hasta hace unos meses los líderes de la derecha europea estaban convencidos de que las sociedades europeas iban a aceptar, pasivamente, la poda indiscriminada del Estado del Bienestar, acobardadas por el mensaje de que las únicas opciones eran los recortes de los derechos sociales y cívicos, la supeditación a los dictados de los inversores y el apoyo económico a los bancos, o el caos. Y de pronto los acontecimientos se precipitan y descubren que en los cimientos virtualmente sólidos de unas sociedades aparentemente resignadas, se han abierto grietas profundas porque el terreno se mueve. La deriva radical de Hungría, la inestabilidad política de Holanda, el auge de la ultraderecha en Francia y la presencia en las calles de Grecia de milicias abiertamente fascistas, uniformadas y violentas, han puesto sobre la mesa el profundo cansancio, el incontrolable malestar que la política de Angela Merkel ha generado en la base social y que encuentra sus manifestaciones más precisas y dolorosas en el aumento de los suicidios en Italia, en el aumento de la pobreza infantil en Cataluña o en la devastación social griega. Y salvo Merkel y Rajoy o Artur Mas, presas de su propio fanatismo ideológico, el resto de líderes de Europa comienzan a estar preocupados. Cualquier pequeño gesto puede provocar la explosión del polvorín en que ha convertido a Europa la política neoliberal: el suicidio de Dimitris Christoulas delante del Parlamento griego pudo provocar un terremoto social. Y es tal la incertidumbre del momento, que nadie sabe cómo van a funcionar las correas de transmisión del hartazgo, de la rabia y del malestar social y de qué modo puede traducirse en las calles de Madrid o Roma el sufrimiento de un jubilado o un niño de Atenas.
El 22 de abril Marine Le Pen se hizo con uno de cada cinco votos: uno de cada tres obreros, uno de cada cuatro artesanos y pequeños comerciantes y uno de cada cinco pequeños empresarios y funcionarios, votaron al Frente Nacional. La composicion del voto neofascista francés comienza a parecerse mucho al del partido nacionalsocialista alemán en las elecciones de septiembre 1930: es el voto de los que tienen miedo, de los desorientados, el voto de los que se sienten estafados y claman venganza buscando desesperadamente un chivo expiatorio contra el que descargar la ira provocada por su creciente precariedad. Más preocupante es la situación griega, donde Amanecer Dorado —partido claramente fascista— han irrumpido con fuerza en un Parlamento desgarrado por los extremismos. ¿Es este el peligro real que otean en el horizonte los hasta ayer mismo lacayos de Merkel?
Angela Merkel ha fagocitado las instituciones de la Unión Europea: nacida con para impedir otra guerra en Europa, lo que sólo sería posible con una Alemania europea, la Unión se encuentra con la Europa alemana irresponsablemente impuesta por Merkel. Es imposible encontrar en la historia política de la Europa de la postguerra mundial y en la historia del proyecto europeo, un dirigente político que le haya hecho tanto daño como Angela Merkel al ideal europeo y a la estabilidad de la democracia. Merkel y el rigor inquisitorial de su dogma ideológico han hecho que un número creciente de europeos conciba la Unión Europea como una amenaza para su bienestar. El Pacto Fiscal impuesto por la canciller, y sumisamente desarrollado por gobiernos de todos los colores, ha conseguido agrietar la cohesión y la paz social de muchos países, permitiendo que por las fisuras se cuelen en tromba las consignas de lo que, eufemísticamente, se llama “populismo”, como si ocultando el nombre del alacrán se conjurase el peligro real de su aguijón. Cada vez que se merma un derecho y se impone un recorte en el gasto social, cada vez que la política se somete al dictado de “los mercados”, se le abre una puerta a los neofascismos. Es comprensible que los ciudadanos se pregunten “para qué sirve” la democracia si al final las decisiones las toman otros y los gobernantes solamente ejecutan los planes que otros diseñan. Y es inevitable que la rabia y la desesperación se apoderen de los ciudadanos y que estos se entreguen al discurso del caos y la violencia política. Sólo los irresponsables podían pensar que el sufrimiento generado por la política neoliberal no iba a tener traducción política. Ya tenemos el mensaje que lanzan las sociedades sin esperanza. ¿Quién entiende la angustiosa radicalidad de ese mensaje? ¿Alguien cree que Merkel va a cambiar el rumbo de la nave? No lo hicieron nunca los fanáticos, que prefieren que el barco se hunda antes que abjurar de su verdad.
Sobre los hombros de Francois Hollande recae una responsabilidad realmente histórica, tal vez la mayor y más pesada que un líder europeo ha tenido en cincuenta años. Si Hollande no libera a la socialdemocracia del entreguismo que de la Tercera Vía; si Hollande no encuentra un camino y un discurso propios para la socialdemocracia europea, capaces de devolver la esperanza y el crecimiento a nuestras sociedades; en definitiva, si Hollande fracasa, miles y miles de ciudadanos europeos creerán que no hay alternativas al sufrimiento y abrazarán, como sucedió en los años 30 —en otra época de sufrimiento social inimaginable provocado por la depresión económica y la ceguera de los dirigentes— los extremos del espectro político.
La política de demolición del Estado del Bienestar nos ha instalado en la pura emergencia democrática. Ya no es el crecimiento lo que nos jugamos: es la propia democracia lo que está en juego. La responsabilidad histórica de Hollande, y con él de todos los progresistas de Europa, es encontrar remedio a los males causados por ese huracán llamado Merkel.
(SISTEMA DIGITAL, 17 de mayo de 2012)
7 comentarios:
Se ve que François Hollande se lo está tomando en serio. Terminadas las elecciones, sigue con el ideario de la campaña para atacar la economía española (sin que se sepa ya bien para qué) pero cambiando radicalmente su postura hacia Angela Merkel (para llegar hasta no se sabe dónde).
Sin embargo los economistas toman como favorable a los intereses españoles (de los bancos españoles y de la salud económica del Estado Español) la propuesta de Hollande de rescate bancario.
A mi me da que el Hollande este va camino de convertirse en otro iluminado como Zapatero, que deja España hecha un solar y ahora se permite el lujo al igual que todos los socialistas de dar lecciones de crecimiento o de creación de empleo. ¡¡¡Qué cinismo!!!
Estoy mucho más de acuerdo con el artículo que con los comentarios de "Anónimo". No sé si es cinismo lo de Hollande, ni tengo idea de hasta qué punto será capaz de mantenerse firme frente a Merkel, pero sí sé que dice lo que muchos pensamos. Por eso tiene razón el artículo: Hollande, al introducir el debate sobre el cambio de modelo, asume una enorme responsabilidad. Ni el firmante del artículo parece muy optimista, ni yo lo soy, pero al menos propone argumentos políticos muy interesantes que muchos europeos suscribimos. Si la democracia permite acceder al poder con esos argumentos, bendita sea.
Y ya está bien de agitar el fantasma de Zapatero para impedir cualquier debate sobre socialismo o socialdemocracia. Mejor sería que Anónimo dijese: "Merkel tiene razón", así podríamos por lo menos discutir.
Cuando hablo de cinismo no me refiero a Hollande, me refiero a los socialistas que hasta antes de ayer gobernaban en España y constantemente nos dan lecciones de crecimiento y de empleo. Por desgracia su receta ya la sabemos, 5.5 millones de parados, España arruinada para los próximos años, el estado del bienestar tocado- semihundido y apunto de ser intervenidos o con corralito argentino. Ya sabemos que a los que os identificáis con la ideología socialdemócrata os molesta que se hable de esto pero es la realidad y esta no se puede negar.
En cuanto a Hollande he dicho que va camino de convertirse en otro iluminado como Zapatero, y si no al tiempo, de hecho ya se van pareciendo, una de sus primeras decisiones es retirar a sus militares de Irak, perdón de Afganistán, antes de que acabe el año.
Por último no se si Merkel tiene la razón, o la tiene Hollande, Rajoy o Rubalcaba,solo digo una cosa: si en mi familia en los últimos años hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, gastando más de lo que ingresábamos, después nos quedamos en el paro, los ingresos caen y las deudas crecen, está claro que no podemos vivir como antes y que nuestra manera de vivir tiene que cambiar.
¿Ves Anónimo? Así, sí. Tenemos al menos la posibilidad de discutir. Pero cuando hay discusión, ya se sabe: se acaba inevitablemente en la confrontación de modelos políticos y sociales: sobre todo, liberalismo y socialdemocracia. Eso es bueno.
Pero no reduzcas la socialdemocracia a la caricatura de Zapatero. Elige bien al interlocutor. Es como si yo eligiera a Berlusconi para cargarme de razones. Eso no vale.
La "ideología socialdemócrata" tiene un problema diferente al que tú apuntas: para mí, su problema es que desertó hace más de una década de sus principios. Aceptó el librecambismo capitalista a nivel mundial (globalización) y se quedó sin defensas y sin discurso.
Pero es evidente que su contrario (la libertad de capitales, la maximización del beneficio) ha sido el principal culpable de la crisis. El liberalismo económico la ha causado, y la socialdemocracia no se ha atrevido a oponerse a un modelo que daba rendimientos a corto plazo. Ahora estamos pagando las consecuencias. Ahora estamos comprendiendo que sin política económica no hay bienestar colectivo. Y que la política económica estatal no sirve cuando los movimientos económicos son internacionales.
Por otra parte, atribuir el "despilfarro" y el deficit a los socialistas es una equivocación de mirada corta. ¿Qué pasa en Italia? ¿Qué pasó en Grecia, con gobierno de derechas, antes de Papandreu? ¿Qué ha pasado en la "modélica" Irlanda? Zapatero tenía superávit cuando comenzó lo que él llamó "desaceleración". Luego gastó en el "Plan E", que fue bendecido por las autoridades europeas, a modo de apoyo a las constructoras, pensando que la crisis era cosa de un año. Por cierto, el "Plan R" (de Rajoy) para la Banca supone muchísimo más gasto público que el Plan E...
Miguel de Esponera con tu comentario dejas algo bastante evidente y es que el que no se consuela es porque no quiere, menudo análisis acabas de hacer y lo del Plan R es pa mear y no echar gota.
El despilfarro socialista en estos últimos años no tiene parangón ni mucho menos justificación o comparación.
Si a Zapatero hay que darle caña se le da y si a Berlusconi hay que darle pues también, no quieras con ese comentario minimizar la responsabilidad histórica de este sujeto y por cierto de su segundo también, ese que ahora da lecciones de economía, si si Rugalcaba,el "nuevo gurú" de los socialistas.
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