miércoles, 29 de junio de 2011

EL DEBATE





La siesta. Al despertarme, en la penumbra del dormitorio, confundí el runrún de la radio encendida a bajo volumen con el cantar lejano de las chicharras. Por un momento pensé que estaba dormitando en algún lugar del campo. Cuando me di cuenta de que el ruido era, en realidad, el grueso cruce de palabrería de dos políticos de cuyo nombre no quiero acordarme, pensé en las hormigas que en ese momento debían estar trabajando en tantas tiendas y tantos tajos de España, pese al calor infernal. Me di la vuelta y seguí durmiendo.

1 comentario:

Francisco Javier Torres López dijo...

A mi me pasó lo mismo, pero con la tele. Así que seguí haciendo "zaping".
¡Pero qué insulsos, monótonos, aburricos y absurdos se han vuelto los políticos!
Al menos sirven para poder echar la siesta, con esa monotonía que les caracteriza.