martes, 20 de enero de 2009

MÍNIMAS POLÍTICAS (IX)



XXV. Son engañosas las ocasiones en que las lágrimas pueden producir un cataclismo político. En ese momento, determinados sectores de las clases populares acuden y votan como repulsa, no por alguien sino contra alguien. Luego, cuando se restablece la normalidad y el pulso del horror cede su espacio a las empinadas cuestas de cada día, las clases populares se vuelven a sus casas, a sus silencios, conscientes de que una vez más entregaron su voto a cambio de nada.

XXVI. Serie “Lecciones del pasado”. Capítulo II: El voto de la rabia. Visto con suficiente distancia histórica, el voto al calor de la masacre del 11-M no fue un voto por la esperanza, sino un voto que recogía todas las desesperanzas: pero no para construir el futuro sino para mostrar el cansancio infinito por el presente. Los que el 11 de marzo estaban solos para luchar por su vida y por el futuro de sus hijos, solos siguieron estando después del 14 de marzo y solos siguen estando ahora que la crisis aprieta a los de siempre, como no podía ser de otra manera y como será siempre, (des)gobierne quien (des)gobierne. Lo que pasa es que a veces la pura rabia también vota.

XXVII. Serie “Lecciones del pasado”. Capítulo III: Votar el 14-M. La gente buscó el 14-M un blanco contra su rabia y lo encontró en la cara bobalicona de Rajoy. No se puede poner en un cartel una cara de registrador de la propiedad, que amablemente te sangra por poner a tu nombre un piso que te cuesta toda la vida, cuando el partido del registrador ha intentado ocultar que de aquella foto del hombre sonriente en Las Azores vienen estas fotos de la esperanza rota en los trenes.

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