domingo, 26 de junio de 2011

DESAHUCIO





Cuántas pequeñas cosas componen una vida y qué fácilmente se apilan en cajas, silenciosas, poseedoras cada una de una confidencia, de un secreto íntimo, de un recuerdo que revive y quema en el cerebro cuando se pasa la mano por encima de ellas. No hay vida sin memoria ni memoria sin los objetos con los que la vida fue tejiendo su red de alegrías, de frustraciones o de esperanzas, la madeja de lo cotidiano que nos apresa y que sólo muestra y hace relucir su importancia definitiva, a la manera de una vajilla lujosa que se guarda en los sótanos de un palacio para las grandes cenas oficiales, cuando toda la tupida vegetación que conforma la vida ha sido arrasada, en una mañana inesperada, cuando los troncos sobre los que se levantaban las copas intrascendentes de los árboles del día a día son segados por lo inesperado, por la crueldad huera de la ley y por la dinámica sorda de la ambición o el egoísmo.

Lo pensaba todo esa última noche, mascando lágrimas en lo alto del paladar, a oscuras en lo que fue el salón de una casa que mañana ya no sería suya y por la que se amontonaban cajas con libros, discos, los álbumes de las fotos de su noviazgo y de su boda y de sus hijos, los cuadernos con las primeras letras y los primeros dibujos de los niños, sus ropas minúsculas, como de juguete, de cuando eran tan pequeños, lámparas y toallas, los adornos de los muebles que por tan vistos habían llegado a cansarlo y que al ir envolviendo en viejos periódicos sintió ganas de acariciar y besar, como viejos amigos que siempre habían estado a su lado y que ahora tenía que despedir. Sentía una especie de vergüenza muy profunda que lo desgarraba por dentro: no haber podido evitar que su mujer y sus hijos sufrieran el oprobio de verse en la calle, mirados por los vecinos que cuchichearían mientras bajaran las escaleras cargando cada uno un paquete, con sólo lo necesario, lo imprescindible para seguir viviendo no sabían cómo ni dónde y para no perder el sentido de que un día creyeron que tenían derechos, que eran ciudadanos de un mundo en el que era posible aspirar a tener una vivienda, en fin, no sabía cuanta rabia se acumulaba en su cabeza, era incapaz de contabilizarla, de pensarla, de calmarla. Le costaba tanto como levantarse y asomarse a la puerta de su dormitorio, y mirar al colchón echado en el suelo sobre el que descansaban, vestidos, su mujer y sus dos hijos, ella todavía joven y guapa y deseable, aunque hiciera tantos meses en que no se rozaban siquiera, zozobrado el deseo en la angustia del laberinto de bancos y juzgados, tan insensibles al sufrimiento, tan ajenos a la piedad, sintiendo sus vidas a la deriva y abandonadas, sin nadie a quien recurrir, ellos aún muy pequeños, con sus cuerpos todavía esponjosos y húmedos como el pan recién hecho y oliendo a mañana de abril, ajenos a la desgracia que se cernía sobre sus vidas, sin saber que a partir de mañana serían en el patio del colegio los niños que no tienen casa, los que han visto como sus juguetes eran metidos en un camión anónimo como si no significaran nada, los que duermen en un coche y se lavan los dientes en la fuente del parque donde las otras madres llevan a sus hijos a que aún ensayen la inconsistente felicidad de los columpios.

Ellos sí dormían, porque no entendían lo extraordinario de esa noche oscura, pero él sabía, al verla respirar así como con urgencia, que estaba despierta, tal vez llorando con los ojos cerrados, apretando los dos cuerpos que tanto querían y por los que no sabían, él tampoco, si mañana serían capaces de aguantar los puños y no dejarlos estampados en la cara del secretario judicial y del policía que venían, como heraldos del banco que sumaba su casa a la cuenta de beneficios, a dejarlos en la puerta de la calle, envueltos en una manta, con un biberón de leche tibia que ni siquiera el sol de junio podría evitar que estuviese fría, muerta, cuajada, a eso del mediodía.

(IDEAL, 23 de junio de 2011)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

“la tupida vegetación que conforma la vida ha sido arrasada”
“mascando lágrimas en lo alto del paladar”
“la inconsistente felicidad de los columpios”
“con un biberón de leche tibia que ni siquiera el sol de junio podría evitar que estuviese fría, muerta, cuajada, a eso del mediodía.”
Frases magníficas, verdadera literatura comprometida y bella que ahonda en el sufrimiento del tiempo presente. En pocas frases has retratado la desesperación de miles de familias españolas y europeas. Enhorabuena. Todos estos artículos deberían recogerse ya en un libro.

ftz dijo...

Magnífico articulo, una mirada inteligente al drama de muchas familias. Siempre merece la pena leer palabras de este tipo que deberían ser un aldabonazo a nuestras conciencias.
Un saludo

E. Santa Bárbara dijo...

Tengo un nudo en la garganta. Enhorabuena por retratar, con realista crudeza, estas situaciones que hoy son tan frecuentes. A ver si hay suerte y lo leen jueces y políticos.
Saludos.

Manuel Madrid Delgado dijo...

Creo que en todo esto de la crisis nos estamos olvidando de que detrás de los números hay personas. Si no nos conmueve el sufrimiento de los demás, si ese sufrimiento no nos empuja hacia una política basada en la piedad y la conmiseración, es que algo falla dentro de nosotros. Quienes escribimos no podemos permanecer ajenos a ese dolor, tenemos que darle voz, forma, aunque sea tan torpemente como en este artículo. Si podemos remover conciencias y enfrentar un muro de solidaridad a la codicia de los bancos y la insensibilidad de los políticos y los jueces, incapaces de ninguna rebelión ética, de la objeción de conciencia ante la injusticia evidente. Hoy, el Defensor del Pueblo Andaluz dice en su informe anual que ¡¡¡el 20% de los niños andaluces, el 20%!!! vive en la pobreza o en el umbral de la pobreza, y que hay padres que le escriben diciéndole que no tienen para darles de comer a sus hijos. Lo leemos y pensamos que son sólo palabras, pero detrás hay personas de carne y hueso, con nudos en la garganta, con lágrimas amontonadas en los párpados, niños sin juguetes, infancias robadas. Tenemos que comenzar a mirar por detrás de los datos y de las palabras y tenemos que comenzar a exigir responsabilidades a los que están causando tanto dolor.
Saludos y gracias.

Anónimo dijo...

Creo que viene un poco al caso una entrevista que ví el otro día en Buenafuente. Aquí dejo el enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=8yHzxCjyuzE&feature=related
La entrevista empieza por el minuto 8´30 más o menos. Luego está el resto de la entrevista en la parte 5/5.
Lo que yo no sé si al final no es más que un banquero como los demás y nos está engañando, y lo que se puede escuchar en la entrevista es verdad. Si no miente, hace falta en el mundo más gente así.