lunes, 6 de octubre de 2008

LA PROCESIÓN DEL ROSARIO



Los orígenes de la devoción en Úbeda a la Virgen del Rosario se pierden en el tiempo. La todopoderosa Cofradía de los Caballeros debió ser fundada en los años primeros tras la toma de la ciudad a los musulmanes, y posiblemente fueron ellos los que iniciaron los cultos del Rosario que se mantendrían durante siglos. Una vez que los dominicos se establecieron en Úbeda, los Caballeros establecieron su sede en el Convento de San Andrés, en el que en 1706 se fundó la cofradía de Santo Domingo de Guzmán, que posiblemente pasó a encargarse de los cultos a la Virgen del Rosario. Cerrado el convento en 1836, la imagen de la Virgen pasa a San Pedro –a San Nicolás, según Ruiz Prieto–, donde en 1898 le rendía culto según Prieto una “moderna cofradía”: ya habían desaparecido la de los Caballeros y la de Santo Domingo. A comienzos del siglo XX la cofradía del Rosario pasó con su imagen a Santa María, donde Romero de Torres realizó en 1913 la única fotografía que queda de aquella hermosa Virgen del Rosario atribuida a Mena.

Fuese cuál fuese la historia de la devoción a la Virgen del Rosario, el caso es que su procesión del primer domingo de octubre ha sido la tradición de la Feria de Úbeda que más ha permanecido a través del tiempo. Realizada desde tiempo inmemorial, se recupera tras la guerra civil y los programas de Feria de 1939, 1942 o 1944 anuncian la procesión de la Virgen del Rosario, que salía el domingo de rigor a las ocho de la noche desde Santa María. Luego, la tradición se pierde definitivamente.

Desde los tiempos de San Andrés acompañaban la Virgen del Rosario las imágenes de Santo Domingo y Santa Catalina –atribuidas a Martínez Montañés–. El rosario se comenzaba en la puerta del convento y luego, acompañada la procesión de una murga, subía por la calle Montiel y la Corredera hasta la Plaza de Toledo, donde en el pilar de la Fuente de los Cipotes se rezaba la letanía y se entonaba una originalísima Salve, cuya letra rescató Campos Ruiz pero cuya música –se duele Juan Pasquau– ya se había perdido irremediablemente en los años cincuenta. Después, la procesión continuaba ya con ambiente más festivo por el Real y la Rúa, calles en las que estaban instaladas las atracciones de la Feria, lanzando los feriantes almendras garrapiñadas al paso de la Virgen del Rosario.

Terminada la guerra todavía procesionó durante unos años la Virgen del Rosario, no sabemos si la antigua imagen o una nueva. Sabemos que acompañó la procesión la murga tradicional y que los hermanos de la cofradía seguían portando los típicos faroles de forja. La procesión subsistió, seguramente, hasta los años 40. Unos años después también desapareció el novenario que se tributaba a la Virgen del Rosario durante los últimos nueve días de octubre, de madrugada. Y así, se diluyó en el tiempo de las nuevas ferias una procesión que había llenado de devoción y ambiente festivo las noches de tantos primeros domingos de octubre.

(Publicado en Diario IDEAL el 5 de octubre de 2008)

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