Qué lejos aquella Europa que en 1945 se conjuró para evitar que se repitieran los errores y los horrores de los treinta años anteriores, qué lejano y que viejo aquél deseo sincero de no repetir los errores, de sumar esfuerzos, de hacer posible una vida mejor para la gran mayoría. Cómo ha envejecido el ejemplo de políticos de la talla de Jean Monnet, Schuman, Adenauer, Willy Brand o Clement Attlee, empeñados en reconstruir el espacio europeo garantizando una vida digna a millones de ciudadanos, trabajando para que a nadie le faltara un puesto de trabajo decente y bien remunerado, una cama en un hospital público, un pupitre en una escuela pública, protección si se quedaba en paro o una pensión al jubilarse. Casi setenta años después del final de la Segunda Guerra Mundial, la decisión del gobierno laborista de Attlee de entregar en las escuelas inglesas, diariamente, un litro de leche a cada niño nos puede resultar ingenua, pero entonces fue una medida revolucionaria que mejoró la vida de los ingleses: ¡cuánto más que los grandes ideales estos pequeños gestos han hecho posible la vida digna sobre cuyos restos todavía habitamos!; Tatcher puso fin a esa práctica y no la sustituyó por otra, porque en realidad lo único que le interesaba a esa nueva derecha no era la vida de la gente sino la satisfacción de la codicia de los poderosos. Qué lejana resulta aquella Europa entregada a la disminución de las desigualdades sociales, que estaban en el origen del ascenso de las ideas asesinas y totalitarias y de la propia guerra.
¿Qué queda de aquella Europa, qué parte de ese espíritu político e intelectual heredero de la Europa progresista, liberal y burguesa ha sobrevivido a la revolución de los años 70 y 80? Nada. Hoy, Europa no es una esperanza para nuestros hijos, sino un peligro para su futuro y su felicidad. Es una estructura en manos de una corte de funcionarios y políticos engolfados por un nivel de vida escandaloso y puestos al servicio de los intereses de los banqueros y las grandes corporaciones empresariales. Europa, que de ser algo sólo puede ser un constructo ético hecho con múltiples y contradictorias aportaciones, es algo que se desvanece a pasos agigantados, algo que se traiciona a sí mismo y que se transmuta en un feroz monstruo que no tiene empacho en engullir derechos sociales, conquistas históricas de las clases medias y trabajadoras. Hoy, Europa, asaltada por el populismo xenófobo y rendida al ideal desalmado de la nueva derecha, es una máquina sin alma ni compasión por el sufrimiento de los ciudadanos, puesta al servicio exclusivo del euro, un aparato que para salvar la moneda que nos arruina no duda en sacrificar la protección de los más débiles y que justifica todos los desmanes que se cometen contra lo público. Los viejos discursos de la libertad, la igualdad social, la protección de los humildes, la democracia política, los derechos humanos, han sido sustituidos por los decretos que cada vez que hablan de competencia, flexibilidad y crecimiento económico desmontan y trituran una parcela del Estado del Bienestar.
La Unión Europea produce escalofríos: sabemos que cada vez que se reúnen los líderes europeos, los parlamentarios europeos, los ministros europeos, uno de nuestros derechos va a ser sacrificado en el altar de la tiranía económica. La Europa generosa de las manos abiertas que perduró hasta los tiempos de Delors, no existe y ha sido sustituida por un sálvese quién pueda que impulsan Merkel o Sarkozy, por la peligrosa estupidez de Berlusconni y por la inanidad ideológica de la socialdemocracia o la democracia cristiana, que no existen y han cedido todo el espacio moral y político de la Unión a los neoconservadores y los neoliberales. Qué haya quien se escandalice de que en esta Europa adulterada y sin fondo sea posible la “crisis de los pepinos” sólo indica que ese alguien está ciego, porque la Europa de los mercaderes y sus esbirros le ha arrancado los ojos.
(IDEAL, 9 de junio de 2011)
1 comentario:
Europa es, pero no está, leí, no recuerdo a quién, cuando empezaron las revueltas en los países árabes. Tu articulo me recuerda esa idea cuando afirmas que la Europa generosa no existe y ha sido sustituida por los mercaderes. Son muchas las voces que se alzan protestando por el declive de Europa. Reacciona tarde y mal ante cualquier problema que surge y cada vez menos aporta soluciones audaces, se enrosca con demasiada frecuencia sin aportar nada. Va detrás de los demás perdiendo credibilidad.
Ya a principios de los años 90, Alain Minc escribió un ensayo, la nueva edad media, donde se preguntaba si no estaríamos ante las puertas de una Nueva Edad Media.
No me gusta ser pesimista, pero también Umberto Eco y Roberto Vacca nos advierten del camino hacia atrás que estamos cogiendo: "Vamos al encuentro de una próxima Edad Media inminente"
¿Nos sucederá como al imperio romano? Los nuevos bárbaros, China, India, ¿acabarán con la primacía europea y nos llevarán a una nueva Edad Media?
Un saludo
Publicar un comentario