¿Y si uno de los principales problemas fuera que tendemos a considerarnos superiores a nuestros políticos en lugar de asumir que estos son la imagen que nos devuelve el espejo de nuestra ciudadanía atrofiada? Robert D. Kaplan charla con Lilian Parks, una inspectora de enseñanza de East Saint Louis ya jubilada. Charlan amistosamente; el marido de Lilian está sentado un poco aparte, aparentemente ajeno a aquello de lo que hablan su esposa y el escritor. Pero en un momento de la conversación, que gira sobre la organización de las ciudades y los gobiernos municipales y la nula capacidad de estos para entender el futuro o la importancia de la educación, el señor Parks no puede contenerse y rompe su silencio: «¡El gobierno de las ciudades es un mero reflejo de la cultura de sus habitantes!».
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