martes, 12 de mayo de 2009

EL INTERNADO, PRODUCTO TIPICAL ESPANIN



No es habitual hablar de series de televisión en este Camino (de hecho creo que es la primera vez que se hace), pero alguna vez tenía que ser. Ciertamente no es que yo sea un forofo de la televisión, que es algo que más bien me aburre. Pero, sin embargo, uno también tiene sus aficiones. En las últimas semanas Javier Marías o Arturo Pérez Reverte han dedicado sus artículos de los domingos a desvelar algunas de esas cosas que nos cuestan trabajo o nos dan vergüenza desvelar. Y hoy toca que yo desvele que he seguido, más o menos regularmente, la serie de “El Internado”.

Al principio, es de justicia reconocerlo, era una serie facilona, para adolescentes, que tenía su intriga y hasta su encanto. O al menos para mí tenía cierto encanto, el de espachurrarte en el sillón y sin calentarte mucho la cabeza estar entretenido un rato antes de acostarte. (Recuerdo que hay a quién le gusta "Gran Hermano" u "OT" o ambos.)

Hoy se estrena la quinta temporada… y seguimos sumando, porque ni mucho menos se desvelarán aquí las intrigas y misterios que la serie va poniendo sobre el tapete televisivo desde hace ya un par de años, más o menos. Y es ahí donde yo quería llegar: a que al final la inmensa mayoría de los productos televisivos españoles se convierten en un bodrio sin pies ni cabeza, con principio pero sin final, que se alarga rizando todos los rizos y creando las situaciones más rocambolescas y ridículas con tal de mantener la serie en pantalla y seguir captando audiencia. Esto es lo que le está pasando a esta serie.

Ya en los capítulos de la última temporada descubrimos, más o menos sonrojados, que detrás de todo el misterio está un grupo nazi y que el padre de uno de los protagonistas –que a efectos oficiales se hundió en un barco con nombre de reina cartaginesa y héroe romano– anda perdido por una isla griega. Yo creo que los guionistas deberían ir ya preparando una sexta temporada en la que ponga al descubierto que los malos que sacan la sangre son los lagartos de V y que “Daiana” es la jefa de los nazis de la Laguna Negra; que al padre de los dos huérfanos lo secuestró en realidad Ulises y que está liado con Atenea, que es en realidad la madre de la niña rubita protagonista, que por eso es tan lista; que el fantasma ese que se aparece por los pasillos es el fantasma de la ópera que está triste porque se retira Carreras; que Noiret es el heredero de Guillermo de Nogaret y que anda por el mundo cumpliendo una misión ancestral de su familia de perseguir templarios escondidos, porque la realidad es que en los túneles del internado se esconde un ejército templario listo a salvar el mundo a las órdenes de Luis Merlo, que es el heredero de Jacobo de Molay, último Maestre del Temple. Ah, ¿qué esta historia de la sexta temporada no les parece creíble? Pues nada, prepárense para la séptima, donde aparecerá Hitler (que en realidad no murió en Berlín en 1945 sino que lo salvo Amparó Baró y trabajaba de pinche de cocina en un hotel de Bali) bailando el hula hoop, donde el cocinero Fermín descubrirá que a su padre lo mataron por robar “Las Meninas” y poner en su lugar una copia hecha por Ramoncín y en la que le saldrán alas al niño que se mea en la cama.

Creo que se me está yendo un poco la cabeza, no como a los guionistas de la serie. Por eso, para historias de intriga creíble, que no sonrojen ni den un millón de vueltas, vean esta noche el estreno de la quinta temporada de “El Internado”. Después de eso entenderán porque tantos productos españoles resultan tan infumables y sabrán de la facilidad que hay en este país para convertir algo interesante en un chapuz de límites incalculables. En fin, que hoy tocaba hablar de televisión y el próximo día… ¡de fútbol!

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