Volvemos a lo del catastrazo y a sus repercusiones sociales, que las tendrá. Porque más allá del nuevo agobio que esta subida del IBI supondrá para la economía de muchas familias, estoy convencido de que lo peor del catastrazo serán las importantes redefiniciones sociales y urbanas de la ciudad que se producirán a la sombra de esta subida: gracias a esta medida, es fácil aventurar que se agrupará a los ciudadanos en barrios según sus clases sociales.
Veamos con un ejemplo lo que quiero decir.
Pongamos un matrimonio en el que sólo haya trabajado una de las partes y que en ésta 2018 pase a la edad de jubilación. Viven ahora en una casa heredada de los padres de uno de ellos en el centro histórico (o comprada a buen precio cuando eran jóvenes o comprada a mal precio y pagada con muchos sacrificios). Supongamos que por esa casa pagan ahora un IBI de 300 euros y que en 2018 paguen 1.200 euros. ¿Qué supondrá esto? Pues que como mínimo, y suponiendo que su pensión sea dentro de 10 años igual a esos 1.200 euros (lo que los convertirá en unos privilegiados dentro del mundo de las pensiones, sin duda), deberán guardar una mensualidad completa para engrosar las arcas municipales. Si su paga es inferior (que será lo más probable) necesitarán más de una mensualidad para poder pagar el IBI. Y si tenemos en cuenta que el coste de la vida sube en España muy por encima de los medios para financiar la vida (vamos, que los precios van en un fórmula 1 mientras que sueldos y pensiones van a lomos de borrico), a lo que el Ayuntamiento estará empujando a esa pareja de jubilados es a que venda la casa en la que ha vivido toda la vida y se compre un piso en alguno de los barrios en los que el IBI sea más bajo.
Si vamos sumando ejemplos como éste veremos que a la larga la consecuencia de este catastrazo será que Úbeda (que hasta ahora era una ciudad en que las distintas clases sociales vivían más o menos integradas) pasará a convertirse en una ciudad de barrios estancos según clases sociales. Porque los que tengan viviendas en zonas donde la subida ha sido más brutal (por lo general esas zonas identificadas por los políticos como chic) tendrán que emigrar a zonas en las que el IBI sea soportable para sus economías. Luego en zonas como el centro histórico, calle Nueva y aledañas, avenidas como la de la Libertad o Ramón y Cajal o nuevas zonas de expansión no será suficiente con tener una vivienda sino que además habrá que poder pagarle al Ayuntamiento para mantenerla. No importara si esa vivienda ha sido heredada, si ha sido necesario un sacrificio ímprobo para adquirirla o si se adquirió a un precio razonable en un golpe de suerte: el Ayuntamiento ha decidido con su aplicación del IBI que Úbeda debe ser una ciudad ordenada, ya saben, los ricos con los ricos, los pobres con los pobres. Porque al final habrá zonas de Úbeda que el IBI haga inaccesibles para determinados grupos de personas: jubilados, trabajadores, familias numerosas… en fin todos aquellos que no pueden prescindir de una mensualidad (800, 900 ó 1.500 euros) de sus pensiones o salarios para pagar este impuesto.
Son estos efectos a largo plazo los más perjudiciales para el conjunto de la ciudad. Porque no sólo afectan a la economía de las familias sino a la propia convivencia: es así como comienzan a desintegrarse las estructuras sociales. Luego, claro, nadie querrá ser responsable del desaguisado.
Puestos a incidir sobre la estructura social a través de los impuestos, a mí se me ocurre que se podía haber creado un impuesto especial para los ubetenses que tienen siete, diez o veinte mil olivas. Esos que se desentienden de los emigrantes que vienen a padecer y a recoger sus cosechas de aceituna, pues para atenderlos ya están las arcas municipales. Lo justo sería que cada palo aguantara su vela, pero como en los tiempos en que nobleza y clero estaban exentos de pechar, aquí vuelve a ser el pueblo llano el que aguanta las velas de todos.
Veamos con un ejemplo lo que quiero decir.
Pongamos un matrimonio en el que sólo haya trabajado una de las partes y que en ésta 2018 pase a la edad de jubilación. Viven ahora en una casa heredada de los padres de uno de ellos en el centro histórico (o comprada a buen precio cuando eran jóvenes o comprada a mal precio y pagada con muchos sacrificios). Supongamos que por esa casa pagan ahora un IBI de 300 euros y que en 2018 paguen 1.200 euros. ¿Qué supondrá esto? Pues que como mínimo, y suponiendo que su pensión sea dentro de 10 años igual a esos 1.200 euros (lo que los convertirá en unos privilegiados dentro del mundo de las pensiones, sin duda), deberán guardar una mensualidad completa para engrosar las arcas municipales. Si su paga es inferior (que será lo más probable) necesitarán más de una mensualidad para poder pagar el IBI. Y si tenemos en cuenta que el coste de la vida sube en España muy por encima de los medios para financiar la vida (vamos, que los precios van en un fórmula 1 mientras que sueldos y pensiones van a lomos de borrico), a lo que el Ayuntamiento estará empujando a esa pareja de jubilados es a que venda la casa en la que ha vivido toda la vida y se compre un piso en alguno de los barrios en los que el IBI sea más bajo.
Si vamos sumando ejemplos como éste veremos que a la larga la consecuencia de este catastrazo será que Úbeda (que hasta ahora era una ciudad en que las distintas clases sociales vivían más o menos integradas) pasará a convertirse en una ciudad de barrios estancos según clases sociales. Porque los que tengan viviendas en zonas donde la subida ha sido más brutal (por lo general esas zonas identificadas por los políticos como chic) tendrán que emigrar a zonas en las que el IBI sea soportable para sus economías. Luego en zonas como el centro histórico, calle Nueva y aledañas, avenidas como la de la Libertad o Ramón y Cajal o nuevas zonas de expansión no será suficiente con tener una vivienda sino que además habrá que poder pagarle al Ayuntamiento para mantenerla. No importara si esa vivienda ha sido heredada, si ha sido necesario un sacrificio ímprobo para adquirirla o si se adquirió a un precio razonable en un golpe de suerte: el Ayuntamiento ha decidido con su aplicación del IBI que Úbeda debe ser una ciudad ordenada, ya saben, los ricos con los ricos, los pobres con los pobres. Porque al final habrá zonas de Úbeda que el IBI haga inaccesibles para determinados grupos de personas: jubilados, trabajadores, familias numerosas… en fin todos aquellos que no pueden prescindir de una mensualidad (800, 900 ó 1.500 euros) de sus pensiones o salarios para pagar este impuesto.
Son estos efectos a largo plazo los más perjudiciales para el conjunto de la ciudad. Porque no sólo afectan a la economía de las familias sino a la propia convivencia: es así como comienzan a desintegrarse las estructuras sociales. Luego, claro, nadie querrá ser responsable del desaguisado.
Puestos a incidir sobre la estructura social a través de los impuestos, a mí se me ocurre que se podía haber creado un impuesto especial para los ubetenses que tienen siete, diez o veinte mil olivas. Esos que se desentienden de los emigrantes que vienen a padecer y a recoger sus cosechas de aceituna, pues para atenderlos ya están las arcas municipales. Lo justo sería que cada palo aguantara su vela, pero como en los tiempos en que nobleza y clero estaban exentos de pechar, aquí vuelve a ser el pueblo llano el que aguanta las velas de todos.
2 comentarios:
Amigo Manolo, veo que sigues analizando con originalidad y precisión el aumento de la presión fiscal y sus efectos negativos a medio plazo. Sin embargo me parece que hay una pregunta que no te haces y que resulta, para disparar la presión fiscal del IBI, tan importante como los valores catastrales. ¿Por qué en Úbeda tenemos el tipo más alto de la provincia? ¿Por qué pagamos, por ejemplo, a un tipo un tercio más alto que el de Jaén capital? ¿A mayor tipo impositivo, mejor gestión? A mí me parece que la conclusión debe ser la contraria. Los políticos de Úbeda pueden estar orgullosos. Son los más torpes de la provincia.
Coincido contigo en que la conclusión es la contraria: a mayor tipo, peor gestión. Tan sólo hay que constatar la realidad, que son las realizaciones materiales de los últimos años en los lugares de la provincia con los que Úbeda puede compararse. ¿Cómo se encuentra Úbeda, comparativamente, con respecto a Linares, Jaén, Andújar, Martos o la propia Baeza? Pues bastante peor, o sea, con un número de realizaciones bastante menores. Vamos, que aquí seguimos careciendo de un teatro moderno, de piscina cubierta, Santa María sigue cerrada, San Lorenzo o Santo Domingo en ruinas, del proyecto surrealista de la Academia ni hablamos, etc.
Ahora bien, ¿todas estas carencias son imputables sólo a los políticos locales? Yo no lo creo. Aquí creo que tenemos que tener en cuenta dos cuestiones fundamentales: por un lado la carencia de una generación sobresaliente de elites locales, que se traduce en la ausencia de proyecto de ciudad a largo plazo y de capacidad de impulso y crecimiento (esto, a su vez, conlleva el vaivén electoral de los últimos años, aunque la ausencia de una elite política de altura es sólo un aspecto de la falta de liderazgo en la ciudad); por otro lado la ausencia de una sociedad civil viva, que entre otras consecuencias implica que la elite carezca de presiones para renovarse. Vamos, que como aquí la gente pasa de todo (y eso se constata todos los días) y como el tejido cívico es inexistente o está politizado, los cuadros dirigentes en todos los niveles carecen de presiones para renovarse. La suma de los dos factores produce la mediocridad en que se ha instalado, cómodamente por otro lado, la sociedad ubetense, carente de cualquier ambición.
Esto sin duda es una cuestión digna de un estudio sociológico, que escapa a las líneas de un comentario de este tipo. Estoy convencido de que si alguna vez alguien realizara un análisis de este tipo sería tan despreciado como lo fue López Calera en Granada cuando escribió "El ser granadino": la principal característica de sociedades tan cerradas como la ubetense es que no soportan que se les recuerden sus carencias, aunque esto sea imprescindible para poder superar las limitaciones.
Saludos.
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