Distintas organizaciones empresariales, encabezadas por la CEOE dirigida por Rosell, ese tipo con pinta de vampiro de película cutre de los años 70, han pedido que las fiestas dejen de celebrarse el día que Dios manda y se trasladen al lunes más cercano: piden que el día de Todos los Santos no se celebre el 1 de noviembre sino el primer lunes que pasé por ahí, y que el Jueves Santo se traslade al Lunes Santo. Alegan —con la miopía propia del empresariado español— que así las empresas ganan en productividad. Y es que las patronales siguen a lo suyo: el problema de la baja productividad de los trabajadores españoles no son las condiciones laborales que potencian el desapego con el proyecto de empresa (los horarios disparatados, la imposibilidad de conciliar trabajo y familia, las amenazas a embarazadas, los bajos salarios y un largo etcétera) sino las fiestas y su carga ritual y simbólica. Políticos como el democristiano Durán i Lleida afirman que en España hay muchos días festivos; “intelectuales” de la derecha como Salvador Sostres se preguntan por el sentido de las vacaciones pagadas; las patronales se conforman, por ahora, con acabar con fiestas muy arraigadas y cambiarlas por algunos lunes del año, convencidos de que los padres de familia van a rendir mucho más, y van a trabajar infinitamente más felices y contentos un miércoles 6 de enero en el que no puedan ver la cara de felicidad de sus hijos al comprobar que un año más los Reyes Magos han sido fieles a su cita. Pero claro, ¿qué pintan los sentimientos y los valores cuanto todo ha sido reducido al mero cálculo económico, al simple mercadeo, cuándo lo único que cuenta es el beneficio, el rendimiento monetario, el ganar mucho aún a costa de que los más sumen muchos pequeños sufrimientos?
Se quiere reducir la celebración a un simple acto administrativo, a un mero día de descanso. Y no es eso: las fiestas dotan de sentido el calendario y detrás de la fiesta hay una significación profunda, un discurso espiritual de lo que una sociedad es. Si un país celebra el 1 de mayo es porque asume los valores de solidaridad y de la justicia social que ese día simboliza. Y una comunidad política que conmemora el día en que tuvieron lugar un referéndum o una gesta colectiva, lo hace porque se reconoce fundada sobre lo que aquello simbolizó. Fiestas como la de la Virgen de Agosto, de orígenes paganos, se celebran desde hace milenios y hacen que nos sintamos parte de algo que nos supera, permitiendo que la sociedad gane en peso y en perfil y se transforme en comunidad. Y celebraciones como la de los Reyes Magos o el Jueves y el Viernes santos, están tan arraigadas en la memoria colectiva que trastocar su celebración las vacía de contenido y dilapida una herencia preciosa. Preciosa y... precisa, porque ahora es más necesario que nunca conservar los elementos y las estructuras sociales que permiten que no se desintegre el espinazo moral, colectivo, el nervio sentimental de una sociedad, porque cuando los poderosos nos dejan a la intemperie necesitamos sentir el amparo de lo colectivo. ¿Qué sociedad es esa en la que sólo cuentan la ganancia y el beneficio, que siempre son ganancia y beneficio de unos pocos?
Los derechos de los trabajadores, la escuela y la sanidad públicas, las pensiones, los funcionarios... Las fiestas. De la grave crisis española, todo tiene la culpa menos los empresarios, los banqueros y los políticos. Que sindicatos y obispos puedan darle el visto bueno a la propuesta de los patronos sólo causa pasmo... y espanto: estamos abandonados y solos. Las fiestas son el símbolo de los valores y el espíritu de la sociedad: van a sacrificarlas en el altar del cálculo económico, con la mentira de que eso es bueno para salir de la crisis: no venga nadie luego con la cansina letanía de que nuestra sociedad no tiene valores. Al reducir sus fiestas a un simple lunes administrativo, le estamos diciendo a la misma sociedad que sólo el dinero es importante y que la únicas conmemoraciones dignas son las de la codicia y la devastación del poder.
(IDEAL, 8 de diciembre de 2011)
2 comentarios:
Te aplaudo con todas mis fuerzas.
El fin de semana es una conquista. Las fiestas son una conquista. Las vacaciones son una conquista. Necesitan diques fuertes de protección contra el oleaje de la competitividad como "gran valor", más alto que la misma Constitución soberana.
Cuando hay un "ejército de reserva" que amenaza los pequeños huertos labrados en el secanal de las relaciones laborales (cinco millones de parados dispuestos a trabajar cuanto sea, como sea y a cambio de lo que sea), "santificar las fiestas" es más urgente que nunca.
El "domingo" es todo un valor moral, como dijo el mismo Benedicto XVI: significa que no somos esclavos del trabajo.
No sé lo que dice Sostres (ese que se enriquece provocando) sobre las vacaciones pagadas, pero sí sé lo que pensamos muchos: que ese derecho es intocable. Y esta opinión sí es de hierro. Resistente. Hasta ahí podíamos llegar.
Y aunque haya mucho sindicalista mamón, Manolo, por favor, defendamos la existencia de sindicatos fuertes (sin más privilegios que los que quisimos darles en la constitución, tras siglos de explotación laboral). Sin ellos será el sálvese quien pueda en los tiempos que vienen, en los que serán más imprescindibles que los partidos políticos.
Hoy hay una viñeta de El Roto, en El País, muy buena: "Alguien dijo sálvese quien pueda, y nos ahogamos todos", dice un náufrago.
Perdona la extensión del comentario, inducida por tu estupendo artículo.
Estoy contigo Miguel: hay que cerrarse en banda. Ciertos asuntos no pueden ser negociables: las vacaciones, las fiestas, los fines de semana, la prohibición del trabajo infantil. Eso no son conquistas "sociales", son conquistas civilizatorias, eso es algo que ha hecho mejor a la humanidad. Y claro que defiendo la existencia de los sindicatos, pero se me atragantan estos sindicatos subvencionados y serviles, y prueba de ello es que se avienen a negociar esto de las fiestas. Si para los sindicatos e incluso para la jerarquía de la Iglesia parece que en aras de la competitividad o el dinero todo se puede sacrificar, de verdad que estamos muy solos en la defensa numantina de las conquistas históricas.
Un abrazo grande.
PD. Yo también he visto la viñeta de El Roto, que es el mayor filósofo político y social del momento, verdaderamente demoledor.
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