sábado, 4 de octubre de 2008

LA TOMASA Y LA GLORIOSA



Movida fue la Feria de 1868. El ambiente político andaba revuelto por el movimiento revolucionario que sacudía el país al grito de “¡Viva España con honra!”. Y mientras los cohetes anunciaban el paso de gigantes y cabezudos la tarde del 28 de septiembre, los cañones anunciaban la victoria de los revolucionarios en Alcolea sobre las tropas de Isabel II, que el 30 de septiembre tomaba las de villadiego. Y fue así que el día de San Miguel amaneció festivo y revolucionado.

Ni siquiera la muerte de la pobre Tomasa enturbió el alborozo popular. Aunque Torres Navarrete fecha en 1862 la demolición del arco del Santo Cristo, Campos Ruiz da una visión más literaria del final de dicho arco. Y es que cuenta Campos que el arco, situado en el inicio mismo de la calle Real –tan estrecho era que a duras penas pasaba un carro y tan glorioso que sobre él se situaba la hornacina del legendario Cristo del Soldado–, se derrumbó el día de San Miguel de 1868, aplastando al caer a la Tomasa, una titiritera que se encontraba desarrollando su espectáculo en la Plaza entre Arcos. Este hecho dio lugar a una coplilla que decía, más o menos: “El día de San Miguel/ se cayó el Arco de la Plaza/ y ha matado a una mujer/ que llamaban la Tomasa.” Sea lo de Tomasa realidad o leyenda, lo que indudablemente sucedió fue lo de La Gloriosa.

Y es que a la tarde del 29 de septiembre un grupo de ciudadanos se reúne en la casa de don Lorenzo Rubio Caparrós para adherirse a las proclamas revolucionarias “de las Juntas de Gobierno de las provincias de Andalucía”. Como discutiendo se les hace de noche –noche de feria– acuerdan suspender la reunión hasta las 7 de la mañana del día 30. Esa misma noche una comisión acuerda con el jefe militar de la ciudad evitar disturbios, y se forman patrullas cívicas para impedir que conservadores mal intencionados liberen a los presos de la cárcel con el fin de generar inseguridad ciudadana.

Al amanecer del miércoles 30 de septiembre una multitud ingente se reúne en la casa de don Lorenzo y todos acuerdan trasladarse, pacíficamente, a las Casas Consistoriales. Y así, por entre carruseles y puestos y el ganado pacíficamente expuesto para su venta, caminan los revolucionarios, creciendo la manifestación de tal manera que al llegar al Ayuntamiento viejo ocupan todas sus estancias mientras en el Salón de Plenos se proclaman los nombres de los trece componentes de la Junta Provisional, miembros de los partidos Demócrata y Progresista. (Por la tarde hubo una manifestación de partidarios de la Unión Liberal de Úbeda que protestaban por haberse quedado fuera del nuevo y revolucionario gobierno local.)

Y así, entre la copla de la titiritera y las tertulias de casino y los toros y las revoluciones pasaron nuestros tatarabuelos –Real arriba Real abajo– aquella movida Feria de hace ciento cuarenta años.

(Publicado en Diario IDEAL el 3 de octubre de 2008)

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