martes, 26 de mayo de 2009

DEJADOS DE LA MANO DE DIOS



Fue mucho el patrimonio artístico que se perdió en la Úbeda de 1936. Pero no menos cierto es que, aprovechando el río revuelto del fin de la guerra, hubo muchos pescadores que en abril de 1939 “perdieron” otra parte importante del patrimonio histórico ubetense. Y así, cuadros, imágenes o joyas guardadas en lo que hoy es Archivo Municipal o amontonadas en los templos, desaparecieron tras la guerra sin que nadie levantase la voz: era fácil apropiarse de obras de arte cuando se disponía de los medios suficientes para pregonar a los cuatro vientos que “todo lo habían quemado los rojos”, que por otra parte no podían defenderse pues hacían cola para ser fusilados o encarcelados.

La llama anticlerical que asoló una parte considerable del patrimonio artístico en Ubeda y en otros lugares de España no era nueva. El anticlericalismo fue un movimiento de larga trayectoria en la historia española, alimentado no sólo por las ideas de la izquierda: convenía a los intereses de la burguesía y la nobleza –tan católicas– tener siempre dispuesto el trapo del anticlericalismo, para agitarlo cuando fuese necesario que las masas obreras embistieran contra algo. Preferible era que quemaran templos a que asaltaran los intereses de empresarios y terratenientes, por muy devotos que estos se proclamasen.

Sea lo que fuere el anticlericalismo, cuando en el verano de 1936 son asaltadas y saqueadas las iglesias y los conventos de Úbeda, el ataque al patrimonio histórico no hacía más que repetirse, porque aquello no era nuevo. Ya con la Desamortización de Mendizábal, a partir de 1835, había tenido lugar una destrucción de nuestro patrimonio mucho mayor que la cometida un siglo después, y mucho más grave si tenemos en cuenta que aquella la perpetraron hombres que se decían creyentes. Con todo, y siendo terrible, lo peor no fue la pérdida de aquellos bienes artísticos en 1936: lo peor fue el proceso que desde los años cuarenta se siguió para “reconstruir” los templos ubetenses.

Si dejamos a un lado la desaparición gratuita –y consentida por hombres que se reclamaban cultos y también creyentes– de vestigios históricos importantes como los monasterios de San Andrés, La Victoria o San Juan de Dios o el santuario de Madre de Dios del Campo, los años que median entre el final de la guerra y el final de la dictadura implican la comisión de auténticas barbaridades en el interior de los templos ubetenses. Es cierto que esta barbarie ha seguido cebándose en las iglesias de Úbeda en los años siguientes, ya en plena democracia y bajo la atenta supervisión de cultísimas comisiones de cultura: ahí tenemos los ejemplos del expolio de San Nicolás a finales de los 90, la sistemática destrucción de Santa María desde 1983 o el abandono y saqueo de San Bartolomé casi ayer mismo. Pero son sobre todo los años 60 los que pasarán a la historia como los años en que la horterada y la reinvención histórica nacen como instrumentos legítimos para abordar la “restauración” de las iglesias de Úbeda.

Tenemos ejemplos sangrantes.

Pensemos, en primer lugar, en Santa María, en la que en vez de abordarse un programa de reconstrucción del coro –cosa relativamente sencilla tras la guerra– se procede a desmontarlo sin más, a despedazar la reja del Maestro Bartolomé y a repartir al tuntún por otros lugares del templo capillas corales y trozos de reja. ¿Qué sentido tenía la desaparición del coro? Ninguno: respondió, como en tantas otras ocasiones, al capricho del párroco de turno. Como fue un capricho el hecho de sacar la piedra del claustro, siempre blanqueado, iniciando así una nefasta moda que hoy se encuentran en pleno apogeo. Faltó un programa artístico para intervenir en la ornamentación de Santa María, y a fecha de hoy la antigua colegiata sigue padeciendo las secuelas de ese desprecio por su historia que iniciara don Marcos Hidalgo Sierra.

No menor fue el atentado cometido contra San Isidoro, cuya capilla mayor puede ser en la actualidad –a la espera de la apertura de Santa María– el ejemplo más claro que existe en nuestra ciudad del mal gusto y de la falta de rigor artístico a la hora de acometer una intervención contra un monumento. La Junta de Andalucía, con su apoyo millonario al proyecto retablístico del Camarín de Jesús Nazareno en Jaén, parece estar demostrado una desconocida sensibilidad artística: ¿podrá traducirse, algún día, en el diseño de un plan general de ornamentación de los templos ubetenses? De existir en el futuro este plan, debería comenzar a ejecutarse en San Isidoro, desmontando con urgencia ese engendro que preside el altar mayor y quitando los mármoles grises del graderío y suelo de la capilla mayor.

Santa María, San Isidoro, San Pedro… Frente a las horteradas antiestéticas que han guiado las intervenciones en estos templos, tenemos el abandono y el estado de ruina que presentan las que posiblemente sean las dos iglesias más bellas de la ciudad, que no son otras que Santo Domingo y San Lorenzo, que más pronto que tarde serán dos montones de escombro. O el aspecto desolado de la Trinidad, desnuda de todo ornamento. O un San Nicolás que, salvo en la capilla mayor y la del Deán, fue despojado por monseñor García Aracil de su retablo de 1840 y de otros retablos menores y tal vez no muy valiosos, pero desde luego más sugerentes que los fríos mojones de cemento en los que –contra las pareces desnudas y convenientemente privadas de blanco– se posan hoy las imágenes. O la Capilla de Santiago, templo de originalísima planta en forma de H que no puede apreciarse porque ha sido devorada por el graderío situado a ambos lados de un escenario que oculta las gradas de la capilla mayor, la magnífica mesa de piedra del altar o la tumba del fundador.

La imaginería y la retablística viven un nuevo auge en Andalucía y se están realizando obras verdaderamente interesantes. Promete ser valioso el retablo de Jesús en Jaén, y es una verdadera obra de arte el de la ermita del Rocío. ¿Tan descabellado es desear que un día no muy lejano este renacer de las artes decorativas de los templos católicos pudiese llegar a nuestras abandonadas iglesias? Puede que no sea descabellado pero, conociéndonos, es completamente ilusorio. A fecha de hoy tan sólo la Casa Ducal de Medinaceli se ha tomado en serio esta tarea de reconstruir el esplendor perdido. Y resulta digno de todo elogio el interés con que viene interviniendo en El Salvador, reconstruyendo el órgano, restaurando pinturas y (rumorean) pensando en la reconstrucción de la sillería del coro y de retablos y capillas para que en ellas vuelvan a estar los magníficos cuadros que nunca debieron salir del lugar en el que don Francisco de los Cobos deseó que estuvieran. ¿Tendremos que venderle San Lorenzo o Santo Domingo a algún duque o a algún conde para evitar que se caigan? ¿Tendrá que enterrarse algún potentado bancario en el altar mayor de San Isidoro para que desaparezca ese supuesto retablo –más bodrio que retablo– y sea sustituido por otro digno? ¿Será necesario que Bill Gates pida descansar eternamente en Santa María para que se blanqueen sus paredes y pueda tener el retablo acorde con su historia y su dignidad de antigua colegiata? ¿Se necesitará que nos reconquiste el emir de Brunei para que nuestros monumentos no sigan dejados de la mano de Dios?… ¿Qué será, será…?

(Publicado en IBIUT, núm. 160, febrero 2009)

2 comentarios:

Jose Manuel Almansa dijo...

Hola.
La verdad es que muchas veces pienso lo mismo, que se podría reconstruir retablos y otros elementos ornamentales siguiendo el estilo que tenía en su época... pero luego siempre me saltan que no puede ser, que hay que hacer algo alternativo y diferente, y llaman al arquitecto amigo que les hace una mamarrachada y se lleva sus fajos de billetes (ejemplo sin par es la 'restauración' del claustro del Convento de La Victoria).
En cuanto a lo del Duque de Medinaceli, no creo yo que la solución sea buscar el amparo del estamento nobiliario sino ponernos las pilas y hacerlo nosotros mismos... pero no sé qué es más dificil o ilusorio!
Felicidades por el artículo!!



PD: lo del coro llevan vendiéndolo años, y poco han hecho... bueno, sí... darle mucha publicidad!!! échale un vistazo a la web de la casa ducal

Manuel Madrid Delgado dijo...

José Manuel, yo creo que hay casos de templos de Úbeda en los que hay que intervenir con urgencia. Me parece urgente desmontar ese bodrio que hay en el altar mayor de San Isidoro, y acabar con esa escalinata de mármol gris y... Preferible es una pared desnuda como en la Trinidad. Y desde luego para hacer mamarrachadas, mejor dejamos las cosas como están. Hasta ahora este es un asunto por el que no nos hemos preocupado mucho, pero tal vez las cosas deban cambiar y haya que pensar en "ornamentar" con gusto nuestros templos que salvo excepciones (el altar mayor de San Nicolás, las Descalzas y el oratorio de San Juan de la Cruz, y nada más) son auténticas mamarrachadas.
Desde luego la solución no es buscar el amparo de los ricos, pero creo que por lo menos en El Salvador se están haciendo ciertas cosas más o menos bien: el órgano se ha reconstruído y por lo que yo sé la sillería del coro va a buen ritmo, aunque lleven mucho tiempo vendiéndola. Se plantean intervenir en el conjunto del templo y devolverle parte del esplendor artístico que perdió en 1936, y eso me parece interesante. Si eso lo hace un duque, ¿por qué en el resto de los templos no pueden hacerlo cofradías -con gusto, eh, con gusto- o comunidades parroquiales o...?
En fin, que como estamos en Úbeda todo seguirá como está, que si lo pensamos friamente tampoco está mal, porque preferible es el pájaro de San Isidoro en mano que los mil pájaros de Santa María volando.
Saludos.