Cómo me lavan el alma los recuerdos de este día. Qué grande el 24 de junio en el fondo de mi corazón, cómo me ensancha, me estira, cómo me acrecienta y me descubre lo fácil que es ser feliz cuando se posee lo básico para la felicidad: el gallo del amanecer y los vencejos de la mañana, una alberca de piedra y de cal que se llena con agua del pozo, un corral regado cada tarde, un puñado de libros de la Biblioteca Pública, un árbol que te acoja y te cobije, la certeza de no tener prisa, la pereza, la risa, la sandía y el melón, las dos horas de la digestión antes de poder bañarte, la siesta, el silencio, los murciélagos del atardecer y los grillos de la noche, las vecinas sentadas en la puerta y los niños jugando en la calle, los domingos en El Sotillo buscando ranas en la acequia de esa fuente de tres caños de agua fría o jugando con la perra de caza que tenía Miguel Lope o imaginando historias de caballeros detrás de las almenas de ese palacio perdido entre olivares... San Juan, siempre, al fondo del pasillo de la felicidad.
1 comentario:
Ego te absolvo, Manolo, en nombre del dios verano...
Publicar un comentario