viernes, 11 de mayo de 2012

RATO DE RABIA





Cada vez les queda menos equipaje. De viernes en viernes, aligeran la carga y quieren convencerlos de que así serán más felices, más libres. No han pisado nunca la moqueta de un consejo de administración, nunca han firmado leyes ni han tomado decisiones en los parlamentos o en los ayuntamientos, ellos no construyeron aeropuertos inservibles ni abrieron embajadas sin sentido. Ellos no tienen apellidos pomposos ni árboles genealógicos trufados de dinero y poder ni acumulan muchos ceros en sus cuentas corrientes. Ellos son los españoles normales y corrientes, los de la calle, los que han estudiado y han trabajado, los que se han esforzado para que sus hijos vivan felices, los que han disfrutado de vacaciones cortas y largas horas de trabajo mal pagadas. Son los viejos que vieron como sus padres defendieron en una guerra cruenta una república herida para poder darles pan y escuela. Son jubilados que ahora tienen que sostener con sus pensiones cada día más menguadas a sus hijos y sus nietos. Son los hombres y las mujeres maduros, en la plenitud de la vida, que formaron una familia y se compraron una casa y un coche y tuvieron hijos, y que ahora ven aterrados que lo pueden perder todo, y que se pueden ver en la calle con sus pequeños, desamparados. Son los jóvenes cada día más afincados en la certeza de que carece de sentido esforzarse y formarse, porque sencillamente la palabra “futuro” ha sido borrada de sus diccionarios vitales. Son los niños para los que ya no llegan los Reyes Magos ni el Ratoncito Pérez, niños que ven como sus madres mascan lágrimas y nudos cada mañana para poder prepararles el desayuno o la comida o para poder comprarles un cuaderno, son niños cuyas vidas comienzan a parecerse a las de sus abuelos.

Se llaman Pepe, Antonio, Dolores, Ángel, Manuela, Luisa. A ellos les dicen que tienen que pagar sus prótesis de rodilla y sus medicinas. Les dicen que aunque sus compañeros con dinero puedan estudiar aunque sean unos berzas “cum laude”, ellos tendrán que esforzarse más para poder tener beca. A ellos les piden que entiendan que hay que abaratar el despido y facilitarle a las empresas que cambien cuándo quieran y cómo quieran las condiciones del trabajo. A ellos les han gritado que la culpa de que no funcione la sanidad es del niño colombiano que acude a los ambulatorios con su fiebre y su sarampión a cuestas. A ellos quieren convencerlos de que hay que rebajar sueldos, subir impuestos y la luz y el gas, a ellos les han dicho que la responsabilidad de lo que está pasando es de todos y que por eso hay que apretarse el cinturón, a ellos les hablan de sacrificio y esfuerzo, de sudor y de lágrimas. A ellos: les dicen, les cuentan. Y ellos miran, ven.

Ellos miran y ven como los magos de las finanzas quieren arreglar los problemas de un banco cerrando una revista de libros, ven como arruinan un banco en un rato y no pasa nada, ven como la escoria sin sentimientos cobra sueldos y pensiones millonarias, mientras piden más ajustes y más sacrificios, mientras amenazan con la catástrofe general si no se satisface la voracidad de los bancos. Ellos miran y ven, y callan y aguantan, pero también se preguntan: ¿si a los bancos los ayudan con el dinero que a nosotros nos quitan porque amenazan con violencia de guante blanco, no será que la violencia es la única manera de conseguir las cosas? Porque ellos no son tontos: ven, miran, entienden, callan, aguantan. Y muertos de rabia votan a los profetas del extremismo, a los heraldos del desquite.

Ellos –Pepe, Antonio, Dolores, Ángel, Manuela, Luisa...– miran, ven, entienden. Pero ellos no son responsables de la ruina a la que vamos, ni del saqueo del Estado. No, no son ellos los responsables del auge del fascismo., aunque lo voten en las elecciones. No, no son ellos los que están engordando el cuerpo de la violencia y del caos. No son ellos.

(IDEAL, 10 de mayo de 2012)

No hay comentarios: